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Asustémonos

Fuentes: Rebelión

¿Por qué regresamos siempre al mismo punto de partida? / ¡Ah raza tenebrosa / avanzando hacia la peor de las desdichas / que va y viene sin remedio ni consuelo!… (Wang Tsan).

Era un adolescente que amaba los libros cuando descubrí a Ray Bradbury. Me metió en su bolsillo con Crónicas marcianas. Luego vendrían Las doradas manzanas del sol, El país de octubre, Fahrenheit 451, El vino del estío… En fin, leí toda su obra.

Pero evitaré un entusiasmo que me haría escribir sin parar sobre este artista notable y visionario, pues lo que me interesa ahora destacar es el carácter premonitorio que tuvieron Bradbury y otros escritores anglosajones de ciencia-ficción. Especialmente los que prefiguraron el proyecto neoliberal que se aceleró al terminar la Segunda Guerra Mundial, fijando recurrentemente una visión adelantada a su tiempo al advertir en prosa lo que vendrá.

Un relato del propio Bradbury anticipaba en 1953 lo que se estaba gestando. El peatón, obra maestra de pluma y predicción, es tan bella como inquietante. Comprueben si además de su calidad literaria no es de una perspicacia genial. (https://info-caotica.blogspot.com/2012/11/ray-bradbury-el-peaton.html). Recuerden, 1953.

Otra premonición: «Mientras escribía Fahrenheit 451, pensé que estaba hablando de un mundo que aparecería dentro de cuatro o cinco décadas. Pero hace sólo cuatro semanas, en Beverly Hills, un hombre y una mujer se cruzaron conmigo, paseando un perro. Me quedé mirándolos, absolutamente estupefacto. La mujer llevaba en la mano un aparato de radio del tamaño de un paquete de cigarrillos, con una antena que temblaba en el aire. Unos alambrecitos de cobre salían del aparato y terminaban en un conito que la mujer llevaba en la oreja derecha. Ahí iba ella, ajena al hombre y al perro, prestando atención a vientos y suspiros lejanos, a gritos de melodrama, sonámbula, mientras el marido, que podía no haber estado allí, la ayudaba a subir y bajar las aceras. Esto no era ficción; era un hecho nuevo en una sociedad que está cambiando (Ray Bradbury, 1954)».

Se reafirma aquella clarividencia evocando una nota de 2023, y al mismo tiempo justifico la autorreferencia al recordar que suelo adjuntar a cada artículo enlaces de trabajos e investigaciones de autores que tienen más autoridad que quien escribe en el tratamiento de los temas propuestos. De ahí el remate de esa nota: «…hice trampa. Debí haber dicho de entrada que lo más valioso de este texto son las referencias al pie de página. Les invito vehementemente a hacer clic en cada enlace, y entonces reconocerán que valió la pena el clic que abrió este artículo» (https://www.aporrea.org/tecno/a321168.html).

Así versaba ese escrito sobre inteligencia artificial al aludir a esos escritores:

«Hace más de 70 años, cuando George Orwell y Ray Bradbury escribieron 1984 y Fahrenheit 451, respectivamente, se tomó a esta producción como obras de creadores ingeniosos, y punto. En 1932, Aldous Huxley se había adelantado a ambos con Un mundo feliz, obra igualmente distópica. Pero estos visionarios reflejaron estéticamente una intuición que se hizo realidad, un fantasmita que acechaba en sus sociedades, centrado entonces en una amenaza en plena gestación. No se equivocaron. Su predicción, claro, visto el poder inconmensurable alcanzado por la tecnología, parece ahora un juego de niños.

Los disidentes Bradbury, Orwell y Huxley, en fin, vivían en el corazón del sistema económico, político y social que impugnaban. Era el marco ideal. Las señales estaban en el aire, y alguien debía adueñárselas. Y ahí estaban esas mentes apropiadas.»

Nadie mejor que ellos comprenderían entonces por qué José Martí le escribe a su amigo Manuel Mercado en 1895: «Viví en el monstruo y le conozco las entrañas».

Hoy se recomienda, entre otros, un ensayo rotundamente distópico que da pavor. Pero es que hay que asustarse. Reaccionar. Y hay que informarse e informar, discutir, proponer y pensar cómo conjurar el mundo inhumano que ya se padece. Y lo que vendrá. Pero ya mismo porque —perdón, otra circularidad)—, «…la humanidad siempre ha reacciondo así, in extremis: cuando estamos perdidos, el instinto antes que la razón nos obliga a actuar a último momento; cuando el tiburón nos está por masticar, cuando el fuego nos lame los pies, cuando el ogro está por llevarse a la princesa, cuando los misiles ya han sido disparados, cuando el colapso de nuestra madre tierra se anuncia inexorable» (https://rebelion.org/cual-es-el-proximo-campo-de-batalla-americano/).

Al tiempo que el artículo antes citado establecía la disyuntiva entre ocultar para evitar la alarma, o revelar para difundirla, en otra nota nos preguntábamos: «¿Cuál es la síntesis entre un pesimismo desmovilizador y un optimismo bobo?». https://rebelion.org/convocatoria-esperanzadora-en-cuba/

Héctor Luis Saint-Pierre es uno de los que van hasta el fondo al escribir una nota devastadora. Pero tras los peores augurios, como la inevitabilidad de la guerra, nos da un respiro quizá esperanzador: «…la humanidad camina con la mirada fija en sus celulares hacia la autofagia de la especie. Pero, tal vez, aún puedan levantar la vista para ver que en el horizonte histórico otra posibilidad se descortina dejando entrar la luz de la política, porque otro mundo es posible». https://www.elcohetealaluna.com/autofagia-de-la-humanidad/

Mientras sigue el genocidio en Palestina, recibimos con creciente frecuencia más anuncios de una catástrofe planetaria hasta ahora inevitable como la guerra nuclear, el colapso del medioambiente y el reemplazo de la humanidad por la inteligencia artificial.

En medio del avance arrollador de la ultraderecha, del odio, el racismo y el tecnofeudalismo, seguimos sin saber cómo responder a esta situación que no deja de empeorar.

Y aunque uno no se siente necesariamente obligado a dar respuesta, al asumir el compromiso de hacer estas afirmaciones, bueno, debería al menos probar. Citar, por ejemplo, esa insuficiente facultad que Spinoza situaba entre la mística y la razón, la intuición para conjeturar muy subjetivamente e intentando una evasión imposible, que salir de esto podría transformarse en una cuestión de vida o muerte.

¿Pero por dónde empezar? ¿Quién lidera la resistencia? ¿Cuáles son las consignas? ¿Dónde está la guarida del enemigo?

Eso sí, cuidado con el desaliento, porque las luchas accesorias son igualmente importantes para procurar hacernos del poder que en este momento no tenemos. Si aflojamos no lo tendremos jamás. Hay que arrebatárselo al 1%, a los que nos han hecho algoritmos, a los mesiánicos, genocidas y dementes libertarios. Hay que seguir en el centro comunitario, en el partido, el sindicato, la escuela y la universidad, el comedor popular, la manifestación, en el barrio. Cantar, pintar, filmar, escribir y crear porque es lo que da sentido a la vida.

 https://info-caotica.blogspot.com/2012/11/ray-bradbury-el-peaton.html

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