Escribir un artículo como este es siempre un ejercicio para evitar la redundancia, oscilando entre el apasionado panfleto (no podría ser de otra manera) y el disgusto con los rumbos del actual pensamiento hegemónico de las izquierdas brasileñas. Al cumplir medio siglo del golpe militar del 1º de abril de 1964 (la dictadura en Brasil […]
Escribir un artículo como este es siempre un ejercicio para evitar la redundancia, oscilando entre el apasionado panfleto (no podría ser de otra manera) y el disgusto con los rumbos del actual pensamiento hegemónico de las izquierdas brasileñas. Al cumplir medio siglo del golpe militar del 1º de abril de 1964 (la dictadura en Brasil duró hasta 1985), mucho (o casi todo) ya fue reflejado al respecto. La propuesta aquí es una lectura (o más bien una relectura), donde modestamente hago un aporte para la comprensión de los efectos en el pensamiento igualitario brasileño, después de la conciliación simbólica del mayor partido de «izquierda» de América Latina (el PT) junto a los arenistas, supervivientes políticos oligarcas, que no sólo apoyaron la dictadura, sino que formaron parte activa de ella. Para los lectores que no son brasileños, la Alianza Renovadora Nacional (ARENA) era el partido oficial de apoyo la dictadura. Sabiamente los militares brasileños instituyeron el bipartidismo tutelado, donde la oposición tolerada era el Movimiento Democrático Brasileño (MDB, después transformado en PMDB en la reorganización partidaria de 1979, aún durante el último gobierno de general presidente).
Este analista ya ha escrito mucho al respeto y casi que faltan condiciones para escribir aún más. Así, para no estar repitiéndonos en sucesos y momentos de la historia reciente y anterior de Brasil, comienzo enumerando algunos tópicos en la forma de posibilidades:
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Un efecto nefasto que resulta del desaguar de la ira en las protestas ocurridas en Brasil en junio de 2013 fue la no-reivindicación de los mártires de la guerrilla brasileña contra la dictadura y por el socialismo. En todos los países de América Latina los muertos y desaparecidos políticos son una bandera permanente, siendo un factor unitario y de agregación del pensamiento igualitario.
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Parte de este abandono resulta de la falsa dicotomía entre lucha popular y masiva y enfrentamiento con la dictadura. El divisor de aguas para el lanzamiento de las agrupaciones guerrilleras en Brasil entra como una respuesta a la falta de resistencia del gobierno João Goulart (João Goulart, conocido por el apodo de Jango, era vicepresidente de Jânio Cuadros, y en 25 de agosto de 1961, cuando este renuncia, Jango estaba en viaje oficial a China) y el «remolquismo» del Partido Comunista Brasileño (*PCB, línea oficial de Moscu) en esa época -auge de la Guerra Fría y rotura Chino-Soviética- que era hegemónico en Brasil. Al no *esquematizar una resistencia y parecer más potente de lo que realmente era, el antiguo Partido hizo el feo servicio de desmoralizar a sus bases -al no resistirse y ni siquiera tener un esquema de salida anti golpe – y quedar al remolque de un gobierno *titubeante, que tampoco sabía – ni se preparó -para resistir la reacción de la derecha político-mediática-militar. La guerrilla (las guerrillas) llegó tarde y aislada, no tuvo tiempo de desarrollarse. Si la resistencia al golpe hubiera resultado en insurgencia habríamos tenido un conflicto prolongado y con oportunidades de victoria del pueblo. No fue lo que ocurrió.
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De ahí se comprende la autocrítica lacrimógena de ex-guerrilleros y la opción por vías equivocadas como la Apertura Amplia, General y Irrestricta (en 1979, la dictadura promueve la Amnistía para presos políticos y exiliados, y a la vez, perdona los autores de crímenes hediondos, como tortura, desaparición forzada y violación). También de ahí es comprensible la vocación electoral y el pánico de quebrar las reglas del juego, rebasando los niveles «tolerables» de confrontación. Hubo una sobrevida de las agrupaciones guerrilleras durante el Acta Institucional número 5 (AY-5, El Acto más duro de la dictadura, en 13 de diciembre de 1968, el régimen de los cuarteles suspende los derechos políticos, formaliza la guerra interna, instaura la pena de muerte a través de Interrogatorios Policiales Militares y suspende el habeas corpus para presos políticos por 10 días después del momento de la captura) y el compromiso de estos sobrevivientes como un apoyo y soporte del movimiento popular que emerge a finales del gobierno Geisel (Ernesto Geisel, general-presidente de 15 de marzo de 1974 al 15 de marzo de 1978) y tendríamos otra lectura del país. Definitivamente hay poca o ninguna oportunidad de profundizar ideas de cambio social profundo sin reivindicar los que cayeron en esta misma senda. Este abandono es la antesala de la traición a la causa, lo que vino a ocurrir a medida que la vía electoral se apuntaba cómo prioritaria.
