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Fin de la pandemia en Ecuador: un relato de ficción

Fuentes: Rebelión

«Y si alguna vez, por algún desafortunado azar, ocurriera algo desagradable, bueno, siempre hay el soma, que puede ofrecernos unas vacaciones de la realidad». –Aldous Huxley, «Un Mundo Feliz»

En una entrevista televisada el 3 de octubre, el presidente Guillermo Lasso afirmaba con la seguridad de los inseguros: «la pandemia ha terminado en el Ecuador». En un abrir y cerrar de ojos el Covid-19 se había vuelto cosa del pasado. Así, sin más. Y agregaba: «volvemos a la regularidad, a la normalidad prepandemia». ¡Ah, ahí está! La ansiada vuelta al mundo del ayer. Desde el inicio, mientras algunos soñaban con la «prepandemia», otros lo hacían con la «pospandemia». ¿Qué se le va a hacer? Cada quien con su sueño.

Por supuesto, el análisis de la «prepandemia» y la construcción de la «pospandemia» son tareas necesarias. El riesgo de soñar con la primera es divagar en una realidad alterna pasada de escasa utilidad para el análisis social, aunque de gran utilidad para la demagogia. Al soñar con la segunda, en cambio, se corre el riesgo de disociación. El presente, sin embargo, aunque incómodo, nos brinda pistas acerca de dónde venimos y hacia dónde vamos y, en efecto, puede abrirnos una ventana de oportunidades para la transformación. En cualquier caso, la ansiedad que generó la entrada impetuosa de la pandemia se convirtió rápidamente en una fuente fecunda para la excitación de nuestro potencial imaginativo y analítico.

La mayor parte de la sociedad ecuatoriana no vivía un mundo de colores a inicios de 2020. El «estallido» de octubre de 2019 se había encargado de darnos un baño de realidad. Desde 2014 el crecimiento económico, la creación de empleo y la disminución de los niveles de pobreza, pobreza extrema y desigualdad se encontraban seriamente estancados. ¿Es esa la «vida normal» de la que habla el presidente Lasso? Posiblemente se refiera a la suya y a la de la pequeña minoría a la que pertenece. Más probable, quizás, es su pretensión de causar un falso sosiego en la población al inquietar su más íntimo y justo deseo: que las cosas mejoren. ¿Nos está invitando acaso a conformarnos con lo menos peor?

¿Y qué hay de cierto sobre el fin de la pandemia? Para el presidente Joe Biden esto es así en Estados Unidos. Lo confirmó a mediados de septiembre, mientras el país registraba más de cuatrocientas muertes diarias por Covid-19. ¿Se encuentra ahí la inspiración del presidente Lasso? Quién sabe. En Ecuador, las tasas de reproducción efectiva y de mortalidad del coronavirus, aunque en aparente descenso, se ubican aún entre las 50 más altas del mundo. El relajamiento de las medidas no farmacológicas, afortunadamente hasta ahora, no ha tenido como contraparte un estallido de casos y decesos confirmados, aunque el riesgo de nuevas olas de contagio sigue latente. Ambos indicadores se encuentran en un punto bajo, sin embargo, desde el inicio de la pandemia, la limitación de las pruebas de detección volvió extremadamente impreciso el conteo. La situación epidemiológica actual se asemeja a la antecedida por las oleadas de las variantes Delta y Ómicron.

Atrás parecen haber quedado las imágenes de cadáveres abandonados en las calles de Guayaquil. Fueron reemplazadas por una vorágine aterradora de violencia criminal que suma masacres carcelarias y feminicidios. El fantasma de la protesta social, por su parte, sigue rondando los pasillos de Carondelet. Pero, vamos, a César lo que es de César. El Plan de Vacunación 9/100 cumplió su objetivo de vacunar contra el Covid-19 a nueve millones de ecuatorianos en 100 días. La coincidencia fortuita entre el activismo diplomático del gobierno y la geopolítica de las vacunas de algunas potencias jugó su rol. Dichosos los ecuatorianos. Salimos bien parados de una carrera convulsionada por la producción, distribución y adquisición de vacunas.

¿Y hoy? Hoy el país mantiene un sistema de salud subfinanciado, segmentado y fragmentado, algo así como el que encontró el Covid-19 en 2020. El deficiente acceso a medicamentos tuvo que ser sorteado con una declaratoria de emergencia con resultados aún poco claros. ¿Y si surgieran nuevas variantes más contagiosas? Agüita de jengibre con canela. ¡Ah, verdad! Más del 80% de la población cuenta con el esquema completo. Pero, siendo honestos, ya en la mayoría la eficacia de la vacuna no tuvo el perdón del tiempo ni de las nuevas cepas. La inmunidad por contagio, al menos por un rato, sigue estando presente en algunos, aunque, lamentablemente, es difícil contar con una cifra fehaciente.

La pandemia marcó un momento traumático para todos. No hay duda de ello. Para unos más, para otros menos. ¿Desafortunado azar? Probablemente no. ¿Algo desagradable? Seguramente sí. De cualquier manera, Ecuador sigue viviendo tiempos de pandemia en un contexto económico, político y social extremadamente complicado y volátil. Por esta razón, el pasado 3 de octubre el presidente pareciera haber decidido tomarse –e invitado a tomarnos– un gramo de soma. Pero, deberíamos ser como Juanito, el salvaje de Un Ecuador Feliz, y resistirnos a tomarnos unas vacaciones de la realidad.

Marco Narea: Master en Relaciones Internacionales por la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB, Ecuador).
Daniele Benzi: Doctor en Ciencia, Tecnología y Sociedad por la Universidad de Calabria (UNICAL, Italia).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.