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Sandino, pensador y luchador contra todo dominio interno o externo

Fuentes: Rebelión

Ponencia presentada en la XI Cátedra Bolívar, Martí y Sandino, «Pensadores Emancipadores de Nuestra América» realizada en la Habana, Cuba, los días 08 y 09 de febrero de 2010

 La derecha criolla declara que Sandino es, a secas, de todos los y las nicaragüenses. No tenemos nada que objetar a semejante aseveración, salvo el hecho de que el Padre de la Nación para todos y todas; el inspirador de la creación del FSLN en 1961 y de la Revolución Sandinista que triunfa el 19 de julio de 1979 y se mantiene hasta nuestros días cada vez más fuerte, no tiene nada que ver con los oligarcas, opresores y traidores a la causa libertaria del pueblo nicaragüense. En consecuencia, Sandino no es de los y las nicaragüenses sin excepción. Por el contrario, es de los que aman sin reservas a la nación entendida como pueblo, como mayorías, como marginados y oprimidos. Es del pueblo, de nadie más. Cualquier otra versión de las cosas relativas al héroe representa una flagrante deformación de su gesta que debe ser invariablemente rechazada. Examinaremos a continuación sus propios escritos para darle soporte a nuestros planteos. 

I. Inteligencia, sensibilidad y entrega total a la lucha

Sólo un ser sensible, inquieto ante lo que ocurre a su alrededor y en todo el planeta con los pueblos en su totalidad, puede sentirse constantemente desilusionado ante lo que observa allí donde llega, en cualquier país donde se encuentre.

Sólo una persona así, con auténtica fibra humanista, puede apreciar que los hombres «… de gran mentalidad, se ensoberbecen con frecuencia», olvidándose de su condición de mortales al «traficar con la justicia y con la carne humana»; sólo un ser así, como él, puede comprender cómo «las buenas doctrinas son menospreciadas por hombres sin escrúpulos», en función de alcanzar prebendas. Sólo alguien capaz de indignarse por completo ante las injusticias sociales, puede tener la conciencia plena necesaria para moverse en contra de la inacción y la indiferencia ante semejante orden de cosas. (1: 69-70)

Más aún, sólo una persona sensible y de mente amplia puede tener la certeza de lo imprescindible que resulta guiarse siempre por las circunstancias históricas y no por subjetivismos de una u otra índole. Sólo alguien por entero comprometido con la justicia popular puede contar con la más firme determinación para luchar hasta el final por esa causa. En las décadas del veinte y del treinta del siglo XX, entre los nicaragüenses, Sandino reúne, más que ningún otro, todos esos atributos, inteligencia, sensibilidad, determinación para luchar hasta el fin y necesidad constante de escudriñar cotidianamente la realidad impuesta a los pueblos del continente americano, en particular, al nicaragüense. Por eso, el héroe refiere que, en México, junto a un grupo de espiritualistas, «día a día», comenta «la sumisión de nuestros pueblos […] ante el avance hipócrita o por la fuerza del asesino imperio yanqui.» (1:79)

Sólo alguien con sensibilidad, gran inteligencia, resolución y permanentemente inquieto puede aprender rápido a conocer al enemigo de clase; a desentrañar su verdadera faz. Por ello, Sandino expresa que colocado ya en el teatro de los acontecimientos; esto es, incorporado en las filas de la Guerra Constitucionalista de 1926-1927, durante la cual crea su propia columna (la Segoviana), se encuentra «con que […] conservadores y liberales, son una bola de cobardes, canallas y traidores», incapaces de «dirigir a un pueblo patriota y valeroso» como el nicaragüense.

Mas las cosas no acaban acá: la identificación de Sandino con el pueblo lo lleva a la plena comprensión de que, como reza el dicho, sólo el pueblo, salva al pueblo; sólo él puede llevar la lucha hasta las últimas consecuencias. (1:70) Y, sobre esta base, sólo alguien así puede plantearse, sin vacilaciones de por medio, la toma del poder por el pueblo; la toma «de las riendas del poder nacional para mejor suerte de la Patria». (1:80)

