Durante este año de 2020, se ha desencadenado, principalmente en los países anglosajones, el movimiento de protesta antirracista Black lives matter. Uno de los objetivos de la protesta han sido los monumentos dedicados a personajes históricos que los manifestantes identifican como racistas. El movimiento forma parte de una espontánea revolución cultural que está comenzando a cuestionar símbolos culturales sobre los que se cimenta la civilización occidental.
Entre los personajes amenazados por estas protestas se cuenta el mismísimo Winston Churchill. El emplazamiento de su estatua frente al Parlamento de Westminster se convirtió en un campo de batalla entre detractores y defensores. Finalmente, las autoridades londinenses optaron por blindar el monumento para protegerlo de los ataques y el propio primer ministro Boris Johnson manifestó en los medios de comunicación su admiración por Sir Winston Churchill.
Churchill ha sido venerado en Reino Unido como uno de los próeceres del actual Estado británico. Fue Primer Lord del Almirantazgo durante la I Guerra Mundial, Primer Ministro durante la II Guerra Mundial (1940-1945) y de nuevo en (1951-1955). Incluso ganó el Nobel de Literatura en 1953. La leyenda de su espíritu de resistencia frente a la agresión nazi en la II Guerra Mundial, es considerada por la mayoría de los británicos como un factor decisivo que permitió derrotar a los nazis y salvar la democracia británica y mundial.
Sin embargo, esta brillante percepción del personaje oculta las sombras que también poseía. Y es que son conocidos los comentarios racistas de Churchill sobre los indios y su desprecio público hacia personajes como Mahatma Ghandi. Sus argumentos para legitimar la existencia del Imperio Británico eran claramente supremacistas, ya que lo justificaba al basarse en la exportación del progreso y la civilización a pueblos atrasados e ignorantes. También defendió la mano dura contra las revueltas en las colonias y creía moralmente aceptable el uso de armas químicas contra los rebeldes1.
Por otra parte, Churchill en los años treinta se declaró admirador de Mussolini y de Franco. No olvidemos que Churchill fue uno de los más ardientes defensores en el Parlamento Británico de la política de no intervención en la Guerra Civil Española2. Sin embargo, como hemos comentado, estas sombras sobre su figura quedaron ocultas tras el fulgor que irradiaba su papel como primer ministro británico durante la II Guerra Mundial y factor decisivo para derrotar al fascismo.
Precisamente, en este mismo año que se cuestiona su papel histórico se cumplen ochenta años desde la batalla de Dunkerke (1940) en la II Guerra Mundial y su famoso discurso “We shall fight in the beaches”. A continuación, vamos a revisar algunas de las publicaciones más relevantes que han abordado los acontecimientos que tuvieron lugar durante esas semanas de mayo y junio de 1940 y que pretenden aportar una visión de los hechos un tanto alejada de la leyenda oficial.
En aquella primavera de 1940 se produjo la invasión de los Países Bajos, Bélgica y Francia por el ejército alemán. Como resultado de una exitosa maniobra envolvente, el ejército británico y parte del ejército francés quedaron atrapados en una bolsa al norte de Francia. La derrota era completa y el alto mando británico ordenó la evacuación del ejército a través del puerto de Dunkerke. Fue durante los días de la evacuación, concretamente el 4 de junio, cuando Churchill pronunció su famoso discurso “We shall fight in the beaches” que anunciaba una defensa numantina frente a las hordas nazis.
A través de este discurso y otros, Churchill se convirtió en un símbolo de resistencia frente al fascismo y el garante del honor patrio británico que no se doblegaba ante amenazas foráneas. Sin embargo, existen pruebas de que la postura del primer ministro no fue tan heroíca como la leyenda nos presenta. Según estas pruebas, durante esos días el gobierno británico intentó negociar un armisticio con Alemania. El propio Churchill, como primer ministro, tuvo que autorizar estas maniobras diplomáticas.
No contamos con fuentes de primera mano sobre los acontecimientos de esos días en Londres, ya que los protagonistas no dejaron sus testimonios. A pesar de que Churchill (primer ministro) y Halifax (ministro de exteriores) escribieron sus memorias, sorprendentemente en ellas no se refieren a lo ocurrido en esos días. Cuando Churchill fue preguntado por el motivo de este silencio, respondió que no quería dañar la reputación de otros miembros del gobierno.
Por tanto, la principal fuente de información sobre estos hechos es el libro Cinco días en Londres3 del historiador John Lukacs4. Lukacs que fue el historiador de cabecera del partido conservador británico tenía acceso privilegiado a las fuentes y elaboró un drama histórico. En el libro refleja un conflicto interno en el gabinete de guerra británico (que era el gobierno facto en ese momento) en torno a la decisión sobre negociar con Alemania y firmar un armisticio o proseguir con la guerra.
En el drama de Lukacs se muestra la tensión que se genera en ese momento entre los tres jerarcas del partido conservador que sostienen en ese momento las riendas del país: Churchill, Halifax y Chamberlain. Halifax es partidario abiertamente de la negociación con los alemanes y Chamberlain le apoya. Churchill se muestra indeciso, pero finalmente se decanta por continuar la guerra y Chamberlain cambia de idea, pasando a apoyarle. Por tanto, el libro de Lukacs nos muestra a un Churchill con dudas que finalmente encuentra el camino correcto. Las discusiones entre Churchill y Halifax también se mencionan en el libro A certain eventuality5 de Philip Bell.
