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Epístola matutina a Benedicto 16

Fuentes: Rebelión

Buona sera, santitá : ¿tutto bene? Me gustaría escribirle esta carta para transmitirle la alegría que debería provocarme su llegada a Santiago. Lamentablemente, por estas cosas de la conciencia, uno no debe engañarse, así que debo decirle que su institución se merece, no sólo un severo recorte de fondos públicos, sino también un merecido tirón […]

Buona sera, santitá : ¿tutto bene?

Me gustaría escribirle esta carta para transmitirle la alegría que debería provocarme su llegada a Santiago. Lamentablemente, por estas cosas de la conciencia, uno no debe engañarse, así que debo decirle que su institución se merece, no sólo un severo recorte de fondos públicos, sino también un merecido tirón de orejas, por no decir otras cosas que podrían ofender a su cristiana y piadosa sensibilidad.

¿Cómo puede pasear su condición de representante de Dios en la tierra con una sonrisa en la boca ante las cámaras, aún sabiendo lo que pasa dentro de su Iglesia? ¿Cómo puede saber, con certeza, si es la todopoderosa e omnímoda voluntad de Dios quien le ha escogido, o si, por el contrario, es la falible razón de los hombres quien le ha aupado a la condición de representante de Dios? ¿Cómo se concilia la omnímoda razón de Dios con el mundano ejercicio de la política?

A mí, personalmente, se me retorcería el cuerpo de angustia si tuviese que lavar la cara a esa universal institución que, día sí, y día también, exporta prácticas de dudosa calidad moral como la pederastia, se reniega a revisar, autocrítica y severamente, su pasado de colaboración directa con las dictaduras latinas, condena moralmente el espíritu de acumulación y usura del capitalismo mientras participa en el mercado de valores… y estigmatiza el uso del condón mientras mantiene -¡porca miseria!- sus acciones en fábricas de preservativos.

Desde muy pequeñito, mis padres me aprendieron a no tomarme muy en serio la concordancia entre el decir y el hacer porque, al fin y al cabo, la vida tiene un plus de paradójica y azarosa incertidumbre que no podemos controlar… y nunca se sabe dónde puede acabar uno. ¡Ay!, pero una cosa es esto, su santidad, y otra, muy diferente, es predicar y dar trigo, porque veamos:

1- Usted, que debería ser un hombre de razonamiento ecuánime y justo, algo tendrá que decir sobre la actitud del tribunal supremo de Justicia español con el juez Garzón, ¿no cree?

2- Usted, que ha visitado Auschwitz y ha exclamado, con las manos en la cabeza, «¿cómo pudo ser posible esto?», podría dejarse asesorar por historiógrafos serios y visitar las fosas del franquismo, ¿no cree?

¿Estaría dispuesto a escenificar, entonces, la misma pregunta que escenificó en Auschwitz ante las cámaras? Lo dudo; seguramente se limitaría a recuperar el espíritu de concordia a costa de investigar la verdad, reparar a las víctimas y exigir Justicia retroactiva, aunque sólo fuese a efectos simbólicos.

La respuesta a su perpleja pregunta, su santidad, no es tan difícil: ¿Que cómo pudo ser posible Auschwitz? De la misma manera -pero en contextos, situaciones y con pautas de acción diferentes- que pudo ser posible la guerra civil española: siendo laxos, débiles y transigentes con un fenómeno con denominación de orígen Europeo; el fascismo. Ese fascismo que, como todo totalitarismo, y como la energía, se crea, se transforma, pero -por desgracia- no se destruye. Es un virus que tiene complejo de eterno retorno y al que, a día de hoy, todavía se le permite:

1- Manifestrarse en muchas calles de Europa y resto del mundo.

2- Disfrutar de representación parlamentaria en algunos de nuestros -dicen- democráticos parlamentos. Todo ello mientras los medios de in-comunicación de Lady Europa adjetivan -despectivamente, con afán demonizador- de radical y anti-sistema a cualquier sensibilidad que exprese, pacíficamente, sin violencia verbal ni física, y con argumentos sólidos, una severa crítica con el sistema económico realmente existente.

3- Asociar las altas tasas de delincuencia con la llegada de inmigrantes.

4- Organizar y justificar, bajo retórica legalista, la deportación de minorías étnicas.

5- Usar la guerra como continuación de su política exterior por otros medios; el medio es el mensaje diplomático y la sacralización de la gobernabilidad internacional. El fin, al cual se supeditan los medios, es la acaparación de los recursos energéticos y materias primas de las naciones enemigas.

Su santidad, lo admito, soy un ignorante en materia de teología dogmática y silogismos del espíritu. A pesar de todo, me gustaría invitarle a mi pequeña buhardilla, en Santiago de Compostela, para enseñarle en carne viva cómo se practica la austeridad. Y también, por supuesto, para discutir sobre la incompatibilidad entre el rígido y estático lenguaje adánico de su institución con el dinámico y cambiante lenguaje que el cerebro humano necesita para que la vida no le coja con los calzoncillos bajados.

Que tenga un buen día, santitá. Si se encuentra cara a cara con el Apostol Sant-yago, pregúntele de mi parte si sabe algo de Prisciliano. Por aquí abajo, se dice que la comunidad cistiana de base está algo enfadada.

!Rumores, santitá!, !Sólo rumores!

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.