Los golpistas – incluida toda la prensa, menos Última Hora – insistían en decir que la fecha era el 31 de marzo; nosotros, que era el primero de abril. Encima, ellos intentaban decir que había sido una «revolución», confesando el prestigio de la palabra revolución – hasta allí identificada con la revolución cubana. ¿Qué ha […]
Los golpistas – incluida toda la prensa, menos Última Hora – insistían en decir que la fecha era el 31 de marzo; nosotros, que era el primero de abril. Encima, ellos intentaban decir que había sido una «revolución», confesando el prestigio de la palabra revolución – hasta allí identificada con la revolución cubana.
¿Qué ha sido de estos 45 años – transcurridos desde aquel primero de abril hasta hoy? ¿Qué fue aquello? ¿Qué quedó de aquello?
Medido en el tiempo, parece algo distante. Al final, habían transcurrido apenas 34 años desde la revolución del 30 – el momento de mayor ruptura progresista en la historia brasilera. Período que incluyó los 15 años del primer gobierno de Getulio [1] y los 19 de democracia liberal, incluidos los 4 del nuevo mandato de Getúlio y los 5 de JK [2] .
No es necesario discurrir mucho para decir que se trató de un golpe militar, que introdujo una dictadura militar. Ni la «dictablanda» de la FSP (Fuerza Serra Presidente), ni el «autoritarismo» de FHC – todas tentativas de suavizar el régimen. Um régimen dirigido formal y realmente por la alta oficialidad de las FFAA, que reorganizó el Estado en torno de estas instituciones, teniendo el SNI [3] como su instrumento de militarización de las relaciones sociales. Um régimen que actuó políticamente a favor de la hegemonía del gran capital nacional e internacional. Para eso, entre sus primeras medidas estuvieron la intervención militar en todos los sindicatos y el «arrocho» [4] apriete salarial – la prohibición de cualquier campaña salarial, el sueño de todo gran empresario.
Para que se crease un clima que desembocó en el golpe militar, fue montada una campaña de desestabilización que – hoy se sabe, por las actas del Senado de los Estados Unidos – tenía su conducción directamente en aquel país, con participación directa del entonces embajador norteamericano y la complicidad activa de los grandes medios – que hasta hoy no hicieron una autocrítica del papel dictatorial que tuvieron, ni siquiera la Folha de São Paulo, que prestó sus vehículos para acciones represivas de la Oban [5] -, sumada a las movilizaciones hechas por la Iglesia Católica y por los partidos de derecha – con el lacerdismo [6] moralizante en la cabeza.
Nunca como en aquel período las grandes empresas privadas ganaron tanto. Fueron ellas las mayores beneficiarias de la represión – prisiones arbitrarias, torturas, fusilamientos, desapariciones, entre otras formas de violencia de un régimen del terror. Fue el sector económicamente hegemónico durante la dictadura -al contrario de la visión inconsistente de FHC, de que una supuesta «burguesía de Estado» seria el sector hegemónico, para absorber los grandes monopolios nacionales e internacionales.
Brasil venía viviendo un proceso importante de democratización social, política y cultural. El movimiento sindical se expandía, los empleados públicos pasaban a incorporarse a este, los militares de baja graduación pasaban a poder organizarse y candidatearse al Parlamento, se desarrollaba la sindicalización rural, se aceleraba la creación de una fuerte y diversificada cultura popular – en el cine, en el teatro, en las artes plásticas, -, un movimiento editorial de izquierda se fortalecía mucho.
Fue para frenar la construcción de la democracia que el golpe fue dado. Con un carácter abiertamente antidemocrático y fuertemente antipopular – como las decisiones inmediatas contra los sindicatos y campañas salariales lo demuestran -, fue un instrumento del gran capital y de la estrategia de guerra fría de los Estados Unidos en la región.
1964 se constituyó en un momento de fuerte inflexión en la historia brasilera. El modelo de desarrollo industrial pasó a centrarse en la producción para la alta esfera del consumo y para la exportación, acentuando la concentración de la renta y la desigualdad social, así como la dependencia.
El Brasil que salió de la dictadura, 21 años después, era un país diferente de aquel de 1964. Las organizaciones democráticas y populares habían sido duramente golpeadas. La prensa había sido depurada de los órganos de izquierda. (No olvidar que la resistencia en la prensa fue hecha por la llamada prensa nanica [7] , por si sola una denuncia de la prensa tradicional.) El país se había transformado en el más desigual del continente más desigual del mundo.
Varios dirigentes de la dictadura todavía andan por ahí, junto con sus hijos y nietos, dando lecciones de democracia, siendo entrevistados y escribiendo artículos en la prensa. La prensa no dirá nada o intentará, una vez más, hacerse pasar por víctima de la dictadura, escondiendo el papel real que desempeñó. (Que tal republicar los titulares de cada medio en aquel primero de abril de 1964?) En la resistencia y en la oposición a la dictadura se probó quien era y es demócrata en el Brasil.
Traducción: Insurrectasypunto
Texto original en portugués: www.cartamaior.com.br Texto en español: www.insurrectasypunto.org
[1] Getúlio Vargas: Cuatro veces Presidente de la República (1930-1934 en el Gobierno Provisorio; 1934-1937, en el gobierno constitucional; 1937-1945, en el Estado Novo; 1951-1954, presidente electo por voto directo).
[2] Juscelino Kubitschek de Oliveira, Presidente Constitucional del Brasil (1956-1961).
[3] Servicio Nacional de Informaciones, órgano de espionaje de la dictadura militar (1964-1985),
[4] El arrocho salarial es el acto de un gobierno de reducir drásticamente el salario mínimo de un país o su poder de compra. Se adopta para atraer a las empresas en busca de mano de obra barata.
[5] OBAN: La «Operação Bandeirantes» (OBAN), fue la primera organización de represión violenta directa de la dictadura. Tenía su sede en São Paulo.
[6] Lacerdismo o Udenismo referido a la UDN que fue una agrupación que en los años 1950 y 1960 hizo oposición golpista a Getulio Vargas, Juscelino Kubitschek y Joao Goulart.
[7] En Brasil nació y sobrevivió en la semi-clandestinidad la «prensa nanica» integrada por pequeños periódicos contestatarios a las dictaduras militares.