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La nalga de José

Fuentes: El blog de Vladia

Entonces éramos sabios. Fue en tiempos del barro y el maíz, cuando las flores no se compraban, y la tibia madre tierra era la mejor cobija para nuestros muertos. Ahora, hay quien decide ser enterrado en un ataúd de oro macizo, de 34 mil euros; y se pagan en subasta 200 mil dólares por una […]

Entonces éramos sabios. Fue en tiempos del barro y el maíz, cuando las flores no se compraban, y la tibia madre tierra era la mejor cobija para nuestros muertos. Ahora, hay quien decide ser enterrado en un ataúd de oro macizo, de 34 mil euros; y se pagan en subasta 200 mil dólares por una orquídea.

Los aromas de la hierba húmeda, de la lluvia cayendo, del pan recién horneado y el limón, aun sobreviven; mas como no están tras las vidrieras ni se anuncian en 3D, apenas reparan en ellos las narices entrenadas en aspirar olores construidos en laboratorios: bosques de sándalo apresados en un spray y deshaciéndose en finísima llovizna sobre los asientos del auto; la calidez del jazmín al atardecer, encerrada a varias atmósferas en cilindro metálico y pulverizada entre las cortinas del recibidor.

Me espanta saber de ese perfume «No. I Imperial Majesty», el más caro del mundo, por el que algunos desembolsan 195 mil euros sin que les tiemble el pulso. Para lograr una sola gota, 170 rosas son sacrificadas y su esencia mezclada a otros 200 ingredientes durante todo un año de maceraciones y filtrados. Cuántos rosales, cuántos jardines de blancas flores de Mariposa podrían plantarse con esa suma, y cada noche disfrutar de sus efluvios.

Conozco de una niña africana que nunca ha tenido una muñeca y acuna entre sus brazos la figurita modelada por la abuela con hojas de maíz. Mientras, quién sabe en qué latitud, otra niña, quizás con los mismos grandes ojos de asombro que aquella, igual conversa con su muñeca. Pero por ésta, sus padres pujaron en una subasta hasta llevársela por 13 mil 442 euros. No sé si su dueña la habrá vuelto a bautizar, pero ya traía nombre cuando llegó a casa: Barbie in Midnight Red. Ignoro cuánta ternura podrá inspirarle, como igual me pasa al imaginar a la Barbie Diamante con su traje iluminado por 160 diamantes reales y joyas de oro blanco de 18 kilates. Para satisfacer a la niña que desee tenerla, sus papás deberán pagar 85 mil dólares.

«En el reino del revés, nada un pájaro y vuela un pez» reza una vieja canción infantil que retumba sin parar en mi cabeza mientras tecleo estas líneas. Desde una foto, la casa más cara del mundo resplandece en el centro de Mumbai, India, con su torre de 27 pisos, su helipuerto, club deportivo y cochera en el sexto piso para 168 autos. Algunos estimados le atribuyen un valor de dos mil millones de dólares. Justo en ese país, solo la tercera parte de la población vive en condiciones higiénicas pasables y tal vez hubieran sido felices con solo un sitio en la cochera de la fastuosa residencia.

Por un televisor de 55 pulgadas, adornado con 28 kilos de oro rosado han pagado 2,3 millones; por una motocicleta, 700 mil; por un iPhone de oro de 22 quilates, adornado con 53 diamantes, cierto empresario australiano que prefirió el anonimato, pagó 1.92 millones de libras esterlinas; por un móvil con incrustaciones de oro, platino y diamantes desembolsaron 760 mil euros, y por una pintura de uñas, con polvos de platino y en envase de igual metal, hay quienes dejan sobre el mostrador los 55 mil dólares de su precio.

En las villas-miseria, los slum, en las estaciones de los metros, bajo los puentes, una multitud se apresta para pasar la noche. Sus pieles no huelen a perfume, llevan las uñas carcomidas, rajadas; no tienen teléfono ni a quién llamar; sus hijos no han entrado nunca a una juguetería. Mientras el estribillo del mundo al revés resuena en mi cabeza, puedo verlos, cetrinos, desvalidos, sin sonrisa y sin sorpresa.

Bajo los periódicos a modo de cobija, asoma el pie de José, pero el talón agrietado no oculta por completo el texto donde logra leerse que el objeto más caro del mundo es el mega yate nuevo de un multimillonario ruso, su valor ronda los 1.2 mil millones de dólares. Lo ha llamado Eclipse.

Revistas, periódicos y sitios digitales le han hecho espacio a lo que llaman excentricidades de millonarios, armando compendios que me erizan hasta el último pelo. Y si tales derroches me aterrorizan, igual lo hace la manera en que los medios reflejan el asunto, tomándolo simplemente como algo curioso y hasta simpático. Ni siquiera una línea de amargura o al menos de impotencia.

Mientras, José se agita en sueños, siente frío, y sin abrir los ojos, trata de envolverse mejor. Bajo su nalga izquierda queda estrujada sin remedio la foto a todo color del yate Eclipse.

Fuente: http://vladia.blogcip.cu/2010/05/12/la-nalga-de-jose/