Era 4 de febrero de 1992. El Comandante Hugo Chávez -que ya hace 21 años era Comandante, para frustración de los mentepollos intergalácticos que quieren irrespetar su memoria- se daba cuenta de que la insurrección militar que encabezaba en contra de Carlos Andrés Pérez no cumpliría sus objetivos. Dándose cuenta de que debía entregarse, tomó […]
Era 4 de febrero de 1992. El Comandante Hugo Chávez -que ya hace 21 años era Comandante, para frustración de los mentepollos intergalácticos que quieren irrespetar su memoria- se daba cuenta de que la insurrección militar que encabezaba en contra de Carlos Andrés Pérez no cumpliría sus objetivos. Dándose cuenta de que debía entregarse, tomó una agenda que guardaba celosamente y le prendió fuego. En ella estaban los teléfonos de personalidades a quienes esperaba convocar… gente que sería arrestada y torturada si eran vinculadas con él.
Dos décadas después, el mundo ha cambiado totalmente. Las agendas de papel casi no se usan: han sido reemplazadas por Blackberries, iPhones y Androids, que pueden almacenar decenas de miles de contactos. Estos aparaticos tienen su propia memoria interna, pero los datos también se almacenan en los servidores de RIM, Microsoft, Apple y Google en Estados Unidos, de tal forma que, si llegamos a perder el celular, simplemente compramos otro, «sincronizamos» y rescatamos todo. Buscando comodidad y confort, pusimos nuestros datos más íntimos en las redes informáticas y servidores de empresas ubicadas en Estados Unidos, el imperio más desalmado e intervencionista de la historia. ¿De verdad necesitábamos a Snowden para saber que estábamos haciendo una estupidez?
Hace 30 años se hubiera necesitado a Posada Carriles y todos sus esbirros de la Escuela de las Américas para intentar hacer que un luchador social diga quiénes son sus amigos. Lo que jamás imaginó Posada es que llegaría el día en el que nosotros mismos se lo «cantaríamos» a Facebook sin que nadie nos torture.
En la comunidad de Software Libre nos horrorizamos la primera vez que vimos a ministros como Rafael Ramírez usando celulares Blackberry. Tuvimos que tragar grueso cuando el Presidente comenzó a tuitear públicamente desde uno de estos aparatos, y nos calamos insultos de muchos camaradas que defendían los «smartphones» como a su vida. Pero llegó Snowden y confirmó nuestros delirios paranoicos. Sólo falta que comience el debate en serio; que el caso Snowden deje de ser tratado de forma sensacionalista, para sentarnos y discutir qué vamos a hacer con nuestras tecnologías. ¿Seguiremos tercerizando nuestros sistemas a empresas nacionales y extranjeras, o nos tomaremos las Tecnologías Libres en serio, para adueñarnos de ellas y ser soberanos?
De nada servirá quemar los celulares: todos nuestros metadatos están en su poder. Se cruzarán con los de nuestros amigos y enemigos para conocer nuestra personalidad, gustos y hábitos. Si la derecha asciende al poder, ni se molestarán en torturarnos: la NSA les dirá cosas de nosotros, que ni nosotros sospechábamos. ¿Podrán nuestros tataranietos escapar de un mundo sin privacidad? De nosotros depende.