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Entrevista a Paola Pabón, prefecta de Pichincha

“No es el caso Pabón, Lula o Correa, sino el caso de los Estados neoliberales contra la democracia en América Latina”

Fuentes: CTXT

Paola Pabón, la prefecta provincial de Pichincha –es decir, el equivalente a una presidenta regional de la principal provincia de Ecuador, cuya capital es también Quito–, se enfrenta desde hace casi un año a una cadena de procesos judiciales que comenzaron con su encarcelamiento preventivo por un delito de rebelión.

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Paola Pabón, en una imagen en 2014.  Hugo Ortiz

La acusación era esperpéntica: se decía que alentó la ola de protestas que tuvieron lugar en su país en octubre del año pasado contra las medidas económicas anunciadas por el presidente Lenín Moreno. En realidad, Paola hizo lo contrario: apoyando las reivindicaciones, llamó públicamente a evitar la violencia. En el momento exacto en que publicamos este artículo, el lunes 7 de septiembre de 2020, está siendo juzgada una vez más. En caso de que le sea revocaba la libertad condicional que obtuvo en diciembre pasado, cuando leas estas líneas se encontraría de nuevo en la cárcel.

Paola viene declarando incansablemente que se encuentra sometida a lawfare, sufriendo así un caso de guerra judicial por motivos políticos en el marco de la larga ofensiva que viene ejecutando el régimen del presidente Moreno contra quienes primero fueron sus opositores dentro del partido Alianza País –y que incluso abandonaron su primer Gobierno a partir de 2017–, y quienes ahora, fuera del partido, se reclaman depositarios del impulso originario de la Revolución Ciudadana que hizo de Rafael Correa, presidente ecuatoriano entre 2007-2017. El propio Correa, fuera del país, viene siendo objeto de una acuciante persecución judicial.

La historia demuestra ser siempre impredecible. Pero en esta larga crisis global del neoliberalismo se muestra especialmente esquiva a los pronósticos lineales, y esto resulta constatable en particular en América Latina. Hace unos años, alrededor de la derrota electoral del kirchnerismo en Argentina a cargo de Mauricio Macri, del impeachment que desalojó abusivamente a Dilma Roussef de la presidencia brasileña o de la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez, los vaticinios eran monocordes a izquierda y derecha: las fuerzas progresistas latinoamericanas se enfrentaban a una larga travesía del desierto. Pero desde entonces hasta ahora hemos asistido a numerosos imprevistos: desde la ejecución de un golpe de Estado en Bolivia siguiendo un procedimiento tan tosco que creíamos periclitado, hasta la desaparición fulminante del macrismo, pasando por el descorazonador caso del termidor ecuatoriano: una involución reaccionaria dentro del proceso de cambio radical iniciado por la Revolución Ciudadana.

Hace 48 horas me contactaron para proponerme hacer una entrevista con Paola que deberíamos publicar con un estrecho margen de tiempo: cuando su juicio estuviera en marcha. Me explicaron el motivo de la solicitud: el interés que les habían suscitado las entrevistas que hace unos meses publicamos con dos políticas argentinas: la diputada Ofelia Fernández y la ministra de las Mujeres, Elizabeth Gómez Alcorta. Respondí entusiasmado que estaba de acuerdo, siempre y cuando no se tratara de una entrevista de urgencia, porque ya las hay muy buenas. Que debería tratarse de una entrevista más reposada, aun dentro de la situación, donde intentásemos captar los motivos de fondo por los que Paola es perseguida: por qué ella y por qué de esta manera. Aceptó las condiciones inmediatamente.

Si me atrevo a desvelar estos detalles es por dos motivos. El primer, para subrayar la conciencia que Paola Pabón tiene de cuál es la significación de su caso, que resulta peligroso reducir a una cuestión doméstica ecuatoriana: las urgencias del momento deben ser afrontadas, los detalles contextuales de su experiencia son importantes, pero resulta tanto o más importante hacer entender, desvelar la naturaleza de cómo procede en este momento el maridaje entre el neoliberalismo y el autoritarismo, en definitiva, cuál es la complejidad de las diferentes caras de las nuevas derechas radicales no sólo en América Latina. El segundo motivo es dibujar además una nota de esperanza: existe un nuevo autoritarismo emergente que se ejerce de manera a veces sibilina, a veces atroz; pero existe también en ascenso un nuevo tipo de política progresista democrática y radical latinoamericana, que se reivindica orgullosamente heredera de los logros que la preceden pero que también se afirma en torno a una sensibilidad, una gramática e incluso una carta de reivindicaciones propias, muy significativamente articulada por lo general en torno al feminismo anticapitalista y a los nuevos derechos de minorías a las que antes nunca se les reconoció la condición de sujetos políticos, a veces ni siquiera desde las viejas fuerzas progresistas. El crecimiento de esta nueva esperanza o su destrucción es lo que está en juego de fondo en este caso de lawfare contra Paola Pabón.

Paola expresa ideas complejas con una sencillez asombrosamente eficaz. En su discurso pone repetidamente comillas a las expresiones de los sujetos a quienes se refiere, como si hacer pedagogía política mediante el relato consistiera en poner en escena delante de nosotros las situaciones, para que podamos contemplar en ese escenario cómo se comportan los diferentes actores en una pieza didáctica. Grabamos esta conversación el sábado 5 de septiembre. Acordamos hablar durante máximo una hora. Acabamos grabando dos.

Paola, tenemos esta conversación cuando estás a punto de afrontar dentro de 48 horas un nuevo proceso judicial que prolonga el acoso que sufres desde hace casi un año. Pero te propongo hacerla de una manera diferente a una entrevista de urgencia. Responder a las urgencias resulta imprescindible, claro está. Pero me gustaría que intentásemos arrojar luz sobre los porqués de lo que tú señalas como una persecución manteniendo una conversación más bien sobre tu consistente trayectoria política y tu significación como actual prefecta provincial de Pichincha.

Estoy de acuerdo, porque de una u otra manera es fundamental para el momento. Yo creo que sobre el tema judicial, sobre el caso en sí mismo, se ha hablado mucho pero hay otros elementos que como tú planteas están ahí, pueden ser intangibles pero son los motivos para el ensañamiento. Así que de acuerdo, vamos adelante, cuando tú quieras.

¿Cuándo es el momento en que recuerdas pasar de ser alguien que se plantea lograr mejoras sociales mediante el ejercicio, por ejemplo, de una carrera profesional como abogada o jurista –pues esa es tu formación universitaria–, a tener una implicación política directa en los partidos y en las instituciones? Porque tú empezaste como militante de partido en el campo socialdemócrata, en la izquierda que se considera razonablemente institucional y de gobierno, algo que parece contradictorio con una persona a la que ahora se acusa de un grave delito de rebelión [sonríe]. Fuiste durante varios años militante de Izquierda Democrática, uno de los principales partidos ecuatorianos que es miembro de la Internacional Socialista. ¿Cuál fue el motivo por el que entraste en la política partidaria en una organización llamémosla posibilista? 

