Patricia Fachin.– ¿Cómo es la vida cotidiana en las comunidades de Sao Paulo frente a la adopción del aislamiento social?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– Creo que hubo varias respuestas a las medidas de aislamiento físico. Existen personas recluidas y obedeciendo las recomendaciones médicas. La parcela trabajadora en sectores esenciales sigue caminando por las calles, principalmente por la mañana y por la tarde, yendo y viniendo del trabajo. También hay una buena parte que está socializando en las plazas y bares y tomando riesgos, especialmente los jóvenes. También está el contingente más empobrecido que sobrevive a través del comercio ambulante o de trabajos ocasionales, y que sólo puede comer con lo que gana en el día. Esta población tiene que elegir entre ver a su hijo morir de hambre o correr el riesgo de infectarse con el coronavirus. En el momento de la decisión, el hambre pesa más porque es una necesidad inmediata. Esto explica por qué tantos habitantes de las favelas salen a las calles. Al mismo tiempo, también hay una cuestión ambiental y espacial: es imposible pasar el día con otras tres personas en un entorno de 30 metros cuadrados. Para la gente más pobre de Brasil, la calle siempre ha sido una extensión de la casa porque no todos caben en el domicilio. Entonces, el tema del déficit habitacional se muestra de forma clara.
La necesidad de aislamiento físico también ha dado lugar a una serie de otros acontecimientos: desde sacerdotes que rezan misas en Facebook, como se observa en Itaim Paulista, hasta la falta general de un cilindro de gas en la periferia oriental de Sao Paulo. Las comunidades más organizadas han creado brigadas de ayuda mutua, como en la favela de Maré y el Complexo do Alemão en Río de Janeiro. La favela Paraisópolis, en Sao Paulo, entrenó a los líderes de cada una de sus calles y contrató médicos privados. También vale la pena recordar que el cierre de las escuelas ha aumentado los gastos de alimentación de las familias, así como ha incrementado enormemente la violencia contra las mujeres en estos tiempos de obligación de vivir en el hogar.
Creo que otro factor que debe tenerse en cuenta es el aumento de la violencia. En las últimas dos semanas ha habido saqueos a supermercados, rebeliones en las cárceles, masacres y asesinatos en barrios como Cidade Tiradentes y Jabaquara. El historiador inglés Edward P. Thompson hablaba de los “rumores de la multitud”. Los elementos sobre el aumento de la crisis social están ahí. Debemos leerlos.
Patricia Fachin.– ¿Qué nuevos riesgos trae la pandemia del Covid-19 a las personas que viven en las favelas y en la periferia de Sao Paulo? ¿Qué necesidades o situaciones se agravan en este momento?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– La población más pobre de Brasil está abandonada. Este abandono es perceptible en las periferias de todas las grandes ciudades. Estamos entrando en un ciclo similar al de los años 1990, cuando la aplicación del neoliberalismo dio lugar a un aumento exponencial de la pobreza y los homicidios. Fue un momento dramático.
Hoy en día, estamos experimentando lo que se llama la “tormenta perfecta”, o el momento único en el que una serie de factores juntos producen una tragedia con daños irreparables. El filósofo Paulo Arantes habló largo y tendido sobre este término. La “tormenta perfecta” de este momento histórico se debe al agravamiento simultáneo de cuatro crisis que ya se estaban produciendo: la crisis económica, la crisis política, la crisis social y la crisis sanitaria. Sin embargo, todas estas crisis que parecen encontrarse y agudizarse en este momento son el fruto de un proceso histórico. Son resultados de decisiones. En los últimos años se fue desarrollando una interpretación de este proceso, lo que Achille Mbembe concibió como necropolítica.
Es posible enumerar una serie de decisiones tomadas por los dos últimos gobiernos del país que han construido el trágico escenario de hoy: el recorte del gasto en salud con el PEC 95 (Proyecto de Enmienda Constitucional, que ha eliminado un sistema que ya tenía problemas; el despido de 11.000 médicos cubanos, muy necesarios en el contexto actual; el recorte de las inversiones en investigación científica; el recorte de las inversiones en servicios públicos; la reforma laboral que ha dejado atrás a millones de trabajadores; las medidas económicas que han aumentado el número de desempleados y trabajadores informales, relegando a gran parte de la población brasilera a la condición de no tener ninguna protección ni derechos sociales.
