Siempre vi cierta bajeza en quienes creen con tanta facilidad en la indignidad de los demás. MARGUERITE YOURCENAR en Tiro de gracia
Quienes no se mueven no notan sus cadenas. ROSA LUXEMBURGO
Seguimos pensando en un hombre poderoso como un líder nato y en una mujer poderosa como una anomalía. MARGARET ATWOOD
Yo canto a los realistas, las personas que se aceptan como son. ARETHA FRANKLIN
Hay dos maneras de difundir la luz: siendo la vela o siendo el espejo que la refleja. EDITH WHARTON
El problema del género es que prescribe cómo debemos ser, en vez de reconocer quienes somos. CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE
No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente. VIRGINIA WOOLF
En un mundo patriarcal, machista, andro/falo/céntrico, travestido de democracia/legalidad, La mujer del animal (2016), de Víctor Gaviria, cobra un valor inusitado por el peso de la historia, la dureza del enfoque/tratamiento, la potencia de sus actores/personajes naturales. Un filme necesaria e ineludiblemente incómodo, que fustiga con lucidez a una sociedad marcada por sesgo, prejuicio, desigualdad, violencia e injusticia, en múltiples sentidos. Los que, en este ensayo, salido de la bóveda/columna interdisciplinaria La Fábrica de Sueños, no pretenden otra cosa que interpelar a un statu quo dominado por la corrupción y presentado a menudo como una pátina, siendo apenas un antro. Antro sobre el que sea que lo aborde se queda corto, si es que no ya antes sea censurado, mandado a callar, para Lyotard ‘mandado a matar’. A fin de tener una visión más holística de lo que significa el trabajo de V. Gaviria con respecto al maltrato a la mujer, cabe de entrada hacer una breve historia del patriarcado.
Brevísima historia del patriarcado
En un mundo dividido por invisibles/virtuales fronteras que devienen visibles/reales: claro, para los que las trazaron; sometido a los caprichos de los ‘poderosos’ sobre los ‘débiles’; que no respeta la división de poderes, se llama ‘democrático’ y opera la tiranía del sistema Lawfare y los mass media doblegados por otra, la de la pauta comercial, y la obediencia tácita al mercado, resulta pertinente e imprescindible hablar de patriarcado: hay posmoderno, moderno y premoderno. Washington es la capital orbital del posmoderno. Por 300 años, Londres lo fue del moderno y, en lo que se refiere al premoderno, Roma su epicentro por un largo periodo.Los tres, son parásitos que operan por este proceso hemorrágico: 1. Han hecho alianzas con patriarcados de regiones y pueblos dominados. 2. La alianza entre patriarcados de metrópolis y de la periferia se alimenta de sanguijuelear el futuro del matriarcado de los pueblos. 3. Con esto impone un presente eterno del estado de excepción patriarcal. Combatir este arduo y transhistórico proceso hemorrágico patriarcal es la única salida de los pueblos. De otro modo, serán siempre el chivo expiatorio de patriarcas esclavistas de ayer y de hoy.
La transhistoria patriarcal enseña que tal proceso es regla general. Esto es, que mujeres, gays, etnias, y no solo hombres, hacen parte de ese proceso contra presente y futuro matriarcales de la Humanidad. ¿Cómo así?, pregunta quien no traga el discurso patriarcal, misógino, de odio que deriva de tan hemorrágico proceso. Aquí, el contexto: la cárcel es un ente patriarcal por defecto. En la era posmoderna del patriarcado gringo, la prisión deviene regla general, porque en el límite el planeta ya derivó en campo de concentración colonial sin precedentes; eso sin contar que la cárcel moderna de la sociedad disciplinaria (Foucault), con sus cárceles cerradas (panóptico/escuela/sanatorio), de la sociedad de control (Burroughs), con sus cárceles abiertas (metro/CC/ autopista) y más allá de la cibernética (Virilio) (1), no desaparece ni cambia el destino de desempleados y anticolonialistas efectuado como emprendimiento, negocio, tarea conjunta: el gran beneficio de arrestar colonizados insumisos o en vía de… (2)
Dado que una de las inmundas herencias del sistema patriarcal es la expansión por el mundo de los crímenes contra las mujeres, y específicamente del feminicidio, no sobra recordar que un asunto esencial en los últimos tiempos, es el incremento de la población femenina en las cárceles del mundo. Desde el año 2000 la población de mujeres que ha ingresado a prisión aumentó en un 50%, mientras que el porcentaje de hombres lo hizo, apenas, en un 18%, según estudio del World Prison Brief. (3) Jamás subestime al patriarcado dándole un rostro caricatural. El patriarcado premoderno es la base del moderno que lo dilató y lo expandió en sus instituciones estatales y civiles. El patriarcado moderno es el soporte institucional del posmoderno, que tiene como desafío, a partir de su tecnología de poder atómica y satelital, transformar cada “I Am” (no se dice en español porque puede causar risa) en soplo divino por completo justificado para que sea un arma biopolítica contra los colonizados del mundo.