[Risas] ¡Mira, me sorprendiste con esta primera pregunta! Yo hago política desde los 15 años. Mi educación media [bachillerato] la hice en un colegio público, y era un colegio que sin duda estaba imbuido en los asuntos de demandas sociales, y más en un momento de mucha exclusión, de mucha pobreza, de mucha desinstitucionalización. Luego llegué a la universidad y también continué por la política. Pero yo siento que hay algo que hace que opte por la política desde los partidos y desde la política formal, y es que cuando se suscitan en el Ecuador varias caídas de presidentes a propósito de levantamientos populares [Nota: se refiere a los últimos años de la presidencia de Sixto Durán-Ballén, marcados por la corrupción y el encubrimiento de violaciones de derechos humanos, y la turbulencia de los vertiginosos nombramientos y caídas presidenciales que se suceden a partir de 1996] yo tenía esta gran frustración de sentir que salíamos a las calles, derrocábamos gobiernos y luego venía un poder invisible que nos colocaba el mismo statu quo. Entonces yo decía: algo no me calza, porque la demanda popular y el movimiento social parece que tienen un límite que no se nos permite traspasar para realmente tocar estas venas íntimas del poder. Ahí tomo la decisión de hacer política desde los partidos. Y entré en la Izquierda Democrática porque a mis 18 años se afrontaba un proceso electoral [1996] en donde plantea una candidatura progresista. De ahí mi ingreso, que fue por ese motivo político, como también mi salida fue por motivos políticos. La Izquierda Democrática fue un partido con mucha trayectoria en la izquierda ecuatoriana sobre todo bajo la presidencia de Rodrigo Borja [1988-1992]. Pero después, como pasa con muchas organizaciones políticas, empieza a pervertirse. Sus intereses estaban cada vez menos a la izquierda y más a la derecha. Y cuando yo siento que la organización política, de cara a la Constitución de Montecristi [Constitución de la República del Ecuador de 2008, redactada por una Asamblea Constituyente y aprobada mediante plebiscito, todo ello por la iniciativa temprana del primer Gobierno del presidente Rafael Correa] establece una postura ambigua… Esa Constitución, para quienes veníamos de procesos sociales y políticos de izquierda, era… el sueño hecho realidad, una Constitución hecha por la gente donde cambiabas y tocabas todos los poderes fácticos que existían en el Ecuador. Era una nueva hoja de ruta, pero la Izquierda Democrática decide no apoyar en el referéndum constitucional. Y ahí tomo la decisión que me dolió mucho, pero me dije: es mejor tomar distancia por esa posición ambigua.

Entonces, si en los primeros años del correísmo todavía militabas en la Izquierda Democrática, ¿en qué momento entras a hacerlo en Alianza País, la organización política que se creó en 2006 para dar soporte a la Revolución Ciudadana que encabezaba Rafael Correa? ¿Y de qué manera se produjo tu tránsito de un partido al otro?

Son dos años posteriores a la creación de Alianza País cuando se produce mi incorporación. ¿Y por qué? Yo seguía en la Izquierda Democrática cuando ya había ganado Rafael Correa y apoyo desde la sociedad civil ese proceso constituyente que da lugar a la Constitución de Montecristi. Incluso antes, cuando Rafael Correa ya era candidato [por Alianza País, en alianza con el Partido Socialista – Frente Amplio] para las elecciones presidenciales de 2006, algunos de nosotros apoyábamos el binomio Roldós-Ramiro González [quienes, como candidatos de la Izquierda Democrática, quedaron inesperadamente por debajo de Correa-Moreno en la primera vuelta], pero veíamos sin embargo cómo había en la vereda de enfrente una organización política que planteaba todo lo que nosotros habíamos luchado por mucho tiempo. Entonces, digamos que había mucha empatía por lo que eran ya en ese momento la Revolución Ciudadana y Rafael Correa. Lo que sucede es que, después de la Asamblea Constituyente, un sector político que nos quedamos un poco desubicados en Izquierda Democrática fuimos invitados a ser parte de Alianza País, que convoca en 2009 primarias abiertas para elaborar las listas a las elecciones del Primer Periodo Legislativo de la Asamblea Nacional que sustituía al antiguo Congreso Nacional, sede del poder legislativo ecuatoriano antes de la Constituyente [de 2007-2008]. Era la primera vez que eso se hacía en todo Ecuador, una primarias abiertas a todos los que querían ser candidatos a la Asamblea Nacional. Sólo se planteaban dos limitaciones. No podías ser candidato a sus primarias abiertas si venías de un partido de derecha o si tenías denuncias de corrupción. Y así es como yo llego a Alianza País, por elección popular. Se elegían 15 candidatos para representar a la Asamblea por la provincia de Pichincha. Yo termino con una gran votación para sorpresa de los actores que ya estaban en Alianza País y que decían: “¿¡bueno, ésta quién es!?”, porque además yo era muy joven todavía. Fue además una elección muy interesante porque por primera vez la Ley de Cuotas benefició a los hombres: en esas primarias ganamos cuatro mujeres en Pichincha. Un hombre quedó en quinto lugar, pasando a ser segundo por la paridad y la alternancia de género. Así es como termino en la lista para asambleístas de Alianza País en 2009. Yo siempre les molesto a mis compañeros de la Revolución Ciudadana cuando cuestionan las primarias y les digo: “Si no hubiera, ustedes tan sectarios no me hubieran permitido entrar jamás, les tuve que ganar en las urnas” [risas]. 

Debe de tener una explicación que lograras ese apoyo popular tan amplio en las primarias de Alianza País a pesar de que provenías de otra organización que formaba parte del sistema de partidos que la Revolución Ciudadana trataba de impugnar. Esto, por sentido común, debería haberte supuesto un hándicap.

Porque yo tenía desde los 18 años un trabajo de técnica en el gobierno provincial donde ahora soy prefecta, mira tú cómo es la vida. Yo inicié siendo una promotora comunitaria de las que vivía en los sectores rurales permanentemente, haciendo el trabajo que hoy hacen mis compañeros subalternos en la institución. Y eso me hizo a mi corta edad tener unas votaciones fieles en sectores populares que fueron determinantes para sacar una votación diferenciada en esa elección.

Entre tus motivaciones, ¿estaba también el ser consciente de la relación entre la primera victoria de la Revolución Ciudadana y los procesos políticos asociados a los gobiernos progresistas y populares que estaban ya funcionando simultáneamente en una parte significativa de América Latina?

Cada vez que me pidas que resuma en pocas palabras el legado que dejó la Revolución Ciudadana en el Ecuador, verás que en mi explicación siempre saltarán los temas de la soberanía económica y la soberanía política, la posibilidad de la autodeterminación de los pueblos. Esto fue siempre para mí un vínculo con el resto de América Latina porque también tenemos la necesidad de mirarnos más allá de nuestro territorio nacional comprendiendo al resto de la Patria Grande. Mi organización de base, en la cual todavía milito –porque puedo ser la prefecta pero siempre voy a rendir cuentas en mi organización de base– se llama 24 de Julio, en honor al natalicio de Simón Bolívar. Entonces, te quiero decir que el ver en la Revolución Ciudadana proyectada esta necesidad de construir unas alianzas Sur-Sur fue uno de los temas que más me motivaron a estar ahí con mucha convicción. 

