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Entre las urnas y las calles

Fuentes: Revista Debate

Quince años de chavismo enfrenta el desafío de una oposición cada vez más radicalizada. El liderazgo de Capriles, en jaque frente a la divisiones de su espacio

El reciente intento de provocar la caída del gobierno de Nicolás Maduro es un nuevo fracaso para la derecha venezolana en su intención de derrocar al chavismo que accedió al poder hace quince años. Las recientes protestas no desembocaron en una revuelta popular como esperaba la dirigencia opositora, golpeada por cuatro reveses electorales en poco más de un año.

Las derrotas suelen provocar divisiones y el desconcierto en las filas de la oposición aglutinada alrededor de la Mesa de Unidad Democrática es muy grande pues no logran conjugar el convencimiento de que representan a la mayoría de la población con un claro y contundente resultado en las urnas. Después del fallido golpe de Estado en 2002 y de boicotear las elecciones parlamentarias de 2005 apostaron por la vía electoral, convencidos de que los problemas económicos, la corrupción y la ineficiencia provocarían el derrumbe del chavismo. Esto los llevó a construir escenarios de victoria permanente y chocar contra la pared una y otra vez. Es lo que sucedió en las elecciones de octubre de 2012 cuando Henrique Capriles enfrentó a Hugo Chávez.

Después de instalar en los grandes medios internacionales un escenario mediático de triunfo -aunque más no sea por la mínima diferencia o de un fraude para mantener en el poder a Chávez- perdieron por 11 puntos frente a un Chávez enfermo que se jugó la vida en la campaña electoral. Desaparecido el denostado líder presentaron a Nicolás Maduro como un inútil incapaz de ganar. El chavismo movilizó a toda su gente en nombre del fallecido Chávez y ganó. Por menos de dos puntos de diferencia, pero ganó. La oposición, incrédula del resultado, y presa de su propio discurso triunfalista, no aceptó la derrota. Capriles incluso viajó sin éxito por el continente para menoscabar el triunfo de Maduro. Apostaron entonces todas sus fichas a las municipales de diciembre 2013 que presentaron como un «referéndum» a favor o en contra de la revolución bolivariana. Y la derrota fue aún mayor.

Enceguecidos por su odio al chavismo en su conjunto no pueden comprender la profunda mutación que sufrió Venezuela y en particular los sectores populares, ese «populacho» que Chávez transformó en pueblo portador de conciencia revolucionaria. Presentan un país en ruinas donde «todo se viene abajo» -como ellos mismos dicen- pero en 19 votaciones desde que asumió Chávez en enero de 1999 ganaron apenas en una oportunidad.

La derrota de diciembre caló hondo en las filas opositoras y minó la credibilidad de Henrique Capriles, vencido por Chávez y Maduro en menos de seis meses. Esto explica la reaparición de las figuras radicales que, frente a las sucesivas derrotas electorales, comenzaron a buscar la forma de desestabilizar a Maduro y provocar su caída en un año sin elecciones de ningún tipo. A su plan incluso le pusieron nombre: «La Salida».

Los sectores más radicales liderados por Leopoldo López aprovecharon movilizaciones juveniles del 12 de febrero, una fecha histórica en Venezuela, para acelerar el proceso. Los cortes de calle, la violencia, las imágenes de las diversas fuerzas del aparato del Estado reprimiendo y las muertes hicieron el resto.

La oposición se convenció de que la protesta iniciada en las zonas de clase media y alta se extendería hacia los sectores populares por la inflación, la dificultad para proveerse de algunos insumos básicos como la leche y el aceite, y la incapacidad del gobierno por encontrar soluciones rápidas a estos problemas. Sin embargo, nuevamente se equivocaron.

Los sectores populares que se beneficiaron -y mucho- de quince años de chavismo no se dejaron arrastrar por los reclamos de «libertad» o los gritos de «afuera los cubanos» que esgrimen en la zona Este de Caracas. No obstante, para el gobierno debe ser un toque de atención porque el descontento no existe sólo en las capas medias.

El chavismo es fuerte, pero los reclamos pueden galvanizarse en un frente policlasista si un líder opositor logra unificarlos hábilmente y presentarse como una alternativa atractiva frente a un movimiento que ya lleva quince años en el poder.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/?p=5706