El informe de FAO y CELAC sobre “Seguridad Alimentaria bajo la Pandemia de COVID-19” alerta sobre problemas de abastecimiento de alimentos y malnutrición como consecuencias de la pandemia. Usted como representante de la FAO en Ecuador, ¿cómo ve la posibilidad de una crisis alimentaria en el país? Sí, efectivamente existe el riesgo de una crisis […]
El informe de FAO y CELAC sobre “Seguridad Alimentaria bajo la Pandemia de COVID-19” alerta sobre problemas de abastecimiento de alimentos y malnutrición como consecuencias de la pandemia. Usted como representante de la FAO en Ecuador, ¿cómo ve la posibilidad de una crisis alimentaria en el país?
Sí, efectivamente existe el riesgo de una crisis alimentaria. Afortunadamente hasta ahora, los sistemas de abastecimiento de alimentos en general, han resistido a toda la serie de medidas de restricción. Esto merece un reconocimiento muy especial a todas las agriculturas familiares, que siguen trabajando y a los responsables de la distribución de alimentos que aseguraron que continúen llegando a los mercados. La pandemia es un shock terrible para toda la logística, y por momentos, ha habido aumentos de precios por especulación o interrupciones en rubros específicos, pero en general el abastecimiento sigue funcionando.
Lo positivo hasta ahora fue que la pandemia golpeó a Ecuador, en un momento de altos niveles de stocks de alimentos, debido a que justo nos encontrábamos en época de cosecha. Por eso no se dio una descoordinación entre oferta y demanda. Sin embargo, la preocupación de la FAO es que sí se pueda generar un problema en el próximo ciclo agrícola a medida que la pandemia y las restricciones continúen. Es allí donde ponemos los esfuerzos en conjunto con el Ministerio de Agricultura para evitar que se produzca un quiebre en la oferta de alimentos.
Pero también hay que mencionar que, otro impacto fuerte se dará por el lado de la demanda. La pandemia está generando una caída en el PIB del Ecuador, se estima que se registrará una reducción de al menos el 7 por ciento, según las cifras oficiales del Ministerio de Finanzas. Con la caída en los ingresos de los hogares van a subir los índices de pobreza, específicamente de pobreza rural que ya en momentos pre-pandemia estaba en una situación crítica. Se calcula que la pobreza rural subirá del 40 al 45 por ciento. Si la gente tiene menos dinero, aumentan los índices de malnutrición y de desnutrición porque está probado que, en momentos de crisis, sobre todo en los sectores más vulnerables se reduce el poder adquisitivo para comprar alimentos, o en otros casos, la comida será de menor calidad.
De acuerdo con un listado de la CEPAL, Ecuador está entre los tres países de la región donde el impacto del COVID-19 será más fuerte por la situación macroeconómica. Eso tiene que ver con la economía dolarizada, la caída del precio del petróleo, la falta de divisas que afectan a la liquidez. Todo eso asfixia a la economía casi de inmediato y tendrá repercusiones en la alimentación de la gente.
Sobre el tema de la oferta de alimentos, en el informe de la FAO y CELAC, se alerta también sobre posibles dificultades en acceder a los insumos para la producción agrícola. ¿Cómo calculan esta dificultad para Ecuador, por ejemplo, con miras al abastecimiento con semillas?
Toda la cadena de abastecimiento de alimentos muestra dependencia de la importación de ciertos insumos. En Ecuador es un punto a tener en cuenta, ya que esto podría generar un quiebre en la cadena de abastecimiento de alimentos. Por eso, es fundamental que la logística a nivel global siga funcionando. Hasta ahora, ha funcionado, pero a medida que se extiende la pandemia, la presión sobre las cadenas logísticas es cada vez mayor. En esta situación es necesaria una actitud gubernamental muy decisiva. La FAO va a asistir al Ministerio de Agricultura para tratar de detectar estos posibles cuellos de botella de forma de evitar un quiebre en los sistemas de abastecimiento.
Hacer que los insumos necesarios lleguen a los agricultores, sobre todo a la agricultura familiar campesina, es una de las tareas principales del Ministerio de Agricultura. Obviamente ahí lo que se requiere es una coordinación entre las organizaciones de la agricultura familiar campesina y el gobierno. Los eventos que se dieron el año pasado dejaron una marca en esta relación que se deben trabajar. La FAO, por su parte, actúa un poco como mediador en estos casos. Nosotros mantenemos siempre un diálogo muy abierto con las organizaciones de la agricultura familiar y vamos a impulsar las necesidades y las demandas que existan en el sector.
La FAO ha participado en la elaboración del Plan Nacional Agropecuario 2020-2030 del Ministerio de Agricultura. ¿Cuáles son los puntos claves de este plan y el respectivo trabajo de la FAO si miramos la actualidad de la pandemia?
El Plan Nacional Agropecuario tiene una visión de largo plazo que intenta marcar algunos pilares de acción y definir instrumentos para superar la coyuntura actual y la visión de un gobierno a otro gobierno.