Sólo Sandino y sus soldados de ese entonces -y de épocas posteriores hasta llegar al presente-, pueden responder con verdadero aplomo al yanqui invasor, que decide a su antojo sobre el territorio nacional lo que más convenga a sus interes, como la declaración de zonas neutrales que el héroe promete atacar a donde sea. (1:89) Sólo él y quienes lo rodean puede rechazar un soborno, chantaje o amenaza para deponer las armas. Sólo ellos pueden expresar su profundo desprecio por aquél que, el 4 de mayo de 1927, pretende ponerle fin a la lucha del pueblo por su liberación, al quererla vender «cómo a una partida de bestias». Todo por embolsarse la promesa de la presidencia hecha por el invasor yanqui. (1: 97) «Era yo -anota el patriota- el único opositor, entre todos los jefes del Ejército [liberal o constitucionalista], al Pacto Moncada-Stimson.» (1:100)

Y como muestra de su voluntad inquebrantable de continuar la lucha tras la firma de ese pacto de mayo de 1927, Sandino invita «a muchos del Ejército» bajo su «mando a quedarse en sus hogares», pues comprende «que no estaban dispuestos al sacrificio». (1: 101) «No me importa -dice- que se me venga el mundo encima, pero cumpliremos con un deber sagrado.» (1:106) Todo porque para él es preferible hacerse «morir como rebeldes y no vivir como esclavos…» (1: 108-109) Así las cosas, emplazando al enemigo de clase a nivel local, propiamente a José María Moncada, le expresa: «Indudablemente conoce mi temperamento y sabe que soy inquebrantable. Ahora quiero que venga a desarmarme…» (1: 111)

Es esa plena correspondencia entre el sentir, pensar y actuar de Sandino, lo que justamente lleva a sus soldados a creer en él, no ciegamente, como piensa la reacción, sino por convicción. En efecto, s oldados del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN), entrevistados al respecto, sostuvieron: «No seguimos ciegamente al general Sandino; lo seguimos, porque nos ha dado razones que comprendemos son ciertas, y porque sabemos que la verdad es su norma de conducta.» (i)

II. La espada de Sandino

Desde el 1º de julio de 1927, Sandino rebela entera la esencia y naturaleza de su propuesta patriótica; expresa de forma inequívoca la razón de su lucha, su fuente de inspiración y sus metas. Por sobre todas las cosas, declara su orgullo porque en sus venas circula la sangre india que para él encierra, por atavismo, «el misterio de ser patriota leal y sincero», lo que asocia con el internacionalismo, que define como «el derecho de ser libre y hacer justicia», así sea a costa de la vida. Anota que no le importa que los oligarcas lo llamen plebeyo, porque su «mayor honra es surgir del seno de los oprimidos», a los que estima «alma y nervio de la raza». Pero siendo internacionalista, su rechazo no es sólo contra los oligarcas locales, sino también contra los que gobiernan el mundo y sus adeptos en todas las latitudes. Por ello, llama a la bandera de EEUU «la bandera más asesina de los pueblos débiles y enemiga de nuestra raza e idioma.» Mas el culmen de su pensamiento y acción lo manifiesta así:

«…ante la Patria y ante la Historia juro que mi espada defenderá el decoro nacional y dará la redención a los oprimidos». (1:117-119)

Detengámonos un poco en esta declaración: innumerables veces, hemos dicho que estas palabras encierran todo el pensamiento, sentir y acción de Sandino. No se queda a mitad de camino, con el sólo «mi espada defenderá el decoro nacional» que, en teoría, es un recurso o declaración que cualquier político, de izquierda, derecha o de lo que indebidamente se conoce como «centro», puede usar o pronunciar, sin mayor compromiso hacia adelante; sino que las lleva hasta sus últimas consecuencias, sobrepasando, como lo demostró su práctica con creces, lo meramente expresado: «… y dará la redención de los oprimidos».

En verdad, la soberanía nacional, el decoro nacional o como se le quiera llamar, se ha visto mancillado/a incontables veces en la historia, y lo sigue siendo en el presente. Obsérvese, por ejemplo, la conducta de mandatarios como Álvaro Uribe y los golpistas hondureños, y percibiremos de inmediato una supuesta preocupación por el asunto; el de Colombia la lleva al grado de conferirle carácter regional a lo que llama lucha antiterrorista, cayendo en el mismo plano que siempre han adoptado los mandatarios yanquis, quienes, desde la Doctrina Monroe, proclamada en 1823, y el Destino Manifiesto que le siguió, defienden su «seguridad nacional» a escala planetaria… En Honduras, desde el golpe de estado contra el ex presidente constitucional Manuel Zelaya a la fecha, al contrario de lo que «oficialmente» se afirma, la soberanía nacional está entregada por completo al interventor yanqui; de igual forma que la estuvo la nicaragüense desde la llamada restauración conservadora (1910-1928), hasta la dictadura militar somocista (1934-1979), así como durante los gobiernos neoliberales (1990-2006).