Retrospectivamente, a la vista de la evolución política de estos últimos años, ¿cuáles son los aspectos que te parece que resultaron fundamentales para que la Revolución Ciudadana lograse sus primeras victorias? ¿Alguno de los puntos principales de lo que pudiéramos considerar el sistema nervioso de su programa político? Porque quizá la perspectiva de ahora te hace percibir los acontecimientos de entonces con otras escalas.

Yo creo que ahí se conjugan dos elementos. Está el programa, como tú lo mencionas, pero también el estado de ánimo del país. La situación no daba más, el país necesitaba que se generase ese punto de quiebre, ya no creíamos en los partidos políticos, sentíamos que la partidocracia era un elemento nocivo para la democracia en el Ecuador. Sabíamos que estaba cooptada por los poderes fácticos y sobre todo corroída, había mucha corrupción. Ese momento es muy parecido al que estamos sintiendo en este momento en Ecuador y por eso tienes razón con lo del punto de vista de ahora, porque esto me salta inmediatamente a la mente. La Revolución Ciudadana llega con elementos que irrumpen. Primero, con una organización de izquierda con vocación de poder. Yo creo que eso es muy importante señalarlo. Y la otra es esta irrupción que supone el decir: “Nosotros vamos a cambiar el statu quo”, hasta tal punto que Rafael Correa lanza su candidatura sin diputados. En ese momento parecía una locura. El Congreso era la máxima expresión de un sistema político corrupto, decadente. Y Correa dice: “Yo voy a la Presidencia sin diputados, no creo en ese Congreso y voy a llamar a una Asamblea Constituyente”.

Eres elegida como asambleísta de la Asamblea Nacional por la provincia de Pichincha en 2009, reelegida en 2013, pero saliste del Legislativo para entrar en el Ejecutivo en 2015. Si se observa con detenimiento el trabajo parlamentario que desarrollaste durante seis años, aparecen principalmente dos componentes que resultan muy significativos a la luz de tu trayectoria posterior. Me refiero en concreto a tu trabajo en la Comisión de Gobiernos Autónomos y Descentralización y tu designación como Coordinadora del Grupo Parlamentario por los Derechos de las Mujeres. Dicho de otra manera, los dos componentes serían: por un lado, dar importancia al trabajo de los gobiernos locales como aquellos ámbitos de las administraciones públicas más cercanos a los problemas de la ciudadanía, y, por otro lado, prestar una atención prioritaria a las desigualdades de género, aunque para tu dedicación a los derechos de las mujeres no utilizaras en un primer momento el calificativo de feminista. 

Sin duda son dos de los pilares fundamentales que sostienen mi acción política. Hay una diferencia. La Comisión de Gobiernos Autónomos y Descentralización yo la busqué. El Grupo Parlamentario por los Derechos de la Mujeres me encontró. Los dos se volvieron esos pilares y te voy a resumir por qué. Como ya venía del trabajo con el Gobierno Provincial de Pichincha conocía la dinámica de los gobiernos locales, lo que significaban para el cambio directo de la vida de la gente: el darte luz, el darte agua, el estar tan cerca hace que puedas romper el círculo de la pobreza de manera directa. La otra es que yo siempre lo digo y lo reconozco: yo no vengo de la vertiente feminista. Por mi formación siempre entendí la política desde la lucha de clases, esa fue mi formación. Y cuando llego a la Asamblea Nacional y me contacta el Grupo Parlamentario por los Derechos de las Mujeres yo descubro un mundo. Empiezo a entender las razones por las cuales había sectores en peores condiciones que otros. En medio de esa pobreza, empiezo a entender que sin duda ser pobre hace que tengas muchas adversidades, pero que seas mujer pobre indígena o negra replicaba tus adversidades frente a la vida, hacía que tu vida posiblemente fuera más dura y difícil. Entonces, empiezo a comprender estas diferencias estructurales y cómo el patriarcado finalmente también había llevado a la mitad de la población a un situación de desventaja por muchos intereses. Y es así como termino siendo feminista. Por eso siempre guardo esta anécdota: cuando vi por primera vez a la feminista mexicana Marcela Lagarde, que me impactó tanto, recuerdo que decía: “¡No importa que no hayan sido feministas!, lo importante es que ahora se reconozcan feministas, y cuando una ya se lo reconoce tiene que subirse en una silla y decir: ¡sí, soy feminista!”. Porque eso significa reconocer estas luchas históricas que sin duda han cambiado la vida no solamente de las mujeres sino también de la sociedad.

De tu trabajo parlamentario, destácame por favor alguna iniciativa que consideres importante en relación con esos dos ejes de los que estamos hablando: fortalecimiento de los gobiernos locales y derechos de las mujeres. Dejando a un lado por el momento el tema del aborto, por el que te voy a preguntar inmediatamente después ya que es todo un tema por sí mismo…

[Risas] ¡Sí, es un capítulo en mi vida!… Mira, en el tema de gobiernos locales yo tuve la suerte de ser parte de la comisión que creó el nuevo Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización en el Ecuador [octubre de 2011]. Y en el tema de derechos de las mujeres podría decirte que una de las tareas legislativas que me marcó fue las reformas al Registro Civil. Y tú me vas a decir, ¿qué tiene que ver esto?… Aquí, el Registro Civil es el organismo que establece nacimientos, defunciones, casamientos… lleva el Estado Civil de las personas. Y nosotros veíamos que en varios países de América Latina se empezó a dar la lucha por las interrupciones del embarazo, la despenalización del aborto, la legalización del matrimonio igualitario y el reconocimiento de la identidad de género. Se trataba de saltar esta lógica del sexo al género, siendo empáticos con la comunidad trans, que es una de las comunidades que enfrenta una discriminación perversa, de las más dolorosas. Nosotros decíamos: si vamos a plantear una ley de género en el Ecuador, además con nuestro Ejecutivo que tenía una postura bastante conservadora, esto va a ser imposible, no lo vamos a lograr. Pero entró una propuesta de reforma del Registro Civil y dijimos: esta es la oportunidad sin levantar tanta expectativa, cambiar esta etiqueta tan pequeñita en nuestro documento de identidad reemplazando el sexo por el género. Así que logramos que el presidente de la Asamblea derive esa ley hacia la Comisión de Gobiernos Autónomos y Descentralización para aprobar esa modificación, porque yo pensaba que era un compromiso que tenía con la comunidad trans que para mí es de los sectores más discriminados y golpeados de la sociedad. Por eso la considero una ley muy importante en mi carrera legislativa.

