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Dos años después

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanos y ciudadanas

Fuentes: Rebelión

Para Neus Porta. In memoriam Un poema, no fechado, y un texto de 1996 enviado a la dirección política de IU de aquellos años (Julio Anguita y Víctor Ríos entre otros compañeros y compañeras) [1] pueden resumir la perspectiva central de FFB en el ámbito de la universidad democrática y, más en general, de las […]

Para Neus Porta. In memoriam

Un poema, no fechado, y un texto de 1996 enviado a la dirección política de IU de aquellos años (Julio Anguita y Víctor Ríos entre otros compañeros y compañeras) [1] pueden resumir la perspectiva central de FFB en el ámbito de la universidad democrática y, más en general, de las diversas luchas ciudadanas de estos últimos 50 años.

El (paradójico) poema encontrado entre sus papeles de trabajo, actualmente depositados en la Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra:

Cuando yo era joven

los jóvenes a quienes trataba

lo tenían todo claro.

Si uno decía «no sé, no sé»

le llamaban vacilante y caga dudas.

Ahora que empiezo a ser viejo

y creía empezar a saber algo de algo,

los jóvenes a los que trato

me dicen:

«No sé, no sé, el mundo es muy complejo».

Tal vez por eso

hoy me gustan los jóvenes de ayer

tanto como ayer

me gustaban los jóvenes de hoy.

El texto, que no habla directamente de las luchas universitarias de los años noventa, tiene una mirada más general:

«En la actualidad existen movimientos sociales críticos y alternativos (feministas, ecologistas, pacifistas, de objetores e insumisos, de solidaridad y cooperación, vecinales, etc.) cuya actividad no solo tienen que ser tenida en cuenta sino que hay que complementar con las propuestas especificas de los sindicatos de clase. Ya en las condiciones actuales las plataformas cívicas en favor de los derechos sociales pueden llegar a ser la concreción de una política sindical de alianzas con otros sectores ciudadanos no sindicados, con personas y organizaciones sociopolíticas que siempre han estado próximas a los sindicatos y que son, además conscientes de los problemas de los trabajadores asalariados.

Sus objetivos son: 1. sociales y, en consonancia con ello; 2. generalizar a todo el país esa reflexión sobre el empleo, sobre los derechos laborales, sobre la recuperación del valor de la negociación colectiva y sobre el papel de los sindicatos para: 3. propiciar la movilización de los sectores sociales interesados, de los parados, de los desempleados, la vivienda, la sanidad, de los excluidos, de los trabajadores y trabajadoras en precario, de los sindicatos y en general de las personas sensibles que en nuestra sociedad se dan cuenta de cómo se están perdiendo derechos que ha costado mucho sudor y mucho esfuerzo conseguir a través de la lucha social y democrática. Una política sindical de alianzas que tome la forma de una plataforma cívica a favor de los derechos sociales tiene, pues ante si la tarea de acercar, discutir y poner de acuerdo un abanico de intereses y deberes muy diversos. Podría proponerse como objetivo inmediato transmitir a los ciudadanos, sindicados o no, en un momento particularmente complicado, los datos básicos de la desigualdad social actual, así como las propuestas para corregirla. Lo primero que una política de alianzas a la altura de las circunstancias ha de tener en claro es su relación con los poderes existentes. De eso depende la autonomía sindical. Y más en este momento crítico, de final de fase del proyecto político iniciado en 1982.»

La siguiente «Noticia bibliográfica», que lleva su firma, puede ayudarnos para probables lecturas complementarias:

1. Una cronología bastante completa para el período 1965-1975 es la elaborada por Rafael Argullol, Francisco Fernández Buey y Alejandro Pérez en «Diez años de movimiento universitario», Materiales 2, marzo-abril de 1977, págs. 49-70 (aunque con cierta desproporción en favor de la descripción de acontecimientos barceloneses). Se puede completar con la cronología que ofrece Horizonte Español 1972 para los años que van desde 1966 hasta esa fecha: París, Ruedo Ibérico, 1972, tomos 1 y 2.

