Si los del global-imperial estuvieran hechos de otra pasta y tuvieran otros comportamientos, lo más razonable sería recomendar la lectura del artículo que Javier Sampedro, biólogo y excelente periodista científico, publicó el pasado viernes -¡25 de abril sempre, 25 de abril sempre!-en El País [1]. Como se ponen como se ponen, al borde de un […]
Si los del global-imperial estuvieran hechos de otra pasta y tuvieran otros comportamientos, lo más razonable sería recomendar la lectura del artículo que Javier Sampedro, biólogo y excelente periodista científico, publicó el pasado viernes -¡25 de abril sempre, 25 de abril sempre!-en El País [1]. Como se ponen como se ponen, al borde de un feroz ataque de nervios antirebeldes si reproducimos sus «sagrados» artículos, tomo pie en el trabajo publicado y señaló de paso que lo que en él se nos cuenta es, en mi opinión, un excelente ejemplo de ciencia aliada, de ciencia cooperativa, de ciencia realizada con fondos públicos, de ciencia alejada de los designios y finalidades de grandes corporaciones descreadoras del mundo y sus pobladores. En definitiva, de ciencia crítica amiga de los más desfavorecidos, no ciencia servil al dictado de los objetivos de los poderosos. Todo ello a propósito de un insecto, de la mosca tsé-tsé.
La mosca en cuestión es el insecto que propaga la tripanosomiasis (la enfermedad del sueño). En el África subsahariana, el dato geográfico no es marginal. Su genoma, señala JS, «revela ahora que la leche que usa para alimentar a sus larvas es similar a la de los mamíferos; que necesita bacterias simbióticas para sintetizar los nutrientes que no le aporta la sangre humana que chupa; que de hecho ha incorporado a su genoma el ADN de algunas de esas bacterias y de algunos virus; y que ha perdido muchos genes relacionados con la percepción sensorial y el sistema inmune». Estos hallazgos científicos marcan sus puntos débiles que nosotros podemos explotar para reducir, no destruir, «la población de moscas tse-tsé en África», y, con ello, la enfermedad del sueño. Amenaza a 70 millones de ciudadanos africanos (algo así, como la población de Alemania) y diezma, por si fuera poco, su producción ganadera.
La mosca prosigue JS, puede parecerle a un observador no muy puesto, una variedad gigante de la Drosophila (de la que solía hablarnos Manuel Sacristán en sus clases de Metodología de las ciencias sociales como mártir experimental destacado de la biología moderna), «la mosca del vinagre que adorna las fruterías de cualquier mercado occidental, y de cualquier laboratorio de genética del mundo». Pero el diablo ciertamente mora en los detalles (y en los consejos de Administración corporativos): «en sus mandíbulas modificadas como cuchillas para hendir la piel de los humanos y de su ganado, en su refinado instinto para olfatear a sus futuras presas, en su singular afición por el color azul y, desde luego, en los tripanosomas que lleva dentro y que transmite a sus víctimas mientras se alimenta de su sangre». Todas estas perniciosas propiedades para nuestra especie y otros seres vivos «tienen su explicación en el genoma recién secuenciado, que pertenece a Glossina morsitans, una de las 21 especies descritas de tse-tsé.»
Y ahora llegamos al punto:
La lectura del genoma de Glossina ha implicado a 146 investigadores de 78 instituciones científicas pertenecientes a 18 países. Nada menos. Es, además, «un proyecto enteramente público y altruista promovido sobre todo por el Instituto Sanger Wellcome Trust , uno de los nodos del proyecto genoma público, con sede en Cambridge, Reino Unido.» El consorcio internacional, ¡público y altruista!, ha presentado sus resultados en un trabajo publicado nada menos que en Science y «otros 11 en PLOS Neglected Tropical Diseases, PLOS ONE y PLOS Genetics.» Sus resultados, por supuesto también, «son de libre acceso y gratuitos para toda la comunidad científica internacional.»
Cooperación, investigación pública, finalidades sociales, son las notas de esta magnífica melodía.