El primero de los pilares se refiere al perfeccionamiento y la adecuación de mercados. El COVID pone a prueba los mecanismos tradicionales de comercialización. Esto ya antes de la pandemia, era un problema para la agricultura familiar campesina por la intermediación que había. Estamos buscando alternativas de cómo poner la agricultura familiar campesina en contacto más directo con los consumidores.
En esta elaboración del Plan Nacional Agropecuario también hemos sido voceros para que la política agropecuaria del país incorpore a la agricultura familiar campesina como uno de los pilares fundamentales; tanto en lo que es la producción de alimentos, como la potencialidad que tiene para transformar a la agricultura familiar en algunos sectores a una agricultura de exportación, para captar mercados en el exterior.
Otro pilar fundamental que promovimos desde la FAO es el de la asociatividad, para generar un sector de agricultura más dinámico y con más posibilidades. También los sistemas de bioseguridad, los protocolos de sanidad y la trazabilidad son requisitos muy importantes para la exportación y aún más en el escenario post-pandemia. Entonces, se hará un esfuerzo especial en adaptar al sector a esta nueva realidad del comercio internacional.
De último, está la política crediticia para el sector. Apuntamos a que haya no solamente créditos más baratos sino créditos a medida del ciclo biológico de los cultivos para que sean funcionales a las necesidades de los agricultores.
Sobre el tema de las agro exportaciones: Durante la pandemia cayeron los precios de varios productos agrícolas en el mercado global. Además, el cierre de mercados internacionales generó fuertes impactos en varios sectores agropecuarios del Ecuador. En este escenario, ¿Cómo se posiciona la FAO frente a una profundización de la orientación agroexportadora?
Aparte de la caída del precio del petróleo, uno de los sectores más golpeados por los impactos del COVID-19 ha sido el florícola, con una caída del 70 por ciento de las exportaciones. Todavía no hay una visión clara de cuánto va a tardar el sector en recuperarse porque depende de factores externos. Se cerraron algunos de los mercados y eso impactó a varios sectores de agro exportación, el Ecuador pudo hacer poco al respecto. Ahora, como FAO ¿cómo nos posicionamos ahí? Uno de nuestros objetivos en este nuevo escenario es identificar cuáles van a ser las opciones para que la agricultura ecuatoriana pueda responder a los nuevos incentivos que van a aparecer en el comercio internacional. Partimos de que puedan abrirse oportunidades para sectores de la agricultura para sumarse a una cultura de exportación.
Tratamos de evitar esta dicotomía entre un sector de agricultura comercial que exporta y del sector de agricultura familiar y campesina, de subsistencia. Entonces el plan busca definir ejes para que la agricultura familiar sea más comercial y tenga un espíritu un poco más empresarial, de abrir mercados y salir a la exportación. Obviamente sin descuidar que la agricultura familiar es responsable de gran parte de la oferta de la alimentación en Ecuador y por lo tanto, la seguridad alimentaria de la población.
En este contexto de fortalecimiento de las exportaciones: ¿Cuál es la posición de la FAO con respecto a los acuerdos comerciales que firmó y que negocia actualmente el Ecuador?
Una de las primeras acciones que impulsamos frente a la pandemia fue en torno a evitar el quiebre del comercio internacional. Hoy día, el comercio internacional es un entretejido tanto a nivel global como regional que no se puede romper, no se puede volver atrás. La dependencia de las economías es cada vez mayor, aún más en una economía dolarizada. Básicamente la sobrevivencia de la economía depende de la generación de divisas. Y los dólares ingresan por el petróleo, la industria camaronera y algunos otros sectores agrícolas. Entonces desde la FAO impulsamos el comercio internacional entre los países.
En el caso del Ecuador, hay algunas negociaciones en el marco de la Alianza del Pacífico. Ahí el Ecuador tiene posiciones defensivas desde algunos sectores, por ejemplo, el lácteo. Nosotros desde la FAO apoyamos al proceso de estas negociaciones y tratamos que la apertura comercial no implique un shock para el sector agrícola.
De último, para alivianar la crisis que se avecina, ¿qué propone la FAO?
Lo que en la FAO estamos promoviendo es lo siguiente. En esta nueva realidad tenemos la necesidad de nuevas reglas y de reforzar los programas de protección social. El primer programa que tenemos que preservar, incluso reforzar, es el de alimentación escolar.
Hacer frente a la pandemia costará dinero a los gobiernos. Si se conjuga eso con un contexto de retroceso económico sin precedentes, genera la necesidad de crear nuevas reglas.
Eso significa cambiar el chip de una economía “normal”. A todos nos gusta tener equilibrio fiscal y no endeudamiento, pero los gobiernos van a tener que gastar mucho dinero en un contexto de crisis económica. Entonces si para mantener el equilibrio fijado vamos a cortar programas de protección social, como en el caso de la alimentación escolar, los efectos negativos de la pandemia se van a multiplicar.
Pero el cambio de mentalidad no se necesita sólo en los gobiernos sino en toda la sociedad, tanto en el sector privado como en la sociedad civil. Las grandes empresas tienen que entender también que cambió la situación para no pretender tener márgenes de ganancias como había en el pasado. La solidaridad en la presente pandemia es fundamental.