La redención del oprimido en cambio, desde su mismo planteo, ya de por sí constituye un plano subversivo, atrevido, rebelde que, por lo mismo, nunca se queda en mera declaración. La razón de ello estriba en que ella nace, se desarrolla y se hace realidad sólo desde abajo y, desde allí, se garantiza en verdad el decoro nacional. Esa redención constituye por ello el todo revolucionario. Por consiguiente, para Sandino el amor a la Patria no es un conjunto vacío, por el contrario, se cristaliza «en la redención de los obreros y artesanos nicaragüenses». No por casualidad, en sus filas la mayoría son artesanos y obreros de todo el país. Lo que no es para nada un hecho fortuito, puesto que entre ellos resalta «la lealtad para defender nuestro idealismo». (1:167-168) En lo esencial, aunque da su contribución personal a esta lucha con mucha fuerza moral, combatividad y gran genio, Sandino expresa el sentir, las exigencias y las metas de los marginados, de las mayorías, de los explotados.

En contraposición con ello, José María Moncada, expresa intereses imperiales y oligárquicos. Reflexionando sobre la conducta de este personajes, Sandino manifiesta que «Moncada ignora, desconoce, lo que es la necesidad y el sufrimiento de la clase obrera», justamente porque no es parte de ella, misma que se abre «camino con el trabajo material, a puñetazo limpio, para mal comer y mal vestirse.» Sandino expresa así una posición diametralmente distinta a la del que consintió la «pacificación» de Nicaragua el 4 de Mayo de 1927, a cambio de una presidencia prometida, que asumirá en enero de 1929. Por el contrario, el jefe guerrillero manifiesta que para sí mismo no quiere nada; que sólo desea «la redención de la clase obrera». (1:124-125) El desprendimiento de su lucha queda expresado como él mismo señala, en el hecho que el EDSNN no admite sueldo alguno. (1:143) Su lucha se ciñe así, estrictamente, a la salvación de la patria (entendiendo por ello pueblo, mayorías, oprimidos, marginados); no guarda entonces relación alguna con el capital. (1: 187)

Continuando el legado de Bolívar, Sandino no sólo habla por Nicaragua, aunque parta de la misma, habla de toda America Latina y del Caribe. Por ello, plantea que la civilización exige la apertura de un canal interoceánico por Nicaragua, pero con capital de todo el mundo y no sólo de EEUU. Más aún, la mitad de todo ese capital debe, a su parecer, venir de America latina. Con la construcción de este canal y su explotación, Nicaragua en la visión del héroe, podrá recibir los impuestos que, por justicia y derecho, le correspondan. Con ello, el país contaría con los recursos necesarios para cruzar todo el territorio nacional de ferrocarriles y para educar al pueblo nicaragüense en un «verdadero ambiente de democracia efectiva.» (1:120)

 

III. El odio al invasor y los traidores, su justificación y legitimidad histórica

Sandino jamás oculta su odio a los invasores y traidores, así como a todo el orden social por ellos impuestos. «La ironía de los libertadores reflejábase en la mirada; su sarcástica sonrisa acentuaba la expresión de odio a los invasores…», anota (1:215)

Pero ese odio está más que justificado, es por entero necesario. Reflejando la procedencia de semejante sentimiento, acusa: «Centenares de doncellas y respetables matronas han sido violadas; muchísimas de ellas perecieron después de afrentarlas; asesinadas por los que estaban haciendo creer al mundo el desinterés que tienen [los invasores] para pacificar a nuestro país». (1: 219) Es por delitos tan atroces como esos, y no por sentimientos sin causa aparente, que los patriotas sienten «mucho odio santo» por «esas fieras humanas». (1: 219)

