¿Cómo entender la vida?, ¿Qué esperar de la practica humana?, ¿Cuál es el futuro del hombre?, ¿En qué medida podemos transformar nuestra realidad?, son preguntas que todo aquel interesado en el estudio de las ciencias sociales o en la práctica política concreta se ha hecho alguna vez en la vida, o debería hacérselas, porque es […]
¿Cómo entender la vida?, ¿Qué esperar de la practica humana?, ¿Cuál es el futuro del hombre?, ¿En qué medida podemos transformar nuestra realidad?, son preguntas que todo aquel interesado en el estudio de las ciencias sociales o en la práctica política concreta se ha hecho alguna vez en la vida, o debería hacérselas, porque es a partir de estas interrogantes en que nuestro intelecto busca más allá de las conocimientos generales entender nuestro pensamiento interno, las culturas de las sociedades y el desarrollo de nuestro universo.
Desde el inicio de la sistematización del pensamiento sobre nuestro entorno, han existido dos grandes corrientes filosóficas: el idealismo y el materialismo; el primero toma a la «conciencia externa» a los hombres como creadora de todo lo que existe, o en su versión subjetiva, como la creación de cuanto existe por una conciencia dependiente de un individuo. El Materialismo cimenta sus perspectivas en la idea de que todo surge de la materia, de la naturaleza, y que la conciencia no es más que un producto de esta.
Ambas corrientes filosóficas han tenido gran influencia en el desarrollo de culturas, civilizaciones y pueblos en todo el mundo, de una u otra manera permean la conciencia de millones de seres humanos en sociedades determinadas, ahí la importancia de estudiarlas, entenderlas y analizar el papel que han jugado y juegan en el desarrollo de nuestra propia sociedad, teniendo en cuenta la onceava Tesis sobre Feuerbach escrita por Marx, «los filósofos no han hecho que interpretar de uno u otro mundo el mundo, de lo que se trata de es transformarla», es preciso abordar con humildad el estudio de las ideas, en este caso el primer capítulo de la Ideología Alemana, escrito por Marx y Engels en el invierno de 1845 y primavera de 1846, en Bruselas, Bélgica.
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El manuscrito de Marx y Engels se centra en analizar la forma idealista de entender el desarrollo de la humanidad por parte de los ideólogos alemanes, en especial y como fundamento del análisis, la obra de Hegel, y las posturas de sus discípulos divididos en dos grupos, «los viejos hegelianos» y los «jóvenes hegelianos». Los viejos entendían todo retomando alguna categoría lógica de Hegel y coronándolo como lo principal, los jóvenes, criticaban todo con el sólo hecho de asemejarlo con ideas religiosas, contraponiendo a la moral teológica la conciencia humana, crítica; esta propuesta aguerrida de cambio de interpretación, de cambio de la conciencia, es la incentivación por entender de otra manera el mundo, a lo cual los padres del marxismo condenan de manera muy tajante: «al combatir solamente las frases de este mundo, no combaten en modo alguno el mundo real existente».
Esta crítica que Marx y Engels hacen a los jóvenes hegelianos me trajo a la mente los discursos de muchos movimientos sociales que anteponen el cambio de concepto, de léxico por parte de quienes integramos la sociedad como objetivo para cambiar la realidad, pero sin tocar un ápice las relaciones estructurales de nuestra sociedad, una crítica desde la filosofía que sin duda demuele todo argumento que se empecine por transformar nuestro mundo desde las ilusiones de la conciencia.
Pero, ¿cómo se llega a esta idea de que la lucha de frases por frases no puede llegar a transformar la realidad?, en esto se avoca la exposición de la historiografía materialista por parte de los marxistas.
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Marx y Engels desarrollan sus premisas llevando el análisis al ámbito económico de desarrollo de la humanidad, cuestión imprescindible, ya que es en ese ámbito donde el ser humano reproduce su vida y construye lo que es.
En la reproducción de sus vidas los hombres se relacionan de una u otra manera, generando un «trato» (relación de producción) que se desarrolla de acuerdo al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que hacen posible la producción que da sustento a la sociedad, el desarrollo de estas fuerzas productivas puede apreciarse por el nivel de desarrollo de la división de trabajo.
