La crisis del Banco Espirito Santo (BES), el más poderoso banco familiar en Portugal durante los siglos XX y XXI, ha desencadenado una respuesta tardía pero incisiva y un debate nacional notable. Muchos de los detalles y las implicaciones de la decisión conjunta del Banco de Portugal, el Gobierno y la Comisión Europea siguen sin […]
La crisis del Banco Espirito Santo (BES), el más poderoso banco familiar en Portugal durante los siglos XX y XXI, ha desencadenado una respuesta tardía pero incisiva y un debate nacional notable.
Muchos de los detalles y las implicaciones de la decisión conjunta del Banco de Portugal, el Gobierno y la Comisión Europea siguen sin conocerse, y las comparecencias de ayer en el parlamento no han ayudado mucho. Sin embargo, es obvio que existe un pulso continuo entre los otros bancos y el Gobierno para determinar las condiciones actuales y futuras de la nueva entidad, que va a salir de este proceso con un balance limpio … y español. Por eso este debate es tan importante.
Hasta ahora, él debate ha tenido dos aspectos principales.
¿Ha tenido éxito la operación Carlos Costa?
El primero es sobre la viabilidad de la operación. En defensa del gobierno, João Miguel Tavares se alineó con la tesis de la protección de los contribuyentes. Por el contrario, Pedro Santos Guerreiro , José Vitor Malheiros o Sandro Mendonça, entre otros, han subrayado los riesgos futuros en este cuento de hadas. Paul de Grauwe, que fue asesor de Barroso, no duda en acusar al gobierno de engañar al país. Categóricos, Bagão Felix o Alexandre Abreu han hecho hincapié en la contradicción entre el discurso oficial, que se ha basado en el «no hay dinero» para mutilar el Estado del Bienestar, y esta inyección masiva, fácil e inmediata de capital.
La operación Carlos Costa ¿tiene fundamento jurídico?
El segundo aspecto de este debate es acerca de la forma jurídica escogida y sus múltiples implicaciones en futuros litigios. Ricardo Cabral expresó sus reservas sobre la legalidad de la utilización de gran parte del fondo de recapitalización del sistema financiero en una operación de rescate bancario (aquí y aquí), ya que la ley no prevé este tipo de préstamos en este caso.
Así que estamos ante la privatización de un banco privado con dinero público y sin cumplir con las normas legales. Pero, como hemos aprendido en la Unión Europea, que tolera así una expropiación del capital -¡violación del sacrosanto derecho canónico de la propiedad! ¡escandalosa intervención en la libertad de movimientos de capital! ¡atentado a la confianza de los mercados!-, todo vale cuando lo autorizan las autoridades europeas, líder supremo.
¿Por qué no han surgido alternativas?
Sin embargo, en este debate no se han presentado hasta ahora alternativas. Faltan propuestas. Propuestas estudiadas, exactas y precisas. El espacio público no puede permitir que ningún candidato al parlamento o al gobierno no ofrezca soluciones. Concretas. Con un plan contable verificable y transparente.
Las preguntas que se plantean son entonces las siguientes. ¿Qué debería hacer el estado ante la crisis del BES? Y además, ¿cómo se puede evitar este trágico destino que son los escándalos sucesivos, siempre con el mismo patrón, pero cada vez más grandes y más estructurales? (porque el BCP habría situado 700 millones en paraísos fiscales y se vio obligado a registrar pérdidas de 300 millones de dólares; se dijo que el BPN tenía un descubierto inicial estimado en 700 millones, y ahora se descubre que el banco más emblemático de nuestra historia moderna tiene un agujero de 1.500 millones, producido en sólo dos semanas).
La respuesta a estas dificultades es la clave para una solución para Portugal. Y este esfuerzo es necesario, para que el país no lo deje pasar como un escándalo de verano que se escabulle en silencio entre las noticias sobre los incendios forestales o el comienzo de la liga de fútbol. Si no queremos que se repita la historia, son necesarias propuestas y alternativas serias.
Téngase en cuenta que el PS apoyó la solución Carlos Costa, aunque no está claro con qué razones. Paulo Portas, tal vez molesto por la expropiación de la familia Espíritu Santo y otros accionistas, utilizó quirúrgicamente la expresión «la solución más aceptable». ¿Realmente no hay alternativa?
La solución que presenté en julio
Mi propuesta de solución , que presenté con algunos colegas (Ricardo Cabral, Eugenia Pires y Pedro Nuno Santos) a principios de julio es conocida. Quiero volver a insistir en esta propuesta.
Consideramos entonces que tenemos que resolver simultáneamente dos problemas: reducir la deuda externa neta del país y hacer más confiables los balances de los bancos. Ahora quiero hacer más hincapié: sin resolver ambos problemas al mismo tiempo, Portugal siempre será un protectorado y la decisión de privatizar el BES con dinero público se convertirá en un paso más en esa dependencia externa fatal.
