Durante los últimos tiempos, numerosos gobiernos europeos han dedicado millones de euros a salvar la banca y el sistema financiero, sin coste alguno para sus gestores, muchos de los cuales se han continuado enriqueciendo ostentosamente, mientras los sectores populares y la ciudadanía en general pagamos con duras medidas el incremento de la deuda pública que […]
Durante los últimos tiempos, numerosos gobiernos europeos han dedicado millones de euros a salvar la banca y el sistema financiero, sin coste alguno para sus gestores, muchos de los cuales se han continuado enriqueciendo ostentosamente, mientras los sectores populares y la ciudadanía en general pagamos con duras medidas el incremento de la deuda pública que esas medidas han generado.
Como es suficientemente conocido, las medidas del gobierno español contra la crisis han consistido en el recorte de las retribuciones de los empleados públicos, bastantes de ellos mileuristes y también muchos sin el puesto de trabajo asegurado. Ha supuesto la congelación de las pensiones, por primera vez en muchos años. Ha comportado el recorte de las inversiones en obra pública, que deberían favorecer la contratación de personas desempleadas. Y ha traído también la reducción de las ayudas al desarrollo, que colaboran a frenar el tráfico ilegal de personas inmigrantes. Unas medidas que comportarán inevitablemente una importante reducción del poder adquisitivo y del consumo.
El gobierno no se ha planteado una reducción del gasto militar, empezando por la retirada de las tropas de Afganistán, ni del presupuesto de la Casa Real, ni de la financiación de la Iglesia Católica, ni tampoco un incremento significativo del IVA para los artículos de superlujo, ni siquiera un esfuerzo más activo en la lucha contra el fraude fiscal… Por su parte, las actuaciones complementarias de los gobiernos autonómicos y municipales, con un margen de maniobra estrecho, han consistido, por un discutible imperativo legal, en ratificar las del gobierno central, con algunas tímidas medidas complementarias a nivel fiscal o en otros campos.
Mientras tanto, el establishment neoliberal europeo, como explica el economista Vicenç Navarro, aprovecha esta crisis para intentar conseguir lo que ha deseado siempre, el desmantelamiento de la Europa social. Porque a pesar de parecer contradictorio, cuando más ha avanzado la democracia en algunos países, más han hecho los sectores neoliberales y el gran capital para conseguir vaciar de contenido esa democracia, de manera que las decisiones importantes en política económica no dependan de los gobiernos ni de los parlamentos, sino del Banco Central Europeo, del Fondo Monetario Internacional y otros organismos sin representatitividad democrática alguna.
Para la izquierda consecuente, no es cuestión de reformar un sistema donde no se sabe si la soberanía nacional está en los parlamentos, en tribunales caducos como el Constitucional o en la bolsa de Nueva York, sino de avanzar hacia un nuevo sistema mucho más democrático, solidario, igualitario, plurinacional y ecológico, el socialismo europeo del siglo XXI.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.