Contrariamente a su descripción generalizada, inspirada puramente por el fundamentalismo religioso, los combatientes del Dáesh son simplemente sicarios de la CIA y del M16. Pistoleros a sueldo del atlantismo.
No olvidemos cuando el ejército sirio obtuvo triunfos contundentes contra los salafistas financiados por los sauditas pero armados y entrenados por los servicios secretos de Estados Unidos y Reino Unido. Justo en ese momento fueron desalojadas las tropas iraquíes que se habían reconstituido con armamento norteamericano. Se trataba de las bases cercanas a Mossul de dos divisiones cuyos soldados y oficiales aparentemente se habían ido de vacaciones y su armamento dejado simplemente en el lugar. Justo en esas circunstancias irrumpieron en esa área largas columnas de las camionetas pick-up blancas marca Toyota que usaban las guerrillas salafistas del Dáesh que regresaron a Siria tripulando los blindados que encontraron abandonados en esas dos bases del ejército iraquí reorganizado por las tropas de ocupación norteamericanas.
Fue el Dáesh, equipado con armamento norteamericano, el que obtuvo los éxitos en Siria que les permitió ocupar una parte del país tan substancial que después les permitió proclamar un Estado Islámico denominado ISIS tan poderosamente equipado que logró tomar Alepo y constituirse en una amenaza tan seria contra la estabilidad de Siria que Rusia e Irán tuvieron que intervenir para hacerlo retroceder. Estados Unidos, que en realidad era responsable por la formación del ISIS y de los crímenes terroristas que cometía, simuló combatirlo bombardeando las instalaciones civiles de esas poblaciones supuestamente ocupadas por el ISIS, para hacer imposible la vida en ellas y provocar masas de refugiados que terminaron invadiendo Europa.
Eso permitía obtener dos objetivos políticos anglosionistas. Con los bombardeos desocupar de su población autóctona árabe la franja de tierra que va desde río Nilo hasta el río Eúfrates que la bandera de Israel Israel aspira a ocupar y al mismo tiempo corromper con refugiados musulmanes árabes la homogeneidad étnica y cultural de la Europa central que los anglosionistas siempre han adversado -desde la Primera Guerra Mundial-, cuya herencia cultural y étnica se conservó mucho mejor bajo la esfera de influencia rusa que en el Occidente europeo.
Por ello no es de extrañar que en un momento dado, ante la inevitable victoria de Rusia sobre la OTAN en Ucrania, los anglosionistas actúen como suelen hacerlo, recurrir a una serie de donantes internacionales que financian movimientos terroristas y movimientos subversivos del orden social de origen grecorromano, como el movimiento Woke, que con frecuencia están vinculados a los intereses comunes y siempre subversivos de la paz mundial que buscan mantener la hegemonía anglosionista.
La financiación, las armas y las órdenes llegan a sus sicarios de forma tortuosa y opaca. Invariablemente hay capas y capas de distanciamiento entre los perpetradores de un ataque reivindicado por el grupo y los mandantes que lo orquestan y sus financistas originales. Parece obvio que del ataque al teatro en Moscú durante un concierto estaban al corriente las embajadas de Estados Unidos y el Reino Unido, porque semanas antes del ataque repartieron circulares advirtiendo a sus ciudadanos de la posibilidad de un ataque terrorista en una sala de conciertos.
No sería la primera vez que los atlantistas usan terroristas musulmanes para desestabilizar un gobierno. Lo hicieron en Afganistán, Yugoslavia, Serbia, Siria, Libia y desde Chechenia y ahora en Rusia.
Según las últimas noticias Rusia acaba de encontrar pruebas en Turquía del vínculo entre los terroristas de Tayikistán, ejecutores del hecho, y sus mandantes de los servicios secretos de Zelensky. En mi opinión este es un paso imprudente para hacer inevitable la confrontación directa entre la OTAN y Rusia fuera de las fronteras de Ucrania, que es el objetivo de la OTAN desde el golpe de Estado en Kiev (2014). Los dirigentes atlánticos creen, equivocadamente, que pueden apropiarse de los recursos rusos para salvar las decadentes economías occidentales e impedir que China los aproveche.
Dado que el ISIS-K está actualmente desplegado también contra China, Irán y Rusia (en otras palabras, los principales adversarios del imperio estadounidense), conviene revisar los orígenes de Dáesh, una entidad creada por los anglosionistas que resurgió después de haber sido reducida aparentemente a la nada hace poco más de una década, antes de dominar los titulares de los principales medios de comunicación y la conciencia pública occidental durante varios años antes de desaparecer.
En un momento el grupo ocupó vastas franjas de territorio iraquí y sirio declarando un “Estado Islámico” que emitió su propia moneda, pasaportes y placas de matrícula de vehículos, un poco como los islamistas del estado de Kosovo, la provincia arrancada Serbia con bombardeos de la OTAN en una clara demostración de que la OTAN no es una alianza defensiva, sino un instrumento de expansión de la alianza anglosionista.
Las devastadoras intervenciones militares lanzadas independientemente por Estados Unidos y Rusia acabaron con esa construcción demoníaca en 2017.
Sin duda, la CIA y el MI6 se sintieron inmensamente aliviados, después de todo hay preguntas muy incómodas sobre cómo se extinguió Dáesh y por qué sobrevive justo en Tayikistán entre las fronteras de Rusia y China.
Como veremos, el grupo terrorista y su califato no surgieron como un relámpago en una noche oscura, fue creado gracias a una política dedicada y decidida ideada entre Londres, Washington y Tel- Aviv e implementada por sus respectivas agencias de espionaje.
Así fue que la CIA y el MI6 comenzaron a apoyar a los “yihadistas nacionalistas”: salafistas en toda Asia occidental. Al año siguiente Bashar Assad rechazó una propuesta de Catar para encaminar las vastas reservas de gas de Siria hacia Doha y de allí mandarlas directamente a Europa a través de un gasoducto de 10.000 millones de dólares y 1.500 kilómetros de largo que atravesaría Arabia Saudita, Jordania, Siria y Turquía. Como lo documentan ampliamente los cables diplomáticos publicados por WikiLeaks, los servicios de inteligencia estadounidenses, israelíes y sauditas decidieron inmediatamente derrocar a Assad fomentando una rebelión local y comenzaron a financiar a grupos de oposición con ese propósito.
Este esfuerzo cobró impulso en octubre de 2011, cuando el MI6 redirigió armas y combatientes extremistas de Libia a Siria, a raíz del asesinato televisado de Muammar Gadafi.
La CIA supervisó esa operación utilizando a los británicos como intermediario para evitar notificar al Congreso sus maquinaciones. Recién en junio de 2013, con la autorización oficial del entonces presidente Barack Obama, el encubrimiento y la hipocresía habitual en aquel mulato que recibió el Premio Nobel de la Paz antes de ser el Presidente de Estados Unidos más sanguinario de todos después de Truman.
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