Traducido del portugués para Rebelión por Susana Merino
Europa y los EE.UU. con su accionar hacia Libia están tratando de volver al siglo XIX, promoviendo un nuevo reparto colonial del mundo. En realidad nunca hubo independencia efectiva de las antiguas colonias. Mediante los artificios del comercio internacional y sobre todo de la circulación de capitales, se ha mantenido la dependencia económica y política de los países periféricos En los últimos veinte años con la globalización neoliberal aumentó el dominio de los países centrales. Razón tuvo Disraeli, el controvertido hombre de estado británico, cuando dijo que las colonias no dejan de ser colonias por el simple hecho de haberse declarado independientes.
Esa dominación indirecta no les basta: quieren volver al estatuto colonial abierto de par en par. Al percibir señales de insurrección general de los pueblos contra la opresión de quienes les responden en el poder toman la iniciativa de la represión preventiva. La doctrina de la guerra preventiva de Bush sigue vigente y está siendo actualmente aplicada por Francia y Gran Bretaña, por delegación de Washington. Los usamericanos bien intencionados que votaron a Obama descubren que no pueden cambiar el sistema a través de los procesos electorales. Como denunciara y previera Eisenhower el gran presidente republicano – y más importante militar del siglo pasado – quien domina el sistema es el «complejo industrial-militar», con su actualmente repartida conducción entre el Pentágono y Wall Street.
El presidente Obama se parece, cada día más, a Bush. Aunque su objetivo final sea el mismo, se esmera en hablar tranquilamente con América latina mientras azuza a sus aliados contra Libia, en un movimiento de reconquista imperial del norte de Africa. Igual que Tony Blair en el caso de Irak, Cameron se dispone a hacer el trabajo sucio. Según el semanario alemán Focus, ya había en Libia comandos británicos varias semanas antes de la oficialización de la alianza.
El movimiento para la re-colonización por parte de las antiguas metrópolis, se desarrolla «pari passu» junto a la globalización. Y obedece al hipócrita discurso de que fuera de los modelos católicos y protestantes de la civilización occidental, todos los pueblos son bárbaros e incapaces de autogobernarse. La realidad es totalmente diferente: con el objeto de mantener los niveles de confort y de consumo de los países occidentales es necesario disponer de todos los recursos humanos y naturales de la periferia. El espacio asiático de saqueo se reduce mientras tanto debido al aumento de la población y del consumo conforme a los patrones occidentales – y el crecimiento de China. Pero todavía está el gas y el petróleo del Caspio por los que los usamericanos buscan controlar a Afganistán y amenazan a Irán. Mantener los manantiales petrolíferos de Medio Oriente y del Norte de Africa son su principal objetivo – a pesar de su hipócrita discurso sobre el medio ambiente.. La misma hipocresía se pone de manifiesto cuando declaran que no quieren alcanzar a Kadafy: su complejo residencial fue atacado con misiles por Obama, del mismo modo como lo hizo Reegan en 1986, matando a una hija del dirigente libio.
Al mismo tiempo les conviene asegurarse la provisión de minerales y de alimentos de América Latina y del Africa negra. Amenazados por la penetración de los chinos en el continente africano, están dispuestos a jugarse el todo por el todo, con tal de restaurar su antigua dominación. Y no faltan los socios menores, los subcontratistas del colonialismo como son los españoles y los italianos. Los españoles nostalgiosos de Carlos V y de Felipe II se unen a Obama, Cameron, Sarkozy. No existen diferencias entre Zapatero y Aznar: ambos son lo mismo, en sus esfuerzos por reconquistar América del Sur. Los italianos son menos insistentes saben que aunque caiga Kadafy, Libia no les será devuelta
Los neocolonialistas tratan de aprovechar una rebelión sin ideas, aunque justa, contra la corrupción y el poder dictatorial de los países árabes. Pero no es seguro que logren éxito
Los usamericanos siempre crean, estimulan y financian movimientos de oposición en los cuales su interés es desestabilizar los gobiernos y los sistemas políticos. Estamos recordando en estos días del 1964. Podríamos recordar todos los años anteriores, sobre todo del período 1945-1954 cuando Vargas, elegido presidente, creó los instrumentos económicos necesarios al desarrollo independiente, con grandes empresas estatales. Después de muerto el gran presidente Juscelino consiguió mantenerse gracias a la sabia opción política de movilizar a la nación en tareas para el crecimiento acelerado.
De modo que no debe sorprender que sus agentes y aliados, de los países musulmanes hayan estimulado el movimiento que se inició en Túnez de manera aparentemente accidental. Los jóvenes de los países islámicos estaban insatisfechos con su vida. Les faltan oportunidades de realización profesional y personal. Su libertad es limitada y su sueños se mueren ante una sociedad cerrada en si misma.