Es en este contexto que el coronavirus llega a Brasil, con la población trabajadora y moradora de las favelas totalmente debilitada.
Patricia Fachin.– ¿Cuáles son las demandas más urgentes en las favelas y periferias con las que trabaja?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– Como era de esperar, la situación empeora día a día. La población necesita recursos para resolver cuestiones urgentes como la alimentación y el entierro de sus muertos. La práctica de velorios virtuales ya se está utilizando. Se necesita apoyo psicológico y, después de este momento más difícil, los casos de depresión y trastornos postraumáticos seguramente aumentarán.
Patricia Fachin.– Entre las propuestas de medidas urgentes para la contención del Covid-19 en las periferias, el CEP menciona la urgente creación de hospitales de campaña en las escuelas y en las tierras ociosas de las quebradas. ¿Cómo ve la instalación de hospitales de campaña y cuántos se necesitarían en las afueras de Sao Paulo, y cómo han reaccionado las autoridades públicas a esta propuesta?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– El CEP es un colectivo de investigadores e investigadoras que viven y trabajan en las periferias paulistas y producen conocimientos dentro o fuera de la universidad. Es un grupo de investigación vinculado a la Universidad Federal de Sao Paulo. Uno de los principios del CEP es centrarse en el debate público y actuar para mejorar las condiciones de vida de las personas que viven en las periferias y las favelas.
No sabemos si las autoridades públicas dieron alguna señal para poner en marcha hospitales de campaña en las periferias. Si estuviera planeando lo peor, el gobierno ya estaría tomando esta medida necesaria. La creación de hospitales de campaña en el Estadio Pacaembu o en el Complejo Anhembi es importante, pero estos lugares sin duda servirán primero a la población de clase media alta que vive alrededor de estos polos. Una vez más la periferia está siendo tratada como una no-ciudad.
Patricia Fachin.– El CEP también sugiere otras medidas de emergencia, como la distribución de agua, material de higiene y limpieza, suspensión del cobro de agua y energía. ¿Cómo se han discutido estas medidas con las autoridades públicas?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– El gobierno de Sao Paulo ha suspendido las facturas de agua y electricidad en las favelas durante tres meses. En relación con la distribución de canastas de alimentos básicos, artículos de higiene y limpieza y otros artículos de primera necesidad, lo que hemos visto es la formación de varias redes de solidaridad que se esfuerzan por ayudar a las comunidades, cumpliendo un papel que recaería en el poder público y llevando al paroxismo la práctica de “es nosotros para nosotros”.
Patricia Fachin.– El coronavirus entra en Brasil, como en la mayoría de los países, por las clases media y alta. ¿Qué revela esto sobre esta pandemia? ¿Serían diferentes las acciones, narraciones y medidas si se tratara de una enfermedad que se propagara primero en las periferias?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– La pandemia causada por el nuevo coronavirus profundiza y revela las flagrantes desigualdades sociales en Brasil. Sociológicamente, la situación sirve casi como un artificio metodológico para entender cómo funciona la sociedad brasilera. Lo que estaba velado se descubre.
Hay una pequeña porción de brasileros que tienen la posibilidad de aislarse en mansiones en la playa o en gigantescas casas de campo. Se están tomando esta situación como una especie de vacaciones. A este paquete no le preocupa que el mundo explote allí afuera. En el otro lado está el Brasil de 30 millones de personas sin agua corriente, el Brasil de 12 millones de desempleados, el Brasil de 13 millones y medio de personas que viven en la extrema pobreza. Está el Brasil de la red privada de salud, que tiene 4,9 UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) por cada 10.000 habitantes, y el Brasil de la red pública, que tiene 1,4 UCI para la misma cantidad de habitantes.
Los gobernadores y alcaldes han decretado medidas para cerrar negocios, de shoppings, academias y universidades. Sin embargo, los autobuses, el metro y los trenes estaban atestados de trabajadores obligados a ir a sus trabajos y expuestos a riesgos.