En las diferentes fases por las que se desarrolla la división del trabajo la sociedad ha conocido las diversas formas de propiedad, desde la tribal que es producto de las limitadas fuerzas productivas basadas principalmente en la pesca y la caza, hasta la industrial en los albores del capitalismo, pasando por la antigua en donde ya hace aparición la propiedad privada, y la feudal caracterizada por su carácter estamental centrada en el campo.
Estas fases de desarrollo de las sociedades tienen características propias y se ven reflejadas en el ámbito social y político de cada época, todas las instituciones, corrientes de pensamientos y estructuras de gobierno tienen que entenderse como resultado del proceso de producción de vida de los individuos de esa época y «no como puedan representarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son… tal y como desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientes de su voluntad«.
La perspectiva materialista de la historia señala que «el análisis de la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la historia de la humanidad debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio«, es decir, de la historia de las condiciones materiales de la vida de los hombres.
El Estado, como forma de «comunidad ilusoria«, la conciencia de los hombres sobre su propia obra y las relaciones políticas, que en toda la historia de la humanidad se han expresado mediante la lucha por las distintas formas de gobierno, la lucha por los derechos políticos-electorales, etcétera, «no son sino formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases«. La lucha política como expresión de la lucha económica.
El análisis materialista de la historia lleva a los autores a analizar su realidad y conciben que, el desarrollo cada vez más progresivo de las fuerzas productivas generan las condiciones para una nueva forma de relación productiva en la sociedad, en el cual el hombre encuentra su liberación real, al garantizarse para sí condiciones de suficiencia alimentaria, vivienda y vestimenta, a esta nueva sociedad, la denominan «comunismo».
Pero, ¿qué exactamente es el comunismo?
Marx y Engels lo definen con una claridad que derrumba cualquier crítica simplista que hoy vemos pulular por diversos agentes conservadores de la sociedad capitalista; «para nosotros, -señalan- el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual«.
Esta sociedad comunista y la lucha por su construcción está condicionada por un elevado desarrollo de las fuerzas productivas; los anhelos, los sueños y el voluntarismo de algunas organizaciones y partidos comunistas que desaíran esta necesaria condición rayan en el idealismo y necesariamente chocan contra el análisis materialista de la realidad.
Para construir el comunismo dice Marx y Engels: «es necesario que se engendre a una masa de la humanidad como absolutamente desposeída y, a la par con ello, en contradicción con un mundo de riquezas y de educación, lo que presupone en ambos casos, un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de su desarrollo; y, de otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas constituye también una premisa practica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la porquería anterior«.
Más adelante los autores recalcan esta realidad imprescindible: «La organización de la economía doméstica en común implica el desarrollo de la maquinaria, la utilización de las fuerzas naturales y de muchas otras fuerzas productivas, como, por ejemplo, el agua corriente en las casas, el alumbrado de gas, la calefacción de vapor, etc., la supresión de la oposición entre la ciudad y el campo. Sin estas condiciones, la economía común no llegará, a su vez, a ser una nueva fuerza productiva, estará privada de toda base material, se asentará en una base puramente teórica, es decir, será un mero capricho y no conducirá más que a una economía de monasterio«.
Producto del análisis materialista queda claro que el comunismo no es producto de vehementes pronunciamientos ni de posiciones catequistas sobre lo que la lucha revolucionaria tiene que ser, sino es el resultado de la generación de condiciones que eleven de manera constante y progresiva el desarrollo de las fuerzas productivas en nuestra sociedad.
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La forma de abordar el estudio de la historia de las sociedades y la practica revolucionaria en la construcción del comunismo, se puede resumir con una cita de los padres del marxismo: «Esta concepción (materialista) …no explica la practica partiendo de la idea, sino explica las formaciones ideológicas, sobre la base de la practica material, por lo cual llega, consecuentemente, a la conclusión de que todas las formas y todos los productos de la conciencia no pueden ser destruidos por obra de la crítica espiritual, mediante la reducción a la <
A su vez, el éxito de estas revoluciones está condicionada por el desarrollo material de las fuerzas productivas, capaces de aniquilar todas las formas de producción hasta ahora posibles, sin estas condiciones materiales «en nada contribuirá a hacer cambiar la marcha práctica de las cosas el que la idea de esta conmoción (revolución) haya sido proclamada ya una o cien veces, como lo demuestra la historia del comunismo«.
