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Subversiones

Presuntas revoluciones y síntomas aparentes

Fuentes: Rebelión

No nos engañemos confundiendo el deseo con la consabida realidad. «Cambiar todo para que todo siga igual», una locución que en estos días se repite, como un mantra, desde todas las posturas e imposturas ideológicas, en cualquier artículo de opinión, en cualquier nota de prensa, venga de donde venga: si se articula desde los medios […]

No nos engañemos confundiendo el deseo con la consabida realidad. «Cambiar todo para que todo siga igual», una locución que en estos días se repite, como un mantra, desde todas las posturas e imposturas ideológicas, en cualquier artículo de opinión, en cualquier nota de prensa, venga de donde venga: si se articula desde los medios de izquierda o alternativos suena a prudencia proverbial y a curarse en salud, si proviene de los «falsimedia» neoliberales o conservadores es justo adivinar que, en el fondo, lo quieren así: una algarabía consentida para desfogue y válvula de escape de las miserias y frustraciones que padecen los pueblos y brindarles la sensación, por un instante, de haber resuelto ellos mismos su condición de esclavos. Falsa ilusión.

Tal como hoy se encuentra maniatado el planeta por las tramas bélico-financieras y su geopolítica perfectamente «engrasada» y eficiente por mor de la ubicuidad de los medios tecnológicos al uso, es impensable e «intolerable» una movilización de características tan masivas como las que estamos contemplando si estas anidaran en su seno algún cariz revolucionario, con cierta organización y atendiendo a alguna consigna coherente que supusiese cierto tipo de establecimiento de un poder popular (o proletario) en el día después. Y aun menos factible si ese «movimiento» de masas se hubiese dado por «combustión espontánea», pues en tal caso fácil resultaría disuadir, comprar o sofocar por derribo y desengaño al grueso de los individuos, sencillamente soliviantados pero prestos a capitular, en último extremo, por puro aburrimiento.

No es, por tanto, paranoide concluir, pruebas a parte, que detrás de estos «tsunamis» una vez más se halla la mano negra, o mejor de «colores» de los servicios secretos imperialistas. Otra «revolución» verde o naranja que está diseñada para conformar a la opinión pública y a los pueblos azuzados por estos, en la creencia de que habrían conquistado una cima de poder «democrático» y de esta forma tan recurrente, vieja e hipócrita acallar a las masas con aquel conocido truco de la «representatividad» y la «transparencia» institucional. Es decir, la famosa legitimación de los partidos burgueses y la consiguiente conculcación y represión de las opciones de izquierda genuina, más el exterminio de las tendencias revolucionarias.

Un perverso ejercicio de cinismo que desde el fin de la llamada II Guerra Mundial ha proporcionado expléndidos dividendos a la burguesía, a fuerza de repetir con maquiavelismo, aquello de «o nosotros o el abismo». El abismo, sí, al que estarían dispuestos, con mortíferas e inmorales armas, a llevar a la humanidad entera en el supuesto caso que sus privilegios se encontraran seriamente en peligro de extinción.

¿No es realmente sospechoso leer en los titulares de la prensa más recalcitrante y amarilla las mejores soflamas por la «insurrección» y caída de los antiguos regímenes que hasta hoy ellos mismos sostenían? ¿O, sencillamente, el «boss» ha decidido que debe hacer un maquillaje a sus títeres para aparecer como «libertador» de viejos criminales, haciendo creer que los sustitutos, esta vez sí, serán «hombres de bien»?

¿Y en el caso preciso de Egipto?¿quién podría creerse que el estado sionista de Israel y sus halcones tolerarían de brazos cruzados la puesta en peligro de la sellada frontera del Sinaí con Gaza? ¿Un suicidio para con sus intereses y una victoria del pueblo palestino?

El estado judio y sus valedores (USA, UE) están siendo a un tiempo el policía y el atrincherado, una equidistancia tan esperpéntica demuestra la intención última de las recientes «grescas»: un simulacro, con muertos incluidos, para «mejorar» el «reality show» retransmitido en vivo y en directo (como sus guerras) para consumo parasitario del público en el circo (un triple salto mortal y el trapecista ¡indemne!).

El capital y sus gestores beneficiarios necesitan ahora como nunca un mundo falsamente auto satisfecho, con una presunta «libertad» y unos presuntos «derechos» para con un pueblo que silenciado de esta forma «comulgara» impotente con los próximos «ajustes» económicos, los más inhumanos y descabellados que las sociedades hayan experimentado en sus carnes nunca.

Y claro que sería deseable que todo este «desorden» se ordenara en pos de la liberación real de los pueblos oprimidos, empero estas revueltas serían eficaces para el proletariado solo si existe una mínima estructura de soporte marxista revolucionaria que las dotase de sentido y de práctica.

Y ahora lo que debería preocupar es que estas escaramuzas sionista-imperialistas lo que en el fondo pretendieran fuese crear un clima favorable de «revuelta» para contagio en Cuba, Venezuela, Irán o RDP de Corea y el derribo «popular» de estos u otros regímenes que «estorban» para la colonización del planeta en su totalidad y tener también la excusa perfecta para futuras «intervenciones quirúrgicas» aprovechando el «río revuelto» y la confusión de los índices de opinión.

Parafraseando al comandante Fidel: de todo lo dicho anteriormente, «ojalá me equivoque»…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.