2. Documentos. La antología más amplia sigue siendo Documentos del movimiento universitario bajo el franquismo, en Materiales, extra-1, Barcelona, 1977, 381 páginas., donde se recogen proclamas, manifiestos, declaraciones y panfletos aparecidos en las universidades españolas (sobre todo Madrid y Barcelona) desde 1964 hasta 1975.

A destacar, la selección es de FFB:

-«Manifiesto de la I Reunión Coordinadora Nacional de Estudiantes», marzo de 1965, Documentos, págs. 28-30.

-«Anteproyecto de Programa Democrático Universitario de la Universidad de Madrid», noviembre de 1965, Documentos, págs. 46-48

-«Asamblea Constituyente del SDEUB: principales documentos aprobados», Documentos, págs. 61-76.

-«La hora del radicalismo estudiantil» (colección de proclamas y llamamientos de los años 1968 a 1971 aparecidos, en su mayor parte, en la Universidad de Barcelona), Documentos, 95-166.

-«Primera asamblea de PNNs de universidad del estado español. Documentos aprobados», mayo de 1972, Documentos, págs. 179-196.

-«Primera conferencia de los profesores comunistas de las universidades españolas», mayo de 1973, Documentos, págs. 211-220.

-«Acuerdos de la Reunión General de Universidades, abril de 1974, Documentos, 231-233.

– «Per una Universitat nova en una societat democràtica», febrero de 1975, Documentos, págs. 259-264.

– «Resolución de la 11 Asamblea estatal del PNNs», abril de 1975, Do.cumentos, 277-278.

– «Propuestas de programa y organización de los estudiantes», febrero de 1976, Documentos, 308-322.

3.Testimonios e interpretaciones que FFB tuvo en cuenta en el libro:

ALMARCHA, M. A. Autoridad y privilegio en la universidad española. Estudio sociológico del profesorado universitario. Madrid, CIS, 1982.

ARANGUREN, J. L. El problema universitario. Barcelona, Nova Terra, 1968.

ARGULLOL, R. «Reflexión sobre los años radicales. El movimiento estudiantil de 1968 a 1971», en Materiales 2, marzo-abril de 1977.

BURILLO, J. (ed.). La universidad actual en crisis (Antología de textos). Madrid, Novelas y cuentos, 1988.

COLOMER ,J. M. Els estudiants de Barcelona sota el franquisme. Barcelona, Curial, 1978, 2 vols.

CREXELL, J. La caputxinada, Barcelona, Edicions 62, 1987.

EQUIPO LÍMITE. La agonía de la universidad franquista. Barcelona, Laia, 1976 (prólogo de Manuel Sacristán).

FABRE, P. Le mouvement etudiant a Barcelona (1956-1968). Institut d’Etudes Politiques. Memoire de DEA d’Histoire du XX’ siécle, septembre 1988.

FARGA, M. J. Universidad y democracia en España. Treinta años de lucha estudiantil. México, ERA, 1969.

FERNÁNDEZ BUEY,F. «La insólita aunque breve, experiencia de un sindicato democrático bajo el fascismo», en Materiales núm. 2, marzo-abril de 1977, págs. 71-83.

FERNÁNDEZ BUEY, F. «Nota introductoria» a Documentos del movimiento universitario bajo el franquismo, Materiales, extraordinario número 1, Barcelona, 1977.

LEON S. «Notas sobre el movimiento estudiantil en España», Horizonte Español 72, tomo 2, págs. 157-179.

MARSAL, F. Pensar bajo el franquismo. Intelectuales y política en la generación de los años 50. Barcelona, Península, 1979.

MIGUEL, A. DE. Diagnóstico de la Universidad. Madrid, Guadarrama, 1973.

NIETO, A. La ideología revolucionaria de los estudiantes europeos. Barcelona, Ariel, 1971.

NIETO, A. Y MONEDERO, C,. Ideología y psicología del movimiento estudiantil. Barcelona, Ariel, 1977.