Las medidas de aislamiento físico son urgentes y necesarias. Es la única manera de prevenir la propagación del virus y las muertes masivas. Sin embargo, en un país como Brasil, estas medidas deben venir con la ayuda estatal para los más pobres. Los empresarios, también deberían estar obligados a pagar a sus empleados para que se queden en casa y tengan la posibilidad de proteger a sus familias. En los Estados Unidos y en muchos países europeos, la intervención de los gobiernos fue para financiar la economía, desde las grandes empresas hasta los más pobres que, recibiendo ayuda, aumentan el consumo interno. Y no sólo en los países ricos se han tomado estas medidas. En Venezuela el gobierno pagará los salarios de los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas privadas y los despidos están prohibidos. En Argentina se han tomado medidas similares: el gobierno ayudará a pagar los salarios de los empleados de las pequeñas empresas y ha prohibido los despidos. En contra del sentido común y del mundo, el gobierno brasilero, junto con los patrones de su entorno, ha propuesto lo contrario: despidos, recortes y reducción de salarios. El trabajador pobre no tiene más remedio que morir asfixiado por el coronavirus o por la falta de dinero.
Patricia Fachin.– El gobierno federal ha adoptado medidas de emergencia, como el coronavoucher. ¿Cómo ve este tipo de medidas y qué revelan las acciones del gobierno para servir a las poblaciones más pobres de Brasil?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– La visión del Planalto (N. del traductor: sede del gobierno federal en Brasilia) es la visión de las elites brasileñas. Bancos, patrones, empresarios, usureros y la lumpenburguesía son adulados, mientras la población más pobre es empujada a la muerte. Vale la pena recordar que el gobierno rápidamente asignó 1 trillón y 200 billones de reales a los bancos, la mayor cantidad de la historia. En el mismo momento, Bolsonaro se resistió a pagar R$ 600 (N. del traductor: algo más de 130 dólares) a los más pobres y miserables.
La pandemia en Brasil sólo aceleró las leyes del capitalismo brasilero, siempre caracterizado por altas tasas de ganancia y mucha explotación. Bajo la presión de los empresarios, el gobierno federal emitió leyes que permiten a los patrones recortar los salarios cuando la población necesita más recursos. Siguiendo esta tónica, animó a la población a salir a la calle, a trabajar, sin preocuparse por los riesgos sanitarios para la población. Cuando se afirma que “Brasil no puede parar”, debemos leer “la explotación no puede parar”. En resumen: todo se ofrece a la élite que fabrica autos con aire acondicionado y todo se le quita a los más pobres. Es una política genocida. No hay otro término.
Patricia Fachin.– Jair Bolsonaro tuvo un número significativo de votos en la periferia. Hoy, ante la postura del presidente sobre la pandemia, ¿cómo afecta su imagen en las periferias? ¿Cuáles son las repercusiones de los discursos del presidente en las periferias y las favelas de Sao Paulo? ¿Qué ha notado a este respecto?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– Jair Bolsonaro todavía tiene una pequeña base de apoyo, pero no necesariamente centrada en los barrios de la clase trabajadora. Su imagen está bastante desgastada. Sin embargo, más que Bolsonaro, es el pensamiento de derecha el ha penetrado en las periferias y en las favelas. Este discurso de Estado mínimo termina chocando con la realidad actual, en la que todos perciben la necesidad de un Estado que esté presente fundamentalmente para servir a los más pobres. Todavía necesitamos un cierto tiempo para evaluar si la realidad concreta puede imponerse a la narrativa ideológica que se hace de ella.
Patricia Fachin.– En las últimas semanas, hemos visto en las noticias de televisión una serie de paneles en barrios nobles de varias ciudades importantes del país. ¿Hay paneles en la periferia?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– Bolsonaro siempre ha tenido desprecio por la vida humana. Hay una coherencia entre el hombre que glorificaba a los torturadores y fabricaba armas con sus manos y el que amenazaba a las poblaciones llamando al Covid-19 “la gripecita”. Bolsonaro fue elegido vendiendo seguridad. Se hizo pasar por un hombre fuerte y protector. Mientras fingía proteger a una parte de la población contra los enemigos, todo parecía estar bien. Creo que el momento en que Bolsonaro enterró definitivamente su imagen, fue cuando abrazó a sus seguidores sin usar máscaras el 15 de marzo. A partir de ese momento, amplios sectores de la clase media se dieron cuenta de que el presidente no tenía la más mínima capacidad para dirigir el país en una situación grave. Bolsonaro pasó de ser un protector a causar el peligro. A partir de ese momento, los cacerolazos en los barrios de clase media se intensificaron, pero también se podían ver en los barrios de las periferias.