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El hecho de que el PT nazca en una mezcla de apertura democrática y ascenso del movimiento popular le confiere legitimidad (a finales de los años ’70 estallan las luchas populares y sindicales que forman el «caldo de cultivo» y las bases sociales del entonces nuevo partido de izquierda, fundado en 1980), que viene a ser reforzada cuando esta confluencia de corrientes también hace la crítica al Este Europeo y a los partidos satélites soviéticos. Este factor de legitimación no condice con la línea cada vez más conciliadora y que poco a poco, en vez de transformar el aparato del Estado, es modificada por la convivencia con las otras fuerzas políticas que en la Unión (sinónimo del gobierno federal de Brasil) pululaban allí dese hacía décadas.
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Aún en esta legitimación, el estalinismo tan criticado (el PT fue creado como un partido antiestalinista) fue revivido en las prácticas internas, donde lo peor del estilo pragmático de Lenin se sumó a una lectura superficial de la hegemonía gramsciana y resultó en el ejercicio del poder céntral para mejorar las condiciones de vida de la población, abandonando cualquier idea de cambio social profundo y mimetizandose con el estilo de vida de los adversarios y enemigos anteriores. Es como una disculpa histórica: mejoramos la vida de millones, por lo tanto podemos hacer lo que consideremos necesario para eso. «¡Un paso al frente y dos para atras!», se hace el lema de hecho del pragmatismo que transforma ex-militantes y dirigentes históricos en una caricatura grotesca de sí mismos.
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No se puede ser injusto y afirmar que sólo el PT sufrió este mimetismo. El partido de Lula y José Dirceu siguió los pasos del grupo de los anteriores, tanto el «trabalhismo» (PDT, partido del líder político *Leonel de Moura Brizola, ya fallecido) como el estalinismo revivido (PC de la B, heredero del partido de Moscu, fundado en 1962, en ese entonces de línea china, después alineado con Albania, pero siempre optando por las alianzas nacional-progresistas y no necesariamente clasistas), como las oposiciones más «legalistas» (MDB y PSB) siguieron este mismo camino trágica. Recuérdese que la Constitución Federal de 1988, hoy bastión restante de la democracia representativa, tuvo su firma rechazada por el partido de José *Dirceu (José *Dirceu de Olivo y Silva, ex-guerrillero, líder estudiantil y uno de los fundadores del PT. Fue ministro-jefe de la Casa Civil en el primer gobierno Lula y hoy está prendido por corrupción en este periodo) por considerarla muy marcada por el Centrón (Centrón era el bloque de la derecha en la Asamblea Constituyente brasileña de 1987 y 1988). Hoy este grupo de conservadores y dinosaurios también atiende por el apodo de Blocazo (grupo formado por la mayor parte de los partidos aliados del gobierno de centro-izquierda comandado por el PT) y es la base de un gobierno presidido por una ex-combatiente de estas mismas prácticas.
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La década perdida del ’80, cuyo ápice político fue la derrota de Lula frente a Collor (Lula pierde la elección presidencial de 1989 ante Fernando Collor de Mello, siendo éste gobernador de uno de los estados más pobres del país y típico oligarca con relaciones con la dictadura, Collor terminó sufriendo un proceso de «impeachment» por corrupción habiendo renunciado el 29 de diciembre de 1992) con toda una operación mediática conjunta apouyándolo, que apuntaló su triunfo. En la época, Luiz Inácio disputaba con Brizola (Brizola compitió con Lula en la disputa por la segunda vacante al segundo turno de 1989), siendo que el ex-caudillo ya era visto como de estilo fuera de lugar y profundamente conciliador con oligarcas y amplios sectores de la derecha. Una década y media después y Lula, ya en el gobierno, hizo movimientos iguales o peores. En 1989, Fernando Collor de Mello era clasificado como hijote de la dictadura (lo que es un hecho incontestable); en el inicio del siglo XXI, pasa a ocupar la volátil base de gobierno, así como su perro de guardia, Roberto Jefferson (Roberto Jefferson Monteiro Francisco, abogado criminalista y político derechista que formó parte de la base de apoyo del primer gobierno Lula hasta romper con José Dirceu y comenzar a denunciar el escándalo de la compraventa de votos a través de una cuantía regular mensual).