PÉREZ DÍAZ, V. Cambios tecnológicos y procesos educativos en España. Madrid, Seminarios y Ediciones, 1972.

SACRISTÁN, M. Tres lecciones sobre la universidad y la división del trabajo, en Realidad, núm. 21, septiembre de 1971 (ahora en Panfletos y materiales 3, Barcelona, Icaria 1985).

TIERNO GALVÁN, E. La rebeldía estudiantil y el problema de la universidad. Madrid, Hora H, 1973.

VARIOS AUTORES. La universidad en transformación. Barcelona, Seix Barral, 1966.

VARIOS AUTORES. La Universidad. Madrid, Ciencia Nueva, 1969. PARA LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO DE PROFESORES NO-NUMERARIOS DE UNIVERSIDAD [1972-1984]

De temáticas universitarias, de magisterios ciudadanos, de arriesgadas y castigadas luchas democráticas y antifranquistas nos gustara hablar a lo largo de este agosto de 2014, dos años después del fallecimiento del autor de Por una universidad democrática.

PS: Este pasaje de una entrevista a Manuel Sacristán que apareció por vez primera en Escuela 75, publicación del Seminario de Pedagogía del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados de Valencia, año II, nº 4-5, octubre-noviembre 1976 (reimpresa posteriormente en Intervenciones políticas. Panfletos y materiales III, Barcelona, Icaria, 1985, pp. 261‑275) señala algunos de los puntos que se comentarán en estas entregas:

«[…] Mi visión y mi recuerdo son parciales, porque yo no viví directamente más que el movimiento de Barcelona. Los de Madrid y Valencia, etcétera, los conozco sólo por referencia.

En lo que respecta al de Barcelona, creo que para cualquiera que lo haya vivido hay algo que destaca por encima de todo en el recuerdo: la autenticidad democrática del SDEUB. Aquello fue una combinación de democracia directa con sistemas de representación eficaces que, dentro de la problematicidad de todas estas complicadas cosas, resultó admirable. De verdad el delegado era una persona que decía lo que su asamblea había dicho y respondía ante ella poco después. Aquello fue de una calidad política que no he vuelto a ver nunca, salvo, acaso en pequeños grupos muy cultivados políticamente y homogéneos ideológicamente. Las cualidades de la vida comunitaria que parece que no se pueden experimentar más que en grupos de poquísimas personas estuvieron presentes, en mayor o menor medida, según los casos, en una población estudiantil que rebasaba las diez mil personas. Por lo menos ocho mil fueron activos en aquella especie de epifanía democrática, de rara vivencia común. Supongo que en algunas zonas de la población estudiantil de París debió ocurrir algo parecido en mayo de 1968. Pero dudo que con los altos porcentajes del SDEUB».

Esa era la enseñanza principal del SDEUB, la autenticidad -palabra no siempre cómoda para Sacristán- de su democracia de base.

«Otra lección que vale la pena aprender es no el Sindicato, sino la tenacidad política que llevó a él. El SDEUB cuajó a los ocho años de esfuerzo continuado en una misma línea política, muy minimalista, desde luego, pero por consciencia de sus debilidades, por saber que la correlación de fuerzas era infinitamente desfavorable en el plano político y en el social y que, por lo tanto, no se podía conseguir grandes cosas. No por eso se dejaba de dar, año tras año, pasos en el mismo sentido: democratización del sistema representativo del SEU, ampliación del número de delegados, etcétera. Todo eso se buscaba abiertamente, aunque no se puede decir que legalmente. En el transcurso de aquella modesta larga marcha todo transcurrió con una coherencia que es importante subrayar: nadie perdió los nervios, promociones de estudiantes se sucedieron una tras otra buscando lo mismo, la liquidación de un aparato opresor, el SEU, y su sustitución por algo. Es cierto que la sustitución no duró gran cosa (ni podía durar), pero como modelo de destrucción de un aparato tiránico no creo que la labor de aquel movimiento tenga muchos ejemplos equivalentes.

