Que nadie sospeche que profeso envidia o encono hacia el vecino pueblo francés. Más bien al contrario, me enorgullezco de mi cultura gala, presumo de hablar aquel idioma con cierta fluidez, y conocer a decenas de creadores (cantantes, realizadores, artistas, etc.) con cuyas canciones, poemas, novelas, películas u obras pictóricas, teatrales, plásticas, me he reconfortado […]
Que nadie sospeche que profeso envidia o encono hacia el vecino pueblo francés. Más bien al contrario, me enorgullezco de mi cultura gala, presumo de hablar aquel idioma con cierta fluidez, y conocer a decenas de creadores (cantantes, realizadores, artistas, etc.) con cuyas canciones, poemas, novelas, películas u obras pictóricas, teatrales, plásticas, me he reconfortado en momentos duros. En detrimento de mi persona, para los patriotas de 1808 que se levantaron en armas contra el invasor, reconocer que soy un afrancesado como todas las consecuencias. Todas gratificantes, que yo sepa.
Cómo no evocar con cariño y nostalgia mis visitas anuales a la Fête de L’Humanité, (en 1972, 73, 74, 75 y 76 en los Jardines de la Courneuve, cerca del antiguo aeropuerto parisino de Le Bourget), donde tuve la dicha de conocer y saludar a personalidades como Dolores Ibárruri La Pasionaria, Angela Davis, Ramón Mendezona (director de Radio España Independiente), Melina Mercouri, Federico Melchor, Jean Paul Sartre, Georges Marchais y otras relevantes figuras de la izquierda. Pero lo que me llamaba poderosamente la atención en aquellos años de clandestinidad, era acudir a la Fiesta para ver en directo a grupos y cantantes de variada procedencia, cuya ideología no parecía cercana al progresismo, como en los casos de Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Osibisa, Leonard Cohen o Jacques Dutronc, aunque más clara en los de Alan Stivell, Osibisa, Leonard Cohen, Quilapayún, Joan Baez, Sun Ra, Mikis Theodorakis, Leny Escudero, Bernard Lavilliers, Leo Ferré y otras muchas estrellas, cuyas actuaciones multitudinarias me servían como bálsamo imprescindible a la hora de regresar a la España franquista.
Pasados los años, Europa sumió en el ostracismo a los verdaderos partidos progresistas, no solo por la caída del campo de influencia de la extinta URSS, sino merced a esa sutil estrategia de sobornar a los más destacados dirigentes del eurocomunismo con una sencilla oferta, consistente en la mayor parte de las ocasiones en un puesto de trabajo no muy complicado (sinecura), cheque mensual y palmadita en el hombro, por haber sido una persona fiel a unos principios que ya al parecer no iban a servirle en el futuro.
Nacieron así los intelectuales y artistas de pensamiento blando, que formaron de esa manera un sutil cóctel de Pléyade-Aquelarre, en el que la desideologización y descompromiso socio-político-cultural eran condiciones sine qua non para mantener fama y prestigio nacional. Todo ello, controlado por la prensa llamada independiente, que prometía a su vez un lugar en el sol a los más fieles signatarios del «Anarquismo con Prisa«.
No cito nombres que están en la mente de todos aquellos que no han renunciado aún a Las Utopías, que es como se conoce en casa de Manolito Gafotas, Elvira Lindo y Muñoz Molina al verdadero socialismo, la democracia participativa y la construcción de un país pacífico y respetuoso con los derechos humanos; entre ellos figuran el de un trabajo digno, disponer de una vivienda, el acceso a la salud, la educación y el de autodeterminación e independencia de los pueblos. O sea, al revés de cuando sucede en esa amada patria de legionarios de Cristo y Borbón. Todo ello al parecer es una quimera. La realidad es bien distinta: más del 20% de parados, pensiones congeladas, sueldos rebajados, desahucios y desalojos inmediatos, esperanzas muertas. Viva la democracia representativa.
En Francia sucede algo parecido, aunque en menor medida. Pero tal vez las nuevas disposiciones, como la reciente negativa constitucional a reconocer el matrimonio entre homosexuales de ambos sexos, haya puesto en la picota al gobierno de Nicholas Sarkozy, cuya pusilanimidad con ese tema es tanta como en el de la eutanasia, a su vez idéntica a la de Leire Pajín, destacada militante del PPSOE que ha alcanzado un memorable suspenso cum laude en interpretación del socialismo, aunque Matrícula de Honor en Pelotazo. Será que los cuadros de donde se nutre el partido del Puño, la Rosa y la Gaviota son como hojas en Blanco, como ejecutivo sin I-Pod, como jardines sin flores, como cigarrillos sin nicotina…
El reciente dictamen francés respecto al derecho matrimonial de los colectivos homosexuales, no deja lugar a duda respecto de la involución sociocultural que conlleva: La prohibición del matrimonio entre seres del mismo sexo es coherente con la Constitución francesa, ha decretado la autoridad gala. Tal ha sido la decisión tomada el pasado viernes por el Consejo Constitucional del país vecino, en el que más del 58% de sus ciudadanos se muestran a favor de las nupcias entre personas de tal condición.
En cuanto al principio de igualdad ante la ley, el Consejo devuelve la pelota a los políticos, «…al mantener el principio de que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, el legislador, en el ejercicio de su jurisdicción, sostiene que la diferencia entre la situación de las parejas del mismo sexo y parejas compuesto por un hombre y una mujer, podría justificar un trato diferente con respecto a las normas del derecho de familia«, refiriéndose así a la educación de los niños, en hogares donde la responsabilidad paterna y materna descansa en dos personas con idéntica opción sexual.
Detalle más que curioso: los chicos y chicas del colectivo español COLEGAS (que agrupa a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales del PPSOE) no ha dicho ni esta boca es mía ante ese dictamen claramente discriminatorio. Otra hubiera sido la reacción en el caso de que Cuba hubiera decidido algo en términos similares.
¡Hay que ver cómo retroceden los tiempos ¡… Sarkozy se cubre de heces, dando la razón a Jacques Dutronc cuando cantaba aquello de Merde en France. Me entran unos deseos enormes de colocar frente al Palacio del Eliseo, aquel que fuera escandaloso anuncio del creador de «Love me, please love me» (Michel Polnareff), enseñando el culo con el mismo orgullo que Carme Chacón muestra ante la bandera monárquica.
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