Lo que también distingue al patriarcado posmoderno del moderno es que el primero saquea al futuro, para generalizar la servidumbre por deudas controladas ásperamente por el patriarcado posmoderno de Wall Street. El que mantiene su dominio del hoy saqueando el futuro en las bolsas de valores. La burocracia servil del patriarcado posmoderno del Imperio sionista/gringo, a escala planetaria, tiene como objetivo impedir que los pueblos alcancen la modernidad productiva de modo independiente, condenándolos al infierno colonial del patriarcado premoderno. Hay que desvirtuar sus actos viles e inhumanos, enquistados por doquier y por desenquistar del planeta, hoy atosigado de líos en sus socio y eco/sistemas, por el uso de petróleo y carbón, elementos a los que se pretende acceder por medios como el fracking o los explosivos. Los que dejan unos cráteres tan grandes como las riquezas de sus explotadores: que van en proporción inversamente proporcional a las del país explotado. Exceptuando a Bolivia, que en la época de Evo se quedaba con el 85% de regalías, mientras el inversor extranjero apenas podía llevarse el 15%, al revés de lo que pasa en Fosa Común.
Solo así, tal vez, América Latina haga uso de la razón que la asiste y de los derechos que no pueden burlarle, para retar al omnímodo poder imperial, que cada vez que muestra sus dientes asoman sus prótesis, las del mayor parásito del planeta: drogas ilícitas, alcohol, glifosato. Solo así, podrá eliminarse de la Tierra ese proceso hemorrágico patriarcal/machista, que hasta hoy barre a los habitantes del orbe de las zonas más ricas en recursos, tan caros a la avaricia y soberbia de EEUU, al que ya es hora de bajar de su virtual/mediático pedestal de ignominia, atropello, violencia y muerte: entre 2001 y 18, las guerras producidas por el Pentágono en Afganistán, Irak, Libia, Pakistán, Yemen y Siria, a los contribuyentes (no solo) de USA les han costado USD$ 5.900 millones. (4) Mientras, la guerra recrudece aquí, el asesinato de líderes sociales continúa y el subpte. hace business en Londres con transnacionales inglesas.
