Para quienes conocen el café solo en la taza, ignoran todo un mundo de sufrires y placeres, toda un universo de quehaceres vivificantes que se desarrollan alrededor de él, tal vez eso le importe poco, pero para quienes lo cultivamos significa la vida entera, generosa y exigente. En principio, el café es considerado un cultivo ecológico y de verdad que lo és, pero esta cualidad se cumple si y solo si, sus prácticas lo fueren. En cualquier diccionario encontramos una descripción mas o menos como ésta: «Cafeto. Árbol rubiáceo tropical de unos 4 metros de altura, con hojas verdes persistentes, flores blancas y cuyo fruto en baya roja con dos semillas es el café: El cafeto es originario de Etiopía».
Pero esta definición por si sola no nos dice mayor cosa. En torno a este cultivo se desarrolla todo un mundo de historia, de pueblo, de campesino, de sudores, de risas y de llantos. Un mundo de vidas ligadas indisolublemente a esta actividad agricola que se extiende por mas de 11 mil millones de hectáreas, situadas en 4 continentes y 75 países. En este maltratado planeta, el 50% de la producción mundial de café se produce en América, el 33% en África y el 22% en Asia.
El cultivo del café debe darse bajo sombra, esta condición es fundamental para producir un café de buena calidad, en sabores y aromas. El hombre en su afán por incrementar la productividad ha introducido la modalidad del café a plena exposición, para lograr mayor incidencia solar y asi incrementar la producción de grano. Esta práctica es profundamente abrasiva al suelo provocando un deterioro tal, que desenvoca irreversiblemente en la desertizacion, que es un proceso que convierte las tierras fértiles en desiertos por la erosión del suelo: recordemos que la tala y el uso indiscriminado de pesticidas desemboca en la desertización.
Asi es que, el cultivo del cafe en su forma tradicional y ancestral está ligado a las prácticas agroecologicas con el que se aferró al subconsciente campesino. En el se combinan las praáticas artesanales, ecológicas con que nació y se extendió por el mundo, caracterizada por ser un cultivo familiar en el que se incorpora todo el entorno de la familia campesina. La participación de la mujer tiene un alto peso moral y concreto. El café es un cultivo de alto nivel de cooperación que incorpora a todo el nucleo familiar y al entorno que se mueve alrededor de ella. Las mujeres y los niños son parte de esta historia, tal vez por eso una buena taza de café enamora y convence.
Levantarse temprano, tomar una buena taza de café, de inmediato amolar el machete frotandolo sobre una piedra de quebrada, aplicar el abono en tiempos adecuados, podar y revisar de modo permanente las matas una a una, preparar el cesto para la recolección, remover el cafe de la troja, despulpar, secar, trillar, moler café, Todas estas tareas y muchas otras se distribuyen a lo largo del año. Eso hace del café una jornada permanente que copa nuestro tiempo.
Todas las prácticas culturales aplicadas al cultivo son exclusivamente artesanales, la limpia o el desmalezamiento se realiza de manera manual, con machete o aplicando el deshierbe con la mano. El abonado, la poda, la recolección del grano, el manejo post-cosecha, todas esas actividades llevan consigo la mano amorosa de hombre y la mujer campesina, esto le imprime un valor sociológico inportante y de interrelacion del hombre con la naturaleza, lo que sin duda le imprime un intercambio de energías que se dan entre hombre, el suelo, la planta y la naturaleza en su conjunto. Esta condicion natural le da a este cultivo un arraigo indisoluble entre el cafe y su gente. Las poblaciones campesinas donde historicamente se han dedicado al cultivo del café, dificilmente logran desvincularse de este cultivo. El campesino se comunica con el árbol de cafeto, le habla, le canta. Sin duda hay algo mágico en esta actividad forjadora de pueblos y de culturas en el mundo.
Por supuesto que el cultivo del café nos debe dar cierta solvencia económica que nos permita mejorar nuestra estancia, para eso se trabaja, para vivir y para el disfrute de la vida, pero este cultivo lleva consigo una profunda carga poética ausente en otros cultivos, esta caracteristica le imprime un elemento sugestivo y subjetivo que sin duda juega un papel fundamental en la calidad y sabor en la taza, esto significa vida mas alla del negocio.
El placer de una buena taza de cafe viene cargada de magia, de saberes, de culturas amalgamadas en el tiempo, ella trae consigo las aromas del campo, las risas y los sueños de quienes entregamos nuestra vida y las de nuestras familias a un pequeño árbol de bayas generalmente rojas que se llevan consigo todos nuestros sueños e ilusiones. Una buena taza de café encierra todo un mundo de pasiones, de luchas, toda una vida de amores que le impone la mujer y el hombre campesino, un mundo que muchos desconocen.
No sabe igual un cafe cultivado con amor y cariño, usando prácticas ancestrales y naturales, a uno producido con abonos sintéticos y venenos que traumatizan nuestros suelo y nuestro cuerpo. ¡Eso se lo aseguro!