Un acontecimiento reciente ha sorprendido a los vecinos de Bilbo. La espléndida y opulenta sede del BBVA en la Gran Vía bilbaína, (inicialmente del Banco Bilbao), ha sido adquirida por una mutualidad de Madrid, pero más curioso resulta aún que la haya comprado al Deutsch Bank, que era el propietario. Nada es lo que parece. […]
Un acontecimiento reciente ha sorprendido a los vecinos de Bilbo. La espléndida y opulenta sede del BBVA en la Gran Vía bilbaína, (inicialmente del Banco Bilbao), ha sido adquirida por una mutualidad de Madrid, pero más curioso resulta aún que la haya comprado al Deutsch Bank, que era el propietario. Nada es lo que parece. Estos tejemanejes demuestran lo poco que importa a los capitalistas, apátridas convictos y confesos, dónde asentar sus sedes. Quedan así en evidencia los que creen que esos grandes empresarios sienten cariño hacia Euskal Herria. Lo que sí está claro es que nuestras aspiraciones políticas y sociales les importan un carajo. Somos tan ingenuos que rechazamos aceptar la realidad cuando no coincide con nuestros deseos. Esos empresarios sólo persiguen optimizar sus beneficios y sentarán sus posaderas donde los impuestos y subvenciones les sean más provechosos. Puede que lo hagan en la isla Jersey del Canal de la Mancha, en las Caimán del Caribe, en Suiza, en el principado de Mónaco, en el de Liechtenstein… o aquí, si nos plegamos a sus demandas y ofrecemos un trato de «paraíso fiscal» a sus ganancias… opuesto radicalmente a nuestra reivindicación socialista. Es una equivocación esperar que esas empresas tomen decisiones pensando en el interés de Euskal Herria.
Por cierto, el BBVA mantiene casi vacío el rascacielos de la plaza Circular de Bilbo, lo que es objeto de multitud de rumores. ¿De quién será…?
Sin salir de la Gran Vía, tropezamos con dos edificios de la BBK, cajas de ahorro fundadas por el ayuntamiento de Bilbo y la diputación de Bizkaia para prestar ayudas económicas y servicios sociales a los sectores de la población más necesitados. Aquellos laudables propósitos se han transformado en una avariciosa ambición de ganancia económica, con prácticas propias de los tiburones de la banca privada. En sus fachadas cuelgan enormes carteles incitándonos a adquirir sus planes de pensiones, con la pretensión de desmovilizar la lucha de las clases populares por lograr una digna jubilación a cargo de la Seguridad Social ¡vasca! Esas cajas de ahorro han echado por la borda su tradición y se han convertido en colaboradoras del neoliberalismo.
Quizás algunas de las grandes empresas mantengan oficinas en Euskal Herria, pero serán sólo las que necesiten para succionar dinero especialmente de los fondos públicos. Utilizando su influencia, estimulan a los gobernantes para que construyan infraestructuras: centrales eléctricas, trenes de alta velocidad, autopistas, puertos, aeropuertos, incineradoras de basuras… con dinero procedente de Hacienda, nutrida en buena parte por los impuestos de la mayoría social. Se trata de infraestructuras casi siempre agresivas con el medio ambiente y la calidad de vida, cuestionadas por los vecinos directamente afectados, y por las plataformas populares constituidas en defensa del medio natural de Euskal Herria. Las instituciones sustraen esos capitales de las necesidades sociales más urgentes: sanidad, vivienda, enseñanza, trabajo estable, pensiones… Cuando esas empresas tienen problemas de liquidez o naufragan en sus aventuras especulativas, como les ha pasado con la «burbuja inmobiliaria», los gobiernos acuden a inyectarles miles de millones de euros de fondos públicos. Para esto hay abundancia de dinero, que es secuestrado cuando hay que atender necesidades sociales. Lo llaman democracia.
La ideología neoliberal nos ha inoculado el virus de un individualismo cruel y competitivo. «Cada cual es responsable de su situación. Las oportunidades de enriquecimiento están al alcance de cualquiera. El que no prospera es por su culpa, o porque carece de espíritu emprendedor, o porque es un vago, o por incapacidad… Por lo que sea, pero jamás podrá acusar a otros de su penosa situación». Dentro del sistema, la minoría triunfadora acumula riquezas mientras el resto empobrece. Afirman que es voluntad de los dioses: «En este mundo tiene que haber ricos para que ayuden a los pobres a no morirse de hambre». Lo llaman democracia.
¡El jueves todos a la huelga!
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