Los interventores siembran el terror, asesinan, violan, roban, incendian humildes hogares campesinos, destruyen todo lo que encuentran a su paso, llenan al país de luto y consternación y, por si fuera poco, dejan «en la orfandad a millares de niños, y sin ayuda alguna a las viudas e inválidos.» (1:221) Por lo mismo, con la autoridad moral que le da su entrega sin límites a la lucha libertaria del pueblo nicaragüense, Sandino devuelve las acusaciones en su contra a la cancha del enemigo:

«Sé que me llaman en Washington bandido, pero Sandino y sus hombres nunca violarán mujeres, ni mutilarán cadáveres de sus enemigos». (1:268)

Respondiendo a tanto crimen y destrucción, dice: «…la infinidad de huérfanos que dejó la traición, tuvieron que llegar a la edad en que el niño, convertido en hombre libre, reclama sus derechos a los que han matado por la fuerza el principio de libertad, y es por eso que los esclavistas tiemblan al reflexionar que la vindicta pública tendrá que sancionar tan negro crimen.» (1:177)

Con todo, el héroe no se deja arrastrar por el odio de clase hacia el enemigo. Hay momentos, así, en que sopesa acciones como la de pegar fuego a toda una ciudad ocupada por el invasor, evitándola ante el hecho que «había muchos inocentes que hubieran sufrido las consecuencias». (1:129-133) Más aún, señala que en Ocotal debió sacrificar el triunfo completo para no afectar más de lo necesario la suerte de compatriotas que estaban del lado del invasor. (1:134) Acusa, asimismo, que el amor a su causa es tan grande que está dispuesto «a perdonar a todos». (1: 199)

Exponiendo la rudeza de la guerra contra el invasor, Sandino expresa que resulta natural que al que viola la soberanía de una nación se le exponga a morir de «la forma que haya lugar»; añadiendo que «tal es el derecho que le asiste al verdadero patriota al defender su Patria». (1:177) A pesar de todo, no dejaba de reconocer la humanidad del invasor. Por ello aclara: «…no tenemos interés [por] las vidas de nuestros enemigos, y solamente luchamos por la libertad de nuestra patria.» (1:180) Y aunque llama a combatirlos con las armas en la mano, no lo hace porque sea partidario de la pena de muerte, sino por las circunstancia de la guerra de agresión impuesta a la nación. (1:110)

Sandino vence, pues, su propio odio al enemigo y, pese a todo, coloca el amor en primer término. Actúa a lo Martí, quien dice:

«¡No se bata / Sino al que odie al amor!: ¡Únjanse presto / Soldados del amor los hombres todos! / ¡La tierra entera marcha a la conquista / De este rey y señor, que guarda el cielo!»(ii)

Anticolonialismo, anticolonialidad y antiimperialismo

La derecha nicaragüense constantemente reduce la posición de Sandino a un plano en extremo reducido; lo pinta como un simple nacionalista, sin fondo popular y, por tanto, sin contenido real. Sin embargo, las ideas y acciones del héroe y hasta su propio asesinato el 21 de febrero de 1934, perpetrado por parte del imperio y los oligarcas internos de toda laya y aplaudido por las expresiones políticas y religiosas de estas fuerzas criollas, demuestran que sus miras son amplias, contemplan la plena liberación nacional y social del pueblo nicaragüense y abrazan, de fondo, el internacionalismo, particularmente el latinoamericanismo. No en vano, Sandino se llama hijo de Bolívar. (1: 269) Veamos una muestra muy clara de su amplitud de miras:

«Los piratas yanquis – anota- nos están asesinando en plena luz del día y en presencia de todas las naciones que en todas las épocas se han distinguido como conquistadores y esclavistas tales como Inglaterra, Alemania Francia e Italia.» Y a renglón seguido añade: «Parece que todas estas naciones, así como España, tienen algún secreto convenio de hacerse las sordas ante los lamentos que exhalan los débiles cuando se encuentran bajo la bota brutal de alguna de ellas». (1:262-263)

Mostrando su comprensión del vínculo indisoluble entre imperialismo y capitalismo, Sandino acota: «…el capitalismo norteamericano ha llegado a la última etapa de su desarrollo, transformándose como consecuencia en imperialismo.» (1:341) ¿No suena acá, acaso, una influencia de Lenin en Sandino? ¿No nos traen a la mente estas palabras la obra de este líder de la revolución socialista de 1917 en Rusia El imperialismo fase superior del capitalismo?