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Todo culmina con el endoso del concepto de «presidencialismo de coalición» y la llamada de los arenistas a gobernar en conjunto. Escribí páginas sin fin sobre el tema, pero no me canso de retomarlo. Para quien viene del final del siglo pasado e inició su vida política en la década de ’80, el paradigma en São Paulo -y eso reflejaba todo el país- era la dicotomía entre el hombre de la dictadura, Paulo Salim Maluf (diputado federal por una de los subtítulos herederas de la dictadura, ex-gobernador indicado por los militares para el estado de São Paulo y hombre buscado por la Interpol por crimen y fraude financiero; obtuvo más de 500 mil votos en las elecciones de 2010), y el líder auténtico (aunque no radicalizado), Luiz Inácio de Silva. Cuando el PP (antes con otros partidos) va para el gobierno de Lula y después de este intercambia el ministerio de las Ciudades en el auge de la crisis del Mensalão (escándalo de compraventa de votos), sustituyendo al impoluto ex-gobernador de Río Grande Olívio Dutra (reformista, ex-gobernador del estado más al Sur de Brasil y hombre tenido cómo incorruptible) por Márcio Fuertes -tecnócrata con carrera en la dictadura- ratifica el absurdo de tener una disputa dentro del gobierno entre José Dirceu y Roberto Jefferson.
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Si en São Paulo el malufismo traducía lo peor de la dictadura en el nivel estadal, lo mismo se repetía en escala cuando el ex-presidente de ARENA, José Ribamar (vulgo Sarney, José Ribamar Sarney, el político más poderoso de Brasil, fue vicepresidente en la elección indirecta de 1985 y asumió cuando *Tancredo Nieves fue ingresado antes de tomar posesión, oligarca del estado del Maranhão y senador por Roraima, Estado amazónico, fue presidente del partido de la dictadura), termina siendo vice de Tancredo Nieves y toma posesión sin que el titular llegue a asumir. El PT se hizo la expresión política de las luchas populares durante este gobierno pifio, donde el PMDB ganó casi todos los gobiernos estadales del país (en las elecciones de 1986) y ejerció el Poder Ejecutivo de brazos dados con los ex-adversarios políticos de ARENA (entonces fracturado en el PFL, el Partido del Frente Liberal es una fractura del PDS, subtítulo que hereda la bandera de la ARENA, en el apoyo a la dictadura; en el colegio electoral de 1985, hubo una alianza entre el PMDB y los ex apoyos de la dictadura, organizados en el PFL) y recostado en el regazo de los militares. Gobernar con el apoyo de Sarney y su pandilla fue tan absurdo para el PT nacional como en São Paulo, aliarse con Paulo Maluf y otros sicarios de la dictadura.
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No espanta así la tímida (avergonzada) política de reconocimiento de los derechos humanos, del flagelo de la dictadura y los crímenes de lesa humanidad cometidos durante este nefasto régimen. El Brasil da menos castigos que Chile, estando el país del cobre aún bajo Constitución heredada de Pinochet. La (ex)izquierda brasileña -el ala hegemónica- tira la toalla, enfila al centro de la política y se hace una versión tropical de la social-democracia europea. Ahora, los socialdemócratas son el brazo derecho del eurocomunismo de post-Guerra, cuando los satélites del Kremlin eran el soporte de la democracia representativa en Europa. En América Latina estos satélites son los mayores adversarios de la lucha directa y el PT se ha levantado como el reformismo radical en oposición a este control centralizado. El ejercicio del poder en el Estado burgués resulta en el rumbo hacia la derecha, inequívoco y sin retorno. La reivindicación de los años de plomo, cuando ocurre, es por puro oportunismo, sirviendo sólo para legitimar la imagen del siniestro José Dirceu y compañía, José Genoino (José Genoino Guimarães Neto, ex-líder estudiantil, ex-guerrillero y presidente nacional del PT en el momento del primer gobierno Lula; también se encuentra prendido por corrupción activo en el acto de la compraventa de votos de los parlamentarios brasileños) a su lado, enterrando en el barro la memoria de los que cayeron combatiendo el régimen cuyo brazo político hoy es aliado de su gobierno.
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Desde ahí hallamos a una ex-guerrillera en el poder y esto no viene a implicar ninguna diferencia cualitativa en relación a la memoria de la dictadura y la lucha por los derechos humanos. Infelizmente, los muertos y caídos fueron re-enterrados cuando de la Amnistía y después en la aceptación de alianzas con los ex-enemigos políticos.
Esta larga reflexión en tópicos nos apunta algunos caminos. Uno de ellos, pasa por el repudio al gobierno de coalición y a la alianza con cualquier tipo de partido a la derecha. Definitivamente el PT es hoy un partido fundamental para la gobernabilidad y la centralización en Brasil. Tiene políticas sociales distributivas, pero es sólo eso. Pifia en todos los aspectos de una política de izquierda y cada vez tiene menos democracia interna (su diferencia inicial en relación a los partidos anteriores), funcionando en torno a caciques y al líder carismático.
