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La confianza de los mercados

Fuentes: Rebelión

Parece que los mercados se han tranquilizado. La prima de riesgo baja, el paro baja, la bolsa sube, la economía crece un cero coma no se cuanto por ciento. Si en un artículo anterior afirmábamos que los mercados querían poder confiar y que esa confianza se basaba en ciertas condiciones, ahora podemos decir que según […]

Parece que los mercados se han tranquilizado. La prima de riesgo baja, el paro baja, la bolsa sube, la economía crece un cero coma no se cuanto por ciento. Si en un artículo anterior afirmábamos que los mercados querían poder confiar y que esa confianza se basaba en ciertas condiciones, ahora podemos decir que según las cifras macroeconómicas los mercados están otorgando su confianza. Y así como en las películas de mafiosos las condiciones para confiar pasan necesariamente por el asesinato, la confianza que los mercados otorgan pasa por el sacrificio realizado a la clase obrera.

El secreto está en ser un país barato. Casas baratas y mano de obra barata. Antes todo era demasiado caro. Las ruinas son jugosas y ofrecen oportunidades. La mano de obra barata es mano de obra encaminada a la exportación, es hacer competitivo el producto que se quiere vender. El modelo es el del interdiscount. Todo a precios irrisorios. El precio de coste que suponía la sociedad se ha reducido y esto es sin duda el atractivo. Pero no nos llevemos a engaño, pese a las cifras positivas la confianza de los mercados es precaria, nos recuerdan. Las bases se están consolidando, pero aun hay grietas. Hay que afianzar la confianza, nos dicen, el sacrificio está mereciendo la pena. Para ello, paralelo a este abaratamiento se ha producido un encarecimiento de servicios que incidían directamente sobre la población. El ejemplo más plausible es el de la sanidad y los copagos. Estar enfermo cuesta. Ser mano de obra barata y estar enfermo, estar en paro: horas que no se trabajan, horas que no se cobran. El trabajo es barato pero la vida del trabajador es cara. Electricidad, agua, luz, medicamentos, comida, alquiler o hipoteca, IVA, tasas jurídicas…

Así, el optimismo macroeconómico derivado de la confianza de los mercados, trata de contagiar a una población hundida, a una población cada vez más consciente del cisma entre la cifra y el dolor de cabeza que no se puede pagar, cada vez más consciente de que el brote verde se alimenta de su podredumbre.

Hay explosiones. Hay movimientos. Hay gente que no se resigna a ser tratada como un precio de coste. No obstante, desde los estamentos políticos, erre que erre, se sigue incidiendo en que la única vía es la confianza de los mercados y tratan de demonizar estos movimientos con la excusa de que la inestabilidad social amenaza con romper la confianza. No hay más y si te manifiestas, si vas a impedir un desahucio o la construcción de un bulevar inútil, estás jugando con la confianza de los mercados y quizás en dos semanas suba el paro, la bolsa baje y la prima de riesgo se dispare.

En todo caso solo una pregunta les resulta pertinente: ¿Hay que profundizar en las reformas? Los mercados, a través de sus voceros, apuntan a que sí, empeñados en demostrar que la confianza es beneficiosa para todos. Pero si asumimos esto asumimos directamente una sociedad esclavizada por la directriz del ideal de coste cero, el cual es el horizonte de todo abaratamiento. En este sentido, la cifra macroeconómica, en términos positivos, solo indicaría la cercanía al ideal de mano de obra esclava, la cual es la mano de obra más barata. Y es en este punto en donde la baraja del optimismo macroeconómico salta por los aires y se pone de manifiesto que la recuperación de la que nos hablan busca disfrazar la lucha de clases, bajo cuyo prisma la confianza de los mercados no es más que un ataque a la clase trabajadora.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.