Patricia Fachin.– Algunos investigadores que estudian las periferias y las favelas destacan que en los últimos años, en las comunidades, los grupos religiosos han sido una referencia en la socialización de las personas y que el poder público, los partidos y los movimientos políticos han perdido espacio. ¿Se repite este escenario en la situación actual? ¿Sí, no? ¿Puede darnos algunos ejemplos?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– De hecho, las iglesias, fundamentalmente evangélicas, juegan hoy un papel de mayor importancia en los territorios empobrecidos. Sirven como apoyo subjetivo, pero fundamentalmente como apoyo material, dada la formación de una red de ayuda mutua en estos espacios. Sin embargo, muchas de estas denominaciones diseminan un pensamiento conservador, machista y negacionista, poniendo en jaque todas las medidas sugeridas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), de las cuales el aislamiento físico es la más destacada. No tiene sentido hacer un esfuerzo social contra la propagación del virus si un pastor llama a sus fieles a asistir a un servicio. Las doscientas personas reunidas en el evento intercambiarán el virus entre ellas y luego contaminarán a las personas que no asistieron al servicio, ya sea en la calle, en la plaza o en su casa. Es un peligroso efecto dominó resultado de una actitud irresponsable.
Patricia Fachin.– En Río de Janeiro hemos visto algunas manifestaciones culturales en las favelas, como el rapero MV Bill, que tienen repercusiones en la crisis actual. ¿Qué evaluación hace de su crítica? ¿En Sao Paulo también ha habido manifestaciones de este tipo? ¿Qué otras manifestaciones culturales destacaría?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– Es fundamental que los intelectuales orgánicos de las favelas, como MV Bill, tomen una posición en este momento.
La Central Única de las Favelas también hizo un excelente clip con la participación de sambistas, raperos y funkeiros. También han surgido otras iniciativas en la esfera de la cultura popular y periférica que han sensibilizado a la población.
Sin embargo, una de las principales preocupaciones en este momento es la falta de recursos para los trabajadores del área cultural que no podrán obtener ingresos durante el período de cuarentena.
Patricia Fachin.– En cierta medida, ¿ha cambiado la perspectiva de la favela ante la actual pandemia? Si es así, ¿en qué consiste este cambio, y si no, por qué?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– Los gestores del poder público y a veces incluso los pensadores de las periferias han pronunciado un discurso en el que se dice que no hay que seguir hablando de pobreza o miseria. Sin embargo, dejar de hablar de ello no resuelve el problema. A veces incluso lo hace invisible. La pandemia ha sacado a la luz la miseria de millones de brasileros. Sólo después de que el peor momento haya pasado tendremos un análisis más concreto sobre el aspecto de la favela.
Patricia Fachin.– ¿Puede la vida en las favelas y la periferia de Sao Paulo cambiar después de la pandemia del Covid-19? Sí, no, ¿en qué sentido y por qué?
Tiaraju Pablo d’Andrea.– Estamos frente a un evento que cambiará los padrones de la civilización a escala mundial. Tendremos que inventar nuevas formas de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza. Tendremos que crear un mundo en el que las necesidades básicas de la población puedan ser satisfechas de manera digna. También apuesto a fortalecer las redes de solidaridad y el tejido social. La pandemia nos enseña la importancia de la salud, la vivienda y la alimentación en la misma medida que nos enseña la importancia de los vínculos. Sobre los escombros de lo viejo, encontraremos una nueva humanidad.
Traducción: Correspondencia de Prensa.
Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/2020/04/14/brasil-millones-en-la-miseria-la-pandemia-del-covid-19-profundiza-y-revela-las-gigantescas-desigualdades-sociales/
Fuente (del original): http://www.ihu.unisinos.br/597914-a-pandemia-de-covid-19-apresenta-as-gritantes-desigualdades-sociais-do-brasil-entrevista-especial-com-tiaraju-pablo-d-andrea