Ni siquiera piensa en derecho. Hombre de rabia y sangre. Está claro que Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del Estado español, no piensa como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Más, ni siquiera piensa en derecho. Como buen ministro de interior español y viejo católico se mueve en la ley del talíón, aquella ley […]
Ni siquiera piensa en derecho. Hombre de rabia y sangre.
Está claro que Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del Estado español, no piensa como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Más, ni siquiera piensa en derecho. Como buen ministro de interior español y viejo católico se mueve en la ley del talíón, aquella ley divina veterotestamentaria y actual de ojo por ojo y diente por diente, ¡tan de derechas, tan católica de toda la vida! Y más tratándose del enemigo.
No oculta su enfado. Relata la vida de la penada, en este caso de la presa Inés del Río Prado, su historial delictivo, lo estrega por narices de jueces y oyentes, agita sus brazos y menea la cabeza clamando venganza como los Cebada Gago en encierro sanferminero.
El ministro de interior del Estado español no es un hombre de derecho, es un hombre de rabia y sangre, por eso no extraña la tortura en sus funcionarios. Lo que se diría un ministro de interior al uso en el estado español.
Y me acuerdo del verso de Erich Fried a la muerte del fiscal general de la República de Alemania Siegfried Buback:
Es wäre besser gewesen
so ein Mensch
hätte nicht gelebt»
Mejor hubiera sido
que un hombre así
no hubiera vivido
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