Criollos residentes allí mostraron una lista del nuevo genocidio, en el Soho, al grito de ‘asesino’. (5) Aunque “poca importancia le doy” (Duque) al asesinato sistemático de líderes sociales y ex FARC, entre ene.2016 y may.2019 hubo 702 víctimas de unos y 135 de otros (6). Mientras tanto, en Brasil el periodista Glenn Greenwald, de The Intercept, destapó la olla podrida de la Operación Lava Jato, con lo cual se hizo inminente la salida de Lula de prisión y hoy es el candidato más opcionado a la presidencia. A la par, los migrantes venezolanos, la mayoría de ellos inocente de una celada gringa con ya más de 40.000 muertos de 2017 a hoy, como efecto de sanciones ilegales y del bloqueo económico/comercial (7), deambulan por América Latina, Centro América y límites con México e incluso tras pasar a EEUU, muriendo no pocos por el camino, frente a la desidia/rodilla en tierra del resto del mundo. (8)
Filme inscrito dentro de un realismo casi fantástico
Internado de monjas. Amparo en el desamparo. En soledad y tristeza. Una amiga la viste como la superiora: la madre Pastora. Luego, aparece en el patio con un ladrillo en la cabeza, cual Sísifa, a punto de ser expulsada. Ella, antes, huye. Un bus con el letrero ‘Santa Cruz’ (como el fortín boliviano de la cocaína y del golpe a Evo, vía EEUU), avanza por la tierra del ‘Hueco’. Casuchas con teja de zinc, unas de ladrillo, en pésimas condiciones. Amparo baja, busca a Flor, mujer de Gildardo. Se saludan. Flor, plancha. De pronto, ya en 2022, estamos en el mundo que el candidato/delincuente (sin eufemismos: más de 200 procesos en su contra, la Fiscalía lo acusa por ‘celebración indebida de contratos’) el ‘ingeñero Robolfo’, quiere para las mujeres, menos el de ser ellas, educarse, progresar, buscar igualdad de salarios (no de género, porque eso es diktat del Imperio) detener los feminicidios, no derogar la ley del aborto, entre otras luchas de las mujeres. No concesión de los hombres de este medioevo.
Flor se fuga porque la monja Pastora se enfureció y la castigó por ponerse su hábito. Está dispuesta a conseguir empleo para ayudar en casa de Gildardo y Flor. Ante el peligro de que pueda venir por ella el ‘malo’ de su papá, lo único que las salva a Flor y Amparo es que ‘nadie sabe dónde viven’. La madre de Gildardo, doña Virgelina, ante la noticia de que se viene a vivir con aquellos, pregunta si ella no vive interna en el convento. La vieja hace parte de un grupo grande de desplazados de Argelia que diez años atrás llegó a Medellín. ‘Amparo’ se presenta con el apellido García, aunque en los créditos finales dice ‘Gómez’. ¿Error del script o pifia en los créditos? (9) Con Jairo, aparece uno de los tipos del barrio ultramontano. Bertha es la mujer del mismo, el borracho que le propone a Amparo ‘hacer maldades’. Bertha se saluda con su primo Libardo, núcleo del conflicto central en La mujer del animal pues él es El Animal. Una metáfora: el roba-gallinas, así apenas lleguen a ‘pollas’: Amparo, tiene 18.
El gesto en paralelo de Bertha sacando a sus dos hijas, a escondidas, para que vayan a estudiar ya deja en claro el ámbito que propone el filme, pero que más allá impone la sociedad patriarcal, machista, andro/falo/centrista. El mundo con forma de mujer que prometía Gustav Klimt y el Art Nouveau, con su vida y su pintura, para desafiar al imperio austro-húngaro, ahora tiene una forma netamente masculina, machista, así muchos se desgañiten tratando de ofrecer las conquistas femeninas que son solo en apariencia o mínimas frente a las pretensiones que ya no dan espera, que deben lograrse ya. La sola vestimenta delata a Libardo: ruana a rayas blancas y negras, sombrero negro, bigote y barba a la mexicana, reloj bañado en oro o simulándolo, actitud agresiva, hostil, nada mediadora ni conciliadora. Solo putazos y malparideces hacen parte de su precario lenguaje, su procaz dicción, propia de un medio donde a la palabra la suplantó la bala: la misma de la violencia con su estela de sangre.
Las dos hijas de Bertha y Jairo llevan unas prendas al lavadero. Amparo les dice ‘par de culicagadas’, por su actitud mandona. Como la del machito Óscar que le tira los tenis en el lavadero a Olga, la chica cuya madre es una ‘hijueputa’, y quien consigue trabajo para Amparo y ella en una joyería. Si alguien tiene un amor prohibido, para eso está La Bruja: se lo consigue en un abrir y cerrar de ojos, le dice Olga a Amparo. Ya a alguien le mató dos vacas. Al probarse una ropa que le ofrece Olga, Amparo ya tiene encima el ojo de El Animal Libardo, quien la ve como una ‘novilla’. Resulta siendo hermano de Olga, quien le pregunta: ‘¿Usted no va a dejar ese vicio?’ Luego, acosa a Amparo: primero, la besa a la fuerza; luego, junto a La Bruja y a Óscar, la obliga a tomar un guaro, de esos que ‘funcionan’, al decir de aquélla. Por último, la viola del modo más brutal posible, cual bestia antropomorfa. Libardo rapta/secuestra a Amparo y en un bus intermunicipal la lleva a un sitio lejos de su hermana.