El codirector del estudio Matthew Berriman, del Instituto Sanger, lo ha explicado con claridad y distinción (lo cita JS): «Las moscas tse-tsé portan una enfermedad potencialmente mortal e imponen una carga económica enorme a los países que peor pueden soportarla, porque obligan a los granjeros a criar un ganado menos productivo por el mero hecho de que es más resistente a los tripanosomas. Nuestro estudio acelerará un tipo nuevo de investigación destinada a explotar la singular biología de esta mosca; cuanto más la entendemos, mejor podemos identificar sus debilidades, y usarlas para controlar este insecto en las regiones africanas donde es endémica». Además de los miles de víctimas humanas y la discapacidad que causa, recuerda JS, «la tripanosomiasis mata a tres millones de cabezas de ganado cada año». ¡3 millones de cabezas anuales!
Los investigadores del consorcio han identificado los 12.300 genes de Glossina, apunta JS, «incluyendo los que fabrican sus 46 proteínas del olfato y sus 14 proteínas del gusto; este último es un número excepcionalmente modesto -la mosca Drosophila tiene 73-, debido a que la tse-tsé no tiene que bregar con un complejo universo de sabores». ¡Solo se alimenta de sangre!. «Glossina es uno de los pocos animales que no tienen gusto por el azúcar. Son las ventajas del estilo de vida parasitario». Y una buena noticia para los diabéticos, añade JS con una broma más que aceptable.
Finalmente dato curioso y revelador sobre los vericuetos de la evolución biológica, concluye JS, dándonos al mismo tiempo una lección de darwinismo acaso un pelín sesgada: «la mosca dedica nada menos que 250 genes a garantizar que su saliva facilite la ingestión de sangre humana sin estorbos; pero el tripanosoma que lleva dentro ha evolucionado para disminuir la eficacia chupadora de esa saliva». ¿Y eso por qué? ¿Qué sentido tiene esa evolución «regresiva»? El siguiente: es «la estrategia del parásito para obligar a su mosca huésped a morder a más y más personas para obtener su alimento, y garantizarse a sí mismo una propagación más eficaz». ¡La lucha por la supervivencia!
El diablo mora en los detalles, añade de nuevo Sampedro, y las buenas noticias, añadimos nosotros, moran en procesos de cooperación científica, públicos y al servicio de causas nobles, una ciencia no servil a la cuenta de resultados de grandes corporaciones insaciables. Un científico y filósofo como Manuel Sacristán lo expresó hace más de medio siglo, en Horitzons, en los siguientes términos: » La esencia de la ciencia se encuentra mucho más en las palabras del presocrático [Anaxágoras] que grita «el Sol no es un dios, sino un trozo de piedra incandescente» que en los servomecanismos de las máquinas electrónicas que computan los datos óptimos para la propaganda de la Coca-Cola (sin que con esto pretendamos, naturalmente, que la ciencia como técnica no sea un momento del concepto global de ciencia)» [2].
PS: No es la mosca tsé-tsé desde luego, pero aquí tenemos otro ejemplo de ser vivo altamente peligroso que también se alimenta de sangre, de angre obrera en su caso. «Mónica de Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios, propuso el jueves 24 de abril pagar sueldos inferiores al Salario Mínimo Interprofesional a los trabajadores menos cualificados y reducir la brecha del coste del despido entre los trabajos temporales y los indefinidos». De Oriol ha pedido al Gobierno «una «segunda vuelta» de la reforma laboral que habría de ir acompañada de una mayor reducción de empleos en la Administración Pública y de una rebaja de cotizaciones para las empresas en el marco de la reforma fiscal.» De Oriol recordó que, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, «alrededor de un millón de personas, muchos de ellos jóvenes, han quedado sin trabajo ni cualificación, pero no considera acertado que la normativa obligue a pagar a estos trabajadores, «aunque no valgan para nada», un salario mínimo «que no producen».Ahora bien, añadió, ¡oído al parche!, «todos compramos cuando lo que se nos ofrece es a precio razonable». La presidenta del Círculo de Empresarios añadió «que la actual prestación por desempleo no incentiva la búsqueda activa de empleo y favorece situaciones de «parasitismo» entre los desempleados».
¿Y no haremos nada para evitar que seres vivos de esta ferocidad arrasen con conquistas sociales obreras?
Notas:
[1] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/04/24/actualidad/1398360794_475995.html
[2] Manuel Sacristán, Sobre dialéctica, Barcelona, El Viejo Topo, 2009, p. 45.