En octubre de 2013 impulsaste –junto con tu compañera Gina Godoy, también asambleísta de Alianza País, y finalmente con el respaldo de más personas de vuestra bancada– una moción dirigida a la despenalización parcial del aborto. En esta ocasión se produjo bastante más sobresalto. El caso tuvo repercusión internacional porque, aunque los supuestos de interrupción del embarazo que pretendíais introducir no deberían ser de ninguna manera objeto de escándalo, el presidente Correa reaccionó de forma inopinada: hizo unas declaraciones que para todo el campo progresista fueron chocantes por la virulencia con la que expresó su rechazo. La confrontación llegó hasta el punto de que decidiste retirar esa moción. ¿Puedes contarnos resumidamente cómo sucedió todo el proceso? Me gustaría sobre todo que explicaras las razones de tu decisión final y cómo viviste personalmente esta contradicción que debió de resultar muy difícil de manejar.

Primero decirte que para llegar a colocar esa moción nosotros habíamos trabajado muy duro con el movimiento de mujeres y sobre todo con nuestra bancada. Eso me parece muy importante señalar porque sin duda fuimos condenados de lado a lado. Pero las políticas progresistas y las políticas de avanzada en los derechos siempre las tuvo la Revolución Ciudadana en la legislación. Lo que sin duda me faltó –y es algo que no me pasó con la reforma del Registro Civil– es que había un sector más allá del Legislativo con el que tenías que trabajar, que era el Ejecutivo. Nosotros conocíamos de antemano la postura de Rafael respecto a este tema, que resultaba tan decisiva porque, y esto es importante que se comprenda, en la legislación ecuatoriana tenemos la figura del presidente como colegislador, porque nuestro régimen es presidencialista. Por lo tanto, tiene la capacidad de vetar parcial o totalmente las leyes. Nosotros descuidamos sin duda este sector con el cuál debíamos trabajar. ¿Por qué retiramos la moción? Sabíamos que Rafael se oponía pero nunca imaginamos que su reacción sería de la forma en la que fue. Yo creo que esta reacción que sin duda caracteriza muchísimo a la personalidad de Rafael… esto puede ser visto como un de las cualidades que tiene cuando defiende sus ideas y también puede ser visto desde otro punto de vista como uno de sus defectos… reaccionó de una forma muy rápida y muy dura. ¡Y puso sobre la mesa su renuncia! Entonces, esto no solamente ponía en riesgo el avance de los derechos de las mujeres que para nosotros siempre fue fundamental, sino que también ponía en riesgo el conjunto de nuestro proyecto para el Ecuador. Cuando hubo esta situación tan tensa entre el Ejecutivo y el Legislativo, que seguramente fue la única situación de este tipo que tuvimos en los diez años de gobiernos de la Revolución Ciudadana, también esto colocó a muchos de mis compañeros legisladores en una situación muy compleja, muy difícil. Debes saber que además de ser quien presentaba la moción yo era la coordinadora de la bancada, lo que para mí siempre fue una responsabilidad. Mira, esto nunca lo he hablado públicamente porque nadie me había hecho antes así esta pregunta, pero yo tenía la responsabilidad de sostener y unificar la bancada de la Revolución Ciudadana dentro de la Asamblea Nacional. Esto fue para mí un factor determinante. Lo que estaba sucediendo significaba que se partiera el bloque, que se genere una fricción y una diferencia que sería muy difícil de superar, y adicional a eso generar una fricción también entre el Ejecutivo y el Legislativo en un proyecto político que estaba llevando adelante transformaciones profundas. Entonces, lo debo decir, me vi en la obligación de hacer frente a esta situación retirando la moción con uno de los dolores más profundos. ¿Si lo volvería a hacer, si volvería a presentarla? Seguramente lo volvería a hacer pero me blindaría mejor, comprendería que en los temas de vanguardia –que es ilógico que los temas de nuestros derechos como mujeres sigan siendo de vanguardia, que siga siendo una pelea tan difícil– hay muchos frentes que trabajar. A veces creemos que los votos en el Parlamento son todo pero la política va más allá de eso, necesitábamos cuidar además del frente de la sociedad civil también el frente del Ejecutivo.

En 2015 pasas de la Asamblea legislativa al Gobierno. Eres nombrada subsecretaria de la Gestión Política y casi inmediatamente secretaria… Explícame por favor en dos palabras, ¿eras una especie de ministra coordinadora de la acción de gobierno desde el Consejo de Ministros, como lo llamaríamos aquí?

La Secretaría de Gestión de la Política tenía enormes responsabilidades. Primero, era la encargada de llevar la relación política del Ejecutivo con todas las funciones del Estado, es decir, con la función legislativa, con la función judicial, con la función electoral… Posiblemente la tarea más dura era llevar la relación con el Legislativo porque tienes una diversidad de asambleístas que hace complejo el trabajo. Y también llevaba la relación con las organizaciones sociales y políticas. Entonces, esto implicaba no solamente el frente político institucional, sino también el frente social. Y esto es también algo importante en mi vida que marca mi carrera porque… primero, venía de la tarea legislativa, de hacer leyes, de fiscalizar. No venía del Ejecutivo. Para mí era muy difícil entender la actuación de ser Gobierno y ejercerlo, ejercer poder. No tenía la comprensión de esa dimensión. Después estaba también mi relación que quedó [por la moción sobre el aborto] muy sentida con el presidente. Nos costó mucho tiempo y mucha agua ha pasado por debajo del puente para que nosotros tengamos nuevamente esa relación tan de compañeros, tan fraterna, tan respetuosa que tenemos con el compañero Rafael, de tanto cariño, pero sin duda el capítulo del aborto friccionó nuestra relación. Entonces, nadie comprendía cómo después de haber sido sancionada [como consecuencia de la confrontación, el Comité de Ética de Alianza País suspendió de sus cargos por un mes a tres mujeres asambleístas, incluyendo a Pabón, en una decisión que fue contestada dentro del propio partido], es decir, cómo después de que hubo por aquello muchos daños colaterales paso al Ejecutivo. 

Este aspecto quería destacar: la extrañeza que produce el que siguieras ascendiendo orgánicamente dentro de la Revolución Ciudadana a pesar del choque tan acusado que dos años antes tuviste con el presidente y de que resultaba evidente que eras un cuadro político que planteaba debates legislativos nada sencillos dentro de tu propia organización. ¿Por qué te parece que esto sucede, que te propusieran asumir esas responsabilidades tan importantes?

Lo hago en uno de los pocos momentos de los diez años de gobierno en donde tuvimos manifestaciones populares en contra del Gobierno de Correa a propósito de dos leyes. La Ley de la Plusvalía, que buscaba mayor redistribución a propósito de la plusvalía de los bienes inmuebles, y la Ley de Herencias, que fueron dos leyes que no pudimos pasar y que hacen que los sectores más recalcitrantes de la derecha salgan como nunca a las calles como sucedió con la Marcha de las Banderas Negras [junio de 2015]. Me llevan al Ejecutivo para poder afrontar precisamente esa crisis política que logramos finalmente procesar y tuve que gestionar también una marcha indígena que vino después hacia Quito [convocada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), a la que se sumó el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), para sostener una larga lista de reclamaciones al Gobierno. Supuso seguramente el momento de máxima fricción de Correa con sectores sociales diferentes de la derecha, pero también de confrontación entre diversos sectores movimentistas entre sí por este levantamiento]. 