Me gustaría recordar que en la fase crítica del movimiento, cuando hubo que orientarse ya definitivamente al paso esencial, que era abandonar el SEU, se tuvo la suerte de una concentración de dirigentes estudiantiles de gran calidad en Barcelona, particularmente el comité estudiantil del PSUC de aquellos años. Recuerdo vivamente la impresión que me produjeron los actos y los papeles preparatorios de la Capuchinada. la calidad política, expresiva, analítica, argumentativa de aquel trabajo no se encontraba entonces fácilmente, ni siquiera en la actividad de los organismos políticos más competentes.»

Pero también convenía repasar en las lecciones negativas, lo que la historia del movimiento del SDEUB debía enseñar a no repetir.

«Por lo pronto, la misma idea de un «Sindicato» estudiantil era bastante artificial. Los dirigentes estudiantiles se vieron, en mi opinión, forzados a usar la palabra «Sindicato» porque el SEU se llamaba así. (Las organizaciones estudiantiles de izquierda no se habían llamado en España Sindicatos, sino Federaciones, etcétera.) No hay duda de que una organización estudiantil ha de tener elementos asistenciales, de promoción profesional; pero no me parece tan claro que esos elementos, en el caso estudiantil, lleguen a configurar la idea de un sindicato. En primer lugar, entre estudiantes el elemento ideológico-político será siempre muy importante, y en momentos críticos será predominante. Una persona de diecinueve o veinte años se suele asociar por motivos de diversión o por motivos de orden moral. Difícilmente -aunque no niego que haya casos‑ por motivos corporativos. Creo que a esa edad uno tiene la cabeza demasiado ancha, y demasiado bien irrigada por el corazón, para ser corporativista. Un sindicato obrero no tiene por qué ser corporativo, naturalmente, pero es que un sindicato obrero es un organismo de clase, mientras que el estudiantado no es una clase, no es un sujeto de la lucha de clases, antes bien: en su seno hay luchas de clases, o repercute la lucha de clases.»

Hacía esta observación en el intento de contestar con precisión a la pregunta formulada sobre las enseñanzas del SDEUB. Rpetía y resumía:

«En mi opinión, habría que aprender de la experiencia del movimiento que llevó al SDEUB su autenticidad democrática en un sentido muy material. Aprender a desprenderse de sectarismos, de espíritu de capilla, a reírse ya para siempre de las disputas tontas de los estudiantes de los años 68 y siguientes alrededor de un adjetivo o de un adverbio, de la malevolencia de las disputas sectarias por la cual el miembro de la secta A tiende a pensar que el miembro de la secta B, que discrepa de él, no es que se equivoque, sino que es un mal hombre, un traidor, etcétera. Esto habría que aprender de aquel intento: su generosidad, su capacidad de reconocer la autoridad de la asamblea, la capacidad que sus dirigentes tuvieron de ser meros ‑y espléndidos‑ portavoces.

En cambio, no creo que se deba reproducir la idea de sindicato estudiantil, y veo, sin embargo, que es, en parte, algo que ahora se está intentando: me parece ver en la Universidad un intento sindicalista y, además, sectario, o sea, las dos cosas más opuestas a las lecciones del SDEUB. Como he dicho, creo que el SDEUB, a pesar de su nombre, no fue un sindicato, sino un movimiento más o menos organizado (muy bien organizado en su mejor momento) sobre la base de la asamblea y la delegación vinculada de la asamblea. Ahora, en cambio, me parece ver el peligro de que salga un sindicato de tendencia corporativista y, encima, sectario: inspirado no por ocho añ os de lucha constante y protagonismo de masas, sino por una consigna desde lo alto (muy relativamente alto, por lo demás …).»

De todos modos, concluía Sacristán, en estas últimas dos semanas -noviembre de 1976- «me parece que el proyecto sectario y burocrático está siendo superado en Barcelona por un movimiento amplio con base en los cursos. Que así sea.»

Notas:

[1] Agradezco a Nieves Fernández Buey que me haya facilitado este texto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.