José Manuel Naredo y Antonio Montiel Márquez, El modelo inmobiliario español y su culminación en el caso valenciano. Icaria, Barcelona, 2011, 174 páginas
¿Cómo es posible que el urbanismo salvaje, por decirlo corto y de forma suave, que recorrió nuestra geografía, especialmente en los alrededores de nuestras grandes metrópolis, durante el franquismo volviera a actuar impunemente y con fuerzas renovadas, de viejas y nuevas familias, durante lo que llamamos generosamente democracia demediada? ¿Cómo es que este modelo ha imperado casi por toda la geografía hispánica saltándose barreas autonómicas, nacionales y culturales y la descentralización de competencias en materia urbanística? ¿Cuál es la naturaleza esencial, el kernel, del modelo inmobiliario español? ¿Existe alguna relación entre el modelo y la burbuja especulativa inconmensurable en la que estuvimos y seguimos inmersos? ¿Cómo es que la adhesión a la UE, los avances democráticos conseguidos, no han podido culminar un modelo alternativo al levantado con clara intencionalidad de sumisión ciudadana por el franquismo? ¿Por qué tantos y tantos ciudadanos, nacionales y no nacionales, se ha precipitado por el abismo del gasto, la hipoteca y la dependencia por décadas, como ya diseñara en 1957 el arquitecto falangista José Luis de Arrese, el primer ministro franquista de la Vivienda? ¿Cómo ha sido posible que megaproyectos urbanos y operaciones inmobiliarias de dudoso origen que levantaron razonables protestas ciudadanas durante el franquismo colaran durante la democracia demediada monárquica revestidos de impunidad legal y de «buen hacer político y empresarial» y sin excesiva respuesta popular? ¿Cómo es posible que durante esta democracia fruto de la Inmaculada transición se produjeran cambios fuertemente consensuados en el marco institucional que permitieran «ordenar el territorio y el medio urbano a golpe de recalificaciones o reclasificaciones de suelo y «operaciones» acordadas por un neocaciquismo local y regional emergente» (p. 14), totalmente al margen, claro está, del planeamiento general y los intereses de la ciudadanía? ¿Por qué España en el país de la UE con menor porcentaje de viviendas de alquiler? ¿De dónde ha surgido el inmenso poder del lobby inmobiliario-constructivo de nuestro país? ¿Por qué España vivió el último boom inmobiliario con mucho mayor intensidad que los otros países europeos? ¿Por qué este boom alcanzó en España una intensidad y duración casi sin precedentes inflando una burbuja especulativa de proporciones inconmensurables cuyo pinchazo ha originado una de las crisis más abisales de la historia del capitalismo? ¿Era inevitable esta patología del crecimiento que ha forzado la expansión de los procesos de urbanización y sus servidumbres territoriales a ritmos muy superiores a los del crecimiento de la población y a sus rentas disponibles? ¿Qué hizo que España fuera líder europeo en construcción de viviendas y en consumo de cemento, superando ampliamente a países que, como Francia o Alemania, contaba con mayores poblaciones y territorios más amplios? ¿Cómo fue posible que entre 2003 y 2005, los años centrales del boom inmobiliario, el número de viviendas construidas en España superase la suma de las realizadas, durante el mismo periodo, en Reino Unido, Alemania y Francia? ¿Cómo es posible que España sea actualmente el país con más viviendas por habitante de la UE? ¿Qué cultura, qué valores, qué sentido de la vida arraigó fuertemente entre la ciudadanía española, y especialmente y aunque no sólo entre sus clases dirigentes, para que un boom inflado y artificial de estas características desolara nuestra geografía con esa enorme fuerza y esa supuesta «naturalidad»? ¿De dónde la extendida autocomplacencia que se extendió por el páramo hispánico? ¿No hay alternativas, no existen otros modelos de orden territorial, urbano y constructivo? ¿Cabe pensar algo alternativo en estos momentos de resaca? ¿Volverá todo, tras años de sosiego, a ser como siempre ha sido: todo por la pasta y el último, que es el tonto y confiado, que apague la luz? ¿Qué significado y daño ecológico tiene que España llegase a ser el quinto país del mundo en consumo de cemento? ¿Es exagerado afirmar que España ha sufrido un tsunami inmobiliario nunca anunciado ni corregido? ¿Qué pensar de casos como el de David Taguas, que pasó de ser jefe del gabinete económico de Rodríguez Zapatero a presidir, por elección empresarial, la patronal de las grandes constructoras, la Seopan, cuya conexión con los poderes económicos imperantes durante el franquismo no ofrece ningún atisbo de duda? ¿Cómo se podrán reconvertir y reutilizar los excesivos stocks de suelo, infraestructuras y viviendas y paliar la carga de la excesiva deuda acumulada? ¿Quiénes tomarán nota de que sufrimos las graves y enormes consecuencias de un modelo inmobiliario agotado que en absoluto permite resolver estos problemas y exige a gritos su reconversación? ¿Por qué, políticamente, las consecuencias de este crecimiento económico, con los inimaginables beneficios empresariales anexos, que no ha supuesto realmente mejoras en la calidad de vida de la población, tendrán que pagarlas la ciudadanía en su conjunto? ¿España ha sido una Marbella extendida todo el territorio? ¿Se ha salvado alguien de este aquelarre inmobiliario y financiero?