Justo ahora pensaba mencionarte las tensiones que hubo en ese momento entre la Revolución Ciudadana y sectores de los movimientos o de la sociedad civil surgidos precisamente de las bases sociales de las que tú provenías. Y me parece muy interesante que lo hayas puesto por delante en tu relato. Esto resulta seguramente muy significativo de tu carácter poco dado a ocultar las dificultades ya que eres por el contrario, como estamos viendo en esta conversación, más proclive a plantear las complejidades incluso en el seno de tu propio campo político. Me apena que por el tiempo limitado que tenemos y por la situación en la que tenemos que hacer esta entrevista, poco antes del nuevo juicio al que te enfrentas, no podamos detenernos más en discutir esta situación de 2015 que acabas de describir. Así que no tengo más remedio que avanzar para plantearte la siguiente duda: ¿puedes precisar qué funciones cumpliste en la campaña presidencial de Lenín Moreno en 2017?

Yo seguía siendo la secretaria de Gestión Política al mismo tiempo que tenía esta capacidad de poder generar vínculos con los sectores sociales. Incluso mi presencia permanente en territorio de parte de la organización política me daba una legitimidad. Yo creo que estas son las motivaciones por las que se me llama para encargarme la responsabilidad de llevar el trabajo político organizativo territorial en la campaña de Moreno, es decir, la parte más dura y complicada. Yo termino la campaña siendo muy cercana sin duda al presidente actual. Y la viví con todo lo que implicó, en primer lugar con el dolor profundo de no haber logrado el triunfo en primer vuelta, lo que significaba ir a una segunda vuelta con toda la derecha y los sectores que se oponían al correísmo unificados. Era una batalla titánica, casi imposible, pero finalmente logramos ese resultado que después fue empañado por esa traición al pueblo ecuatoriano. Como siempre digo, ganamos la elección pero perdimos el gobierno. 

En mayo ganáis las elecciones presidenciales y el presidente Lenín Moreno te ratifica en el cargo. Pero en agosto te marchas del Gobierno. No fuiste la única. ¿Qué sucedió en tan pocos meses para que decidieras abandonar, algo imprevisible a tenor del trayecto que te venía caracterizando?

Yo tengo primero la tarea de hacer la campaña y luego la de ser la ministra de Correa que organiza la transición de un Gobierno al otro, uno de los procesos más duros y difíciles, porque sabíamos… por lo menos que las cosas no estaban en su sitio. No podría decirte: “Sabíamos que las cosas estaban mal”, no. Inicialmente, siempre supimos en el movimiento que iba a haber un cambio en el liderazgo, en las formas. De lo que no nos dimos cuenta es de que las formas acaban siendo el fondo, y creo que esa es de las grandes lecciones que me quedó de este periodo. Entonces, fue anímicamente muy fuerte dejar el Gobierno de Correa, iniciar el de Moreno… Y a mí me ratifica el presidente Moreno en el mismo espacio de manera inmediata. Recuerdo que me dijo: “¿Qué espacio quieres?”. Entonces, como una es militante, mi respuesta fue: “¿Dónde soy más útil?”. Me dijo que en este puesto y respondí: pues me quedo. Pero el viraje de Moreno fue inmediato. Ricardo Patiño, que fue mucho tiempo el canciller de Rafael y asesor político de Moreno en estos primeros meses, Virgilio Hernández –que es ahora compañero mío en la causa por rebelión, él es otro de los procesados– y yo somos los tres ministros que no sólo renunciamos sino que también denunciamos la traición. Había un viraje que no solamente implicaba un cambio de formas o de estilo de liderazgo, sino que se estaba acordando nuevamente con los sectores retardatarios del país. Pero además se estaba nuevamente corporatizando el gobierno, que es uno de los grandes males del régimen de Moreno, volver a entregar a las corporaciones económicas la conducción del Estado. Evitarlo fue de los grandes logros de Correa y es por eso que nos temen, porque nosotros no acordamos con los banqueros, nosotros no acordamos con los emporios económicos, nosotros acordamos con el pueblo y sobre ese acuerdo fuimos delineando un gobierno, con muchos aciertos y sin duda con errores porque así es el ejercicio del poder. Pero nuestro compromiso era con el pueblo. La diferencia estructural entre los dos gobiernos es que el compromiso es ahora con los grandes grupos corporativos a espaldas del pueblo.

Te marchas en agosto de 2017 y ganas las elecciones a la prefectura de Pichincha en febrero de 2019, que es el cargo que ahora detentas. Y entre medias, ¿qué sucede? Cuando te marchas del Gobierno, ¿adónde vas y por qué motivo decides reaparecer públicamente meses después?

[Suspira y titubea] Tuve en lo personal cuestionamientos muy fuertes. Yo empecé en la política muy joven. Y yo creo que… la política… bien hecha con ‘p’ mayúscula es una opción de vida independientemente del cargo, porque a veces cuando uno piensa en la política cree que significa el cargo. Yo creo en la política como el mecanismo de transformación de la realidad de los pueblos hecha desde el espacio donde estés, desde la militancia, desde la asamblea, desde el ministerio o como me tocó en ese momento como una ciudadana de a pie, sin cargo. Pero esto me golpea en lo personal y me digo: frente a la traición, frente a los antivalores, después de que nos costó tanto esfuerzo lograr este triunfo para que la ciudadanía siga obteniendo derechos… porque lo de Ecuador es emblemático. Cuando tú miras el caso brasileño dices: bueno, por las dificultades, por la persecución o la judicialización finalmente gana Bolsonaro. Lo mismo sucede en Argentina, por la satanización del kirchnerismo dices: ganó Macri. ¡Pero en Ecuador volvió a ganar la Revolución Ciudadana! Entonces, la traición, ese Caballo de Troya dentro de la Revolución Ciudadana, nos dañó mucho, hay mucho dolor de por medio en el pueblo ecuatoriano y también en quienes fuimos parte de este proyecto político. Por eso yo decido poner distancia y tomarme unos largos meses. Y por esas cosas de la vida estuve en España, tengo que reconocer que tengo muchos amigos en tu país que muy preocupados me dijeron: “Necesitas tomar distancia”. Y yo lo hice porque en ese momento se generó una guerra que era incomprensible para la ciudadanía. Decían: “No entendemos, Correa se está peleando con su vicepresidente que es Moreno, resulta que Alianza País se está partiendo entre los que están afuera y los que están adentro”. Y yo decidí mantenerme al margen de esa guerra. ¿Por qué regresar al país? Lo hice el día en que Moreno decidió mandar el proyecto de referéndum a la Corte Constitucional. Porque, cuando yo leí las preguntas de ese referéndum sabía lo que iba a pasar, que estaban poniendo la última línea en el renglón que iba a significar repartirse la patria y retroceder en todo lo que habíamos avanzado en el Ecuador. Pude dimensionar cuáles eran las pretensiones. Y ahí tomé la decisión de venir a hacer esa campaña heroica contra las preguntas de este referéndum donde se buscaba trastocar todo el Estado ecuatoriano y nuevamente entregarlo repartido a las grandes corporaciones. [Se refiere al referéndum de febrero de 2018 que fue presentado enfáticamente por Moreno como una consulta para eliminar la reelección indefinida, lo que le permitió ganar cerrando así las pretensiones de regreso de Rafael Correa. Pero la consulta contenía dos preguntas más dirigidas a reestructurar el Consejo de Participación Ciudadana y derogar la Ley de Plusvalía, es decir, a modificar los mecanismos de control y levantar impedimentos a los inversores.]

