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Cambalache

Fuentes: Página 12

Desde Bonn, Alemania Como todos los días, al amanecer, voy a buscar los diarios al buzón, que me deja el «canillita» con auto. Además de dos diarios está también una revista semanal. Las leo. Una hora después termino la lectura. No puedo creer. Camino unos pasos y me viene a la memoria una letra de […]

Desde Bonn, Alemania

Como todos los días, al amanecer, voy a buscar los diarios al buzón, que me deja el «canillita» con auto. Además de dos diarios está también una revista semanal. Las leo. Una hora después termino la lectura. No puedo creer. Camino unos pasos y me viene a la memoria una letra de tango. Lo canto a media voz aunque quisiera gritarlo. «Cambalache», del filósofo de la calle Discépolo:

Siglo veinte, cambalache
Problemático y febril…
……………..
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en un mismo lodo,
Todos manoseaos.

Vuelvo al diario. Leo su titular: «Joven, sin posibilidades y amargado». Y el subtítulo: «Alarma, hoy, en el Día de la Juventud, en todo el mundo la crisis financiera empuja a los menores de 25 años a la marginación».

El artículo se basa en un estudio de la ILO, la Organización Internacional del Trabajo con sede en Suiza. Señala que en Europa, el número de jóvenes desocupados aumenta mes a mes. España, por ejemplo, anuncia una desocupación del 40,3 por ciento de jóvenes menores de 25 años. Y eso que, en el 2007, esa cifra llegaba apenas al 17,5 por ciento. Dice la crónica: «La cifra avanza en forma dramática» y cita al diario español El País, que habla de «una generación cero con muy pocas perspectivas y sin ninguna chance de empleo». Y no sólo ocurre esto a los que han abandonado sus estudios y tienen poca preparación en oficios sino también a los jóvenes académicos a quienes «les esperan múltiples problemas para encontrar un empleo después de finalizar sus estudios». Además, explica la ILO, «mismo los que obtienen un empleo, en el 2010, no tienen seguridad para planificar su futuro ya que el noventa por ciento de los trabajadores españoles menores de 25 años sólo reciben contratos con plazo limitado que pueden ser fácilmente rescindidos».

A esa generación de jóvenes, en círculos especializados, la denominan «Ni, ni», es decir, «ni estudian ni trabajan». Acerca de esto, el sociólogo Philipp Woldin escribe: «Se trata de una generación sin estímulo, que ya no tiene sueños de futuro y que se ven ellos obligados a vivir con sus padres. España teme que debido a la crisis económica crezca una ‘generación perdida’ de jóvenes». Las consecuencias, según los expertos, «para esa generación serán miedo al futuro y falta de motivación y, por supuesto, una larga dependencia del hogar paterno».

La ILO advierte que en el 2008, en el mundo entero, 152 millones de jóvenes debieron conformarse con una entrada de apenas 1,25 dólar por día, lo que corresponde a un 28 por ciento de la cuota mundial de desocupados.

Pero, y aquí viene lo notable, «el mayor aumento de esa desocupación como consecuencia de la crisis financiera ocurre en los países desarrollados y de ellos, más en los europeos, donde la cuota de jóvenes desocupados aumentó del 13,1 por ciento, en 2008, a 17,7, en 2009. La que mejor se mantiene en los países desarrollados es Alemania, donde esa cuota alcanza al 11 por ciento.

Las consecuencias son, y lo dice el informe de la ILO: aumento de la criminalidad, problemas psíquicos y aumento del consumo de drogas.

Levanto la vista y me digo: «¿y eso hacemos con nuestros jóvenes? Ni siquiera ya reina aquella obligación moral y racional de asegurarles un camino sin violencias en la vida. La actual sociedad mundial con su sistema les abre la puerta para lanzarlos no a la paz sino a la contienda del egoísmo y la disputa diaria.

El mismo diario trae las declaraciones de Tim Noonan, portavoz de la Confederación Internacional Sindical, con asiento en Bruselas, quien señaló que «los gobiernos de la mayoría de los países se han preocupado muy poco durante muchos años en crear fuentes de trabajo y por eso los jóvenes, después de terminados sus estudios, no tienen posibilidades de encontrar una ocupación. Y los que la consiguen están limitados por contratos a término o reciben un sueldo muy bajo. Deben modificarse ya los fundamentos macroeconómicos. Tiene que acabar esa limitación y originar lugares de trabajo, crear empleos verdes, de defensa del medio ambiente. Si no se hace eso vendrá una segunda recesión. Es una bomba de tiempo que ha empezado a hacer tic-tac».

«En los llamados países en desarrollo el problema es mucho más grave. En Africa y en el Medio Oriente la mayoría de la juventud no tiene trabajo. En Africa del Sur -donde se acaba de jugar el Mundial de Fútbol- el 45 por ciento de la juventud no tiene trabajo. En Namibia, el 75 por ciento. Naciones Unidas ha advertido que cada vez más hay jóvenes que caen en la criminalidad. El peligro es muy grande. Porque junto a la desocupación aumenta la inflación y estamos frente a una crisis de alimentos. Han comenzado las protestas, también en Europa; el caso de Grecia es patético. Trabajo debe ser el problema fundamental.»