Sus ropas con sangre en la alberca son el mudo testigo de una afrenta inaceptable e infame. Cuando doña Virgelina le pregunta por qué no se levanta ni desayuna, Libardo responde desde la caverna de su condición: ‘Ah, es la única hijueputa que se disgusta porque se la comen’. La vieja la reconoce como hermana de Flor y finge que le preocupa lo que haga por ahí. Un PP en picado habla de su condición sumisa, pero no por vocación sino por decreto tácito de un Sistema machista, que alardea del ‘progreso de la mujer’ dentro de él. Algo tan falso o más que la ‘desaparición’ de la hija del ‘ingeñero Robolfo Herr-nández’, Juliana Hernández (o Reyes) Oliveros, pues nunca fue secuestrada por las FARC ni el ELN, sino que ella, ayudada por una ‘reclutadora’ amiga, se sumó al EPL y allí se hizo amante de alias ‘Megateo’ (curioso: hoy figura sin antecedentes judiciales en la Poli-Nal.): así, fue su padre el que la desapareció del mapa familiar, le dio un apartamento y le asigna una renta mensual.
Pero, Amparo no es ‘la mujer del Animal’, sino que él ‘me trajo para acá’, recuerda Amparo tras su laguna por la droga que le dio La Bruja. Hasta ahí, nunca había estado con un hombre. Le dañó la ropa, no tiene qué ponerse, ni siquiera fue capaz de levantarla para atenderla. Doña Virgelina le recuerda a Amparo ‘usted sabe como es ese tipo’. Por su parte, Libardo, en el rastrojo, le advierte ‘que no te vea hablando con nadie ni de nada’: Omertà a la criolla o Ley del Silencio a la siciliana, cuya aplicación ya es ancestral en Fosa Común. Pero, recuérdese que, para Lyotard, mandar a callar es como ‘mandar a matar’. Y aquí es una sentencia que se cumple en toda su crudeza, con todo su absurdo. Como si ello fuera poco, la amenaza, por si hace algo: ‘Te mocho esa lengua, ¡malparida!’ Aquí, cabe recordar que cuando tenía 15 años, Libardo fue macheteado junto a su papá. Doña Virgelina dice que él está vivo es de milagro. Pero, la violencia no es solo del hombre sobre la mujer como se verá.
La mamá de Libardo, Mariela, descarga toda su furia sobre Amparo, acusándola de robo de comida y de estar dándole alguna yerba a su hijo; luego, pasa a la violencia verbal, es decir, psicológica, no menos letal que la física: ‘¿No será que te está mamando esa hijueputa chocha?’, en una típica actitud de machismo a la inversa, esto es, el ejercido por la mujer. Mención extra merece la humillación que Amparo sufre, cuando Flor le lleva alimento: tiene que comer a escondidas de El Animal. Libardo la lleva a rastras y le muestra el sitio donde ella va a ‘vivir’. Siempre, con el lenguaje más soez posible, amenazándola a cada tiro por si se atreve a hablar con alguien (‘el que la debe, la teme’): él mismo comienza a ser víctima de la fosa que para ella cavó. La invitación al bar no es más que un pretexto para sacar a flote su machismo, cuando le inventa un ‘mozo’ a Amparo, ante la desidia de la mayoría y la tristeza de una que otra mujer, todo porque Jairo, su cuñado, simplemente le da una gaseosa.