¿Cuál fue la reflexión que te llevó a decidir que competirías electoralmente contra el régimen de Moreno un año y medio después de la consulta –que el oficialismo ganó con autoridad– esta vez en la escala de un gobierno local? No es sencillo comprender por qué diste ese paso tan decidido teniendo en cuenta que, como estás relatando, debía de resultar difícil para una parte importante de la ciudadanía, incluso para quienes eran genéricamente afines a la Revolución Ciudadana, descifrar qué estaba sucediendo. No se trataba como es habitual de la confrontación entre dos campos políticos tradicionalmente opuestos, sino aparentemente de una confrontación dentro de un mismo campo político que además, paradójicamente, estaba siendo exitoso en sus consecutivas victorias electorales. Por no hablar de que carecías en ese momento de estructura política y hasta de siglas partidarias.

Para poder contestarte a esta pregunta sobre la motivación, para mí es importante señalarte el tramo que hay entre la consulta y esas elecciones. Fue un momento muy difícil para quienes decidimos quedarnos en el país. Se había golpeado a la anterior primera línea de conducción de la Revolución Ciudadana. Rafael Correa estaba fuera del país, Jorge Glas [quien fue consecutivamente vicepresidente y varias veces ministro entre 2010-2018] estaba detenido [desde 2017 ha encadenado causas judiciales y condenas por delitos como asociación ilícita o cohecho]. Muchos de los ministros que estaban acompañando a Correa en esa primera línea se encontraban ya retirados de la política y nos quedamos una segunda línea de conducción del proceso. Y a nosotros nos tocaron los momentos más duros y difíciles, porque en ese momento había mucha confusión, mucho rechazo al correísmo con una campaña sistemática que decía que todo lo hicimos mal, que nos robamos todo, que éramos una banda organizada. Imagínate lo duro que fue enfrentar esos momentos. Y nos quedamos sin partido político. ¿Por qué señalo esto? Porque la proscripción comienza desde ese momento, no solamente nos quitan el gobierno legítimamente ganado sino que nos quitan nuestro partido y la casilla electoral. Empieza una lucha que yo lidero como militante que soy, porque me encargaron conseguir partido político y brego por tener organización. Esto fue muy difícil, el Consejo Nacional Electoral nos negó en tres ocasiones la posibilidad de tener nuestro propio partido, nosotros pedíamos que se nos entregue la certificación para recolectar firmas porque así es como aquí estableces tu partido político. No se nos permitió. Y después tuve la tarea de generar alianza con Compromiso Social, que fue la organización que nos dio cabida para las elecciones locales y que ahora está en riesgo con un proceso abierto, buscan proscribirlos por haber dado cabida a Correa y a la Revolución Ciudadana. En esas condiciones, sin partido político, con las elecciones locales a cuestas, fue muy difícil que nosotros podamos presentar candidatos y candidatas en todo el país. Esa fue toda mi tarea, no solamente mi candidatura sino también tratar de construir candidaturas en todas las elecciones locales. Y mira lo irónico, yo estoy siendo procesada por rebelión. Cuando yo creo que los problemas de autoritarismo se curan con más democracia. Creo que la única salida es la democracia y por eso era para mí tan importante recuperar nuestra organización por vías democráticas, para que nuestro partido siga vigente y llegue con oxígeno a las elecciones presidenciales de 2021. Si nosotros salíamos de la papeleta electoral en las elecciones locales, habría sido muy difícil recomponernos y mantenernos vigentes hasta esa otra fecha. Entonces, no era solamente mi candidatura, era la responsabilidad de que la Revolución Ciudadana siga en el imaginario de la gente, se siga pensando que estamos aquí, que no nos fuimos, que no los defraudamos, que estamos con ellos enfrentando este momento duro que vive el país. Eso significó las elecciones locales. Y claro, la pregunta era quién asumía Quito, Pichincha, la plaza más difícil, la más complicada en el peor momento de la Revolución Ciudadana. Entonces… nuevamente la militancia me encargó esta tarea y me dije: bueno, pues voy de regreso a la militancia… con la diferencia de que esta vez mi familia y mi círculo cercano me dijeron: “No, esta vez no, no te vamos a acompañar, esta vez ya no podemos”. Y finalmente lo hicimos. Creo que este fue uno de los triunfos que más me ha permitido crecer en mi carrera política. Porque una cosa era obtener triunfos electorales siendo gobierno, teniendo toda la maquinaria de una organización política como Alianza País, pero este otro triunfo posiblemente nos supo más a triunfo porque fue en medio de la adversidad. Y logramos llevar adelante una campaña a nivel nacional que nos permitió ganar dos prefecturas: Pichincha y Manabí, varias concejalías más y cumplimos el objetivo, que la lista ganara el requisito mínimo del 5% en votos para poder continuar. Entonces, mi triunfo no fue personal sino colectivo para mantener vigente la Revolución Ciudadana.

Que tu figura sea una clave de bóveda, una pieza fundamental en la reconstrucción de la Revolución Ciudadana seguramente explica la situación en la que te encuentras. En febrero de 2019 ganas las elecciones, en octubre sufres un allanamiento de tu domicilio y se te detiene por un procedimiento judicial que acaba derivando en cargos de rebelión. En febrero de 2020 se te abre un segundo proceso, en este caso por tráfico de influencias, y el asunto no acaba ahí sino que te enfrentas a otro proceso este lunes [7 de septiembre]. ¿Cómo se originan estas acusaciones?

El 14 de octubre me detienen por el caso de rebelión. Y la denuncia que ponen en fiscalía por tráfico de influencias fue inmediatamente después de que obtuviera mi libertad condicional por ese primer caso. Es el castigo a que yo haya obtenido las medidas sustitutivas a mi detención. La Fiscalía insistía en que yo enfrente presa este proceso ilógico, demencial, este absurdo jurídico. Porque el objetivo de ellos siempre fue quitarme el cargo. Y después, la tercera denuncia sucede en medio de un escándalo brutal, vergonzoso de corrupción en los hospitales públicos a propósito de la pandemia. Este escándalo sólo fue la punta del ovillo. Porque lo que ahora estamos enfrentando –existen todas las evidencias, un detenido, un proceso de investigación abierta…– es que el Gobierno nacional y quien tenía la tarea de llevar la coordinación política entre el Ejecutivo y la Asamblea, utilizaron un mecanismo para cooptar legisladores que consistía en repartir los hospitales públicos a actores políticos. Por eso cuando la pandemia llega al Ecuador se encuentra un sistema de salud ya corrupto e incapaz de atender a la ciudadanía. O sea, ¡lo de Guayaquil no es gratis! [en abril pasado, el mundo se estremeció con las imágenes de cadáveres en las calles de Guayaquil por el impacto súbito de la pandemia.] Es la consecuencia de la irresponsabilidad de haber hecho del sistema de salud la moneda de canje para obtener una mayoría parlamentaria. Entonces, en medio de ese escándalo, cuando empiezan a salir las denuncias de que se compraban pruebas rápidas para el covid carísimas, equipos de protección con sobreprecio, dicen: “¡Bueno, metámosle a alguien del correísmo!”. ¿Y quién podría ser? La prefecta de Pichincha.

