En su esencia, el colonialismo es un tema económico: perpetuar un comercio desigual. La independencia es un asunto político: es decidir internamente quien gobierna. Hay casos en que la diferencia entre ambas condiciones es clara, generalmente en las guerras civiles, como en la Revolución Mexicana, en que ambos bandos los pertrechaba el mismo proveedor. Soberanía […]
En su esencia, el colonialismo es un tema económico: perpetuar un comercio desigual. La independencia es un asunto político: es decidir internamente quien gobierna. Hay casos en que la diferencia entre ambas condiciones es clara, generalmente en las guerras civiles, como en la Revolución Mexicana, en que ambos bandos los pertrechaba el mismo proveedor. Soberanía es tal vez el término que mejor describe el control que un gobierno tiene sobre su espacio político y su espacio económico.
El siglo XVII trajo una novedad precursora de la transnacional moderna: la empresa privada colonizadora y soberana. El modelo más exitoso fue la Compañía Inglesa de las Indias Orientales1 -cuya bandera inspiró la de Estados Unidos- que para fines del siglo XVIII gobernaba lo que ahora son Pakistán, India, Bangladesh y Birmania.
La cosa no ha cambiado, pero hay dos novedades más peligrosas:
1. Que las empresas colonizadoras ya no están asociadas a su país de origen, sino que son carteles empresariales apátridas, que colonizan países -incluyendo sus países originales- a través de sus gobiernos;
2. que el comercio desigual se está forjando con un nuevo Derecho Internacional Público, negociado en los acuerdos de la OMC y de otros foros internacionales. Lo más peligroso es que hay que conocer bien los temas técnicos, porque una de las reglas es que quien calla consiente. No es que se pueda escapar, porque se aceptó jugar con esas reglas y hay 153 países comprometidos.
La carnada fue prometer dar más espacio en los mercados desarrollados a las exportaciones del Mundo en Desarrollo. Esa máscara cayó. El objetivo ahora es reducir el espacio en política económica para enriquecer carteles cuya patria y motor es una codicia universal.
Codicia practicada como religión a beneficio tribal, monoteísta y universal. Su Dios es el Mercado, invisible y vengativo, del que se manipulan favores. Su Misterio de buscar siempre el monopolio bajo el dogma de la libre competencia. Promete un paraíso de riqueza infinita para los elegidos y un infierno de pobreza para los demás. Como señaló el culto emperador Juliano (361 -363), están «aquellos que con los estólidos hacen negocios redondos2«.
Contraste entre nacional e internacional
Lo llamativo de los acuerdos y propuestas sobre comercio internacional es que tratan menos del intercambio externo, que de la reducción de espacios para política económica interna. Justo cuando esta crisis comprueba la necesidad de conservar la libertad de hacer políticas y normas según las necesidades nacionales. Los resultados están a la vista.
El desmantelamiento de leyes y reglamentos internos sobre el sector financiero suscrito en el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (AGCS /GATS) y en los Tratados de Libre Comercio -(TLC) son la causa principal de que los productos financieros venenosos de Wall Street circularan hasta alcanzar la proporción de fraude mundial. Esta crisis -porque sigue- también evidencia lo vulnerable que son los países que desmantelaron sus protecciones y que ahora dependen del mercado mundial para sus necesidades básicas, como la alimentación.
Por eso es necesario que los países que aún tienen economías libres o buscan salir de la tiranía de los carteles transnacionales conozcan la economía internacional, los objetivos, las estrategias, las tácticas, la mecánica y sus instrumentos. Es una ciencia escasa en los países con pasado colonial, porque siglos de monopolios coloniales y una emancipación bajo elites neocoloniales no les ha dejado desarrollarla. La soberanía se refiere al concierto internacional, donde la economía y más precisamente el comercio, son los motores desde tiempo inmemorial.
Soberanía es palabra que se declama mucho y se ejerce poco. Su ejercicio es diseñar políticas económicas y sociales nacionales que lleven a un nivel de vida decoroso. Lo que se busca en esas negociaciones internacionales es prolongar la cultura de importar ideas, exportar bienes primarios y proteger la reutilización de la chatarra industrial transnacional. Es hora de formar gente capaz de investigar y desarrollar propuestas adecuadas a las realidades nacionales y distintas a las que se rezan en los conclaves del «Consenso de Washington».
Academia y formación de equipos
Es necesario investigar, enseñar y divulgar conocimientos sobre las condiciones reales y los temas que se debaten ahora mismo sobre la economía internacional. Los pensadores con visión social de la economía -Sismondi, Marx, List, Polanyi, Pareto, Schumpeter, Leontief, Sonbart, Hirshman, Georgescu, Goodwin- no se mencionan en los cursos académicos. Lo que abunda son las abstracciones de Adam Smith, David Ricardo, la escuela austriaca o la de Chicago. Ninguno de estos últimos sugiere medios para salir de la pobreza -ni siquiera mencionan la educación- pero recomiendan aperturas cómodas para concentrar la riqueza.
Las universidades de los países con gobiernos progresistas deben actualizar sus programas, asumiendo las presentes realidades y explorar tantas buenas ideas abandonadas. Dejemos la pereza académica que copia programas foráneos y usa las mismas láminas 10 años seguidos. Es urgente una preparación moderna de politólogos, economistas, sociólogos, periodistas y demás profesionales en carreras vinculadas directamente a una visión del desarrollo social. Es urgente formar a los funcionarios responsables de la política económica internacional, de las empresas estatales con proyección internacional y ampliar la cultura internacional de los analistas.
