El gran jefe de Washington envió palabra de que desea comprar nuestra tierra. Consideramos su oferta, sabemos que de no hacerlo así el hombre blanco puede venir con pistolas a quitárnosla. … Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solo un desierto… La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja, … […]
El gran jefe de Washington envió palabra de que desea comprar nuestra tierra. Consideramos su oferta, sabemos que de no hacerlo así el hombre blanco puede venir con pistolas a quitárnosla. … Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solo un desierto… La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja, … Las ciudades están llenas de pánico a los ojos del piel roja. No existe un lugar pacífico en las ciudades del hombre blanco. … Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la tierra es nuestra madre…»
Jefe indio Seattle, Discurso dirigido al hombre blanco (1854) «Sobre Gerónimo» Manuel Sacristán.
Isaac Rosa, uno de los mejores escritores de la narrativa española, autor de novelas, relatos, ensayos y obras de teatro. Entre las novelas yo destacaría «El vano ayer», por la que le dieron en Venezuela el Premio Rómulo Gallegos. Además, otros como el del Ojo Crítico y el Premio de Andalucía de la Crítica, que se tradujo al cine con el título «La vida en rojo«. Después, publicó «El país del miedo«, considerada como la mejor novela del año 2008. «La mano invisible«, , novela sobre la precariedad en el trabajo, la desregulación y la deshumanización laboral a que nos ha llevado el sistema capitalista; fue publicada en 2011.
Ahora, tenemos «La habitación oscura«, en la que se pregunta a quien lee sobre sus condicionantes y su concepto de libertad, cuestionándonos la forma y el contenido del sistema que vive de lo banal, del vacío, donde ni la memoria, en cualquiera de sus aspectos, ni la perspectiva cuentan, donde tan sólo el espejismo del momento en que el sistema parecía «un mundo feliz», el conjunto de la vida convertida en un cuarto oscuro, habitación a la que se invita a entrar, invitando a entrar en bandeja para … ya implicados, conducir tu disposición. Y es que la mayor manifestación de poder es aquella que lo implanta sin que nadie se de cuenta, vendría a decir Maquiavelo.
Isaac Rosa nos muestra por qué y cómo no se nota que, creyéndonos más libres para hacer algo fuera de lo común, -sexo como otra forma de acumulación de objetos, movimientos de dinero y prestamos y dependencias, la espiral que hipoteca la vida y que aparentando escapatoria atrapa y condena más y más en cada movimiento realizado- se pierden todas las protecciones y todas las posibilidades de mejora. Y, llegado el momento, cuando los dueños del sistema de producción quieren recoger dividendos al final del engaño, se nos echa encima, o nos encontramos por sorpresa, con el aparato de fuerza del sistema capitalista, se hace la luz en la habitación oscura.
«Parece una exageración, dos cortinas, pero solo así estamos seguros de que no se filtra ni una aguja de claridad cada vez que alguien entra o sale de la habitación oscura«, nos dice Isaac Rosa al poco de comenzar. Donde te parece que eres más libre es donde el sistema te tiene más preso. Y eres más preso cuando no ves. Estás controlado, tu asimilación al, y dependencia del sistema de consumo absurdo te aísla, te individualiza y te hace entonces una presa fácil. ¿Recuerdas «Pinocho» y el pasaje en el que tras engañar a todos los chicos, con Pinocho entre ellos, los ponen a trabajar como pobres burros haciéndoles creer que no tienen ninguna posibilidad de salvación?. Han conseguido engañarte.
«No te quedes ahí. Vamos, entra, ya estamos todos.» Son las primeras palabras que Isaac Rosa ha escrito en su novela, y resultan una invitación tan significativa en la literatura y en el contenido de su novela que con ellas quedamos encerrados, hasta comprobar, al final, que nos hemos introducido en los condicionantes que no tienen vuelta.
Máximo Gorki cuenta en «Mis Universidades«, (por cierto, en la última edición hay un prólogo mentiroso sobre la vida del gran escritor soviético) pues cuenta Gorki que fue un policía el que mejor le explicó cómo establecía el Zar, el rey, su poder, cómo actuaba, cómo aprisionaba hasta el último de sus siervos: El Zar es una araña (viene a decir) que suelta su hilo y con el va envolviendo a todos sus súbditos, desde sus generales, pasando por los cargos políticos y los encargados de las direcciones económicas, a los comerciantes y hasta el último empleado trabajador. Así, con ese hilo invisible, tiene a todos envueltos. Es la hipoteca social.