Pero así como fustiga al imperio, Sandino igual lo hace contra los colonialistas internos; a los que se constituyen en fuerza social de apoyo al intervencionismo yanqui: «He visto un manifiesto de Moncada -escribe- donde dice que cuando nos independizamos no lo merecíamos, y que por eso él era partidario de la intervención. ¡Que bruto ese imbécil! ¿Qué puede esperar el pueblo del hipócrita que se ha servido de la sangre de los héroes para alcanzar prebendas y puestos públicos? El pueblo que lo juzgue» (1:166) Por la misma razón, expone que «…a los instrumentos de la intervención yanqui, y a los que la llamaron y se han empeñado en mantenerla [también] se les acerca la hora de ajustar cuentas.» (1:288)

Con todo, en aras de buscarle un solución interna al conflicto armado que afecta a Nicaragua, en carta a José María Moncada del 1º de enero de 1929, Sandino anota: «Al buscarle a usted para un arreglo, no se equivoque, tomándolo como una debilidad nuestra; lo que en este caso nos anima, es que el yanqui no encuentre pretexto para continuar hollando nuestro suelo patrio y, al mismo tiempo, probar al mundo civilizado que los nicaragüenses somos capaces de arreglar por nosotros mismos nuestros asuntos internos como nación libre y soberana.» (1:294)

En un plano mucho más amplio, exponiendo su latinoamericanismo, Sandino expresa: «Mi Patria aquella por la que lucho, tiene por fronteras la América Española…» (1:269) La misma idea la expone de esta otra forma: «Ustedes [se refiere a intelectuales latinoamericanos como Froilán Turcios de Honduras] están en la obligación de hacer comprender al pueblo de América Latina, que entre nosotros no deben existir fronteras, ya que todos estamos en el deber preciso de preocuparnos por la suerte de cada uno de los pueblos de la América Hispana, porque todos estamos corriendo la misma suerte ante la política colonizadora y absorbente del imperialismo yanqui.» (1:270-271) ¿Podemos en la actualidad poner en duda la vigencia de tales palabras, sabiendo con certeza que el imperio cuenta con flotas infernales, como la IV, que recorre amenazante a Nuestraamérica entera y hasta una tecnología absolutamente perversa, como la HAARP, misma a la que se le atribuye el terremoto de Haití? (iii)

Lleva las cosas aún más lejos y soñando con la liberación social de todos los pueblos de la tierra, Sandino expone la necesidad de una etapa superior de lucha que establezca «principios de fraternidad universal» y, además, condene de modo absoluto «toda conquista y dominación de un pueblo por otro pueblo.» (1:357)

Mas, la lucha de Sandino no guarda relación alguna con las dimensiones del dominio imperialista; no cae en el plano de dar al invasor lo que desea, para reducir el impacto de su agresión contra Nicaragua, como lo plantea, por ejemplo, el teórico conservador Carlos Cuadra Pasos. Para tener una idea más completa de este asunto, traemos a colación lo que expresáramos en un artículo sobre la mentalidad de este personaje (iv):

Anselmo Rivas, parlamentario de la época conservadora, citado por Cuadra Pasos por compartir sus posiciones, sostenía que el tratado Chamorro-Bryan puso en calma el ánimo del Norte, garantizándole lo que le podía interesar de Nicaragua, y colocó a ésta en condiciones favorables para reducir la intervención foránea, en lo posible, a «términos aprovechables». Correspondió a Adolfo Díaz, continua, no desaprovechar esa ocasión de recortar «la intervención en sus detalles más enojosos». Se trataba de conservar a mano un arma para mostrarla «al que iba a decidirlo todo, o sea al Departamento de Estado». Concluye diciendo que es claro el interés de la diplomacia estadounidense en lograr lo que necesitan de nuestros países, excluyendo «toda violencia».