Estos son algunos de los interrogantes a los que José Manuel Naredo y Antonio Montiel Márquez responden en su ensayo sobre el modelo inmobiliario español. Con sus propias palabras, «en el texto que sigue se matiza la evolución del modelo inmobiliario español, se indican sus implicaciones económicas, sociales y ecológicas, sus consecuencias sobre el territorio, el urbanismo y la construcción» (p. 15) y se reflexiona sobre las posibles alternativas, «antes de recaer en el análisis más pormenorizado del marco social-institucional que facilitó el desarrollo ejemplar de este modelo en el caso valenciano, al que se dedica la segunda parte del libro». Esta segunda -«El modelo inmobiliario valenciano. Marco institucional, actores, resultados y perspectivas»- es la parte que ha sido escrita por Antonio Montiel Márquez. La primera -«El modelo inmobiliario español y sus consecuencias»- lleva la firma de José Manuel Naredo. Ambas secciones se complementan consistentemente y lo único que aquí cabe apuntar es que su lectura no decepcionará al lector, ni siquiera al lector más informado. Leamos, tomemos nota y aprendamos, y, si podemos, coligamos las conclusiones políticas de esta abismal desolación nacional cuyos contornos no están aún del todo delimitados. Ha habido miseria pero no ha habido ninguna grandeza en esta apuesta infame que ha corrompido hasta el tuétano a sectores en absoluto minoritarios del cuerpo social español. La analogía que establece Naredo, tomando pie en W.M. Hern, entre un melanoma y la conurbación difusa dice más que mil capítulos con imágenes sustantivas: 1. Crecimiento rápido e incontrolado – Desarrollo urbano movido por afán de lucro ilimitado. 2. Metástasis en diferentes lugares – La conurbación difusa envía trozos de ciudad a puntos alejados. 3. Indiferenciación de las células malignas – El estilo universal unifica las tipologías constructivas. 4. Destruye los tejidos adyacentes – El estilo universal y la conurbación difusa destruyen el entorno territorial y urbano.
Los cuatro años transcurridos desde que, a partir de abril de 2007, empezaron a caer los precios en los anuncios de venta de viviendas, ha escrito uno de los autores del ensayo (JMN), inducen a reflexionar sobre la duración y las consecuencias de un ajuste que no termina de producirse. En este primer trimestre de 2011, los precios de la vivienda (de anuncios y tasaciones) han acelerado su caída, a la vez que sigue disminuyendo el empleo en la construcción. El ajuste, en buena lógica, tendría que dar salida al enorme stock actual de viviendas en busca de comprador: si a las viviendas nuevas y usadas en venta se añaden, observa JMN, «aquellas otras en construcción y en proyecto, este stock supera largamente los dos millones». La desmesurada oferta se topa hoy con una escuálida demanda: el componente especulativo y turístico se ha desinflado con la crisis junto a las extendidas expectativas de revalorización. La demanda efectiva de vivienda de los hogares españoles, los más endeudados de la UE como es sabido, acusa tanto el declive de la población inmigrante como el de los nuevos demandantes, castigados por el paro, los bajos salarios, la precariedad, y los recortes sociales y salariales. En este contexto, comenta finalmente JMN, observamos la insólita actuación de un ministro de Fomento que dice ser socialista y que, en vez de aprovechar la ocasión para reconstruir el casi desaparecido stock de vivienda social, viajará por el mundo como un comercial a sueldo ofreciendo viviendas a «inversores» de lejanos países. ¿Cómo cabe interpretar así en alguien que es, además, vicesecretario general o afín del PSOE? Esta es otra de las preguntas que cabe añadir a la batería de interrogantes con los que hemos abierto.
Me olvidaba: si en 1950 el 50% del stock de viviendas estaba en régimen de alquiler, en 2001 la cifra se redujo a un 11%. No es improbable a fecha de hoy la cifra sea aún menor. Este decrecimiento dice mucho también de la historia de nuestro insostenible país.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.