Se me abre el proceso de peculado [malversación] porque un supuesto periodista tuitea: “Me han dicho que la Prefectura de Pichincha ha comprado con sobreprecio unas pruebas rápidas y unas fundas de cadáveres”. Y esa es la motivación con la que Fiscalía me abre una investigación por peculado. Pero el proceso judicial que vengo enfrentando sin duda más duro es el de rebelión, porque desde octubre del año pasado he vivido en carne propia lo que significa la judicialización de la política. Durante los meses o años anteriores a octubre yo hablaba desde el lugar de quien mira, analiza, se solidariza con las víctimas. Pero ahora siento la enorme frustración de no… de no tener justicia. Esto es una sensación en lo humano muy frustrante. Porque los días que yo estaba presa, mis abogados, mi familia y mis compañeros me decían: “Tranquila, que la audiencia para revisar tus medidas va a ser en una semana”. Y yo sabía que no tenía esperanza, porque… sabía que con una justicia que se ha convertido en un brazo operador, un brazo político de persecución no tienes esperanza. Pierdes esa fe en que las cosas van a llegar a un punto donde alguien con la ley, con la Constitución, con el debido proceso, con la presunción de inocencia va a atender tu caso. Era frustrante. Y después de un proceso que evidenció una detención ilegal, burda, con un uso excesivo de la fuerza, en donde se buscó no solamente detenerme sino acabar con mi imagen política, acabarme moralmente, terminé 72 días presa en una cárcel de máxima seguridad en donde no sólo estaba presa, también estaba aislada porque además esto es irracional. Como dicen que tienes un perfil político te aíslan supuestamente por tu seguridad. Yo tenía prohibición de hablar con los detenidos, con la policía, con los guías penitenciarios. Entonces ya no es una detención, es una afectación a tus derechos políticos. Caes en la cuenta de que esto ya no es un régimen democrático, de que esto es un régimen autoritario. Tú recuerdas lo que significaron las dictaduras en los años setenta y comprendes que esto es un nuevo autoritarismo vestido de democracia. Es un autoritarismo perfeccionado, estéticamente similar a una democracia pero es un autoritarismo.

Obtuve mi libertad el 24 de diciembre en una audiencia que fue increíble. Primero, te citan el día de Navidad. Lo que yo presumí es que esa audiencia nunca se iba a dar, porque dije: los jueces, los fiscales van a suspender y van a pedir que se traslade la fecha. Me sacaron de mi centro de reclusión a las 6 de la mañana, sin dormir por la tensión. Llegué al Palacio de Justicia a las 7 y tuve la mala suerte de encontrarme con el fiscal provincial en el parqueadero. A los 5 minutos, la policía me llevó nuevamente a mi centro de detención. No me permitieron ni siquiera estar en mi audiencia y desde ahí empezó otro calvario porque, cuando se abre la audiencia, lo primero que el fiscal solicita es poder reformular sus cargos. Se le había caído la tesis de la rebelión armada porque no encontraron armas por ningún lado… Entonces pidieron reformular los cargos ¡pero sin que se me sustituya la prisión preventiva! Después de que se reformulan los cargos, la jueza instala de nuevo la audiencia para sustituir la prisión preventiva y el fiscal dice: “Me olvidé el expediente”. Entonces la jueza le dice: “¿¡pero si acaba de tener una audiencia con el expediente, cómo es que no lo tiene ahora!?”. Él responde: “Pues no lo tengo, y sin el expediente no puedo llevar esta audiencia”. La jueza le ordena: “Vaya a buscar el expediente y en dos horas nos vemos aquí”. Dos horas más tarde –e imagínate, ya van pasando las horas del día de Navidad–, cuando está a punto de instalarse la audiencia para decretar mi libertad provisional… ¡hay una amenaza de bomba en el Palacio de Justicia! De todo esto yo me enteraba por los comentarios que mis compañeras de prisión me hacían llegar con papelitos. La jueza tuvo la entereza de decir: “Yo no me presto a estas burdas patrañas y me quedo en la audiencia, y si yo me quedo las partes se quedan”. Y así se dio mi audiencia de sustitución de medidas que duró más de 7 horas. Cuando yo ya pensé que no se obtuvo porque no me informaban, la persona que era la seguridad carcelaria golpea mi celda pasada la medianoche, ya el 25 de diciembre, y me dice: “Señora Pabón: Feliz Navidad, está libre”. Eso fue… [se le quiebra la voz, llora] posiblemente de las cosas más impactantes que me han sucedido, yo ya había perdido la esperanza de mi libertad y estaba hasta dormida. Posiblemente me emociono mucho porque el día lunes es la audiencia por la que nuevamente pretenden quitarme la libertad. Es por este sentimiento de impotencia, de injusticia, de saber que nuestro sistema judicial, la Fiscalía se ha convertido en un brazo político operador de la persecución. No buscan llevar adelante un proceso judicial. Lo que buscan es perseguir, proscribir, encarcelar a los contradictores políticos y sobre todo sus ideas, ¿no? Así es como llego a este momento en donde estoy nuevamente en horas difíciles, complicadas. Te puedo decir, Marcelo, que tengo fe, guardo la fe. Abrigo la fe de que se actúe en derecho con el debido proceso. Pero también sé que son momentos duros que vive mi patria porque éste es un régimen autoritario.

No resulta raro que te emociones, Paola, porque muchas veces se puede tener la impresión, mirado desde fuera, de que está sucediendo algún tipo de confrontación muy dura entre adversarios políticos cuando en realidad no se trata de eso. Tampoco consiste solamente en que un poder se ejerza buscando invalidar tu capacidad de operar políticamente, lo cual ya es grave porque constituye una negación del principio democrático que nos exige reconocer la legitimidad del otro. Lo que estás contando es incluso peor que la inexistencia de garantías democráticas para una confrontación legítima entre adversarios, porque se trata de un poder que se ejerce con la finalidad de hundir anímicamente al otro además de aniquilarlo como figura política. Por eso, cuando hablamos de los procesos que en los últimos años llamamos cada vez más lawfare, guerras judiciales, me parece importante no dejar de lado este aspecto de las emociones porque se trata de uno de los frentes de batalla importantes de este tipo de procedimientos para destruir a las personas que en realidad son perseguidas por razones políticas. Hay dos mecanismos que son fundamentales en las guerras judiciales. El primer mecanismo es la eliminación de la separación de poderes: sectores del poder político –habitualmente del Ejecutivo– y del poder judicial conspiran para actuar coordinadamente contra sus adversarios políticos, pero dando la apariencia contraria de que la democracia funciona, que la justicia actúa independientemente como control de la política encausándola por los delitos que supuestamente se cometen. El segundo mecanismo es fundamental para infligir el desgaste anímico y destruir la imagen pública de quien en realidad es víctima de persecución: se trata de la connivencia entre esta conspiración político-judicial y algunos medios de comunicación, que operan también dando la apariencia de un mecanismo democrático por el cual la prensa libre ejerce asimismo sus funciones de control. Quiero pedirte para ir acabando si podrías, por favor, explicar de qué manera se concretan estas maneras de proceder en tu caso particular, dado que vienes denunciando desde el primer momento que estás siendo sometida a un proceso de lawfare.