Al contrario de esta posición por completo entreguista que ha caracterizado a los oligarcas de muchas partes de Nuestra América, Sandino afirma: «Nosotros no protestamos contra la magnitud de la intervención, sino sencillamente contra la intervención.» (1: 242)

No en vano, habla de autonomía absoluta, explicando que ni directa, ni indirectamente, EEUU, ni ninguna otra potencia, deben decidir los destinos de Nicaragua; y que los gobernantes nicaragüenses tampoco deben subordinarse en ningún sentido a intereses foráneos. (1:317) Para él, ningún extraño, por poderoso que sea, tiene el derecho de imponer condiciones que sólo deben ser competencia de los nacionales. (1:136) Mucho menos que acepte las «humillaciones de los expansionistas piratas de dollars». (1:151) En segundo lugar, sentencia que «Nicaragua no debe ser patrimonio de determinado grupo o Partido». Por ello se expresa tanto contra los invasores como contra los oligarcas y traidores, a los que se propone desplazar del poder. (1:142)

Demostrando un conocimiento exacto del invasor señala: «Donde esté el norteamericano, estará la perfidia y la traición. ¡Son egoístas y glotones! En nombre del amor, del bien y la piedad, se meterá en vuestra casa; luego se quedará con ella, dominará a tu esposa y mandará despóticamente a tus hijos». (1:163) Y desnudando la hipocresía y el intervencionismo del imperio contra Nicaragua, Sandino, quien aprovecha cuanto foro internacional le sea posible con ese fin, envía a los participantes de la VI Conferencia Panamericana, celebrada en la Habana, Cuba, en 1928, el siguiente mensaje:

«… protesto contra hipocresía de Coolidge, que habla de buena voluntad y manda ejército para asesinar nicaragüenses.» Mas en el mismo mensaje no se limita sólo a denunciar al imperio, lo hace también contra sus cómplices en el continente: «… protesto contra indiferencia y servilismo delegados latinoamericanos enfrente agresiones de Estados Unidos.» (1:223)

Y lejos de aceptar que se le tilde de bandolero, Sandino plantea que son terribles delincuentes sólo aquellos que traicionan a su patria y los que tratan de humillar al débil con invasiones punibles. (1:171) No extraña que responda a la intimidación o a las falsas apelaciones a que recurre el invasor con palabras como las que dirige al almirante D. F. Sellers:

«El patriotismo a que usted apela, es el que me ha estado manteniendo para repeler la fuerza con la fuerza, desconociendo en absoluto toda intromisión del gobierno de usted en los asuntos interiores de nuestra nación…» (1: 292)

En los decretos de su ejército se llama traidores a los que celebran pactos secretos con el enemigo; a los que prestan ayuda al invasor, a los nacionales que asesinan a compatriotas, a los que suministran informes oficiales en contra de los nacionales y a los que solicitan protección de los invasores. (1:174)

Siempre más allá…

Siempre hemos visto como expresión de un pensamiento muy profundo el siguiente planteamiento de Sandino, en el que, a nuestro entender revela, una clara comprensión de la historia comparable a la que el marxismo posee al respecto:

 «La tierra produce todo lo necesario para la alegría y comodidades del género humano, pero, como hemos dicho, por largos millones de siglos la injusticia se enseñoreó sobre la tierra y las grandes existencias de lo necesario para la vida del género humano han estado en manos de unos pocos señorones, y la gran mayoría de los pueblos careciendo hasta de lo indispensable y quizás hasta se han muerto de hambre, después de haber producido aún con su sudor lo que otros derrochan con francachela pero ya habrá justicia y la guerra de los opresores de pueblos libres será matada por la guerra de libertadores, y después habrá justicia y como consecuencia habrá paz sobre la tierra.» (2: 147)

Como podemos apreciar en lo que acabamos de leer, el problema mayor de la humanidad tiene su origen en la aparición y mantenimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción. A eso se refiere Sandino cuando habla de que «las grandes existencias de lo necesario para la vida del género humano han estado en manos de unos poco señorones», lo que ha provocado, en la visión del héroe, que la mayoría de los pueblos carezcan hasta de lo indispensable, pese a que son los que con su trabajo producen lo que otros han derrochado.

En segundo lugar, propone como solución a esa contradicción inherente a los sistemas opresores, particularmente, al capitalismo, la lucha de clases de los oprimidos contra los explotadores a escala internacional.

En tercer lugar, se encierra la convicción de que sólo sobre la base de la justicia social, asociada a la expropiación de los medios de producción en manos de unos cuantos, puede haber paz sobre la tierra.