El último 21 de marzo, el New York Times publicó un artículo de un joven de 24 años, exitoso colaborador del respetable Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, Mattew C. Klein en el que analiza la situación de los jóvenes estadounidenses y muestra que la situación de desempleo es similar a la de los jóvenes de los países pobres y de que sus sueños se hallan igualmente limitados. Podría haber mencionado también el desencanto con el gobierno del sector no alienado de la juventud de su país, con la corrupción parlamentaria y con el indecente comportamiento de las grandes corporaciones que están a la cabeza de Wall Street, con el belicismo de su país. El hecho de que haya libertad de prensa y elecciones periódicas no reduce el absolutismo esencial del sistema usamericano. El pueblo vota cada cuatro años, la prensa es libre, el sistema judicial funciona, aunque no siempre la suprema Corte juzga con imparcialidad. Pero aún así la libertad como en otras partes es un bien de mercado. Es necesario comprarla.
Los derechos humanos aun cuando proclamados en altisonantes declaraciones son también violados en los EE.UU. y en los países que les rinden pleitesía. Basta recordar lo que pasa en Guantánamo, lo que fue registrado en Abu Graib y las condiciones a que se halla sometido el soldado usamericano Bradley Manning en una prisión naval
El pretexto de que la intervención en Libia se hace en nombre de los derechos humanos y de la protección a los civiles es inmoral. Y considerada insensata hasta por los mismos parlamentarios británicos, como lo hace el diputado Rory Stewart en un artículo publicado por la London Review of Books el día 18. Stewart no es un hombre de izquierda. Diputado por uno de los tradicionales reductos conservadores del Noroeste de Inglaterra el de Penrith and the Border, el parlamentario muestra conocimiento del tema. Formó parte de las tropas británicas en Irak y luego atravesó a pié Afganistán, como parte de un viaje más extenso, de 6 mil kilómetros, desde Turquía al Nepal que duró dos años.
Aunque conservador, Stewart considera un error la participación de su país en las cruzadas anti-islámicas. Justifica en parte la intervención en Yugoslavia, en nombre de la protección de las poblaciones civiles ante las amenazas de genocidio – pero no esta de acuerdo con las demás. Reproducimos algunos textos de su artículo «Here we go again»
Parecía doblemente improbable que Inglaterra interviniera algún día militarmente en un país como Libia. Aunque pobre en petróleo, Afganistán en Asia central fue visto por muchos musulmanes como objeto de ocupación por cruzados infieles comandados por Israel, y con el objetivo de establecer bases militares y obtener petróleo barato. Cualquier movimiento contra Libia, – país árabe musulmán, embarcado en una lucha sin tregua contra el colonialismo y sudando petróleo – daba la impresión de que sería visto como un movimiento extremadamente hostil y siniestro primero por sus propios vecinos árabes, pero también por el mundo desarrollado y hasta por los propios libios.
El caso Libia no responde ni siquiera a los criterios del derecho internacional como objetivo de la intervención militar. Kadafi es el poder soberano, no los rebeldes; no estaba realizando un genocidio, ni una limpieza étnica. En Bosnia la situación era diferente: en pocas semanas habían muerto 100 mil personas. Y la propia Bosnia -estado soberano aunque no reconocido por la ONU – pidió formalmente la intervención. El caso Kosovo fue menos claro, pero la intervención apuntó a Milosevic y llegó después de la guerra de los Balcanes que él iniciara forzando al éxodo a 200 mil personas con abundantes pruebas de la gran cantidad de atrocidades cometidas en nombre de preconceptos étnicos. Ese tipo de actitud en que se estima que una intervención militar es legal y que en 1999 parecía la quintaesencia de la gobernabilidad y del consenso global, dejo de ser un concepto dominante en Occidente.
Como diputado de la Cámara de los Comunes creo que tal vez haya llegado la hora de recordar que a pesar de su desgracia Afganistán y hasta Inglaterra pueden tener aún un papel constructivo en el mundo
Finalizando su artículo el parlamentario es sin embargo más pesimista y vuelve sobre los pretextos de los colonizadores:
«Nada me saca de la cabeza que el mayor peligro, no es la desesperación sino las irrefrenables decisiones, casi hiperactivas, el sentido de alguna obligación moral, el miedo de los estados-bandidos, de los estados fracasados, a perder nuestra «credibilidad». Eso me hace temer que estamos al principio de una década de super intervención militar»
Rory Stewart (nacido en Hong Kong, de padres ingleses, educado en Inglaterra) confirma así el objetivo de otro movimiento colonialista, de nuevo «manu militari» de los viejos dominadores. Acosados por la falta de petróleo barato, se aferran al pasado buscando mantener su seguridad y su orgullo, como dueños del mundo.
Fuente: http://espanol.groups.yahoo.com/group/comunicacion_alternativa/message/45098