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La rebelión frente al horror

Fuentes: Rebelión [Paco Ignacio Taibo II, Sabemos cómo vamos a morir, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Planeta, 2022. 184 páginas

La sublevación del gueto de Varsovia es tratada con solvencia y sencillez en un reciente libro de un famoso escritor mexicano.

El levantamiento se desenvolvió en la zona en la que estaban recluidos y sometidos a trabajos forzados cientos de millares de judíos. En la capital polaca, ocupada por la Alemania nazi.

El alzamiento fue impulsado por grupos de jóvenes judíos que habían conseguido algún armamento. Transcurrió en los primeros meses de 1943, cuando ya estaba avanzada la deportación de los habitantes del gueto a los campos de exterminio, en particular el de Treblinka, llegado al cual eran conducidos directamente a las cámaras de gas.

El autor y el libro

Paco Ignacio Taibo escribe sobre el tema en un estilo más de «no ficción» que de historiografía tradicional. Él mismo juzga a su obra como un ejercicio de divulgación, que no pretende hacer aportes novedosos.

Es cierto, el escrito está dirigido a un público amplio. Sin lo que con bastante mal gusto se denomina «aparato erudito» de notas, bibliografía e índice de nombres.

Todo en el libro apunta a la finalidad divulgativa: Tipografía más bien grande, capítulos muy breves, una fotografía precediendo a cada capítulo. Al final se incluyen sucintas referencias al destino posterior de algunos de los protagonistas de esa pequeña gran insurrección, tanto entre los rebeldes como de los represores y colaboradores.

El escritor mexicano es lo que tiempo atrás se llamaba “polígrafo” y entre su obra vasta y diversa hay novelas, guiones de series y otras obras de ficción. Y asimismo ejerce el periodismo. Esa ductilidad se pone de manifiesto en su modo cautivante de escribir, vivaz sin perder seriedad.

Taibo es asimismo autor de la que algunxs consideran la más lograda entre las biografías de Ernesto “Che” Guevara. Esa obra fue su principal vehículo a la hora de ganar lectores en nuestras tierras.

Utiliza su experiencia y habilidad con la prosa en este relato acerca del heroísmo más entregado, el que se despliega sin ninguna esperanza y no busca ninguna retribución, ni en la tierra ni en los cielos. Tan sólo brega por el sostenimiento de la dignidad humana.

«Sabemos cómo vamos a morir» pinta la ominosa vida en el gueto, entre una mayoría aterrorizada por los nazis y una minoría de judíos que «colaboran» hasta con la Gestapo; o revistan en la patética «policía judía». Allí comienzan a organizarse decenas, después algunos centenares, de jóvenes de ambos géneros que no se dejan paralizar por el miedo y las horribles circunstancias del encierro. Tenían diferentes pertenencias políticas, desde el sionismo hasta la izquierda más radical.

Taibo marca las responsabilidades del consejo judío (Judenrat), coadministrador de la marcha de los habitantes judíos de Varsovia hacia la muerte. Y asimismo se ocupa brevemente de “mafias” que lucraban con el hambre de otros y acordaban con los nazis a cambio de beneficios materiales.

No es más clemente con la población no judía de Varsovia. Resalta sus simpatías con el antisemitismo de los ocupantes nazis y la pasividad frente a los crímenes. Lo que no impide el señalamiento de que, producida la sublevación en el interior del barrio judío, no fueron pocos los que se dejaron arrastrar a cierta solidaridad con los rebeldes cuando la lucha estalló.

Asimismo relata las ambivalencias en el vínculo con las agrupaciones de resistencia armada fuera del gueto, polacas o judías, nacionalistas o comunistas. Hubo algunos retaceos en la provisión de armamentos y otros auxilios, a veces cobrados a buen precio. Llegado el momento de la rebelión sí hubo operaciones de ayuda, incluso con tentativas de intervención, sin mucho éxito.

La grandeza frente a la barbarie.

En el contexto horroroso, se desenvuelve lo sublime: Un puñado de jóvenes habitantes del gueto, mujeres y varones, algunxs de ellxs aún adolescentes, deciden oponerse con las armas en lugar de dejarse conducir a los «trenes de la muerte».

No tienen expectativas de éxito, hubiera sido absurdo albergarlas. Sí la de morir con las armas en la mano. Y de paso llevarse consigo a unos cuantos nazis.

Sólo unos pocos sobrevivieron, pero se rebelaron dos veces: En la primera rechazaron a la SS (en la que, además de los alemanes, revistaban asesinos de los países del Baltico y Ucrania). Hubo una «tregua» de tres meses y los jóvenes combatientes se ganaron el favor de buena parte de los habitantes del barrio cercado.

En la segunda y decisiva insurrección, en el mes de abril, la «bestia parda» atacó a mansalva, aviación incluida. Eran centenares de soldados y policías, los que se lanzan sobre los resistentes mientras asesinan asimismo a los que no combaten y a lo sumo intentan esconderse.

No entraré en detalles sobre la masacre que todxs podrán imaginar. Varios atacantes fueron muertos. Y los jóvenes rebeldes contraatacaron desde una red de tuberías, sótanos y cualquier espacio que pudiera oficiar como «bunker». Y consiguieron resistir varios días, hasta la aniquilación total del espacio.

Más allá de las dificultades de escritura y pronunciación, vale la pena recordar los nombres de algunxs de esas mujeres y varones que le pusieron el pecho a los asesinos brutales, aun sabiéndose perdidos:

Mordejái Anilevich, Frania Beatus, Tosia Altman, Emanuel Rigenblum, Isaac Zuckerman , Marek Edelman.

El primero fue el líder del movimiento, gran organizador e ingenioso táctico en el desarrollo de las hostilidades.

Edelman volcó sus experiencias en el gueto en una prolongada entrevista muy citada por el autor.

Estuvieron los que murieron defendiéndose; quienes fueron fusilados luego de apresados, los que en un primer momento lograron huir y fueron recapturados por los alemanes. Sólo unos pocxs sobrevivieron. Entre éstos más de uno se incorporó a guerrillas judías que operaban por fuera de las ciudades.

En el conjunto destacó la participación femenina, con derroche de valor, y de ingenio para burlar a los ocupantes.

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Con el avance de la narración, la brutalidad nazi, aún “triunfante”, queda debilitada frente al valor de quienes la enfrentaron, con una absoluta desproporción de recursos.

Con la aspiración casi exclusiva de dificultar la tarea de los exterminadores y acceder a la muerte en combate, no de forma pasiva.

Las nociones de “triunfo” y “derrota” se trastruecan; el saldo final es que los luchadores alcanzaron una gran victoria, de cara a las mejores cualidades humanas.

Una reflexión que puede dejar la lectura de este libro es el cuestionamiento a las «almas bellas» que se complacen una y otra vez en manifestarse «en contra de toda forma de violencia».

Bendita sea la violencia puesta en juego para enfrentar a despiadados asesinos de masas. Antes, ahora y siempre. Y quepa el homenaje imperecedero a estxs mujeres y varones, menores de treinta años, que dieron su vida para que la ofensiva criminal no se impusiera sin obstáculo y el crimen chocara contra algún límite humano.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.