Otro camino pasa por entender que necesitamos de un proyecto universal, donde la herencia del colonialismo sea *repudiada junto a la estructura de seguridad pública (heredera directa de la dictadura) y es necesario reinventar todo el discurso. Una plataforma popular puede tener como pilar al menos reivindicar a los caídos, en especial los menos reivindicados, tales como el guerrillero Osvaldo Orlando de la Costa (Osvaldão del Araguaia, guerrillero que murió en combate en 04 de febrero de 1974, cuando la guerrilla era organizada por el PC de la B sumada con el ingreso de los miembros de Acción Popular, organización política de la izquierda católica) y el obrero Santo Días de Silva (líder sindical y popular en São Paulo en la segunda mitad de los años ’70, asesinado en 30 de octubre de 1979 en el auge de una huelga metalúrgica, es homenajeado en la película Ellos no usan Black tie, clásico del cine antes del teatro realista brasileño). Aunque con orientaciones políticas equivocadas, estos militantes simbolizan lo mejor del país, popular, universal y *afro-centrado, tal como una sociedad de quilombo. El ingeniero baiano y capoeirista Carlos Marighella (ex-líder del PCB, rompe con el partido de Moscu, se alinea con la OLAS y es fundador de la Acción Libertadora Nacional, ALN, cayó en combate en 04 de noviembre de 1969, en São Paulo), sigue el mismo camino, donde la militancia se encuentra con la cultura popular de matriz africana, haciendo el sincretismo entre teoría y praxis política, aunque tardío. Estos mártires sobrepasan sus partidos y a sus antiguos compañeros hoy en posición dudosa.
El tercer paso, finalmente, sería un proyecto político donde abiertamente se discuta la democracia directa y participativa en consonancia con un modo de producción igualitario y distributivo sobre una base de recursos de poder y circulación equilibrada. Nuevamente el pueblo brasileño suministra la salida, con la obra magistral de Milton Almeida de Santos (03/05/1926-24/06/2001 -nuestro geógrafo por excelencia- y su observación sobre la economía política del territorio, cuando vemos la distribución espacial desigual y la urgente necesidad de hacer lo inverso.
Tal vez la persecución del PT contra la izquierda restante apunte al camino de que la vía electoral ciega e impide la realización. El camino también pasa por la comprensión que por encima de la ley está el derecho y los derechos colectivos sólo vienen con lucha popular y no con medidas del Ejecutivo. La mejoría de las condiciones materiales de vida sin una reivindicación directa crea reservas electorales y la desmovilización. Después de diez años de aguas paradas parece que el aniversario del Golpe de 1º de abril opera como despertador histórico. Quién se alía con los asesinos del pueblo brasileño es cómplice de estas muertes. El mismo aparato represivo que combatió la guerrilla estructura las Policías Militares (PMS, son la policía ostensiva de Brasil y están bajo el mando de los 27 gobiernos estatales, contando el del Distrito Federal) del país y promueve el genocidio continuo contra la mayoría negra y la descendencia indígena. Si cada carro patrulla (camburão) tiene un poco de navío negrero, la máquina de tortura de la dictadura fue creada también de las comisarías y reparticiones policiales, reclutando sus peores elementos para combatir la militancia. Contra eso no hay tolerancia. Memoria, Verdad y Justicia es traer a los guerrilleros Osvaldão, Virgílio Gomes de Silva, Zequinha, Iara, Santo Días, Carlos Mariguella, Eleniras y centenares de otros y otras caídas y mártires de la calle. Todos los países de América Latina combatieron el neoliberalismo de las décadas de ’80 y ’90 del siglo XX con la bandera de los muertos y desaparecidos políticos como estandarte unitario de las izquierdas. Es la hora de Brasil de reinventar su militancia, esta vez no eurocentrica y de base popular y libertaria. Simultáneamente, es urgente romper con lo peor de la conciliación de clase, con los acuerdos de la Apertura de Geisel y Golbery (Golbery de Couto y Silva, general del Ejército y tenido como el mayor cerebro de la dictadura, estratega, geopolítico y responsable por la organización del aparato seguridad e informaciones del régimen milite) y del gobierno de coalición con Maluf, Sarney y compañía.
Que las protestas de junio de 2013 y la lucha por la memoria de los caídos en la dictadura en marzo de 2014 sean el periodo para madurar esta conciencia en gestación. Aún queda tiempo, más allá de las urnas y con la democracia de base como substrato de la lucha directa, siempre habrá tiempo.
Bruno Lima Rocha es docente de relaciones internacionales, ciencia política y también de periodismo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.