Ella, por su lado, tiene que salir del cambuche para coger, o ‘robarse’, dice el estigma social, como si la Tierra no diera para todos sino solo para sus explotadores capitalistas, unos plátanos por ahí, su único alimento, que ni siquiera puede freír. Y su única compañía es el miedo. A toda hora siente que la observan, lo que por demás la paraliza. Cada tanto, Libardo se descarga en ella, hecho del que solo es testigo su llanto. Su dolor comienza a plasmarlo en un cuaderno escrito a lápiz. Mientras la cámara sube por sus piernas, las moscas se desplazan a sus anchas, mostrando el abandono en el que sobrevive: y aquí ‘sobrevivir no es un éxito’, al contrario de lo que con noble intención dice Leonard Cohen. Escribe: ‘Señor, ¿qué estoy haciendo? ¿Qué estoy pagando?’ Y no tiene fuerzas para seguir. La cámara se retira lenta, en Zoom-Out, como guardando respeto por la pena que la atraviesa. Mientras, El Animal y su patota asaltan la fiesta donde está la hija de quien hace un tiempo lo amenazó con machete.
‘Estas hijueputas de las hijas mías, primero me las como yo, antes que cualquier malparido’, dice El Animal al saber que Amparo no tuvo un hijo, sino una hija. El típico sesgo de un miembro de la sociedad patriarcal, machista, andro/falo/céntrica. Como se ve también en el filme neozelandés Jinete de ballenas (2002), de Niki Caro, la historia de una niña que ejerce una actividad privativa de los machos y que, de modo equívoco, el pueblo maorí cree que ella lo polariza porque esperaba un líder y entonces: ‘No hubo alegría cuando yo nací’, dice un trecho del filme. (10) ‘Y después a putiar para que me mantengan estas perras’, agrega el filósofo de la ramplonería y del mal gusto naturales pues él no finge. Esa es su esencia y es el producto de un país cuyos dirigentes prefirieron hacer la guerra que dar educación, arte y cultura. Como se puede verificar al constatar el gasto en una y otros: 52% del PIB para la guerra, 6% para la educación. Ejemplo ‘digno’ de la casta del ingeñero Ruadolf Herr-nández.
Libardo voltea y mira retador a su madre que, a su vez, hace una mueca de desaprobación al observar a Amparo con su criatura. Un señor ordeña a una vaca y Amparo le paga para que bañe con leche a su hija. A quien ahora El Animal piensa llevársela adonde Silvia, en la creencia de que allí sí va a crecer como es debido y reniega de Amparo por ‘mala madre’. Es decir, proyecta en ella lo que él es: un mal padre. Cada tanto los chulos sobrevuelan la montaña a manera de mal presagio o porque la muerte es una constante en la zona: la banda de El Animal, en paralelo, despresa una res robada por ahí. También, y, sobre todo, una banda de violadores que va cogiendo cuanta niña o joven vea, bien o mal parada donde esté. Todo ello ocurre con el silencio cómplice de la comunidad y en la ausencia deliberada del Estado. Libardo la emprende contra Amparo, cuando viene a cobrarse lo suyo, pero le parece que es un chico por el pelo corto: ‘¿Crees que le voy a bajar los calzones, malparida, a un marica?’
