Todos ganamos en la consulta popular del 7 de mayo pasado. Cada uno nos posicionamos en forma democrática en temas relacionados con la reforma de la justicia, las relaciones de poder y banca, poder y medios, los derechos relacionados con la seguridad social; la violencia contra los animales en los espectáculos públicos y otros […]
Todos ganamos en la consulta popular del 7 de mayo pasado. Cada uno nos posicionamos en forma democrática en temas relacionados con la reforma de la justicia, las relaciones de poder y banca, poder y medios, los derechos relacionados con la seguridad social; la violencia contra los animales en los espectáculos públicos y otros debates importantes para la sociedad.
La nota negativa la pusieron las firmas encuestadoras que fallaron, en particular el exit poll (anglicismo para denotar una encuesta a boca de urna, que se realiza a las personas votantes luego de haber consignado el voto). Ellas nos deben una explicación convincente de la marcada diferencia entre sus pronósticos (incluido el margen de error) y los resultados oficiales emitidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Hay varias lecturas a los resultados parciales que emite el CNE.
Primero, hasta el momento, el Sí gana. Segundo, hay una fuerte dispersión de los resultados. El Sí, en promedio, gana en la Costa y en Galápagos, y en parte de la Sierra (Pichincha, Imbabura y Azuay), y el No en la Amazonía (excepto Sucumbíos). Tercero, y este es uno de los evidentes logros de esta campaña, el pueblo debatió y dirimió, es decir, pensó. Y por ello los resultados tan diferentes entre pregunta y pregunta. Es fundamental comprender con altura histórica estos resultados.
Quienes perdieron (y depende de las ópticas) no pueden proceder con deslealtad ante la democracia, y están obligados a aceptar los resultados. Quienes ganaron (y también depende de las ópticas) no pueden omitir la fragmentación electoral y deben extender la mano a todos los actores sociales y productivos que apuestan de manera firme por un cambio social en este país.
Las revoluciones sociales son rupturas radicales con un orden anterior. La Revolución Ciudadana debe lograr los cambios estructurales que se establecieron en el plan de gobierno del Movimiento PAIS, esto es, en lo esencial, el Buen Vivir, con acumulación interna y sustentabilidad ecológica. Esto solo será posible con la conformación de un tejido social, con espacios de poder acordados (para que no sean espacios de No poder perdidos), que impulse las transformaciones necesarias, con sólidas alianzas nacionales e internacionales que permitan construir un orden mundial diferente. A partir de la Constitución de Montecristi y de estos resultados electorales, es necesario sumar todas las fuerzas sociales y progresistas del país y, sobre todo, recomponerlas. Es la hora de concretar puntos básicos de acuerdo.
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