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Productivismo, producción, consumismo, consumo y flujos mercantilistas

Fuentes: Rebelión

Hay quién diferencia entre capitalismo y neoliberalismo global (fase superior y universal del capitalismo). Pero en realidad es lo mismo sólo que en una fase muy avanzada. Y sucede que para que un término no deje de ser capitalismo en toda su médula, e inseparable de él, no puede tener el mismo esquema, aunque este pueda ser mucho más elaborado.

Así que cuando criticamos al neo-liberalismo-global (N.L.G.), no se puede argumentar que el que hace esta crítica está haciendo una sesgada defensa del capitalismo, porque ambos son la misma cosa solo que la última está mucho más crecida, con más edad y su naturaleza es irreversible. Debe quedar muy claro que atacar al N. L. G no es realizar un reformismo para volver a capitalismo menos evolucionado.

Suele suceder que estas mismas personas que ven con recelo la critica al N.L.G., también tienden a meter en el mismo saco conceptos completamente dispares como consumomercantilismo, y también ven con recelo el que se diferencie entre consumo y consumismo. Esto es lo pasó en los años ’60 a los sociólogos progresistas, que criticaban a la sociedad de consumo, pues fueron incapaces de distinguir la diferencia entre consumo y consumismo; y también  confundían el consumo con la mercantilización. Y a todas claras, son cosas completamente distintas el concepto de consumo está completamente cercano al comportamiento de los ecosistemas naturales y el consumismo esta completamente ligado al concepto artificial-industrial y mercantilista. Tanto los vegetales como animales, insertos en el flujo de materia y energía que en realidad es un ecosistema natural, CONSUMEN O2, energía solar, agua, alimentos, etc. CONSUMEN (pero no almacenan, no ACUMULAN). Consumen pero no más de lo estrictamente necesario, no realizan la acumulación mercantilista que realiza el consumismo, porque su funcionamiento no ha sido insertado en el mecanismo capitalista de la mercantilización-acumulación por encima de lo necesario. En los ecosistemas naturales no hay despilfarro ni acumulación de materia ni energía innecesaria. Los ecosistemas naturales no se comportan como esos consumistas de hamburguesas made in USA, que rápidamente derivan en enfermos obesos.

Así las cosas, resultan claras dos cuestiones necesarias para conseguir que un ecosistema como lo es la sociedad humana funcione sin enfermar ni suicidarse:

a. No confundir el mercantilismo con el consumo.

b. Actuar copiando la naturaleza según marca un sistema de actuación denominado Biomimesis [1].

Precisamente esto es lo que pretenden realizar de forma inteligente los ya existentes y admirables “grupos de consumo”, pretenden que se consuman solo productos naturales y estrictamente los necesarios. De ahí que podamos definir el CONSUMO como el consumo de necesidades y por el contrario el CONSUMISMO se puede definir como el consumo de pseudonecesidades potenciadas por los intereses crematísticos de la mercantilización. Bien es cierto que los actuales grupos de consumo aún utilizan dinero para distribuir sus alimentos, pues se trata de un ensayo de transición, de cómo deberá realizarse un consumo post-capitalista, no consumista ni mercantilista. Y esto dentro de una transición que nos prepare para prescindir, precisamente, de la comercialización y el mercantilismo.

Además los términos de consumo y consumismo nos anuncian, nos hacen intuir que existe la actividad mesurada que el es consumo y que nos indica medida de equilibrio. Y a la mesura y al equilibrio no se les puede tratar como a algo a rechazar y anular, solo se trata de anular el exceso que supone el mercantilismo del consumismo. En consecuencia, es un grave error ver como negativa la sociedad de consumo.

Algo parecido a esto del CONSUMO y el CONSUMISMO sucede paralelamente con las expresiones PRODUCCIÓN y PRODUCTIVISMO. En efecto, los ecosistemas naturales también PRODUCEN biomasa, biodiversidad, flujos ecosistémicos, pero estrictamente solo los necesarios. No como el N.L.G., que se obsesiona  con el crecimiento desmesurado del flujo de materia de energía, casi siempre conducidos a lugares extremadamente lejanos de la localidad en la que se producen y con gran pobreza de biodiversidad.

Pero los ecosistemas naturales producen sin acumulación, sin comercialización, sin esclavización, sin pseudonecesidades. Sólo producen las necesidades naturales para el funcionamiento de todos los componentes y no casi exclusivamente como hacen los ecosistemas artificiales para una oligarquía obesa. No producen ni materia ni energías mayores a las necesarias.

En resumen la Biomimesis a la que indispensablemente debemos imitar, PRODUCE solo lo NECESARIO e indispensable para un funcionamiento verdaderamente sostenible y saludable para TODOS los integrantes del ecosistema. Esta idea la expresa muy bien Carlos Taibo en su muy recomendable libro Decrecimiento de la siguiente forma: “En modo alguno se trata, como parecen entender torcidamente algunos detractores del decrecimiento, de llevar a cero los niveles de producción y consumo. Eso sería, claro, un absurdo”. Y añade que: “La propuesta del decrecimiento en modo alguno tiene un carácter triste y sombrío” [2]. En efecto, como insisto constantemente, el decrecimiento debe ser un decrecimiento feliz.