Y enseguida la retiene por el camino y la conmina a reclamar, en la casucha vecina, a un niño que piensa llevar a vivir con su ‘hermanita’, la hija de Amparo. Y ya le tiene nombre, uno que se corresponde con su inconsciente narcisismo: ‘Este niño se va a llamar Libardo… ¡hijueputa!’, agrega, no se sabe si como exclamación o, peor, como insulto a la hasta ahora sumisa Amparo. Ella le reclama que, en ese ‘Hueco’, no hay nada para darle, no hay comida ni cómo vestirlo. Aún más difícil es poder comprender su impotencia cuando va a casa de Olga y sale su madre boquisucia, le suelta toda clase de imprecaciones y le tira la puerta, no sin antes decirle ‘no sé qué va a hacer, pero no cuente conmigo’. Amparo mira con los ojos perdidos hacia el horizonte, llora y se lamenta sin fin. El correveidile Óscar va a informar a El Animal que por ahí anda El Diablo, que ha vuelto y que eso pasa por no haberlo matado de una buena vez. Amparo manda a su hija por un jabón y le advierte que no se demore que…
Pero, poco después, al notar algo raro, corre hacia su cambuche y encuentra a El Animal, en calzoncillos, hundido en la lascivia y con la hija en sus brazos, ya dispuesto a abusar de ella. Amparo lo madrea y sale con la niña y el niño. El Animal, por su parte, cavila quién sabe sobre qué torcido. De ocurrir la historia hoy, ¿qué supondría uno? Que quizás se trate de un adelantado al candidato/delincuente. Amparo pretende clavarle un cuchillo en el corazón, aprovechando que duerme, pero, por diversos motivos, no puede, recula y vuelve adonde el hijo ajeno y su propia hija. Reaparece El Diablo, viene armado, se forman la balacera y los ataques a cuchillo y machete. Los gallinazos sobrevuelan el lugar de nuevo. El duelo está liquidado. El daño es para los que quedan: los verdaderos damnificados por los crímenes de Libardo y su banda de violadores, roba-gallinas, abigeos, causantes de violencia y asesinatos. Amparo descubre el vientre de Libardo, aquejado de dolor, pero ya no se sabe si finge o es…
‘Yo creo que tengo derecho a que alguien me quiera de verdad, que me respete, que me valore como mujer’, le responde Amparo a Libardo, cuando éste le pregunta si lo quiere, hasta dónde y si piensa dejar ‘comerse de otro’. De ser así, entonces él volverá del infierno a matar ‘a ese hijueputa’. Amparo baja por la ladera con los niños, mientras Libardo va a un kiosco. Cuenta al tendero que lleva tres días de parranda. Aquél le pide un abono, pero él, con botella de ron en mano, hace caso omiso. Y se va. El tendero, antes le ha dicho que con una herida así ‘él ya estaría muerto’. Como si adivinara lo que vendrá. De improviso, aparece un Renault-4 rojo: el copiloto dispara dos veces sobre Libardo y lo mata. Acababa de lanzar su escatología en modo piropo a tres niñas que pasaban. Un paneo muestra al tendero que se acerca y certifica la muerte de El Animal. Y vocea: ‘¡Mataron al animal!’ Y el chisme/persona Óscar vuela con la noticia. Todos en el caserío corren a dar la buena nueva: ha muerto un hijodeputa.
En efecto, se trata de un mal tipo y sus propios actos y dichos lo delatan. Óscar lleva la noticia a Amparo y ésta, justicia poética, se la da a la ‘hp’ Mariela, la madre de Libardo: ‘Ay, no, mi muchacho no, dios mío’. Pues resulta que sí, porque ya ha dado suficientes muestras de merecerlo. Aunque a nadie se le desee la muerte, como rezan los hipócritas. Los que callan, cohonestan y al cabo decretan la Omertà en un país, sin consentimiento de nadie. Por lo contrario, irrespetando a la mayoría. Aun así, por la inmanencia histórica y su deriva de inconsciencia, por no poco masoquismo inoculado por la desidia, las mujeres lo lloran: cada una de las que abusó El Animal. Esa bestia de las cavernas, ese desalmado que la sociedad produce y recicla, ese hijodeputa que a todo el mundo despacha a punta de hijueputazos y malparideces. En un país colapsado, descompuesto, corrupto hasta los tuétanos. El mismo que reclama urgente, si no un cambio, al menos un giro radical en su quehacer y en su devenir.
Amparo sale a correr, se arrodilla en el piso y suelta su plegaria: ‘Gracias te doy, señor, por haberme escuchado’, dice al oído de su tormento, de quien la mató sin atreverse a matarla, de quien abusó de ella hasta (casi) anularla. Y por quien, ya muerto, se siente un alivio tan grande como el que se siente cuando al final de Los santos inocentes, Azarías cuelga de un árbol al también desalmado señorito Iván. Y la relativa calma regresa al corazón del mundo, al nervio de la comuna, al espíritu atormentado del lugareño. Quizás no haya vuelto la paz, ojalá sí el inicio de un pacto social e histórico para nada aciago ni criminal, más tolerable y apacible; menos agobiante/insoportable que esos 120 minutos sin esperanza e insufribles de La mujer del animal. Uno de esos filmes que nadie tendrá por qué ver. Uno de esos filmes que todos deberían ver, si desean que ningún país tenga a un cabronazi que reduce a la impotencia a sus pobladores por tiempo indefinido: como lo han hecho Varito y El Animal.