Tiene razón Tim Noonan. Ni con medidas financieras ni con ahorros ni con acortar la ayuda a los países en desarrollo se soluciona el problema. Crear trabajo, ésa es la clave, repartir a cada cual lo suyo, ésa es la única solución contra toda violencia.

Doy vuelta la página del diario. Y no puedo creerlo: el Instituto de la Economía Alemana, institución matriz de los empresarios de este país, propone que se eleve la edad para jubilarse, de 65 años a 70; y para ello señalan que la gente cada vez vive más y es imposible solventar las jubilaciones, y que, por otra parte, ha disminuido el número de nacimientos. Es decir que las nuevas generaciones no podrán sostener al cada vez mayor número de ancianos.

Y aquí cabe la pregunta: ¿pero cómo, si hay cada vez menos trabajo y ahora quieren aumentar la edad para jubilados para que los viejos sigan trabajando cinco años más? Y entonces, ¿qué se hace con los jóvenes? Esto demuestra la irracionalidad del sistema capitalista que siempre busca cortar el hilo por lo más delgado. Si los viejos trabajan más años, los jóvenes tienen menos probabilidad de encontrar empleo, dadas las circunstancias del sistema económico actual. Mientras unos discuten cómo crear más trabajo los otros proponen que los que están por jubilarse ya sigan trabajando cinco años más. El sistema. La irracionalidad.

Porque la realidad es otra. Las empresas despiden a gran parte de su personal una vez cumplidos los 55 años, principalmente a los ejecutivos. Está en la mente empresaria que ya a esa edad hay conformismo y no la palabra «búsqueda», el superarse siempre hasta el último día. Si bien pagan indemnización para librarse de los viejos, éstos, al quedarse sin empleo, pasan a cobrar el seguro de desempleo, una suma en sí irrisoria que les alcanza sólo para no morirse de hambre. Vamos a la parte psicológica: todo empleado, a partir de los 55 años, comienza a tener temor de un pronto despido. Y eso obra sobre su salud mental y física. Y se va formando así una sociedad de histerias, codazos y neurastenias. Cuando la vida tendría que tener un final de tranquilidad y premio para todos aquellos que cumplieron con la sociedad.

Este es el panorama. Pero doy vuelta a la página del mismo diario y me encuentro con otra información. Todo en idioma perfectamente empresarial. Se explica el radical programa de ahorro que llevan a cabo casi todos los estados federales de Estados Unidos. Se ahorra cerrando escuelas, rebajando las ayudas sociales y dejando cesantes a empleados. Hasta ahora, desde comienzos del 2010 se ha dejado cesantes a 169.000 empleados. La nota periodística la firma el economista Dietmar Ostermann. Se calcula que en el 2011 se van a ahorrar 120 mil millones de dólares para terminar con el déficit nacional. Obama ha enviado 10.000 millones de dólares a esos Estados para parar un poco el cierre de escuelas y el despido de maestros. Los republicanos han calificado a la ayuda de Obama como apenas una gota de agua sobre una piedra caliente. La financiación de esa ayuda se lleva a cabo a costa de los más pobres ya que se han eliminado las subvenciones para alimentos vitales.

Sigo leyendo el mismo diario. En el próximo título de página se denuncia el gran negociado que se llevó a cabo con la alarma sobre la gripe porcina y la dramática obligación de vacunarse a todo el mundo. Pero ya no quiero seguir leyendo, me digo, basta. Cierro el diario. Sí, es un diario de tendencia liberal, nada contestatario. Pero informa de la actualidad, es su obligación, la de informar. Es el Frankfurter Rundschau. Tomo la revista Stern, para descansar un poco. Pero justo su nota principal habla de los empresarios más ricos de Alemania y su predisposición a hacer donativos. Por lo menos hay 75 de ellos que poseen fortunas de más de mil millones de euros (que es de más valor que el dólar). Ejemplo, Karl Albrecht posee declarados 17.000 millones de euros; Theodor Albrecht, más de 16.000 millones; Dieter Schwarz, más de 10.000 millones, y sigue la lista. Como decimos, hay por lo menos 75 multimillonarios. Y eso que lo que poseen, comparado con lo de los multimillonarios norteamericanos, parecen propinas. Bastaría comparar esas cifras con las estadísticas del hambre en el mundo, o de la gente sin techo, o de las villas miseria.

«Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé
En el quinientos seis
Y en el dos mil también.
Que siempre ha habido chorros
Maquiavelos y estafaos,
Contentos y amargaos,
Barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
Es un despliegue de maldá insolente
Ya no hay quien lo niegue.»

Cambalache. Me digo: Alemania tuvo pensadores como Kant y Marx; Francia lo tuvo a Descartes, el mundo todo a un Einstein. Pero los argentinos lo tuvimos a Discepolín, que en un tango lo definió todo, en el idioma del pueblo.

Voy a la ventana. Veo el verde de este verano, el cielo bien azul, el dorado tan puro de los rayos del sol. Y se me presentan las figuras humildes de Agustín Tosco, aquel del Cordobazo que encabezaba las protestas obreras vestido con su humilde «overol», y en Facón Grande, el gaucho que fue fusilado por acompañar a los pobres peones rurales patagónicos.

Sí, a pesar del cambalache, hay gente que no se rinde.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-151342-2010-08-14.html