Ya se lo han dado. Hay que estar débiles – así, en realidad, están en el campo imperialista – para no guardar ni las formas. Están desesperados. Y ante la Guerra Caliente de la decadencia del sistema capitalista, hay que reavivar aquellos momentos – para ellos dorados – de la Guerra Fría. Hay que desmoralizar […]
Ya se lo han dado. Hay que estar débiles – así, en realidad, están en el campo imperialista – para no guardar ni las formas. Están desesperados. Y ante la Guerra Caliente de la decadencia del sistema capitalista, hay que reavivar aquellos momentos – para ellos dorados – de la Guerra Fría. Hay que desmoralizar a la gente más consciente, y que no se les ocurra plantear nada que suene a socialismo para superar esta barbarie en la que vivimos cada vez más.
¿Qué puede, aunque sólo sea en la memoria, sonar a socialismo: ¿China, Cuba? Pues nada, un Nobel por aquí; un Sajarov por allá. Y uno más letrado, para que los apóstoles del anticomunismo de la década infame de después de la Caída del Muro no se sienta desmoralizados y desorientados. Roma todavía no ha vencido ni tiene claro que lo hará. Aún ha de pagar a traidores. A costa de que Marx ría en su tumba de vida al ver como una vez más se cumple aquello de que la Historia se hace Farsa cuando aquélla se resiste al futuro: el socialismo. Mal que les pese. Celebremos pues su confesión de debilidad.
Festejemos su debilidad representada, además de por guerras estancadas, también en la farsa de sus galardones. Pero debemos estar vigilantes. Sabemos que la bestia herida es peligrosa; por tanto es imperativo la organización que procurará el combate y la resistencia frente a sus agónicos coletazos. Lo avisa Justo de la Cueva: Ya no se trata de socialismo o barbarie, «Hoy es revolución socialista o muerte. No muerte individual. Muerte universal. Muerte de la vida en el planeta Tierra».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.