Tomado del libro en gestación «Cuentos que no nos contaron», a medias entre Koldo Campos Sagaseta e Irene Campos Fernández
Si aquel decrépito anciano se hubiera limitado a ser un cretino es posible que ninguna infeliz consecuencia se hubiera derivado de su triste condición, pero lo que hacía particularmente grave su agudo cretinismo y ya no sólo para su familia y allegados sino para el resto del país, era que aquel idiota también era el rey. Y lo era desde hacía tantos años que, como verdolaga, a la sombra y amparo de aquella monarquía, la estupidez se había extendido por todo el reino y a casi nadie dejaba indiferente.
Aunque a favor del monarca pudiera decirse que si bien como cretino no tenía competencia no era un cretino ocioso, semejante virtud más que a la disculpa emplazaba a la alarma. Por quién sabe que extraños designios, aquel regio cretino, desde que amanecía, no tenía otro empeño que urdir planes de desarrollo, tan fastuosos como infalibles, para su cada vez más empobrecido reino.
Acaso porque se tenía por un consagrado estadista y presumía de sus habilidades como economista, en absoluto lo desalentaban sus reiterados fracasos y, tras cada debacle, volvía a urdir un nuevo plan de desarrollo del que pavonearse entre los aplausos de su corte de sirvientes, hasta que los hechos lo remitían a discurrir otro mejor proyecto que correría, horas después, la misma suerte.
Un día, a su reino llegaron dos extraños truhanes que se hacían pasar por economistas y que, incluso, alardeaban de la bondad de sus proyectos, decididos a ofrecer al rey el mejor plan de desarrollo que la humanidad hubiera conocido. Era tan extraordinario el plan que proponían que nunca sería posible encontrar otro más útil y justo; tan singular, que nadie lo olvidaría jamás en aquel reino; tan sublime, que quedarían erradicas para siempre todas las miserias y desgracias humanas para mayor gloria del rey que lo llevara a cabo.
Lamentablemente, tenía un inconveniente: sólo podrían apreciarlo aquellas personas dotadas de proverbial inteligencia y honda sabiduría. Todas las medidas y directrices de aquel extraordinario plan de desarrollo poseían la milagrosa virtud de transformarse en invisibles para quienes no fueran merecedores de su cargo o resultasen irremediablemente cretinos.
-¡Debe ser un plan maravilloso! -pensó el rey-. Y si lo implementase, además de su éxito, que también sería el mío, podría averiguar qué funcionarios de mi corte son indignos del cargo que desempeñan y distinguir los cretinos simples de los excelsos. Debo encargar inmediatamente que me hagan un plan.
Una vez convocó el rey a los dos bandidos, que se llamaban Fondo Monetario y Banco Mundial, pactó con ellos la confección y entrega del plan de desarrollo anhelado a cambio de todo el tesoro que había sobrevivido a sus desmanes.
Fondo y Banco instalaron su oficina frente al palacio del rey y comenzaron a dar forma al plan.
Ansioso el rey por conocer cómo iba ejecutándose el proyecto, decidió enviar a su primer ministro, el más honrado y juicioso de su corte, para que le informase.
Cuando el primer ministro llegó a la oficina en la que Fondo y Banco trabajaban, sorprendido descubrió que allá no había nada, ni bocetos, ni diseños, ni libros, ni papeles, ni siquiera una silla en la que esperar, que hasta los muebles se habían llevado ya los dos estafadores, pero recordando el único inconveniente que el plan tenía, optó por disimular su estupor y fingir lo mucho que le admiraba el plan.
-¡En esta gráfica podéis admirar -dijo uno de los salteadores- la aceleración incentivada y sistemática que el desarrollo sostenido y sustentable establecerá como su dinámica operativa!
-¡Y por supuesto que balanceada! -corroboró el otro rufián.
-¡Y además se garantiza la flexibilidad estructural paralela -insistió el primer bandolero- que nos permita una coordinación direccional, sin importar la retroacción que conlleve la estrategia alternativa a implementar!
-¡De modo tal que, concomitantemente la presión fiscal articule respuestas estabilizadas -agregó el otro mangante- se pueda moderar la disminución del incremento a través de gestores de fondos habilitados y no vayan los titulares de bonos a afrontar ningún recorte de valor en el marco de la legislación adecuada, al margen de las fórmulas de satisfacción que se deriven de las ejecuciones hipotecarias, ya regulados los tipos de interés.
-¡Oh… -volvió admirarse el primer ministro- corro a informárselo al rey. En verdad el plan es maravilloso!