A mí me parece… y no te preocupes que estoy bien, solamente me emociono un ratito. Mira, para mí es importante leer esto como una estrategia regional. Cuando estuve detenida, leí una entrevista que se le hizo a Lula. Y… [habla ahora con más pausas] y para mí fue tan revelador. Uno de los planteamientos que me hacía era: “¿¡Pero cómo fuimos tan ingenuos!?”, ¿cómo pensamos que esto no respondería a una estrategia regional? Nosotros la hemos llamado el nuevo Plan Cóndor [por el nombre que recibió en los años setenta el plan de coordinación de las dictaduras militares de la región para aplicar formas de represión violenta a los sectores políticos de izquierda más allá de las fronteras nacionales]. Así es como han buscado minar los procesos progresistas de América Latina y su legado. Porque cuando tú hablabas del aniquilamiento anímico además de político… es que nos quiebran por ejemplo económicamente: ¿sabes lo que significa tantas defensas de abogados, que no podamos mover nuestras cuentas, recibir nuestros salarios? Quebrarnos personalmente es una manera de quebrar el legado. Es algo que sucede por encima incluso de los poderes judiciales pero que se relaciona con lo más cercano al ciudadano, se trata de influir en las impresiones más íntimas que tú puedas tener de esa persona que es perseguida por un proceso político. Porque saben que dañar ese legado significa restar una posibilidad electoral a futuro. Eso es lo que buscan.

Por esto es importante comprender bien esta estrategia de lawfare que además se ha ido perfeccionando. Nosotros llevábamos notándolo en el caso ecuatoriano. Virgilio Hernández [exasambleísta ecuatoriano, ejerció en un primer momento como consejero presidencial de Moreno pero renunció a este cargo en 2017 mostrándose contrario a la demonización de Correa por el oficialismo] habla de que existen cuatro pilares del lawfare en Ecuador. Primero, la parte administrativa. La Contraloría General empieza a generar una persecución desde lo administrativo, de tal manera que todos los funcionarios de los anteriores gobiernos de Correa empiezan a ser revisados por sus decisiones, así empiezas a generar una sospecha sobre la política pública desde lo administrativo. Mi procesamiento por tráfico de influencias vino por una denuncia previa de la Contraloría. El segundo paquete está compuesto por los jueces y la Fiscalía, y yo creo que ésta, más que los jueces, se ha convertido en el Ecuador en el brazo político de este régimen autoritario. Y te lo digo en nombre propio porque yo veo que el fiscal Santillán no investiga, se ha vuelto mi perseguidor. Ahora se acaba de inventar un informe falso diciendo que he pedido asilo en México, para intentar que este lunes se me suspenda la libertad condicional. Existe un tercer elemento que en el Ecuador es nuevo y es la función electoral: tienes al Consejo Nacional Electoral persiguiendo y proscribiendo políticamente. Entonces, yo hago el trabajo de eliminarte a ti pero también a tu organización política. Y eso es lo que estamos viendo en Bolivia perfeccionado: un Consejo Electoral que actúa junto con la bota policial y la bota política, cuando pensábamos que no veríamos de nuevo golpes de Estado de este tipo en América Latina. Y la cuarta, en la que insistimos mucho, es lo que aquí hemos llamado “el salvataje mediático de Moreno”. Es verdad que a los medios de comunicación les cuesta cada vez más sostener u ocultar todos los escándalos de persecución que lleva adelante el Gobierno porque hoy tenemos una ventaja enorme, que son las plataformas digitales que han roto el cerco mediático. Todo esto sucede porque la animadversión y el temor que algunos poderes tienen a los procesos progresistas es tanta, que finalmente prefieren sostener regímenes impresentables como los que están pasando en Bolivia o en Ecuador.

Quisiera resumirte y cierro esta pregunta siguiendo esta lógica. En octubre del año pasado, durante las movilizaciones populares, primero saltó un fake news, por supuesto sin firma:: “Pabón, con la maquinaria pesada del Gobierno Provincial, obstaculiza las vías”. Ese fake news es inmediatamente tomado por una plataforma de noticias digital que la convierte en noticia que se repite después en las grandes cadenas de comunicación. Y la Fiscalía, atendiendo a lo que aparece en los medios de comunicación actúa avalada, como en cualquier régimen autoritario, por la aparición de un informe policial, que en mi caso se basa en los tuits nuestros que recogió. A nosotros se nos está juzgando en base a nuestros tuits, es decir, por el ejercicio de nuestra libertad de expresión. Fíjate que en la legislación ecuatoriana, un delito contra la seguridad del Estado como es la rebelión tiene que llevarse a cabo de forma reservada. Pero a mí se me está procesando por tres tuits, ¡en uno de los cuales pido literalmente que pare la violencia! Nuestra organización política planteó en las jornadas de octubre una salida democrática al estallido social. Nosotros que estamos pidiendo más democracia estamos siendo juzgados por rebelión. Este framing comunicativo es lo que sostiene la actuación fraudulenta de la Fiscalía del Estado. No es justicia, es una justicia direccional que busca acallar a los contradictores del régimen. Esto es muy importante, y es una limitación que hemos tenido los actores políticos, no logramos trascender este encuadre político de lo que realmente está pasando. Porque no se trata solamente de mi caso. Se está afectando a los derechos humanos de las personas. Se está afectando a derechos como la libertad de expresión, al debido proceso, la presunción de inocencia, y adicional a eso se está minando la democracia. El daño que le estamos haciendo a nuestras democracias, a nuestras instituciones, es muy grave, porque parecería que todo el mundo tiene patente de corso para hacer justicia con sus propias manos utilizando las instituciones y las figuras que están en la ley para perseguir a quien yo creo que merece ser perseguido. Y esta es una actuación institucionalizada que sin duda tiene un formato que se sitúa más allá de los límites de nuestros países. Aquí hay también unos intereses transnacionales que de cara a la geopolítica mundial no estaban cómodos con nuestros regímenes progresistas, y las embajadas de Estados Unidos han jugado un papel en estos procesos que hemos llamado Nuevo Plan Cóndor. Entonces, ya no es el caso de Paola Pabón, ya no es el caso de Lula, ya no es el caso de Rafael Correa. El problema es en realidad que ya no se trata de Estados democráticos y con el tiempo se hablará y se escribirá sobre cómo actuaron los regímenes neoliberales-autoritarios en esta época en América Latina.

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Agradezco enormemente a Irene López la facilitación, las ideas aportadas y la revisión final de esta entrevista.