En «La habitación oscura» Isaac Rosa nos muestra a un grupo de conocidos que estando en una fiesta en la que se produce un apagón, se va la luz, se mezclan sexualmente. Para cuando ha vuelto la luz han incubado el deseo de que se produzca otro apagón en la próxima reunión. Acabarán cerrando una habitación para dejarla a oscuras por completo, motivo por el que ponen dos cortinas espaciadas entre si a la entrada, con la finalidad de impedir el paso de cualquier claridad. La ceguera elegida no dejara de mostrarnos que el grupo está formado por individualidades aisladas, y que en lo que les ocurre, nos ocurre, hay un alimentador de la corrupción y la irresponsabilidad, que desde el más alto puesto de dominación social se nos va soltando, pasando por todas las áreas de poder, hasta el empleado de banca que vende las preferentes, el vendedor de pisos, el de coches, el vendedor de consumo absurdo, haciendo un tumor maligno del ego con la acumulación por la acumulación, un tumor que se genera hasta en el último de los siervos del sistema, un tumor social que produce ceguera, que sólo se te quitará, si no antes, cuando sientas cómo te cae todo el aparato de fuerza del sistema encima, entonces verás que ha vaciado tu vida.
El arco trazado por Isaac Rosa, desde la entrega a la banalidad del consumo como liberación personal, hasta la ruina que se hace insalvable, desde el cierre de las dos cortinas del comienzo hasta cuando se abren las cortinas al final, nos pide respuestas. «Llegará un momento en que la habitación oscura tampoco sea suficiente, que ni siquiera ahí dentro estaréis a salvo, se acabará resquebrajando y por las grietas se escapará la oscuridad; pero no lo veis porque todavía no tenéis suficiente miedo, aún confiáis en que esto sea solo un paréntesis, una mala temporada, que al final habrá un día en que os despertaréis y los periódicos titularán que la guerra ha acabado, la crisis ha acabado, y lo celebraremos abrazándonos en las plazas mientras llueve confeti, y entonces volveréis al mismo sitio donde estabais cuando todo empezó, y podréis retomar desde ahí la vida detenida, recuperar lo perdido, todo lo que esperabais y ahora no llega, y por eso os escondéis: no para que no os vean sino para no ver, para no actuar, para dejar pasar ese tiempo hasta que todo se arregle; por eso tampoco queréis pelear, elegís ser inofensivos, protestar pero sin romper nada, moviendo las manitas al aire y bailando en las sucursales bancarias, porque creéis que romper algo pondría en riesgo ese día en que todo vuelva a ser como antes, y mientras tanto seguimos perdiendo batallas, replegándonos mientras ellos avanza.» Quien lea se deslizará por una cuesta encontrado de frente contradicciones internas y externas que abren todas las cortinas.
En el primer capítulo tenemos además encuentros con formas literarias que hemos conocido en obras geniales. Isaac Rosa cuenta hacia atrás: Hemos visto la fórmula en «Viaje a la semilla«, de Carpentier; pasajes de «Matadero Cinco«; de «Las trece rosas«, de Ferrero; de Galdós en «Las tormentas del 48«; de «La flecha en el tiempo«, de Martin Amis,…Hay sonidos que, desde el fondo de la narración, nos traen algo del genial cuento de Cortázar «Casa tomada«, todas son narraciones magníficas, y esta de Isaac Rosa también.
La trampa del que llamamos liberalismo ha conseguido, con la colaboración extraordinaria de muchos, desideologizar a las clases trabajadoras y hacerlas creer que la lucha de clases era cosa del pasado y se estaba en el mejor de los mundos posibles, pero llega el final para quienes fueron engañados, para quienes han caído en la trampa, tan disimulada, después de haber actuado como propagandistas y defensores de quienes se han hecho los amos de todo lo habido: «Cuando la linterna desbarate la oscuridad nos dibujará como una multitud rendida, … , ya no hay tiempo, la claridad empuja por los laterales del cortinaje, espera a que lo descorran como un telón final, no te muevas, aguarda a que llegue la luz.»
Recuerden las palabras del Jefe indio Seattle en su discurso dirigido al hombre blanco, las palabras que figuran al principio de esta nota.
Título: La habitación oscura.
Autor: Isaac Rosa.
Editorial: Seix Barral.
Fuente: http://www.cronicapopular.es/2014/03/isaac-rosa-la-ceguera-elegida-y-la-repentina-claridad/