‘¡Por fin mataron a ese hijueputa que tanto daño le hizo a la comunidad!’ Y Mariela, su madre, pregunta, no sin cierta razón desde el silencio cómplice, desde la callada hipocresía: ‘¿Por qué no le dijeron nada, tracamanada de hijueputas, cuando estaba vivo? ¡Perros y perras hijueputas!’, vomita. Y el cacerolazo, femenino, ante todo, brilla por su presencia. No falta, eso sí, el despistado que exige respeto para el difunto que irrespetó a todos: niñas y mujeres, en primer lugar. ‘¡Que vivan la mujer del animal y sus animalitos!’, exclama la estupidez retaliadora. ‘Ellos no son hijos del animal, son mis hijos’, responde Amparo con una valentía nueva, la que da la pérdida del miedo, la falta de prejuicios, es decir, la de la libertad. Esa relativa libertad que nadie le ha dado, que ha ido logrando poco a poco, como se consigue todo lo valioso en la vida. La cámara en movimiento de grúa se eleva y suena la pólvora: no la del que celebra la entrega de un cargamento, sino el recibo de un descargo y brinda y goza.
Alborozo que tal vez durará lo que un merengue en la puerta de una escuela. Pero, si esa iniciativa se mantiene puede dar acceso a la U. pública gratuita y de calidad por un pacto histórico no hecho a espaldas del pueblo, como los ‘Acuerdos de Paz’, meros ceses parciales de guerra, sino con sincera decisión y apoyo irrestricto. Ya sin la presencia física de Libardo, por muerte merecida, con la debida celebración de un pueblo que ya perdió hasta el miedo y ahora va hacia la libertad. Como lo hace Amparo en su nombre cuando con sus dos hijos deja atrás al grupo que, aun sin querer algunos, se liberan a su vez de Libardo. De quien ya Amparo no es más su mujer, la de El Animal. Casi dos horas de abyección humana, en un medio degradado hasta el extremo por sus acciones sin medida ni reparo, sin justificación alguna y con una sola verdad: la de la mentira del cine. A quien en la vida real fue víctima de esa bestia, en sí una afrenta para los animales, va la obra: ‘Dedicada a Margarita Gómez’.
El retrato que de Amparo ha hecho Víctor M. Gaviria no puede ni, mucho menos, pretende cautivar o convencer a alguien. El auténtico artista no está para dar gusto a su público. Está, apenas, para ser testigo de su tiempo y de sus anomalías. Porque el cine como arte es un ejercicio más de dolor que de goce, contra lo que dice Aute sobre la vida: que es un ejercicio de goce y dolor, en simultánea, en equilibrio, en justicia. Amparo es el fiel reflejo de quien adquiere libertad al mismo tiempo que pierde el miedo… Gaviria no hace moralina, tampoco pretende endulzarle o amargarle la vida a alguien. Solo describe una situación, sin juzgar a nadie. Los hombres se revelan en lo que hacen, aunque busquen justificarse con lo que dicen. Eso le pasa a Libardo. Como hoy al ingeñero. Todo lo que dicen podrá ser usado en su contra. El asesino siempre se confiesa y, en este caso, no hay que sacarle la verdad a ninguno. La mujer del animal es un rotundo, aunque involuntario, proceso al patriarcado y al machismo.
La conducta de Libardo no admite disculpa. Y aun así a Libardo debe disculparlo la sociedad. La misma que produce la violencia que algunos despistados ubican en la familia. A menudo se oye la ‘violencia intrafamiliar’ como la causa de los desajustes sociales. Y no es así: es el Estado el que, con su descuido, injusticia, derroche, corrupción, pésimo e ilegal proceder, causa la violencia que atraviesa los hogares de extremo a extremo en todo el planeta. Lo que no es motivo para excusar a cualquier país, entre ellos a Fosa Común. Lo único que queda es tratar de reivindicarse y no caer más bajo de donde ya está. Metáfora de tal situación es Libardo, El Animal, personaje que no respeta a nadie, que, cual Robolfo, ‘se limpia el culo con la ley’ y viola y mata a diestra y siniestra, sobre todo por vía de la (ultra)derecha. Si alguna lección emana de La mujer del animal, y de Libardo, es que para acceder a la libertad hay que perderle el miedo al tirano. Sátrapa que solo existe porque se le respeta sin merecerlo.
