Sara Gómez fue la primera mujer realizadora que tuvo el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). En el presente 2012, su único largometraje, De cierta manera, cumple 35 años de estrenado y aún su mensaje continúa vigente. Su fallecimiento, con apenas 32 años de edad, dejó un vacío y también una interrogante: ¿será […]
Sara Gómez fue la primera mujer realizadora que tuvo el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). En el presente 2012, su único largometraje, De cierta manera, cumple 35 años de estrenado y aún su mensaje continúa vigente. Su fallecimiento, con apenas 32 años de edad, dejó un vacío y también una interrogante: ¿será el fin o el principio de las mujeres en los predios de la dirección cinematográfica?
Varios años tendrían que pasar para que otra cubana incursionara como directora en el séptimo arte.
Esta mujer negra, nacida en la Habana un 8 de noviembre de 1943, se integró a ese grupo de nuevos realizadores que, allá por la década del 60, tras la fundación del ICAIC, documentaron las recientes y radicales mutaciones en la sociedad cubana.
Sin embargo, antes de su introducción en el mundo del celuloide, cursó estudios de música en el Conservatorio de la Habana, donde se graduó como pianista. Además, probó suerte en el periodismo, colaborando con ediciones como Mella y Hoy, domingo. En el Teatro Nacional de Cuba, para satisfacer de alguna manera su inquietud intelectual, tomó clases de etnología y folclor con el etnólogo e investigador Argeliers León. Finalmente, en el año 1961, su entrada en el ICAIC dio comienzo a lo que podría calificarse como una intensa carrera cinematográfica.
Comenzó de asistente de dirección de Cumbite (1964), de Tomás Gutiérrez Alea, y de El Robo (1965), de Jorge Fraga. Estas experiencias, al unísono, impulsaron su desarrollo en la especialidad de dirección de documentales, un género complejo, según los conocedores.
Si trazáramos un mapa de su trabajo fílmico, sin dudas resultaría evidente que su gran preocupación fueron los temas asociados con la discriminación racial, con la marginalidad y con las culturas popular y tradicional en nuestro país, siempre vistos desde una mirada crítica y fresca. Obras tales como Iré a Santiago (1964), Guanabacoa. Crónica de mi familia (1965), así como Y tenemos sabor (1966), son ejemplos de ello. Todas, de una forma u otra, estarían presentes en la que luego sería su obra cumbre.
Tales inquietudes y reflexiones de la joven Sara Gómez eran y aún son fundamentales en nuestro entorno. En ese momento, cuando ella se catapultó como directora, el debate sobre cómo debía ser la inserción de miles de personas en una sociedad donde la religión o los grupos religiosos no eran bien aceptados fue algo medular. De igual modo, el cambiar la mentalidad de individuos con carencia de instrucción, que vivían en zonas de gran precariedad, fue una tarea ardua. La construcción de una sociedad justa que englobara a los múltiples sectores de la población era una labor que dependía no solo de los políticos, sino de los artistas, entre ellos los cineastas. Este asunto, al igual que otros tratados en su obra, habla sobre el pensamiento de Sara Gómez y sobre su deseo de mostrar, sin ornamentos, algo que concernía a todos.
Su matrimonio con Germinal Hernández y el ir a vivir a Cayo Hueso, en la calle Soledad, le dieron a Sara Gómez un buen material, que luego volcaría en el guión y en la dirección de De cierta manera. En esta película, el centro del argumento lo constituye una maestra que va a impartir clases a un antiguo barrio marginal, en el cual ―pese a haber sido remodelado y embellecido con casas nuevas― la mentalidad marginal aún permanece. La relación de dicha maestra con uno de sus alumnos precipita los acontecimientos.
Algo fundamental en el filme es que varios de los actores no son profesionales, sino gente común. En otras palabras, la influencia del neorrealismo italiano, en De cierta manera, aflora al haber personas relacionadas con el espacio en que se filmó, quienes aparecen en la película interpretándose a sí mismos.
