En reciente artículo suscrito por Samuel Cortés Hamdan corresponsal en México de Sputnik, éste da cuenta de una entrevista hecha a Matías Gabriel Caciabue “licenciado en ciencia política e investigador en análisis estratégico latinoamericano , secretario general de la Universidad de la Defensa Nacional de Argentina”. En esta entrevista el analista anticipa “los principales desafíos que enfrentaría Lula de ser electo nuevo presidente en Brasil”. Considera que el principal desafío geopolítico de Lula da Silva será construir e imponer un proyecto político y económico que rompa con el alineamiento del actual mandatario, Jair Bolsonaro, con la Casa Blanca… con la alineación de Brasil con los dictados políticos de EEUU. Esto implica, “restituir la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), relanzar el Mercosur (Mercado Común del Sur) y fortalecer a la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños)”. Agrega que “de ganar la presidencia de Brasil, Lula arribaría al Palacio de Planalto en un nuevo auge de las izquierdas en América Latina, donde líderes progresistas surgidos de movimientos populares encabezan administraciones en Colombia, Argentina, Honduras, México y Chile”. Me parece, sostiene, “que la agenda de un Brasil de Lula pasa más por fortalecer el comercio bilateral con cada uno de los países del BRICS, haciendo una palanca para abrir ese comercio bilateral a los demás países de América Latina». Luego se refiere a “las fuerzas que se oponen a la victoria de Lula” puntualizando que «existe la amenaza latente de que Bolsonaro no reconozca el resultado electoral y abra una crisis institucional, intentando un autogolpe, recostándose en el llamado Partido Militar, en las fuerzas parapoliciales, en el neopentecostalismo evangélico y en los grandes jugadores del agronegocio». En el orden interno, dice, que los principales desafíos de una eventual presidencia de Lula da Silva son económicos y políticos. «En el primero, el desafío es un combate a fondo con la pobreza y el hambre que para Junio del presente año alcanzaba a 33,1 millones de brasileños y la inseguridad alimentaria al 58,7% de su población… No hay democracia que pueda funcionar con esos números de miseria”, sentencia.
Creo que nadie con conciencia social puede poner en tela de juicio los encomiables deseos del analista argentino. Lamentablemente, cuando éstos pierden de vista la realidad concreta, pasan a ser parte de la narrativa que los organismos internacionales de la financiarización de las economías de América Latina y del resto del mundo han impuesto a sus gobiernos, incluyendo los del “nuevo auge de las izquierdas en América Latina”. Esa misma narrativa la imponen igualmente todos los organismos que forman parte de la institucionalidad de la ONU, del Departamento de Estado de Estados Unidos y del Foro de Davos.
La responsabilidad de los analistas no es hacer ejercicios de constatación de lo obvio ni de prestidigitación. Considero que antes que anticipar lo que debería (que no es lo mismo que podría) hacer Lula de llegar a la presidencia de Brasil es advertir que esa institucionalidad es la que impedirá que Lula pueda llegar a ganar las elecciones, a no ser que asuma un compromiso aún más lesivo para ese 58% de la población brasileña en inseguridad alimentaria, los 33 y más millones de hambrientos y los miles o millones de drogadictos, prostitutas, sicarios y otras gamas de delincuentes. Me refiero a la institucionalidad liderada por los gemelos FMI-BM seguida por sus primos hermanos como la OCDE, el BID, USAID (con sus respectivos bancos); UNESCO, OMS, OMC, OIT, UNICEF, PMA, ACNUR, UNDP, OCAH, PNUMA. OIM y sus innumerables programas, proyectos y ONGs. No se trata de buenos deseos, ni de ponderar a una supuesta izquierda ya superada por las derechas nazi-sionistas, pentecostales, católicas y por la llamada “nueva derecha”.
No es pesimismo. Es la exigencia de un mínimo de realidad. Resulta fácil decir que el desafío de Lula será “construir e imponer un proyecto político y económico que rompa con el alineamiento de Brasil con los dictados políticos de EEUU”. Este es el nombre de la nación que usurpa el territorio norteamericano. Su hegemonía (en actual agonía) y el dominio occidental y cristiano se instrumentalizan a través de instituciones. Y son éstas las que sacan y ponen presidentes, ministros de economía, jefes de los bancos centrales y demás burócratas entreguistas y corruptos.
Los aparatos políticos (partidos, grupos, ONGs) no dependen de Bolsonaro ni de ningún presidente. Son directamente controlados, subvencionados, entrenados por las Agencias de Seguridad Nacional del gobierno de Estados Unidos. La CIA, el FBI, la DEA son sólo una parte. Los aparatos militares, para-militares, para-policiales y de fuerzas especiales los controla el Comando Sur. Esas agencias de seguridad para el espionaje, la subversión y el terrorismo actúan en contubernio con las del Reino Unido y de Israel, principalmente. Los medios de comunicación e información (prensa, radio, Tv, internet, redes sociales) son cajas de resonancia de la tiranía mediática occidental euro-estadounidense-israelí y de sus restantes ojos canadiense, australiano, sud-coreano, japonés. La Iglesia evangélica es un inmenso aparato de la alianza cristiana universal que maneja el gobierno estadounidense. Todo esto es apenas una muestra de lo que constituye el aparato de injerencia, destrucción, terrorismo y muerte desde donde vienen “los dictados políticos de Estados Unidos”, repito, no sólo sobre Brasil sino sobre todos los gobiernos pasados y recientes de la región. Excepto en Cuba, Nicaragua, Venezuela. Respóndase: ¿Por qué cada electo presidente aparte de asumir su cargo contando con la venia del “Rey” de España y de la respectiva embajada USA, lo primero que hace es viajar a Estados Unidos a recibir los mandatos del BM? ¿Cómo se sostienen los presidentes ineptos y mafiosos? Que yo sepa ni Colombia, Argentina, Honduras, México y Chile tienen algo dicho respecto a esa institucionalidad cuya injerencia es la causa de nuestras crisis económicas, políticas, ideológicas y culturales. Y lo grave es que no hay pronunciamiento claro de parte de sus gobernantes no obstante el giro reciente de la geopolítica mundial por el multilateralismo, la identidad, la cultura y la soberanía (que hay que apurar) liderada por Rusia, China e Irán y la nueva institucionalidad económica, financiera y política que representan. Si no somos conscientes de que la posibilidad del cambio surge de un nuevo alineamiento que preserve nuestras identidades y hagan colectivo el esfuerzo por la liberación de América Latina, habremos perdido -una vez más- el curso de la historia.
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