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Lula, victoria con luces y sombras

Fuentes: Rebelión [Imagen: Cartel para llamar a anotarse como persona voluntaria en el PT en estas elecciones presidenciales. Créditos: página web de Lula]

En este texto el autor reflexiona sobre los resultados electorales del 2 de octubre de 2022, incidiendo en una busca de respuesta a la pregunta por qué el bolsonarismo desplazó al lulismo en algunos de los sectores más desfavorecidos de la sociedad brasileña.


De las elecciones del 2 de octubre en Brasil se desprende una primera y justa conclusión.  Lula hizo una gran campaña, heroica diría, con tantos inconvenientes. Consiguió una sólida  victoria sobre el presidente Jair Bolsonaro con  más de 57 millones de votos, la más alta votación de su larga carrera política. El veterano líder ha logrado agrupar  en torno suyo a gran parte de la izquierda institucional,  los movimientos sociales, un importante sector de la burguesía que apoyó su enjuiciamiento y el golpe contra Dilma pero cuyos intereses han sido afectados por Bolsonaro, y ha sumado el apoyo de sectores del establishment demócrata estadounidense, por no hablar del cariño y la solidaridad que le profesan los sectores y gobiernos de izquierda y progresistas de la región.  Pero  no logró imponerse en primera vuelta como era su objetivo. Los más de 6 millones de votos de ventaja que le sacó a su contrincante no alcanzaron por 1.7  el 50 por ciento más uno necesario para evitar una segunda vuelta.

No obstante, la grave amenaza que revelan los datos de esta elección es la fortaleza política alcanzada por Bolsonaro y el bolsonarismo, contrario a lo proyectado por las encuestas  y a lo que auguraban numerosos análisis. Las mediciones otorgaban a Lula una ventaja entre 15 y 13 puntos, que los resultados de Bolsonaro redujeron a 5, además de que dos días antes de la elección dos de ellas le concedían al ex líder sindical grandes posibilidades de ganar en primera vuelta.  Queda para los entendidos analizar este peculiar comportamiento de los sondeos. Lo cierto es que el equipo de campaña de Lula y sus millones de militantes y simpatizantes esperaban la victoria en el primer turno y para ello trabajaron. Ahora tienen que plantearse una elección sobre otras bases pues aunque  el PT (partido de Lula) y sus aliados mejoraron sus resultados en ambas cámaras del Congreso, sobre todo en  diputados, donde el PT subió de 56 a  68 y si gana la presidencia puede ensanchar sin duda su fuerza, el bolsonarismo tuvo un avance  apreciable y muy preocupante al pasar a ser la primera fuerza en ellas, donde consiguió 15 de 27 posiciones en disputa en  el Senado y elevó a 99 su representación en la Cámara de Diputados.  Bolsonaro también avanzó en el control de gobernaciones, donde se adjudicaron nada menos que Río de Janeiro y pasaron a segunda vuelta en Sao Paulo con ventaja de 6 puntos  sobre  Fernando Hadad, ex alcalde y ex candidato presidencial del PT cuando Lula fue condenado y encarcelado durante 580 días mediante un juicio amañado presidido por el juez Sergio Moro. Moro, ex ministro de justicia de Bolsonaro y ahora senador electo es un paradigma de la política de lawfare, instrumentada por la derecha en América Latina, con total apoyo de Wáshington, para quitar del medio a candidatos populares a los que no pueden vencer por vía electoral. El lawfare  va  siempre acompañado del linchamiento mediático y ha logrado dañar la imagen pública ante millones de electores de prestigiosas personalidades del movimiento popular, como es el caso de Lula, visto como un corrupto por numerosos brasileños que solo se informan por los medios hegemónicos y las redes digitales.  Por cierto,  esta vez la  presencia bolsonarista en la esfera digital ha sido aun más apabullante que en 2018 frente a la del lulismo y le ha de haber ocasionado un gran daño  con el uso más descarado que acostumbra de la mentira y la calumnia. Los bolsonaristas  proyectan una imagen contraria a  la del político de izquierda satanizado por el lawfare: lenguaje abiertamente grosero, misógino, racista, antiobrero y ultraliberal, características que funcionan entre un electorado sin esperanza  de ascenso social, atenazado a veces por  el hambre, corroído por el individualismo y la ira, cuando no el odio. Conservador, en fin.

El hecho fundamental es que en cuatro años el bolsonarismo ha logrado arraigarse socialmente en extensas zonas pobres de Brasil, incluidas estratégicas urbes como Sao Paulo, que un día fueron bastiones del movimiento obrero,  del sindicalismo y cuna del PT, donde, como ocurre en Río de Janeiro,  los fieles del ex capitán han  logrado un importante control  territorial y del voto, sacando partido de la desindustrialización y  la fragmentación comunitaria ocasionada por cuatro décadas de neoliberalismo, de la acción de las iglesias evangélicas y  de las milicias bolsonaristas, cuya presencia ha   desplazado la del PT, que ya no es el partido de base militantes de otros tiempos. Para asegurar la victoria en la segunda vuelta es esencial la movilización activa y diaria de toda la numerosa militancia  del lulismo para conquistar el voto de más del 20% que se abstuvo o votó nulo o en blanco. Será una campaña estratégica pues una  victoria del lulismo será  no solo salvadora para Brasil sino una bendición para las fuerzas progresistas de Nuestra América y del planeta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.