Ahora no respiramos más que aberraciones… Como si reiterar un discurso edulcorado construyera por decreto un proyecto político coherente. Y es que nos han puesto en medio de una encrucijada perversa, una especie de acertijo de lateralidad simple: si no estás con los gobiernos latinoamericanos de izquierda, estás a la derecha… En medio de esta […]
Ahora no respiramos más que aberraciones… Como si reiterar un discurso edulcorado construyera por decreto un proyecto político coherente.
Y es que nos han puesto en medio de una encrucijada perversa, una especie de acertijo de lateralidad simple: si no estás con los gobiernos latinoamericanos de izquierda, estás a la derecha… En medio de esta lucha de legitimidades por estar más a la izquierda me surge la pregunta, ¿qué es la izquierda?.
Ahora mismo nos encontramos con múltiples izquierdas:
La más reciente corriente de izquierdistas románticos (hijos de lo postmoderno) serviles al neoliberalismo, que obvian la esencia marxista de lucha de clases y se centran en reivindicaciones estéticas.
Las izquierdas de «pantalla» que toman los grandes símbolos iconográficos y discursivos: marxistas, guevaristas, sandinistas, alfaristas, los exhiben vaciados de su contenido histórico, los prostituyen y tratan de convencernos que su proyecto sigue la misma línea.
También están las izquierdas del discurso, aquellas que sostienen altos pronunciamientos soberanos y socialistas, pero que no salen de las oficinas y los escritorios. Son las mentes privilegiadas de análisis político, que nunca pisaron suelo comunitario, que nunca fueron parte de un proceso de organización de bases pero que tienen las recetas exactas, así lo dice su PhD.
Por supuesto, tenemos las izquierdas que nacieron como izquierdas y empezaron a caminar hacia la derecha, sin embargo en una suerte de dislexia, están convencidas de seguir siendo zurdas. Al parecer y como mecanismos de defensa, esta izquierda se vale de las anteriores para ocultar las contradicciones y retrocesos. Incluye en su proyecto a flamantes tecnócratas para que diseñen las políticas públicas desde su imaginario de matrices y tablas estadísticas, sin vinculación con la historia y los procesos de lucha y resistencia de los pueblos. En lo comunicacional se apropia de la simbología histórica, e incorpora una buena dosis de romanticismo para que lo esencial se reemplace por lo superficial y mediático.
Y es que las izquierdas latinoamericanas cojean del mismo pie, con mayor o menor intensidad, han sido incapaces de aterrizar proyectos verdaderamente soberanos. De todas formas, resultaría arriesgado generalizar el análisis a los países hermanos con conocimiento único de fuentes secundarias… más aún cuando la comunicación ha sido secuestrada en dos bandos: los medios de estado absorbidos por el partido político del gobierno de turno o los medios de la derecha serviles al capital. Por ello y aunque las analogías se muestren evidentes, limitamos nuestro llamado al caso ecuatoriano.
En este escenario, surge la Coordinadora por la Unidad de las Izquierdas, un proyecto que viene a poner un alto a las traiciones e incomprensiones de los regímenes latinoamericanos.
Alberto Acosta, un economista ecologista que comprende la íntima interrelación entre el ser humano y sus ecosistemas, representa en este sentido, no solo la reconstrucción de la esperanza robada, sino un proyecto reconciliador de la sociedad con la naturaleza. Se funda en este escenario una propuesta que denuncia que lo ambiental no puede ser concebido como un lujo conservacionista pero tampoco como un problema que se resuelve con tecnología de punta.
El control de los territorios, del agua y de los recursos es donde hoy en día se juega la verdadera soberanía de los Estados. Las relaciones de poder Norte-Sur, ahora más bien expresadas como Multinacionales-Estados, se fundan en el control de los recursos naturales legitimado a través de concesiones… La evolución del sueño de progreso y desarrollo vendida al tercer mundo desde hace más de cinco siglos, hoy en día se sustenta en la apuesta ciega por importación tecnológica, con este pretexto (el norte tiene tecnologías eficientes, limpias y amigables) vivimos la expresión más salvaje de colonialidad, dominio y saqueo disfrazados, donde las multinacionales se sortean los recursos naturales en actividades extractivas, hidroeléctricas y de agroindustria.