Es urgente dotarse de una diplomacia comercial experta en los acuerdos suscritos y en las propuestas, que tenga iniciativa ante las estrategias y tácticas desplegadas para imponer concesiones económicas. Es imprescindible un buen dominio del inglés para influir y crear coaliciones más allá del límite lingüístico, porque las discusiones en los grupos de negociación (G-20, G-33, etc.) son en inglés y en los círculos multilaterales todo se decide antes de las deliberaciones oficiales, que son las únicas que tienen interpretación simultanea.
El ámbito multilateral
El mundo multilateral tiene dos ambientes muy distintos. El más conocido es la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuya Asamblea General y Consejo de Seguridad tienen sede en Nueva York y la mayor parte de sus restantes órganos están en Ginebra. El más conocido por la prensa es la Comisión de Derechos Humanos, donde cada año se asiste al espectáculo grotesco de Estados Unidos -muertos «colaterales», tortura oficial, invasiones y bloqueos ilegales- pontificando y designando culpables de violación del Derecho Humanitario.
La ONU es el organismo de mayor relevancia política internacional, pero es impotente. Necesita la aprobación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Es el mejor teatro para declamar opiniones y desplegar diplomacia tradicional. A veces se alza sobre sus limitaciones, como cuando Miguel d’Escoto, Presidente de la Asamblea General, designó una comisión que ha dado un enfoque propio -y más realista que el G-20- a la crisis económica. A pesar de su peso político, las condenas y decisiones de la ONU no muerden, sólo en casos de países sin padrinos se aplican sanciones o intervienen los cascos azules.
El otro ambiente multilateral es de menor resonancia pública y trata de cosas tan concretas como las relaciones económicas internacionales. El organismo más notorio y reciente es la Organización Mundial del Comercio (OMC). Hay organismos de más bajo perfil que también manejan temas ecnómicos. La OMPI maneja Propiedad Intelectual y allí traman las medidas para mantener la exclusividad científica y tecnológica. Otras importantes son la UNCTAD, la Organización Internacional de Trabajo (OIT/ILO) o la Organización Mundial de la Salud (OMS/WHO), cuya complicidad con las farmacéuticas quedó en evidencia con la gripe porcina (H1N1). Es notable que todos los organismos con repercusión económica mundial se hayan venido ubicando en Ginebra… y eso no es casualidad.
La compleja especialidad requerida por las relaciones económicas internacionales hace que muchos países tengan una misión permanente3 separada para tratar esos temas. En América Latina pocos países mantienen una sola misión para cubrirlo todo: Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela. Argentina y Cuba forman a su gente en cursos especiales y tienen equipos muy competentes, que se rotan entre sus cancillerías y sus misiones en Ginebra. Ecuador y Uruguay mantienen en sus misiones expertos muy veteranos que dan continuidad técnica a los cambios políticos. Bolivia, con escasos recursos, defiende sólo posiciones claves, pero con gran vehemencia técnica.
Importancia de tener formación e investigación propia
La partida es entre muchos países pequeños y los carteles internacionales representados por menos países pero con medios muy poderosos. La ventaja de los pequeños es tener la razón, pero hay que conocerla y manejarla con habilidad. Es necesario desarrollar una unidad investigativa y actualizar programas docentes. La compleja novedad y las rápidas maniobras entorno a los temas exigen un seguimiento cercano de los centros de negociación en Ginebra (OMC, UNCTAD, OMPI, etc.) donde se proponen las normas e interpretaciones. Algunas misiones débiles en especialistas o faltas de personal pudieran usar alguna oficina común para apoyo técnico, seguimiento y capacitación in situ.
Hay pocos especialistas en Ginebra que no trabajen para los carteles internacionales, y muchas organizaciones no gubernamentales (ONG) son sólo un camuflaje de esos mismo intereses. Otras ONG más genuinas no suelen manejar los temas técnicos y ninguna aborda los de interés específico para América Latina o los del ALBA. Los cursos de los organismos internacionales para los funcionarios de gobierno sirven el interés de quien los paga. La técnica consiste en enseñar ciertos aspectos de los temas y omitir otros.
Un ejemplo es el tema agrícola, vital para tantos países en desarrollo. En los cursos de OMC señalan como obstáculos al comercio agrícola los aranceles, las restricciones cuantitativas y las salvaguardias. Todas son protecciones transparentes para mantener buenos precios al productor nacional utilizadas por el Mundo en Desarrollo. Jamás se señalan los subsidios agrícolas del Mundo Desarrollado que dan falsa competitividad de sus productos y bajan los precios internacionales, para ruina o pobreza de campesinos en ambos mundos, pero que abaratan costos a los complejos agroindustriales. Las simulaciones de negociación sólo tratan rebajas arancelarias, nunca de la reducción de subsidios, que sin embargo es el tema más debatido y que bloquea las negociaciones de la OMC.
Una iniciativa interesante
En marzo, durante el XII Encuentro de Economistas sobre Globalización y Desarrollo celebrado en la Habana, unos ponentes cubanos, españoles y venezolanos, reunidos con gente de la Embajada de Venezuela en Cuba, hablaron de un curso de Diplomacia Comercial. El programa ya existe y cubre la actualidad de la economía internacional, los temas de negociación comercial multilateral y los bilaterales de libre comercio. La duración es de 48 horas en una intensa semana. El curso lo organiza el Centro de Investigaciones sobre la Economía Internacional -CIEI- de la Universidad de la Habana, en colaboración con la Universidad de Castilla-La Mancha. Al final emitirán un diploma conjunto de especialista en Diplomacia Comercial.
El primer curso será en la Habana, pero se piensa como un curso itinerante, con un equipo docente que puede desplazarse a otros países, como la asistencia médica cubana. Es un primer paso para curar la crónica falta de iniciativa comercial arrastrada desde la época colonial, cuando la única opción para el comercio internacional era graduarse de contrabandista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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