Tal parece que una crisis financiera (con sus efectos sociales y económicos) de dimensiones inimaginables se acumula y se va a desencadenar a nivel global. Los síntomas se manifiestan en muchos lugares y escenarios del mundo en medio de la pandemia y de las nuevas migraciones (y protestas) masivas que estallan por todas partes.
El gran capital continúa su proceso de concentración en pocas manos a unos niveles extremos e increíbles pero, a la vez, en medio de la dinámica especulativa, se genera una mayor inestabilidad en el mundo financiero (un multimillonario puede ganar o perder miles de millones de dólares, euros, rublos o yuanes en unos pocos minutos).
Se observa -y es una de las preocupaciones de gran parte de los analistas económicos- la “sobreproducción” de moneda (en diversas presentaciones y formas físicas, bursátiles y digitales) como consecuencia de las medidas que los gobiernos han tenido que tomar para tratar de atenuar los efectos de una crisis económica que desde 2008 (y aún antes) se acumulaba de diversas formas (“burbujas” inmobiliarias y de consumo masivo de todo tipo de productos que son formas de “alimentar” y sostener artificialmente la dinámica de acumulación capitalista) y que la pandemia ha sacado a flote con mayor impacto y visibilidad.
Poderosos e importantes Estados, cientos de gobiernos y numerosas corporaciones capitalistas están sobre-endeudadas y la “liquidez” del sistema (en todo el mundo, incluyendo a China, India, Rusia, Europa, EE.UU., etc.) entra en cuidados intensivos, sin que existan “unidades de cuidados intensivos” para ofrecerle “oxígeno” a tales pacientes.
Y la situación de cientos de millones de personas de los países y regiones “dependientes” es cada vez más crítica, expresándose en formas de protesta e inconformidad, dentro de las cuales las migraciones masivas son una forma más de manifestarse.
La oligarquía global -con sus contradicciones internas y división entre “globalistas” y “nacionalistas de gran potencia”, se debate entre “resetear la economía” buscando atenuar la crisis por medio de “reformas progresistas” o “resetear la sociedad”.
El FMI propuso hace poco un “paquete de políticas” para enfrentar los “factores asociados a la pandemia” que se parece a los programas “sociales” de los gobiernos “progresistas” de América Latina, y que muchos gobiernos acosados por las circunstancias se han visto obligados a asumir -como el de Colombia- pero que en realidad no solucionan nada sino que son “paños de agua tibia”, dado que en última instancia todas esas “inversiones sociales” pasan por la intermediación de los bancos y entidades financieras (en realidad no quieren solucionar los problemas sociales agudizados por la pandemia sino “salvar a sus bancos”).
Y paralelamente, otros sectores de la oligarquía global planean la generación de nuevas guerras y/o provocar “catástrofes” masivas para “resetear la sociedad”. Claro, su intención es agudizar los conflictos entre potencias mundiales, reajustar las relaciones internacionales, y tensionar el ambiente geopolítico para negociar en mejores condiciones entre las grandes corporaciones capitalistas y sus gobiernos, y a la vez, distraer al gran público con falsos enemigos y nuevos miedos.
El problema es que desde los pueblos y los trabajadores no tenemos conciencia global de esta situación, creemos que cada país o nación es una “isla” o un caso aparte, y en general, no tenemos una estrategia global.
Y aunque se hacen intentos por comprender lo que está ocurriendo, dado que se generan condiciones reales para actuar a un nivel más amplio, en temas como la crisis económica global, la crisis ambiental y de cambio climático, el auge de las economías criminales, la precariedad y los límites de la acción política tradicional, etc., todavía los partidos y movimientos políticos de corte popular o “revolucionario”, no encontramos la forma de actuar “a todo nivel”, “desde abajo” y “por arriba”, con visión global y local, desde “fuera” y “dentro” de la institucionalidad que -queramos o no- existe y decide sobre la vida y el futuro de la humanidad.
Pareciera que nos falta “resetear” nuestras formas de pensar y de actuar.
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