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Cumbre del «BRIC» bajo la sombra del «Grupo de Shanghai»

Fuentes: La Jornada

Se deben ponderar las críticas al BRIC, considerado una entelequia más que una organización cohesiva, pero también llama la atención que el concepto haya preñado las conciencias de los interesados, quienes ahora han convocado a su primera cumbre oficial. Desde que Jim O’Neill, economista de Goldman Sachs, acuñó el término «BRIC» (más con propósitos bursátiles […]

Se deben ponderar las críticas al BRIC, considerado una entelequia más que una organización cohesiva, pero también llama la atención que el concepto haya preñado las conciencias de los interesados, quienes ahora han convocado a su primera cumbre oficial.

Desde que Jim O’Neill, economista de Goldman Sachs, acuñó el término «BRIC» (más con propósitos bursátiles que geoestratégicos que, por cierto, no entiende) hasta su primera cumbre formal en Rusia, han pasado ocho años.

En forma coincidente el Grupo de Shanghai y el BRIC fueron engendrados el mismo año de 2001 en las antípodas del planeta y por motivaciones diferentes, y ahora, ocho años después y debido a la decadencia acelerada de Estados Unidos, empiezan a converger sus agendas y objetivos en forma asombrosa.

Por primera vez los integrantes del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) se reúnen formalmente en Yekaterinburg (ver Bajo la Lupa; 7 y 10/06/09), donde abordarán todos los aspectos de la seguridad global, la cooperación energética, la protección ambiental y las «complejidades económicas», como consecuencia del tsunami financiero provocado por la concupiscencia de la plutocracia bancaria de Wall Street.

Los integrantes de la etérea agrupación BRIC ya se habían reunido sin agenda en forma amigable. Su bautizo oficial es una noticia relevante y cobra mayor dimensión cuando se acopla a la novena cumbre del Grupo de Shanghai (Shanghai Cooperation Organization: SCO, por sus siglas en inglés) que arranca un día antes en la misma ciudad.

El Grupo de Shanghai incluye a los dos gigantes eurasiáticos, China y Rusia, y a cuatro países centroasiáticos islámicos: Kazajstán, Kirgistán, Tajikistán y Uzbekistán; además, cuenta como «observadores» a India, Pakistán, Irán y Mongolia.

Es probable que acudan Afganistán y Sri Lanka, pero llama la atención el destino de dos invitaciones: el presidente iraní Ahmadinejad, muy seguro de su triunfo electoral, había anunciado días antes su participación, mientras el primer indio Manmohan Singh había confirmado su presencia a la cumbre del BRIC y dejaba planear la duda sobre su asistencia a la cumbre del Grupo de Shanghai (Now Public; 29/6/09). Esta sutileza de Singh no es ociosa debido a que la ciudad anfitriona y el acoplamiento de los cronogramas apuntan a que la primera cumbre oficial del BRIC se desarrolle bajo la sombra protectora del Grupo de Shanghai, lo cual le da una redimensionamiento superior en los linderos marciales: Rubicón que el primer indio sopesará hasta el último minuto, mientras el presidente iraní Ahmadinejad estaría feliz de formar parte del BRIC (al unísono de Sudáfrica) cuando está a punto de ingresar por la puerta grande al Grupo de Shanghai, que este año abordará sustancialmente la temática energética.

Sería un doble grave error de juicio pretender, primero, que el BRIC no existe por representar una ideación virtual sin concreción y, segundo, no vislumbrar su gradual expansión, en caso de subsistir matricialmente, a partir de sus cuatro vectores fundacionales -Brasil, Rusia, India y China- con sus respectivas esferas de influencia geoeconómicas: Unasur, la Comunidad de Estados Independientes (clón de la antigua URSS), las naciones del subcontinente indio, y los 10 países del bloque del sudeste asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés).

Tampoco hay que soslayar que su «vínculo débil» lo constituye India, mientras Brasil, en la etapa de la creatividad geopolítica y geoeconómica de Lula, ha roto las barreras gravitacionales de la distancia geográfica.

A nuestro juicio, el BRIC constituye la interdependencia de cuatro bloques geoeconómicos afines complementariamente y con intereses geofinancieros comunes (v.gr, fin de la hegemonía del dólar) y que se definiría mejor por lo que no es (en similitud a la teología negativa «apofática»): una organización militar, que luego puede desenvolverse en el ámbito militar es otro tema nada geoeconómico ni geofinanciero que ahora no viene al caso.

Por esta razón es importante ubicar los linderos que impone Yevgeny Yasin anterior ministro de Economía de Rusia en la etapa cataclísmica de Yeltsin y muy vinculado a los centros neoliberales de Estados Unidos, en su entrevista a RIA Novosti (11/6/09), quien aduce que el BRIC puede convertirse en líder económico mundial siempre y cuando supere sus «obstáculos culturales» (léase: adoptar los «valores neoliberales occidentales») para tener «incentivos con el fin de promover las innovaciones», y así «convertirse en actores activos en el mercado mundial», horizonte todavía muy «remoto».

China, que se encuentra en la fase final de su industrialización con inmensos recursos humanos (con 200 millones de una población rural excedentaria), es el más influyente de los cuatro «debido al tamaño de su población, su inmenso mercado doméstico sin explotar y su mano de obra barata» lo que le dará «el mayor crecimiento potencial» por otra generación.

No es muy optimista con India, donde 800 millones (¡súper-sic), alrededor del 75 por ciento de su población son «residentes rurales» atrapados por el conservadurismo religioso que explica que «35 por ciento de su población sea iletrada y un máximo de 50 millones de niños no acuda a la escuela».

No menciona para nada a Brasil, un grave defecto del pensamiento ruso en general, y se concentra en su país: plenamente industrializado que se ubica en un lugar intermedio con características de los países desarrollados europeos y aquellos en vías de desarrollo, quienes venden materias primas sin valor agregado: «no es tan competitiva como Occidente pero su industria emplea a la mayor parte de la población».

El neoliberal Yasin considera que el BRIC es un «club sin intereses compartidos» carente de «sustancia y forma» que no tiene el mismo peso del G-8, que en realidad, es un «G-7.5», ya que Rusia todavía no es admitida en sus cumbres financieras, ya no se diga en la OMC, donde ha sido vetada por Georgia a instigación de Estados Unidos. Rusia tendrá que decidir entre ser «nadie» en el G-7.5 o «alguien» en el BRIC cuando ambas agrupaciones se han vuelto antagónicas.

No vislumbra que las divisas del BRIC se conviertan «pronto» en «divisas de reserva mundial»: pare impulsar al rublo, «carente de bases sólidas», se requiere «diversificar la producción»; mientras, el yuan «no es todavía convertible», lo que aniquilaría el «potencial exportador de China» debido a «su abrupta sobrevaluación que impediría su alta tasa de crecimiento económico».

Todo lo que impugna Yasin es muy debatible, pero, ¿qué le deja, entonces, al desplomado dólar, ya no se diga al futuro del incierto euro?

De allí la idea más creativa de fundar alianzas de hibridación de las divisas del BRIC o de la «divisa BRIC» con el euro y/o el oro ante la peor perspectiva de subsidiar la hegemonía unipolar del dólar que mantiene en forma barata la maquinaria bélica de Estados Unidos: es decir, el suicidio crónico del BRIC.