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Marx y Engels exponen con claridad su concepción materialista de la historia, ahora tienen una herramienta, un arma para criticar las posiciones idealistas entorno al análisis de la historia por parte de Hegel, su legado en la filosofía alemana y al materialismo antropológico de Feuerbach.
La base de estas concepciones idealistas en la filosofía alemana la encuentran en la disociación entre naturaleza e historia, producto de evadir la práctica real de los hombres en la construcción de todo lo que existe y por retomar, sólo, lo que estos hombres piensan de sí mismos. «Por eso, esta concepción (idealista) sólo acierta a ver en la historia los grandes actos políticos y las acciones del Estado, las luchas religiosas y las luchas teóricas en general, y se ve obligada a compartir, especialmente, en cada época histórica, las ilusiones de esta época«.
Esta forma idealista de entender la realidad generaba una lucha teórica que se bastaba así misma, era en el reino de lo abstracto, de la razón pura, en donde los filósofos hegelianos se destrozaban queriendo encontrar un sentido propio a las cosas triviales de la sociedad, pero no de todas las sociedades, sino el de la sociedad alemana que tomaban como principio de lo universal.
La critica del marxismo a los jóvenes hegelianos que querían cambiar la concepción de los hombres respecto de las ideas de los viejos hegelianos, a las cuales tachaban de religiosas, era que aquellos se equivocaban al buscar esos cambios mediante las deducciones teóricas, cuando son los cambios en las circunstancias las que condicionan el pensamiento de los hombres.
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Los padres del marxismo no sólo orientan sus batallas contra toda la concepción idealista de la historia, sino también contra la concepción materialista que sólo opta por la contemplación, y que toma a «el hombre» como una entidad alejada de las relaciones históricas determinadas, ideas que enarbola Feuerbach.
Feuerbach desarrolla sus ideas hasta presentar al hombre como un «objeto sensorio», y no llega a entenderlo como «una actividad sensoria» que se reproduce en su entorno y en profunda relación con la naturaleza, por lo tanto, en relación inseparable con la historia.
«En la medida en que Feuerbach es materialista, se mantiene al margen de la historia, y en la medida en que toma la historia en consideración, no es materialista. Materialismo e historia aparecen completamente divorciados en él.»
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Cuando Marx y Engels han consolidado su exposición materialista comienzan a detallar el desarrollo histórico de las sociedades, desde la explicación de los instrumentos de producción, las formas de propiedades y el desarrollo de las fuerzas productivas, que al entrar estas en contradicción con las existentes relaciones de producción (trato) generan revoluciones que tiene como resultados nuevas sociedades que permiten el desarrollo constante de estas fuerzas productivas.
Al analizar la sociedad actual, y el desarrollo de la propiedad privada desde la antigüedad, los autores muestran la supresión de este tipo de propiedad como consecuencia del incesante desarrollo de las fuerzas productivas, fundamentan la necesidad histórica de la revolución comunista.
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Adentrarnos en la base filosófica del marxismo, entender su cosmovisión materialista histórica, es un paso necesario para entender la compleja realidad que nos rodea, a los estudiosos de las sociedades y aquellos que intervienen en la política y ven a esta actividad como dinámica transformadora, el estudio de Marx y Engels se hace indispensable para caminar con claridad y alejar sus anhelos de todo voluntarismo y apresurada acción, que en múltiples ocasiones han servido más a la reacción que a la causa del comunismo.
El primer capitulo de la «Ideología Alemana» escrita por Marx y Engels, y que se presenta en la edición de las Obras Escogidas de dichos autores por la Editorial Progreso en el año de 1974, es una joya intelectual que hoy sigue vigente en la forma de entender nuestra realidad.
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