El gobierno ecuatoriano ha tomado una serie de decisiones que pretenden ganar el respaldo de la fuerza policial.
Ante su debilidad en el respaldo popular y sus dificultades para resolver las contradicciones con otros grupos empresariales y políticos, esto se les presenta necesario porque requieren el sostén policial y militar, más el apoyo que el imperialismo brinda a un gobierno servil.
Dentro de esas medidas está el ofrecimiento de una universidad policial. Se sumaría a su propia entidad de seguridad social, su hospital y otras instituciones. Con ello se va generando, igual que en las Fuerzas Armadas, la idea de que se trata de un sector especial y superior de la sociedad, diferenciado del pueblo que es al que deben proteger y de dónde proviene su tropa. Las diferencias además se presentan y naturalizan al interior de esas instituciones armadas y de aquellas que poseen hacia fuera.
¿Es necesaria una universidad de la Policía? Si lo fuera por el grado de especialidad, que es el argumento empleado, lo mismo podría decirse para otras áreas. Los médicos y salubristas deberían estar en la universidad del Ministerio de salud, los maestros en el del Ministerio de Educación, los expertos petroleros en el del Ministerio del ramo y así. ¿Y los banqueros? Bueno, ellos, como el presidente actual, no necesitan estudios universitarios, porque acaparar la riqueza y tener formación académica no requieren ir juntos.
Si se quiere ampliar la democracia, todo ciudadano/a, sin distingo, debe tener un trato igual. Y eso no puede excluir a policías y militares. Sus estudios universitarios deberían ponerles en contacto con la realidad del país, con otras personas de las más variadas identidades, con los estudiantes a los que reprimen tantas veces, con la «gente común» de la que son parte.
En una universidad pública y como estudiantes en ellas, la especialización, por fuerte que sea, se reforzaría más intensamente con la interdisciplina, sin duda necesaria en estudios de seguridad y criminalística. Contarían con un respaldo académico más sólido, experimentado, que contribuya a confrontar todos los aspectos de la realidad que involucran las tareas de seguridad. Y tendrían la posibilidad de escoger otras profesiones que sin duda tendrán relación con ciertos tipos de delincuencia y trabajo investigativo como la informática, la química usada en explosivos, la electrónica, entre otras.
No se trata de que la Policía realice un convenio con una Universidad pública prestigiosa. Se trata de que sus miembros sean estudiantes regulares de la Universidad, como de la sociedad misma. No entes especiales. La especialización profesional no implica una posición en una jerarquía social que fragmenta, opone, confronta a otros sectores sociales.
Dada la manera de comprender el llamado “espíritu de cuerpo”, que lleva a muchos a creer que se debe ocultar a los delincuentes que están dentro de esas instituciones, se podrían encontrar grandes distorsiones en una Universidad en la que se repitan las tradiciones equivocadas que hoy desprestigian tanto a la Policía. La vida universitaria debe estar al margen de esas relaciones jerárquicas y autoritarias y, por el contrario, ser autónoma, democrática, laica y con sentido popular.
¿Por qué entonces el gobierno defiende esta propuesta? Porque no quieren que un policía, hombre o mujer, conozca las dificultades del pueblo, su manera de pensar, sus anhelos de cambio, su necesidad de luchar. Los quieren como fuerza represiva al servicio de los poderosos, que olviden el llamado de Bolívar a jamás disparar contra su propio pueblo.
Y la propuesta gubernamental tiene de demagogia y amenaza presupuestaria. Para financiar una nueva universidad se requiere dividir el monto actual existente y justo en momentos en los que se anuncia recortes de presupuesto para las universidades públicas. Un motivo más de conflicto innecesario, cuando lo más adecuado y justo es ampliar los presupuestos universitarios.
En el mundo no hay muchas universidades de este tipo. La propia Academia Mundial de INTERPOL agrupa más a Academias que Universidades. Su especialización es muy concreta y no requiere de otro tipo de institución. Por otra parte, las demandas sociales en algunos países de América Latina o Estados Unidos en favor de una reforma de los cuerpos policiales, no se enfoca en este aspecto sino en la organización interna, las finalidades a las que se destina el trabajo policial, los mecanismos de transparencia y control social, así como su mejor y mayor respuesta a un criterio social y popular.
Lo que hemos sostenido se puede apoyar también en el artículo de la agencia de prensa oficial de Estados Unidos, Voz de América, que el 24 de agosto de 2020 publicó un artículo que preguntaba: ¿Son los policías egresados de la universidad menos inclinados a usar la fuerza? Se refería a una universidad como cualquier otra y el efecto positivo de ella. Patrice Malone, oficial de Arlington, California, señala su experiencia: “Lidiando regularmente con otras personas en la Universidad, y luego venir y poder lidiar con la comunidad, la universidad me preparó y me dio la valentía y todo lo que necesitaba. Y la paciencia, mucha paciencia, para salir y hablar con la gente”.
El jefe de la Policía de Arlington, Jay Farr, señala: “Sin querer ser despectivo, creo que la perspectiva de mucha gente con la que trabajé era realmente limitada, muy limitada en su enfoque”. “No haber estado expuesto a distintos puntos de vista, no haber sido retados sobre eso en un ambiente académico, creo que hizo una diferencia en cómo ellos trabajaban dentro de la comunidad”.
Como queda dicho, no se requiere una universidad de la Policía. Por el bien del país y de los miembros de esa institución, lo mejor es que vivan la experiencia académica y refuercen su sentido de ciudadanía.
* Académico y exministro de Medioambiente de Ecuador. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)