Amparo fue durante años la sombra que reflejaba el espejo de Libardo: cuando se cansó del ultraje pasó a ser la luz de la vela. En medio de su sumisión, siempre supo que no había candado posible para la puerta de su percepción mental. La ignorancia relativa de esta mujer fugada de un convento, jamás le impidió ver cómo ni quién era antes de aceptar prescripción alguna sobre el deber ser. La persona que por largo tiempo calló ante el supuesto líder, de pronto dejó de ser una anomalía para derivar en una mujer poderosa. La misma que carga ya no los hijos de Libardo sino los suyos, que por decisión de su movimiento, gracia de su ritmo, ya no percibe sus cadenas. Así, pronto puso en entredicho a su verdugo El Animal, bestia cuya bajeza lo viste de mayor alevosía por subestimar la dignidad de la que creía su esclava. La expresión de su cuerpo, rostro y ojos es un canto al realismo, el que ‘no consiste en saber cómo son las cosas verdaderas, sino en cómo son verdaderamente las cosas’, Godard dixit.
A Santiago, hijo adorado, quien nada calla ni jamás haría parte del silencio cómplice de su comunidad.
Notas, enlaces y bibliografía:
(1) VIRILIO, Paul. El Cibermundo, la política de lo peor. Ediciones Cátedra, Madrid, 1997, 112 pp.: 79. Los que ensalzan el cerebro mundial y declaran que el hombre ya no es un hombre sino una neurona en el interior de un cerebro mundial y que la interactividad favorece este fenómeno, ‘no estamos ya ante la sociedad de control, sino ante la sociedad cibernética’, dice el autor francés n. en 1932 y m. en 2018.
(5) https://www.las2orillas.co/colombia-y-su-interminable-lista-de-lideres-sociales-asesinados/
(7) https://www.jornada.com.mx/2019/04/26/mundo/024n1mun
(9) https://ok.ru/video/259523676806
FICHA TÉCNICA: Título original: La mujer del animal. Año: 2016. País: Colombia. Género: Drama. For.: 35 mm; color; 120 min. Guion y Dir.: Víctor Gaviria. Asesores de guion: Mercedes Gaviria / Erwin Göggel. Mús.: Luis F. Franco. Fot.: Rodrigo Lalinde. Mon.: Etienne Boussac. Prod.: Daniela Göggel. Diseño de Prod.: Ricardo Duque. Int.: Amparo García / Amparo Gómez (Natalia Polo); Libardo Ramírez / El Animal (Tito Alexander Gómez); Dorita Gómez (Michelle Madrigal García / Dulce María Jiménez Londoño / Karen Lorena Ricardo Silva); Flor Gómez (Luisa Fernanda Valderrama Méndez); Amparo Suárez (Adriana López); Mariela Ramírez (Aura Pastora Méndez Suaza); Óscar Ramírez (Víctor Andrés Díaz Buitrago); Virgelina Ramírez (Claribel del C. Escalante H.); El Diablo Bedoya (Carlos A. Gómez Cadavid). Prod.: Polo a Tierra & Viga Producciones. Prod. Ejecutiva: Vladimir Peña / Francisco Pulgarín / Víctor Gaviria / Erwin Göggel. Premios: 2016, Festival de La Habana, Mejor Dirección; 2017, Festival de Málaga, Mejor Dirección / Mejor Montaje; 2017, Premios Ariel, Nominada a Mejor Película Iberoamericana; 2018, Premios Platino, Nominada a Premio Cine y Educación en Valores y Montaje.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento. (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, desde 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata Olivella y Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]
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