Artículo publicado junto al Institut Sobiranies
Parto de tres convicciones. La primera: que la libertad no es posible cuando la existencia material de la inmensa mayoría de la población está sujeta al arbitrio, de forma efectiva o potencial, de las grandes fortunas. La segunda: quien así entendió históricamente que funcionaban las sociedades fue el socialismo comprendido de una forma amplia —distintos comunismos (aunque en ningún caso el estalinismo), el anarquismo obrero, las socialdemocracias de izquierdas y el sindicalismo revolucionario— que a su vez es heredero del republicanismo democrático. La tercera es doble: que sin una existencia material garantizada socialmente, no puede disfrutarse de libertad (de ahí la propuesta de la renta básica, una asignación monetaria incondicional y universal), y que la posibilidad legal de grandes fortunas privadas es incompatible con una vida democrática (de ahí la propuesta de la renta máxima). Este breve artículo justificará especialmente esta última. Para ello se expondrá la propuesta de política económica conocida como renta máxima (RM). Las dos primeras convicciones estarán directa o indirectamente relacionadas en algún momento de la argumentación.
Las grandes fortunas representan un problema para la libertad de la inmensa mayoría no rica por varias razones. Las principales, que a su vez están muy relacionadas, son que las grandes fortunas: 1) tienen la capacidad de comprar gobiernos parcial o totalmente, 2) destinan inmensas cantidades al cabildeo para influir en los legisladores, y 3) hacen imposible el desarrollo de la democracia al tener la capacidad de disputar y muchas veces imponer a la república sus intereses particulares.