Para reforzar lo planteado, recurramos a otras ideas de Sandino:

«Con los obreros y campesinos quiero forjar una nueva Nicaragua. Vamos a organizarlos.» (2:362) «Vamos a despalar la montaña y hacer una agricultura cooperativizada, donde todos seamos hermanos. Esos campesinos son unos grandes trabajadores. Vamos a poner escuelas, a construir ciudades. Nos llevaremos del pacífico a carpinteros, mecánicos, talabarteros, sastres, para que tengamos de todo. Eso sí, nada de borrachines, vagos, egoístas, explotadores. Todo será en cooperativas.» «Ahora los campesinos no tienen nada, pero lo tendrán todo. No saben leer ni escribir y los explotan inmisericordemente. No permitiremos a esos policastros, sinvergüenzas y corrompidos. Vamos a eliminar los partidos liberal y conservador.» (2: 364)

Por si lo dicho fuera poco para decir que Sandino abraza ideales que sobrepasan con creces la solución de los problemas sociales dentro de los marcos del capitalismo, conozcamos lo que el Guerrillero Proletario responde sobre Farabundo Martí, fundador del Partido Comunista de El Salvador:

«Con Farabundo conversé muchas veces sobre cuestiones políticas y sociales. Insistía en transformar mi lucha en una lucha por el socialismo. Estaba de acuerdo con todas sus ideas y admiraba su talento, su sinceridad, pero le explicaba que por el momento, no era eso lo que cabía y que mi lucha debía seguir siendo nacionalista y antimperialista. Le explicaba que lo primero era defender al pueblo nicaragüense de la garra imperialista liberarlo de ella echando de nuestro suelo a esos perros y a las compañías yanquis, y que el siguiente paso era organizar a los obreros. Su entusiasmo y buena fe me dejaron una viva impresión y mucho lamenté su muerte. (2: 366)

Nada, pues, de lo expuesto directamente sobre la base del pensamiento vivo del héroe puede servir de fundamento para afirmar, como lo hace el diario ultraderechista La Prensa (v), en su edición del 23 de febrero de 2009, en un editorial titulado «¿Qué diría Sandino?» que éste magno patriota nicaragüense es «nacionalista, pero nunca comunista», sugiriendo así que su nacionalismo no tiene nada en común con el anticolonialismo, la anticolonialidad, el antiimperialismo y el anticapitalismo. No en vano, Carlos Fonseca (vi) señala que a todo lo largo de la gesta sandinista de 1927-1934, se advierte en ella «la identificación con las ideas sociales lindantes con el socialismo.» Además, la supuesta aceptación a Sandino que la derecha criolla en todas sus versiones declara, nos recuerda aquellas palabras de Lenin en las que este líder bolchevique denuncia cómo los opresores persiguen con saña a los héroes populares mientras se encuentran vivos y cómo pretenden convertirlos en iconos inofensivos de sus propios intereses cuando ya no se encuentran entre los vivos. (vii)

 

Bibliografía:

1. A. C. Sandino. El pensamiento vivo. Introducción, selección y notas de Sergio Ramírez. Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1981. Obra en dos tomos. Tomo 1

2. A. C. Sandino. El pensamiento vivo. Introducción, selección y notas de Sergio Ramírez. Editorial Nieva Nicaragua, Managua, 1984. Obra en dos tomos. Tomo 2.

i. Alemán Bolaños, Gustavo. Sandino el Libertador. Editorial Nueva Década. San José, Costa Rica. 1980. pp. 190-191.

ii. Cintio Vitier. SOBRE EL HUMANISMO DE JOSÉ MARTÍ. Aniversario 150 del Natalicio de José Martí

www. josemarti .cu/…/Cintio%20Vitier.%20 Sobre %20el%20 humanismo %20en%20JM.doc –  

iii. Jaime Bergamin Leighton. /ENcontrARTE. « ¡JÁRP!» http://encontrarte.aporrea.org/misc/122/a16990.html

iv. Manuel Moncada Fonseca. «Carlos Cuadra Pasos Un Ideólogo del Conservatismo y de la Intervención.» http://www.euram.com.ni/pverdes/Articulos/manuel_moncada_fonseca_139.htm

v. La Prensa. «¿Qué diría Sandino?» http://archivo.laprensa.com.ni/archivo/2009/febrero/23/noticias/editorial/

vi. Carlos Fonseca. Obras. Tomo 2. Viva Sandino. Recopilación de textos del Instituto de Estudios del Sandinismo. Ed

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