Sin embargo, quizás porque alguna duda todavía se resistía a aceptar la idoneidad del plan expuesto, quiso el primer ministro preguntar:
-Antes de irme, sólo por curiosidad… y que conste que únicamente es una suposición porque les reitero que el plan es indefectible…es más, lo único que lamento es que no nos hubieran visitado años atrás para haber podido disfrutar entonces de tan sobresaliente proyecto de desarrollo… ¿y si les dijera, que no lo estoy diciendo, que no veo ningún plan de desarrollo, que no veo absolutamente nada… excepto dos avispados sin escrúpulos decididos a lucrarse a costa de este reino?
-Entonces, hijo de la gran puta… -dijo uno de los canallas- te reventamos.
-A ti y a este reino -concluyó el otro mafioso- que nosotros sólo somos embajadores del gran emperador, y si no nos aprueban este plan por las buenas, el Dios Mercado dispone de otros argumentos con los que hacerse obedecer. Así que ve a decirle al rey lo que él espera y atente al cuento en el que estamos.
-¡Por cierto -agregó el malandrín que hablara antes- vamos a necesitar un mayor desembolso de este reino para poder estabilizar la proyección transicional integrada de manera que se flexibilice la cuantificación financiera retroactiva!
-Es que ya las arcas nacionales están exhaustas -se excusó el primer ministro.
-¡Pues que aumente los impuestos… -respondió el otro ladrón- que despida más empleados, que suspenda los programas sociales, si es que todavía queda alguno…! Todo sea por reducir sustancialmente la recesión indefinida no vaya a ser que reste credibilidad a la dinámica funcional regulada.
-Y no te preocupes -añadió el primer atracador- que para vuestra majestad y para ti también, se han dispuesto algunas jugosas comisiones adicionales. Sólo tienes que mantener los ojos cerrados y seguir al pie de la letra el cuento en el que estamos.
Cuando el primer ministro informó al rey de la magnificencia del plan de desarrollo confeccionado, ambos se aprestaron a organizar para el día siguiente, declarado fiesta nacional, la presentación del mismo.
Durante toda la noche los dos embaucadores estuvieron trabajando en su oficina coordinando estrategias operacionales combinadas y redefiniendo proyecciones opcionales sistemáticas, hasta dar el plan por terminado. La gente se arremolinaba en torno a la oficina observando maravillada cómo trabajaban Fondo y Banco en la confección del plan del rey. Por la mañana, los dos maleantes, seguidos por la multitud, entraron en palacio a los acordes del himno nacional.
Ya delante del rey y de su corte, Banco y Fondo simularon desplegar una enorme gráfica y, auxiliándose de inexistentes bocetos y croquis, fueron explicando el plan.
-¡Aquí está el plan, majestad -aseguró el primer chorizo- y quiero llamar su atención para que advierta como la rentabilidad de una tendencia alcista no sólo alivia los indicadores de riesgo sino que atenúa la caída del diferencial!
-¡Tanto más así -enfatizó el segundo malhechor- en cuanto la prima de riesgo, al margen de los recelos a la emisión de letras inorgánicas que ocasionalmente subyacen en operaciones yuxtapuestas, no contravienen, menos niegan, las reformas fiscales estructurales!
-¡Por ello, y en consecuencia -insistió el primer expoliador- la renta variable no va a mostrar inestabilidad a corto plazo…!
-¡A no ser -interrumpió el segundo saqueador- que la dinámica global y sustentable priorice la zona euro como concesión al diferencial balanceado y no rebaje la perspectiva negativa más allá de las privatizaciones fiscales a pymes…!
-¡Supuesto -aclaró el primer caco- que ni siquiera una desaceleración repentina del índice de interés prorrogado podría, en el peor de los casos, retribuir en una parcial implementación de carácter indefinido!
-¡Y para ello contamos -terminó la explicación el segundo delincuente- con una instrumentación transicional y equilibrada que ya la agencia de calificación de riesgos Standard & Poor´s ha rebajado a mínimos tolerables.
Terminada la presentación, el rey rompió a aplaudir con entusiasmo secundado por su corte y el público. Sólo un niño que incrédulo asistía a aquella farsa, con la ingenuidad que los caracteriza, se atrevió entre los aplausos y vítores de todos a levantar su voz:
-¡Pero ahí no hay ningún plan…sólo palabras huecas, vacías…! ¡El plan sólo es un cuento… y un cuento, además, muy malo!
Pero antes de que el niño pudiera seguir gritando su indignación por el fraude al que se le invitaba, la propia Ministra de Cultura de aquel reino lo tomó del brazo sacándolo del salón, en el entendido de que el niño no sabía lo que decía, que es lo que ocurre, aclaró la ministra, cuando la gente ignorante se dedica a opinar de lo que no sabe.
Después siguió la fiesta, ya sin la presencia de Fondo Monetario y Banco Mundial, hasta que, apagadas las luces y consumido el vino, terminó el cuento y comenzó la noche, la más negra e interminable de todas las noches.
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