Esta película de ficción con partes de documental marcó un hito, aun hoy poco superado. Desgraciadamente, Sara Gómez no pudo concluirla. Su muerte, acaecida en 1974, sorprendió a todos. Sus amigos Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa y Rigoberto López acabaron la labor que ella había iniciado. Gutiérrez Alea le dedicó su filme Hasta cierto punto, emparentado con De cierta manera en tanto refleja problemas acuciantes en una comunidad de trabajadores del puerto de La Habana, en su mayoría hombres negros y mulatos.
Sin embargo, hacen falta más que hechos para acercarse a la obra de esta gran mujer. Tato Quiñones, escritor, investigador y guionista del filme Hasta cierto punto, la conoció y coincidió con ella más de una vez, en bares y en lugares donde se reunían aquellos jóvenes ―hoy maestros del cine cubano― para discutir sobre varios temas de la sociedad cubana, los cuales, en esa convulsionada época, debían ser tratados y mostrados.
Al hablar sobre ella, Quiñones la describe como una mujer fuerte y valiente, de gran inteligencia, estudiosa y respetada en grado sumo. También recuerda que Sara Gómez fue una de las primeras mujeres negras que se dejó su cabello crecer tal como era, sin tratamientos, lo cual connota el orgullo de mujer negra de Sara. «Una mujer muy bonita», me dice Quiñones, «con mucho swing. No por la ropa o por el maquillaje, sino porque era algo natural en ella. Y eso, junto a su agudeza mental, llamaba mucho la atención».
Un dato muy importante es que la película también tuvo una versión teatral con el nombre de Al duro y sin careta, estrenada en el Teatro Musical por diez días, al tardarse el estreno del filme. La puesta en escena contó, al igual que la película, con la actuación de Mario Balmaseda y con la música de Sergio Vitier.
En años subsiguientes a su muerte, la figura de Sara Gómez ha sido homenajeada. En 2007, se le dedicó el coloquio Sara Gómez: imagen múltiple, donde se exhibió su obra, hecho este que generó conferencias y opiniones sobre ella. Al evento asistieron investigadores de los ámbitos nacional e internacional, cuyas áreas de interés son los primeros años del cine cubano. Todos, allí, deseaban exponer sus criterios acerca de la obra de esta gran realizadora y, además, discutir el posible impacto de la misma en la cinematografía mundial, principalmente desde la óptica de género.
Al opinar sobre la obra fílmica de Sara Gómez, los realizadores cubanos Rigoberto López, Jorge Luiz Sánchez y el fallecido y gran director Tomás Gutiérrez Alea argumentaron su frescura. Ciertas cuestiones sociales como la marginalidad, la discriminación racial y la cuestión de la mujer ―específicamente de la mujer negra― en nuestro país continúan siendo áreas de discusión en cursos, diplomados y conferencias organizadas por la Universidad de La Habana, el Instituto de Antropología y el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello. Estos, por otra parte, son temas que también se han concretado en libros, en documentales y en películas.
La mirada antropológica y sociológica en De cierta manera, a la vez que su manera de abordar lo periférico de nuestra sociedad, ha influido, incluso, a películas como Habana blues, del director Benito Zambrano. En esta obra, se describen la cotidianidad de un grupo de músicos y las ansias que tienen de hacer su arte. Al ver la película, nos encontramos con varios artistas jóvenes del ámbito musical de aquella época representándose a sí mismos. La película, como De cierta manera, juega con los géneros de ficción y con el documental. Esa capacidad para difuminar los límites que usualmente separan a la ficción del documental fue un gran logro de Habana blues y no por gusto es hoy uno de los filmes de culto de las generaciones más jóvenes de la isla.
Sara Gómez Yera tendrá siempre el honor de haber sido la primera mujer negra en llegar ser directora de cine en nuestro país. Es este un mérito que jamás le podrá ser negado.
Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=6643