Y es importantísimo que esto llegue a ser así si queremos evitar la llegada de un decrecimiento infeliz  que será esclavo y potenciado por un capitalismo desesperado. Desesperado porque por primera vez está viendo que si no cesan en su desorbitada brecha social y abuso espoliador y extractivista pueden llegar a terminar con recursos planetarios. Y por ello tenderán a embarcarse en un ecofascismo necropolitico.

Por el contrario el N.L.G. PRODUCE, sobre todo, PSEUDONECESIDADES que sean rentables mediante un flujo de mercancías en el círculo de los mercados, cuya finalidad primera y prácticamente única es la acumulación destinada a una pequeñísima oligarquía que sufre dos grandes enfermedades:

a. La enfermedad mental de la obsesión por la acumulación.

b. La enfermedad nutricional de una obesidad en materia y energía.

Además ser consumista no sólo supone consumir más de lo necesario, sino que además hay que considerar que ello incide en el agotamiento de los recursos y en el cambio climático. Además significa consumir baja calidad, por ejemplo, consumir una dieta desequilibrada (comida basura) con más de un 5% de carne y que esta carne no sea ecológica. Este consumismo de baja calidad se suele obtener en masa acudiendo a los supermercados o a los restaurantes fast food.

Los progresistas de los siglos XIX y XX, con su enfoque exclusivamente antropocénico, afirmaban: “no se trata de saber interpretar a la naturaleza, sino transformarla”. ¡Gran equivocación!, porque lo idóneo es saber interpretar a la naturaleza para saber imitarla responsablemente, para no caer en el hiperconsumo mercantil y extractivista destructor total de la biosfera y generador del cambio climático.

Por último hay que decir que el mercantilismo es el arma artificial del N.L.G. con la que se consigue acelerar de forma inusitada el crecimiento económico oligárquico [3], es decir, el flujo de materia y energía, y todo dentro del ecosistema artificial que resulta ser el modo de producción capitalista. De forma similar sucede con el flujo de materias y mercancías. El planteamiento del mercantilismo tiene mucho de visión demente que solo ve el cortoplacismo y no el desastre que inevitablemente acarreará este desaforado mercantilismo-consumismo-productivismo.

Por eso relacionar el sano consumo con esta arma asesina del consumismo y la mercantilización no deja de ser una visión errónea,  superflua e inadecuada.

Por todo lo antedicho, usar indistintamente el término consumo o consumismo, como lo hacen casi todos los autores, es entrar en un confusionismo que hace que se pierda algo tan importante como la palabra mesura, término que tan sabiamente sabe utilizar nuestra madre tierra. Este confusionismo de estas dos palabras (consumo y consumismo) es hundirse en un océano de ambigüedad.

Tal vez sea más grave aún criticar a fondo y defender la eliminación de la sociedad de consumo. Recordemos aquí la reciente cita de Carlos Taibo.

Si dejamos de ser políticos y sociólogos superfluos y nos detenemos a reflexionar podemos percatarnos de que esa actitud: “¡antisociedad de consumo!” es auténticamente agresiva, pues es lo mismo que atacar al consumo de los ecosistemas naturales, que con su flujo nos proporcionan vidas sanas y biodiversidad. Atacar al sano consumo y olvidarse del suicida consumismo es hacer un flaco favor al multicolapso y al confusionismo de la gente. En una palabra:

El consumo de necesidades vitales es algo completamente sano, necesario y defendible.

El consumismo de pseudonecesidades es una mercantilización suicida universal.

En fin el “revolucionario” slogan de: “¡no a la sociedad de consumo!”, de los 60, cosechó más fracasos que éxitos. Lógico, porque únicamente los intelectuales elitistas de la gauche divine fueron los que entendieron el sentido y la intencionalidad de esta crítica. Pero la gente de a pie no lo entendió en absoluto y es lógico porque para esta gente lo más vital resulta, precisamente, consumir. Y este slogan lo veía como algo parecido al suicidio.  

Esto precisamente le vino muy bien al capitalismo porque con este confusionismo se dejaba la puerta abierta para que la gente abandonara la idea de consumo y que, precisamente por el enfado, se decantara aún más a ser consumista.

Al final todo este mundo yo tiendo a expresarlo completamente contraído con un reducido término compuesto productivismo-consumismo o en su interpretación adecuada como producción-consumo y no sólo para una oligarquía obesa. Porque por muy escuálido que nos quede el mundo post-capitalista solo lo superaremos si sabemos sustituir éste desaforado consumismo de hoy por un consumo frugal pero justamente suficiente.


[1] La Biomímesis, es la ciencia que estudia a la naturaleza como fuente de inspiración para entender y resolver aquellos procesos de producción en los ecosistemas humanos.

[2] Carlos Taibo “Decrecimiento, una propuesta razonada”, Alianza editorial, 2021, pág. 88. 

[3] Y más aún hoy con la velocísima comunicación de las redes electrónicas que permite realizar transacciones financieras a cualquier parte del mundo en cuestión de segundos.

Julio García Camarero es doctor en Geografía por la Universidad de Valencia, ingeniero técnico forestal por la Universidad Politécnica de Madrid, exfuncionario del Departamento de Ecología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias y miembro fundador de la primera asociación ecologista de Valencia, AVIAT.