Con una deuda externa neta del 103% del PIB (o una deuda externa bruta del 224% del PIB, o sea 371 mil millones de euros a finales de 2013), Portugal tiene una economía inviable y una sociedad sacrificada: gran parte de lo que producimos servirá sólo para ser transferido al extranjero como rentas financieras. Y esto durante décadas, sin esperanza de futuro. Para reducir esa cantidad es necesario reducir la deuda soberana (reestructuración), pero también es necesario reducir la carga de la deuda de los bancos para proteger sus balances, ya que la reestructuración de la deuda soberana tiene efecto inmediato en estas instituciones.
El sistema bancario nacional, que tiene un balance agregado de 515 mil millones de euros (el 311% del PIB a finales de 2013), tiene una deuda externa de 137.900 millones. Es insoportable y el riesgo sólo se disfraza gracias a los chorros de préstamos del Eurosistema (aunque el BCE amenazó a fines de la semana pasada con cerrar el grifo). Este modelo, por lo tanto, es la prueba de que los bancos nacionales tienen un problema sistémico: sólo puede funcionar gracias a los flujos de liquidez a corto plazo, no genera un negocio sostenible que pueda financiar.
La vía, en mi opinión y mis coautores, es un proceso urgente de reestructuración bancaria sistémica, que afecte a todo el mundo financiero sin excepción, porque todos los bancos son peones de esta deuda. Para ello, nuestra propuesta cumple con la ley sin trampas (a diferencia de lo que está sucediendo ahora con el BES) y evita el coste de una nacionalización directa (que es siempre el último recurso legal, pero que tiene el inconveniente de trasladar todas las pérdidas al estado). Esta restructuración bancaria sistémica sigue el modelo utilizado en los Estados Unidos por una institución, la FDIC, que la aplicó entre 2007 y 2013 a 505 bancos.
En este caso, el objetivo de nuestra propuesta, apoyada en cálculos detallados, es la reducción del 21.7% de los pasivos de todo el sistema bancario, es decir, 100.700 millones de euros, lo que supone la reducción de la deuda en 50.300 millones de euros, el 30% del PIB. En este proceso, los accionistas y titulares de deuda subordinada se verán perjudicados (ningún portavoz del gobierno nos va a criticar ahora por ello, ¿o sí?) Y una porción de la deuda senior se convertiría en acciones de los nuevos bancos.
A diferencia de la estrategia del Gobierno y del Banco de Portugal, que entrega la propiedad de la «nueva entidad» el fondo de restructuración, que financia con préstamos de la troika, nuestra propuesta evita todo uso de ese dinero y el riesgo asociado. Por lo tanto, seguimos otro camino, como se explica en detalle en nuestro informe. Hemos demostrado que la solución sería el uso del Fondo de Garantía de Depósitos, que ahora cubre sólo el 1,3% de los depósitos protegidos, pero que debería ser sustancialmente reforzado por el propio sistema bancario, que se convertiría en su principal accionista, con el 36,4%. El control público, de esta manera, también responde a la segunda pregunta y se convierte en el garante de que el sistema financiero salga del ciclo infernal de las manipulaciones especulativas, el juego ilegal y el enriquecimiento injusto en el circuito de los paraísos fiscales.
Es un shock (pero ningún portavoz del gobierno nos puede criticar ahora por proponer un shock, ¿verdad?). Así se conseguiría al mismo tiempo reducir la deuda externa nacional y limpiar los pasivos de la banca, dotándole de cuentas robustas y cambiando a la vez la estructura de su capital, de modo que las autoridades públicas tengan un control efectivo sobre el mercado financiero. Esa decisión crearía los medios necesarios, como una mayor liquidez, para promover la concesión de préstamos a proyectos que creen puestos de trabajo y la industrialización, exportando y sustituyendo importaciones.
Las ventajas de la solución del control público
La solución es, sin duda controversial, aunque ciertamente menos hoy que hace un mes. El tiempo la confirmó notablemente. Nadie puede negar nuestro diagnóstico: dijimos que faltaba solidez en todo el sistema bancario nacional y estábamos en lo cierto. Nadie puede acusar a nuestra propuesta de ilegal: está absolutamente de acuerdo con la ley. Y tiene cinco ventajas notables sobre la propuesta del gobierno, que se limita al BES: reduce la deuda externa y disminuye la dependencia, no requiere el uso de préstamos de la Troika y por lo tanto no genera déficit, asegura la futura sostenibilidad de todo el sector bancario garantizando su solidez, aumenta la capacidad de conceder crédito y apoyar la economía y, finalmente, introduce el control público que dificulta las operaciones especulativas que conducen a riesgos enormes y clamorosos fallos.
Nadie ha presentado hasta la fecha otra alternativa, como no sea el embrollo del BES que el gobierno y las autoridades europeas han desatado este domingo. Con la solución del gobierno, la dependencia externa empeorará y seremos todos los que tendremos que pagar este espléndido resultado. Nada cambiará con relación a las prácticas especulativas. Vamos a tener más y más BPN y Salgados. No tendrá fin. Portugal empeorará.
Realmente necesitamos una solución. El control público del sistema financiero es la alternativa que da a la democracia poder y responsabilidad. Como es necesario correr el riesgo de ofrecer propuestas concretas en el debate nacional, aquí está, esta es mi propuesta.