Un alto ejecutivo del Banco Central Europeo aboga en una notable entrevista por un impuesto sobre el patrimonio para hacer frente a la crisis energética. El hecho de que incluso una institución tan consolidada pida ya que se grave a los ricos demuestra la gravedad de la crisis a la que nos enfrentamos.
¿Deudas o impuestos?
Esta entrevista notable se publicó en el periódico austríaco Der Standard. El entrevistado, Philip R. Lane, no es un hombre cualquiera, es miembro del Consejo Directivo del Banco Central Europeo (BCE).
Parte de la observación de que el choque energético que estamos experimentando es enorme y que está afectando más a las personas más pobres de la sociedad. Por esta razón y también para evitar que muchas empresas quiebren los gobiernos deben actuar con urgencia. «Desde el punto de vista de la equidad, pero también desde el punto de vista macroeconómico, los gobiernos deberían apoyar la renta y el consumo de las familias y empresas que más sufren».
Esto es lo que ahora está en pleno apogeo en distintos países de Europa, algunos con más generosidad que otros. Sin embargo, la cuestión es cómo financiarlo. Lo más sencillo es que esto se haga contratando nuevos préstamos.
Según el BCE, no es una medida adecuada en la situación actual. De hecho, el Banco Central está intentando atajar la inflación con tipos de interés más altos, lo que solamente es factible cuando la carga de la deuda de los países no es demasiado alta, de lo contrario se provocará una crisis de la deuda en algunos países. Así que es mejor impuestos que más deudas. «Si se apoya a los necesitados y se financia con impuestos más altos, es menos inflacionista que si se amplía el déficit».
La cuestión es, entonces, a quién se va a gravar. La elección de Philip R. Lane es clara: es mejor en este momento ir a buscar el dinero donde está, más concretamente, entre los ricos. No solo piensa en gravar el posible exceso de beneficios de los gigantes de la energía, sino que también quiere apelar a los más pudientes de nuestra sociedad. “La gran pregunta es si una parte de estas ayudas no debería financiarse aumentando los impuestos a los que están en mejor situación. Podría tratarse de una subida de impuestos para las rentas altas o para las industrias y empresas que son muy rentables a pesar del choque energético».
Cunde el miedo
Al BCE difícilmente se le puede acusar de ser una institución de izquierdas o progresista. En los países capitalistas los bancos centrales se crearon y se crean para servir a los intereses de las mayores corporaciones y bancos, digamos el 1%. Están en una posición ideal para servir a esos intereses porque son independientes tanto del poder ejecutivo como del judicial y del legislativo.
El hecho de que una institución tan poderosa abogue por un impuesto sobre el patrimonio significa que el establishment siente verdadero pavor. Con la actual crisis energética y la inflación galopante los expertos afirman que podemos estar ante el mayor asalto al nivel de vida en una generación, lo cual es el caldo de cultivo perfecto para una gran agitación social e inestabilidad política. Hace unos años, el movimiento de los chalecos amarillas puso a Francia en un aprieto. Los elevados precios de la energía que motivaron las protestas de entonces no son nada comparados con las subidas de precios actuales.
La crisis financiera de 2008 se trasladó a los trabajadores. El resultado fue el resurgimiento de partidos populistas de derecha y antieuropeos en muchos países. No es ninguna coincidencia que en estos momentos le vaya tan bien a la extrema derecha en Suecia e Italia.
Junto con el establishment, el BCE quiere evitar el caos político y social. Por ello opta por una receta drástica.
Si incluso una institución de este tipo opta por un impuesto sobre el patrimonio, ¿a qué esperamos en Europa? Tal vez sea necesario que los sindicatos y la sociedad civil presionen para que nuestros gobiernos se pongan manos a la obra. A pesar del frío que se avecina, será sin duda un otoño caluroso.
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