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Enfoques cooperativos

El orden global neoliberal se ha vuelto una traba al progreso social cooperativo

Fuentes:

“Sin esa profundización de la democracia, los conflictos sociales son inevitables en la medida en que ello implica menoscabo a los derechos humanos, derecho a una vida digna, a un mejor vivir”. J.Y.

 “La democracia debe ambientar una relación cooperativa en las sociedades y que ello signifique un continuo ascenso de libertad y prosperidad, allí están las cooperativas generando una nueva concepción sobre el hombre, la sociedad, la empresa, una visión humana y compatible con el respeto a la naturaleza”. J.Y.

Si realizáramos un análisis histórico sobre el cooperativismo comprobaríamos que,  al igual que hoy, este noble movimiento fue y es hostigado de mil formas por los sectores de poder político y económico. ¿Por qué?

Demos un pequeño recorrido antes de contestar con nuestro punto de vista. Para nosotros, el cooperativismo, expresado en la sociedad como cooperativa, empresa testigo de la filosofía cooperativa, equivale a una verdadera democracia participativa y rupturista con respecto a la democracia liberal-capitalista, la cual es representativa-delegativa  del poder político del pueblo, es ya una democracia obsoleta que expropia la voluntad popular a favor de una minoría casta política que ya no busca ni se preocupa por el bien común de los habitantes.

Esa cualidad organizacional de las cooperativas, fundadas en la democracia participativa y además, con el mecanismo de reversa de los mandatos de los directivos por medio de la  revocación de mandatos implica una democracia transformadora respecto a la democracia liberal-capitalista.

La cooperativa, como empresa de capital que genera valor y beneficios, y de excedentes repartibles cooperativos, referencia un adelanto en la escala de la economía y producción humana. El hecho de que persista la empresa de lucro basado en la contraprestación salarial y sobre todo el sistema político, es decir, su esquema democrático representativo sin evolución, sin progreso en su estructura, nos hace constatar una atrofia organizacional del orden social actual.

Si uno recorre la historia organizativa, se tropieza con el orden esclavista, en él, el esclavo era equivalente a un buey, elemento para acrecentar los bienes del amo, sustentado por un sistema político que naturalizó y legalizó esa situación.

En el orden feudal, el dueño de la tierra, el señor feudal, terrateniente, sus siervos, sus lacayos le garantizaron una vida súper cómoda, amparado, naturalmente por el orden político feudal.

Llegamos al capitalismo y su filosofía liberal francesa y británica. Libre empresa y libre contratación y su sostén político hasta nuestros días, gobiernos liberales y neoliberales y también dictatoriales.

Han pasado siglos y el esquema neoliberal capitalista no modifica ni deja modificar el orden social actual, orden del desastre humanitario, pero sobre todo, se ha vuelto una traba del progreso social cooperativo, por ello, necesitamos que el neoliberalismo se vaya al museo de los olvidos históricos.

El cooperativismo implica una cambio cualitativo bondadoso que responde a una necesidad histórica de transformación humana, sin embargo, si se soslaya esto, convertirán las ansias de cambio hacia el buen vivir en una represa pasible de traspasarse. En este punto, el consejo de John F. Kennedy expone con toda crudeza la actual realidad de la humanidad: “Los que hacen imposible una revolución pacífica harán inevitable una revolución violenta”.

La realidad en el mundo globalizado es de crisis tras crisis y creciente malestar social. Es una señal clara de que el cambio tranformativo haga su trabajo, modificando todo lo que se deba modificar. El ejemplo, mejor dicho, la guía de ese cambio necesario, es el cooperativismo y su democracia participativa. Es una democracia alterativa, rupturista, superadora del presente anquilosado.

¿Es posible radicalizar la democracia?

Pensemos ahora, como referencia, las tareas inconclusas, no tan sólo de Lula y de Dilma en el Brasil, sino en varias naciones Latinoamericanas, es decir, de gobiernos auto-proclamados progresistas: No profundizaron la democracia, no construyeron una democracia participativa y popular, con revocación de mandatos.

Dilma Rousseff,  expresidenta de Brasil lo expuso completamente en el sentido de que tratamos de decir “el Gobierno que nosotros queremos. Un Gobierno que radicalice la democracia, no sólo en el sentido de los derechos formales, sino de los derechos reales y de las oportunidades”.

Lamentablemente todos estos gobiernos abrieron la compuerta al desastre social y económico permitiendo el acceso a gobiernos neoliberales. No escucharon la advertencia de Manuel Baldomero Ugarte (1875-1951) “Lo que urge es reaccionar contra las malas costumbres políticas, contra los errores endémicos, contra la absurda organización de nuestras repúblicas, si es que hemos de llamar “organización” al dominio de una oligarquía o de una plutocracia que nunca tuvo más visión de la patria que sus conveniencias”.

“Nada más peligroso que una revolución a medias. La juventud debe velar para que el sacrificio no sea estéril y no se reduzca todo a la satisfacción aparente. Hay que afrontar al fin nuestros grandes problemas. En el orden interior: la justicia social, la situación del indio, la división de la tierra; la organiza

ción de la economía nacional; en el orden exterior: la aspiración hacia la Patria Grande. Hay que organizar a la América Latina en favor de la América Latina misma y no, como ahora, en favor de los inútiles del terruño y de los piratas de afuera”.

A partir de todo cuanto anotamos debería ser fácil deducir nuestra inicial pregunta y nuestra respuesta: Que el problema del cooperativismo es, fundamentalmente, un problema de naturaleza política: Su naturaleza democrática participativa y popular.

¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!