Que el presidente Rajoy mienta es absolutamente irrelevante. En primer lugar porque ha mentido siempre; en segundo lugar porque él mismo lo reconoció cuando afirmó: «Haré lo que tenga que hacer aunque haya dicho antes que nunca lo iba a hacer»; y en tercer lugar porque cualquiera miente. Que Rajoy haya cometido un error tampoco […]
Que el presidente Rajoy mienta es absolutamente irrelevante. En primer lugar porque ha mentido siempre; en segundo lugar porque él mismo lo reconoció cuando afirmó: «Haré lo que tenga que hacer aunque haya dicho antes que nunca lo iba a hacer»; y en tercer lugar porque cualquiera miente.
Que Rajoy haya cometido un error tampoco es relevante. En primer lugar porque ya se equivocó su madre; en segundo lugar porque cuando piensa en Bárcenas aún sigue viendo salir de los papeles de su ex tesorero y ex senador hilitos con aspecto de plastilina; y en tercer lugar porque errar es de humanos y cualquiera yerra.
La cuestión no es que sea un mentiroso, sino un delincuente.
El problema no es que haya cometido un error, sino un amplio muestrario de delitos. Tanto él como el resto de la organización de chorizos que actualmente preside.
Y su destino no debe ser la renuncia del cargo que ostenta sino la cárcel, para él y para todos los demás miembros de una banda organizada de delincuentes dedicada durante casi 30 años de impune ejercicio, a la extorsión, a la adjudicación fraudulenta de contratos, a la evasión de impuestos, al blanqueo de dinero y a la financiación ilegal, entre otros muchos desmanes. Ni errores ni mentiras
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