La garantía de ecosistemas saludables y territorios soberanos, es aval de justicia social y ambiental. Al final, son los indígenas, los pobres, quienes absorben los graves efectos y costos de este modelo de saqueo y despojo. Las falsas dicotomías economía-ecología y sociedad-naturaleza deben ser deconstruidas por una demanda real y urgente de cambios paradigmáticos. La inclusión de los Derechos de la Naturaleza y el Sumak Kawsay en la Constitución de Montecristi no es menor, se trata de una conquista histórica, una ruptura filosófica, ética, política y ontológica.
Sabemos que no es suficiente con decirse de izquierda y normarlo por decreto, tampoco es meritorio nada más tener el corazón a la izquierda. Un verdadero proyecto revolucionario tiene costos y debe ser radical y coherente. Así, el proyecto político de la Unidad de las Izquierdas, rompe las contradicciones de esas pesudoizquierdas que cantando al Ché Guevara en los mitines, criminalizan la protesta social y firman concesiones con multinacionales.
La coordinadora de las izquierdas presenta un proyecto legítimo, de bases indígenas, sindicales, obreras, campesinas, ecologistas, feministas, en el que se construye un liderazgo colectivo, en el que es el pueblo y no una nueva burocracia la que lo sostiene.
En este sentido, rompemos la histórica relación de dominación de las clases elegidas por sobre el pueblo. Los partidos han cambiado, así también los nombres, las tendencias… pero siempre se ha mantenido, aunque con ligeras variantes, esta relación: sujetos que deciden por un pueblo objeto de subsidios, bonos, servicios, caridades….
Hoy se propone un alto a la triste y atávica condición del pueblo como objeto de la política, hoy hablamos de un pueblo como sujeto que moldea su propio destino e invitamos a la construcción de un proceso verdaderamente popular e inclusivo, no desde la burla que representan las consultas previas no vinculantes, sino desde el respeto soberano de cada pueblo, de cada comunidad y de cada nacionalidad con su territorio. Se invita a un proyecto de unidad y de solidaridad en un Ecuador que se reconoce plurinacional y no solamente interculturalmente romántico.
Decíamos que un proceso verdaderamente revolucionario tiene costos, eso lo aprendimos con Cuba hace 53 años. Los costos sin embargo esta vez no serán para las clases populares, sino para quienes mantienen el poder político y económico, solo rompiendo esta diada perversa se puede construir un Ecuador democrático.
Demandamos la real eliminación de los privilegios burgueses, LA TRANCISIÓN DE UNA ECONOMÍA POR SERVICIOS (que o bien demanda un crecimiento insostenible del aparato estatal para pagar favores o bien se vuelve servil al sector privado nacional o multinacional) POR UNA ECONOMÍA DE PEQUEÑOS PRODUCTORES. Apostamos por una lógica descentralizada en lo energético y en lo productivo, que promueva comunidades autosustentabales, donde vuelvan los campesinos a trabajar los territorios expropiados en una reforma agraria real y con un proyecto de agua para el pueblo y no para las empresas. Con ello, el fortalecimiento de procesos de reducción de consumo, de consumo soberano, de reutilziación y reciclaje.
Este es nuestro proyecto de la izquierda que soñamos y este es el momento histórico de construirlo. Una propuesta que además posibilite el acceso universal a un sistema de salud colectiva, ecosistémica y plurinacional. Una visión política de la educación que no forme tecnócratas sino ciudadanos y ciudadanas críticos. La puesta en marcha de una gobernabilidad donde el ejecutivo no incide en el sistema de justicia y éste a su vez reconoce e incluye la justicia indígena; donde el poder legislativo es autónomo, legisla y fiscaliza para el pueblo y con el pueblo.
Muchas veces la misma izquierda ha puesto en el poder a los advenedizos que después buscaron eliminarla. No dejemos que nos quiten la izquierda…. porque entonces… ¿qué nos queda? Vamos a fortalecer esta propuesta unitaria, pues las izquierdas nacidas desde el movimiento popular, son como el ave de fuego que renace con el combustible de la resistencia y el amor.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.