Más reciente en el tiempo es el libro Las horas más oscuras6 de Anthony McCarten. En este libro el autor va un poco más allá y nos muestra a un Churchill abierto a la negociación con los nazis, pero que discrepa con Halifax en cuanto al momento adecuado. Para McCarten, el punto de la discusión entre Halifax y Churchill es que Halifax defiende la negociación urgente, mientras que Churchill argumenta que negociar en ese momento tan delicado sería ofrecer una imagen de debilidad que no beneficiaría el alcanzar un buen acuerdo.
La opinión de Churchill era que se podrían alcanzar mejores condiciones de paz una vez que la invasión nazi a Gran Bretaña hubiera fracasado. Mientras que Halifax y Chamberlain pensaban que era mejor alcanzar un acuerdo antes de que el ejército británico fuera destruido en las playas de Dunkerke. Finalmente, en el libro de McCarten, Churchill inmerso en una fuerte depresión, experimenta una epifanía y decide que no hay que negociar y se debe proseguir la guerra. En un emotivo discurso convence a la mayoría del Parlamento y el gobierno secunda su decisión.
La polémica en torno a la figura de Churchill y su papel histórico en la primavera de 1940 también ha llegado a las pantallas. El director Joe Wright realizó una adaptación cinematográfica del libro de McCarten. La película se llama igual que el libro, Las horas más ocuras (2017). Hay otras producciones audiovisuales de carácter histórico que reflejan la voluntad de negociación con la Alemania nazi de importantes sectores de la oligarquía británica. En la teleserie The Crown (2016) centrada en la casa real británica se deja ver el papel de Eduardo VIII (el rey que abdicó antes de la guerra) como partidario de alcanzar un acuerdo con el III Reich. En el largometraje Lo que queda del día (1993) del director James Ivory, basado en la novela del mismo título del premio nobel Kazuo Ishiguro, se muestra que muchos aristócratas y políticos británicos buscaban un acercamiento cordial con el régimen de Hitler antes de la guerra.
En definitiva, la imagen que nos ha transmitido la historiografía oficial de una Gran Bretaña como heroica defensora de la democracia frente al fascismo está un tanto alejada de la realidad, al menos en lo que respecta a sus élites. Buena parte de la élite británica, en concreto influyentes sectores dentro del partido conservador, promovían años antes de estallar la guerra un reparto hegemónico de áreas de influencia con Alemania e Italia. Los conservadores británicos toleraban el fascismo y temían al comunismo. En realidad, son posturas que se reproducen en la actualidad y no están tan alejadas de los planteamientos que hoy en día realiza la derecha neoconservadora.
En este sentido, Churchill no fue una excepción. Con unas profundas convicciones conservadoras, Sir Winston Churchill aborrecía el comunismo como fuerza subversiva que amenazaba el status quo de las sociedades europeas. Si bien no tenía convicciones fascistas, simpatizaba con algunos líderes fascistas como Mussolini. Esas simpatías las hizo extensivas a otros líderes como Franco y el principal motivo fue la mano dura que estos líderes emplearon contra el comunismo.
En el caso de Hitler, Churchill no llegó a expresar su simpatía por el caudillo alemán. Más bien al contrario, parece que guardaba una antipatía personal contra él, a pesar de que Hitler había extirpado el comunismo de Europa Central. Los motivos de esta antipatía nos son desconocidos. Ambos personajes estuvieron a punto de conocerse en persona antes de la guerra en una visita de Churchill a Alemania. Sin embargo, Hitler canceló el encuentro a última hora. Tal vez este desencuentro fuera el germen de la antipatía de Churchill.
En definitiva, la marea baja que ha provocado la crisis económica y el creciente malestar social ha dejado al descubierto abundantes escollos que sostenían el edificio de la cultura occidental. La figura de Churchill es uno de esos escollos. Ensalzado como paladín de la democracia y de la libertad, también refulge como un racista convencido de sospechosa lealtad hacia los valores democráticos. El actual movimiento Black lives matter ha hecho visible con su protesta esta incongruencia. Da la impresión de que los cimientos culturales de Occidente se están removiendo más rápido, que lo hacen los nuevos valores que deben ocupar su lugar.
Notas
1BBC: “Las cinco principales controversias en la carrera de Winston Churchill” https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/01/150124_reino_unido_cinco_principales_controversias_winston_churchill_lv
2EL ESPAÑOL: “La cara oculta de Churchill: de apoyar a Franco a oponerse al voto femenino en Reino Unido”
3 Lukacs, John (2001). Cinco días en Londres. Turner. https://elcultural.com/Cinco-dias-en-Londres
4 https://es.wikipedia.org/wiki/John_Lukacs
5Bell, P.M.H. (1975). A certain eventuality. Saxon House.
6McCarten, Anthony (2018). Las horas más oscuras. Crítica.