En el mundo de la traducción y la interpretación las aplicaciones se están desarrollando muy rápidamente. Hace unas décadas, gracias a unas nutridas bases de datos y a los motores de búsqueda asociados al desarrollo de la informática, surgió la traducción automática. Un avance evidente pero claramente insuficiente. Más recientemente, de la mano de la inteligencia artificial, llegó la traducción neuronal. Ello ha permitido, mediante la utilización de redes neuronales artificiales, ir bastante más allá del puro significado de las palabras, y abarcar también las estructuras y el significado asociado al texto, aportando traducciones muy fiables. Los traductores neuronales utilizan algoritmos complejos y gigantescas bases de datos. Según se va disponiendo de mayores bases de datos y se van desarrollando algoritmos más complejos, las traducciones son cada vez más fidedignas, si bien es necesaria una ojeada por parte de un o una traductora profesional.
En cuanto a la interpretación, el tema es más complicado, ya que en la comunicación oral se incorporan otros elementos. Sin embargo, ya existen aplicaciones que interpretan el lenguaje oral de forma simultánea, aunque todavía haya muchos aspectos de mejora. Yendo más allá, se están desarrollando sistemas para convertir los pensamientos en lenguaje a través de la medición e interpretación de la actividad de las neuronas que se activan en el cerebro. Estas aplicaciones pueden ser muy interesantes en personas con enfermedades neurodegenerativas, pero, como todas y todos sabemos, estas tecnologías de vanguardia, dependiendo de en qué manos estén, se pueden utilizar para fines realmente perversos. Nos ahorramos los abundantes ejemplos.
Y, ¿para qué toda esta introducción técnica? Pues muy simple. Porque estoy pendiente de la próxima revolución tecnológica que está al caer. Sí, sí… próximamente podremos disponer del Intérpretador Político-Neuronal de Declaraciones (IPND). ¿En qué consiste este intérprete? Pues, más allá de realizar interpretaciones de un idioma a otro, este interpretador descifrará las expresiones dirigidas a la denominada opinión pública, deduciendo la intención política que las mueve. Es decir, el IPND rebasará la literalidad de la declaración y los elementos comunicativos que la acompañan, interpretando la verdadera intencionalidad de lo que se dice (o no se dice…). Y lo hará, ¡cómo no!, desde los parámetros de la lucha de clases que recorre por completo nuestras sociedades y nuestras vidas (aunque hablar de lucha de clases esté fuera tanto de la corrección política como de la moda, las contradicciones entre clases siguen siendo el motor de la historia de las masas). Lenin resumió esta necesidad en una frase memorable: “Las personas han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase”. El IPND nos acerca a la comprensión de las contradicciones que se desarrollan y chocan en el seno de la sociedad, a través de la decodificación de esa realidad social que en muchas ocasiones nos puede parecer incomprensible, de forma similar a como sucedía al final de la película Matrix, dando una explicación inteligible a una película que parecía incognoscible. Serán necesarios algoritmos muy complejos, sí (nadie ha dicho que las relaciones económico-sociales sean simples), pero disponemos de enormes bases de datos para alimentar los algoritmos: la extensa historia de la humanidad, así como la de cada pueblo y sociedad concreta.
Ante unas determinadas declaraciones pública de un sujeto, el IPND tendrá en cuenta a qué clase social, a qué sector pertenece, qué intereses representa, cuál ha sido su evolución histórica, cuáles son sus objetivos principal y concretos, cuál ha sido el grado de cumplimiento de sus manifestaciones anteriores y cuáles sus contradicciones, a qué público dirige sus declaraciones, cuándo y en qué contexto, qué consecuencias y qué respuestas por parte de otros agentes pueden conllevar… Considerando todos los datos previos disponibles y las leyes básicas del materialismo histórico como parte del indispensable materialismo dialéctico, la red neuronal del interpretador será capaz de proporcionarnos una muy fiable interpretación política de las declaraciones. El IPND permitirá conocer a qué se refiere en concreto cada sujeto al utilizar términos como bienestar, desarrollo económico, emprendimiento, sostenibilidad, democracia, paz, violencia, terrorismo, libertad o responsabilidad social. En el arduo camino por construir un mundo de pueblos libres, solidarios y prósperos, el IPND nos podrá ayudar a prevenir tantos errores fatales y a evitar dramáticas contradicciones que los pueblos cometemos una y otra vez. Nos facilitaría evitar hechos como que la población chilena apueste por mantener una constitución pinochetista, rechazando una propuesta que beneficiaría a las mayorías, que la mitad del electorado brasileño (incluidos/as millones de trabajadores/as, mujeres y personas no blancas) vuelva a apoyar a Bolsonaro, que muchas personas acepten elevar notablemente los presupuestos militares bajo la supuesta amenaza rusa, o que la mayoría de los gobiernos del mundo, incluida Euskal Herria, sigan bajo los dictados de la burguesía, siendo mayoritaria la clase trabajadora.
¡Qué futuro tan esperanzador nos aguarda gracias al desarrollo de esta tecnología! Ójala podamos disponer de ella próximamente… Soñar es libre y, aunque tecnológicamente sea posible acercarse a este tipo de interpretadores, es iluso pensar que semejante herramienta estuviera en manos de los pueblos. Como ya se ha visto en innumerables ocasiones a lo largo de la historia, el cambio que necesitamos no vendrá de las revoluciones tecnológicas. Es más, muchas de las tecnologías creadas en el capitalismo han sido utilizadas por las élites para afianzar aún más su poder, aumentando su control y posibilitándoles perpetuar la explotación de pueblos y naturaleza. No, la esperanza no puede estar en la revolución tecnológica. La única esperanza para los pueblos trabajadores es la revolución social, la cual no puede sino desarrollarse solapadamente bajo la realidad virtual de las declaraciones envenenadas con que nos intentar engañar y adormecer a diario.
Ahora que la inteligencia artificial intenta aplicarse a la toma de decisiones políticas (uno de los últimos ejemplos es el uso de un chatbot como líder del Partido Sintético Danés…) y descartada la llegada de IPND, tendremos que seguir haciendo la interpretación de la realidad manualmente, oralmente, a través de personas y militantes de carne y hueso. Las bases de datos existen y se enriquecen constantemente, así como la teoría que relaciona ideas, conceptos y luchas. Los hechos que a lo largo de la historia han sido, con su amalgama de matices, reflejados en cada acontecimiento, repetidos una y otra vez, culminando en éxito o en fracaso, deben ayudarnos a definir el camino. Debemos recogerlos, analizarlos y compartirlos, sacando la cabeza de tanta propaganda mediática y de la basura de la industria del ocio que nos hacen vivir y pensar una realidad falsa.
No nos queda sino disponer de la formación política, el análisis, la visión crítica, la organización y la desconfianza (¡mucha y constante desconfianza!). Aunque sea de una forma mucho más lenta en comparación con las redes neuronales artificiales, la interpretación y la transformación de la realidad se llevará a cabo con la desconfianza hacia el poder y con el impulso y lucha de los pueblos trabajadores que quieren ser dueños de su destino; elementos que una máquina no puede suplantar.
Iñaki Etaio, internacionalista.
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