En el Parlamento y ayuntamientos del Estado español partidos y electos aprueban prohibir el burka afgano en nuestra tierra -que apenas hay caso- «por si acaso», los mismos que han convertido en uso institucional desde años la tortura y se tapan los ojos mostrando su papo hipócrita ante esta lacra sancionada por tribunales. Se calcula […]
En el Parlamento y ayuntamientos del Estado español partidos y electos aprueban prohibir el burka afgano en nuestra tierra -que apenas hay caso- «por si acaso», los mismos que han convertido en uso institucional desde años la tortura y se tapan los ojos mostrando su papo hipócrita ante esta lacra sancionada por tribunales.
Se calcula que los checos mataron sólo en Praga, tras la toma por los aliados, a 27.000 alemanes en tan sólo diez días, la mayoría mujeres, niños, ancianos…, gente civil. Les esperaban con el fusil junto al río Moldava, como a fieras al amanecer, para rematarles como a animales al acercarse al agua. Mientras, los aliados, las llamadas fuerzas liberadoras y de paz, contemplaban la escena con cierta satisfacción tomando café. Narra Erich Ruckzinski en carta a Spiegel (nº 25, 21.6.2010) su experiencia. Herido de gravedad fue hecho prisionero ruso en esta ciudad el 8 de mayo de 1945. Un carro de combate le introdujo en la ciudad en busca de un hospital. Y así pudo contemplar la escena de sangre y masacre: enfermeras de la Cruz Roja, desnudas y con los tendones cortados, eran obligadas a arrastrarse sobre cristales rotos, mientras las atizaban y mortificaban mozuelos entre gritos de loa y el aplauso de la gente. ¡Así de bestias son los ejércitos liberadores en misiones de paz! Son, antes y ahora, masacre y vileza y no gesto de humanidad. Las diplomacias de los gobiernos fuertes piden sumisión, acatamiento y saqueo, de lo contrario financian desestabilidad, grupos paramilitares, atentados y guerra sucia revistiéndose de samaritanos. Sus ejércitos, como lo expresó nítidamente el presidente Horst Köhler de Alemania -no en balde fue antes director gerente y presidente del consejo de dirección del Fondo Monetario Internacional- están para defender sus intereses comerciales. Llaman misión de paz y humanidad a lo que es invasión, saqueo y violación. A la sumisión llaman democracia, atracan al trabajador aduciendo que «vive por encima de sus posibilidades», se postran ante los bancos para financiar a espaldas de los ciudadanos sus estructuras de poder, partido y explotación. La democracia humana convertida en camuflaje de iniquidad e intereses mezquinos y los parlamentos en escenarios de decadencia humana.
Semejante a lo que le viene ocurriendo a la Iglesia católica desde siglos, que colocando como guía y primer mandamiento en su estandarte el amor a los hermanos acumula riquezas y posesiones en medio de mundos que fenecen de hambre y mueren de miseria. Fue ayer cuando la policía cayó sobre la cúpula de la Iglesia católica belga en busca de pruebas sobre abusos sexuales por parte de religiosos en su seno y en sus oficinas. Predican amor cuando en realidad son cloacas de prostitución y silencio colaborador ante abusos a menores. Y anteayer eran fiscales italianos quienes descubrían malversación de fondos en su guarida central. El Banco del Vaticano, camuflado pomposamente como Instituto para Obras Religiosas (IOR), está siendo investigado por la justicia italiana por presunto lavado de dinero ilícito. Ya estuvo implicado en 1982 en un escándalo financiero por la quiebra del Banco Ambrosiano: cuentas millonarias de fundaciones fantasma, transferencias de dinero sin control, vínculos con mafiosos, sumas de dinero de oscura procedencia, delitos de fraude y evasión fiscal…
La hipocresía como forma de gobierno institucional, como mensaje parlamentario al mundo, como moción comunal a vecinos, como prédica eclesial. Una democracia que ofrece prostitución y vileza, sin garra humana, sin altura de principios, pura decadencia de imperio romano. La lección que imparte la decrépita Europa a sus ciudadanos, al mundo, a las naciones pobres, a los ciudadanos… es una invitación al saqueo y al robo, a la protección del amigo y a la guerra contra el enemigo, a la hipocresía y al doble rasero, al crimen y al expolio.
Entre nosotros días atrás, revestido de Dios y de desprecio humano, reclamaba el anatema medieval el obispo guipuzcoano ultraconservador José Ignacio Munilla, impuesto desde fuera, contra el fraile franciscano Joxe Arregi por disputas y disentir religioso: ordeno que se le destierre de su tierra y se le mande a Sudamérica. Ante tamaña injusticia, ante semejante atropello de derecho humano por parte de la esfera religiosa ninguno de los poderes civiles, ninguna autoridad municipal o judicial, ni parlamento, ni juntas, ni defensor del pueblo han demandado a este jerarca medieval por abuso y tropelía, por conculcación de un derecho básico. ¿Quién es el obispo para ordenar destierro, para privar a un hombre de derechos básicos, para arrebatarle la cercanía, su entorno, la familia, amigos, paisaje y puesto de trabajo? Este hombre y su hipocresía sagrada son un peligro, un verdadero peligro entre nosotros, y no el burka afgano.
Es un error, grave error, creer que la barbarie es cosa del pasado.
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