A todos,los que marchan por las callesy detienen las máquinas y talleres.A todos,deseosos de llegar a nuestra fiesta,con las espaldas cargadas de trabajo.Salid el primero de Mayo,al primero de los MayosRecibámoslo, camaradas,con la voz entrelazada de canciones.Primavera mía,derrite las nievesYo soy obrero,este Mayo es míoYo soy campesino,este Mayo es mío Vayamos al encuentrodel primero […]
A todos,
los que marchan por las calles
y detienen las máquinas y talleres.
A todos,
deseosos de llegar a nuestra fiesta,
con las espaldas cargadas de trabajo.
Salid el primero de Mayo,
al primero de los Mayos
Recibámoslo, camaradas,
con la voz entrelazada de canciones.
Primavera mía,
derrite las nieves
Yo soy obrero,
este Mayo es mío
Yo soy campesino,
este Mayo es míoVayamos al encuentro
del primero de los Mayos nuestros,
enlazando las manos proletarias.
Callad vuestro ladrido, morteros
Silencio, ametralladoras
Yo soy marinero,
este Mayo es mío
Yo soy soldado,
este Mayo es míoA todos,
a las casas,
a las plazas,
a las calles,
encogidas por el hielo invernal.
A todos,
hambrientos de hambre,
estepas,
bosques,
campos.
Salid en este primero de Mayo
Gloria al hombre fecundo
Desbordaos en esta primavera
Verdes campos, cantad
Sonad, sirenas y pitos
Yo soy de hierro,
este Mayo es mío!
Yo soy la tierra,
este Mayo es mío.
Con esos versos de encendido verbo proletario de ‘Mi Primero de Mayo’, el poeta y dramaturgo ruso Vladimir Mayakovski, marcaba para la historia la conmemoración victoriosa del Día Internacional de las y los trabajadores en la Rusia Soviética. Era el Primero de Mayo de 1918. Desde el amanecer, dándole la bienvenida a la primavera, el pueblo obrero se congregaba y marchaba con sus rojas banderas en ciudades y aldeas. No era poco lo que celebraban: nada más y nada menos que el poder político y económico alcanzado poco antes por, y para su clase, en la Gran Revolución Socialista de Octubre, y arrancado a sangre y fuego de las garras de las clases explotadoras. Se abría así para la humanidad, la puerta a una nueva época histórica. Celebraban junto a las y los obreros el mundo, el primer Primero de Mayo de la historia de la humanidad con la clase obrera en el poder. Al período del 25 de octubre de 1917 a marzo de 1918 V.I. Lenin, máximo dirigente de la revolución proletaria, lo calificaría como marcha triunfal del poder soviético – siendo soviets o consejos obreros los organismos democráticos del poder de la clase obrera. En su marcha triunfal, las masas obreras y campesinas de Rusia consolidaron el poder de los soviets, aplastando la encarnizada resistencia de la burguesía y los terratenientes.
Un a ño después, el Primero de Mayo de 1919, Lenin, se dirigía a los obreros de su patria y del mundo en la Plaza Roja de Moscú: «Durante este año la situación política ha cambiado considerablemente a favor del poder soviético. El Primero de Mayo del año pasado nos hallábamos bajo la amenaza del imperialismo alemán; ahora ya ha sido quebrantado y aniquilado. Han cambiado también las condiciones en que se celebraba la jornada proletaria en otros países. En todos los países los obreros emprendieron el camino de la lucha contra el imperialismo. La clase obrera emancipada celebra triunfalmente su jornada, libre y abiertamente, nos sólo en la Rusia Soviética, sino también en Hungría y en Baviera. Hoy podemos decir con certeza que no sólo en Moscú roja, en Petrogrado rojo y en Budapest, sino en todos los grandes centros proletarios, los obreros que salen a la calle no a pasear, sino a hacer patente su fuerza, hablan de la significación del Poder soviético y del cercano triunfo del proletariado.»
Para aquella celebración, ante el discurso victorioso de Lenin, habían pasado 32 años del asesinato judicial de los obreros y militantes sindicales, los mártires de Chicago. Eran ellos en ese momento las víctimas de la criminalización de las luchas obreras por la reducción a 8 horas de la jornada laboral, usados por la burguesía como chivos expiatorios para detener, por el terror, la rebeldía de las y los desposeídos. El insigne revolucionario cubano, José Martí, corresponsal en Chicago en ese entonces reseñaba: «…salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas plateadas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos… abajo la concurrencia sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… plegaria es el rostro de Spies, firmeza el de Fischer, orgullo el de Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita que la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora… los encapuchan, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos cuelgan y se balancean en una danza espantable…».
Los crímenes no pudieron detener la lucha de clases ni impedirán el triunfo de la revolución obrera en todo el mundo. El Primero de Mayo de 1975, otra jornada proletaria irrumpía con sonora contundencia: En Saigón, capital de la otrora colonia yanqui, Vietnam de Sur, marchaba jubiloso el pueblo en su día, el Día Internacional de las y los Trabajadores. No era para menos. El ambiente festivo, en medio de banderas rojas, de la República Democrática de Vietnam y del Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur, entre fusiles y tanques, tenía un especial significado: Era el resultado del poder conquistado 20 horas antes, el 30 de abril. Era la culminación de la gloriosa operación Ho Chi Minh, la victoria total del pueblo trabajador vietnamita conquistada con una infinidad de sacrificios. Era la victoria sobre los bombardeos de los B-52, los los escuadrones de la muerte, los campos de concentración y el agente naranja, el triunfo sobre el exterminio de 4 millones de obreros y campesinos.
A la humanidad, le quedan aún muchos Primeros de Mayo victoriosos. Nuestro pueblo también marchará triunfante por esas anchas alamedas.
Abayarde Rojo es un periódico del Partido Comunista de Puerto Rico.
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